«La realidad universitaria española requiere de una mayor presencia de Crue ante los poderes públicos, los medios de comunicación y las entidades de acción universitaria en el ámbito internacional, así como de una mayor visibilidad de nuestro posicionamiento como institución comprometida con el progreso social. Para ello, se está priorizando la presencia de Crue –a través de la Presidencia, como voz oficial y portavoz– en el debate público de los temas de interés para las universidades», señala la presidenta de los rectores españoles
Los estudios sobre el futuro de la educación superior plantean la necesidad de una profunda transformación de la Universidad. ¿Cómo podría transformarse la CRUE para atender a los desafíos de las universidades españolas del siglo XXI?
-El Sistema Universitario Español (SUE) ha experimentado una mejora significativa, desde el inicio de su adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior, gracias al esfuerzo de las personas que lo integran y, en particular, de quienes han asumido el compromiso de gestionar las universidades. Ahora, la Agenda 2030 nos marca una nueva etapa y unos nuevos retos que Crue debe abordar con mirada compartida y voluntad de acción conjunta, pero desde la pluralidad y diversidad del sistema universitario. Si queremos ser «motor de cambio», debemos fortalecer nuestro papel como agente dinamizador de la política universitaria y de ciencia e innovación en España.
Con ese objetivo, estamos mejorando nuestro funcionamiento interno, aumentando la conexión entre las sectoriales (órganos de asesoramiento) y la comisión permanente (órgano de Gobierno) y potenciando las reuniones y asambleas de Crue como espacio de debate e intercambio de ideas.
La realidad universitaria española requiere de una mayor presencia de Crue ante los poderes públicos, los medios de comunicación y las entidades de acción universitaria en el ámbito internacional, así como de una mayor visibilidad de nuestro posicionamiento como institución comprometida con el progreso social. Para ello, se está priorizando la presencia de Crue –a través de la Presidencia, como voz oficial y portavoz– en el debate público de los temas de interés para las universidades.
La Universidad ha sido en las últimas décadas una institución clave tanto en la democratización como en la mejora del bienestar de la sociedad española. ¿Está perdiendo la Universidad en la actualidad relevancia social y protagonismo en el debate público?
-Más que hablar de perder relevancia y protagonismo en el debate público, donde sí estamos presentes, lo que ocurre es que no se está prestando a la educación universitaria la atención que merece. Me remito a la campaña electoral que vivimos antes del verano, en la que no hemos oído una sola palabra sobre la Universidad, que es uno de los principales motores de desarrollo de un país. Tenemos un buen sistema universitario, de calidad internacional reconocida, y nuestro compromiso con la sociedad nos obliga a mejorarla constantemente. Pero parece que a los políticos se les olvida que el debate sobre la Universidad debe ser constante e ir más allá de los tiempos marcados por las iniciativas legislativas, que vienen muy condicionadas por los intereses políticos.
La economía de la atención impuesta por las grandes corporaciones tecnológicas nos conduce a habitar en burbujas epistémicas en donde las noticias falsas y el negacionismo científico se expanden corroyendo la convivencia democrática. En esta realidad, ¿qué papel le corresponde a las universidades para favorecer la convivialidad?
-Tenemos que explorar nuevos formatos de difusión y divulgación de la ciencia, para garantizar la fiabilidad y la reproducibilidad de las investigaciones y para hacerla comprensible al gran público. Es esencial impulsar el acceso libre a los resultados producidos en el sector público para devolver la Ciencia a los investigadores e investigadoras que la realizan y a la sociedad que la financia.
La ciencia es compleja –incluso entre investigadores– y, si la ciudadanía no entiende lo que hacemos desde las universidades para mejorar su calidad de vida, es muy difícil que exija a los responsables políticos que apuesten por la ciencia, que es el mayor vector de progreso que ha conocido la Humanidad. En este sentido, la labor que realizan las Unidades de Cultura Científica de las universidades es sumamente importante, como también lo es el papel de las plataformas de divulgación científica, o el de los medios de comunicación.
Años de precariedad, la falta de políticas y objetivos institucionales claros, y, cómo no, el impacto de la COVID han generado una cierta sensación de apatía en los campus, así como de falta de un proyecto común. ¿Cómo podemos construir un nuevo pacto entre las universidades y la sociedad? Tal como reitera Naciones Unidas que es esencial para atender los desafíos a los que nos enfrentamos.
-La ciudadanía espera mucho de nosotros, y no podemos fallarles. Debemos recordar a todos, incluyendo a la comunidad universitaria, que nuestra principal misión es la de mejorar el bienestar de las sociedades que nos albergan. A partir de ahí, debemos trabajar juntos desde la base de la confianza, la cooperación y la coordinación para conseguir un mundo más justo, equitativo e inclusivo.
Según se extiende la plataformización del aprendizaje en la educación superior se hacen más evidentes los peligros de segregación que llevan consigo, su carencia de objetivos educativos y la proliferación de títulos “Micky Mouse” que cuestionan los derechos de los estudiantes convertidos en consumidores. Frente a esta situación, ¿están las universidades generando valor diferencial desde la experiencia del aprendizaje presencial?
-La oferta de las universidades, además de cubrir la formación de profesionales preparados para afrontar un contexto laboral cambiante y las necesidades del aprendizaje a lo largo de la vida, también busca ofrecer una formación integral como personas. Es nuestro sello distintivo y, en este sentido, la interacción social y académica que se produce en los campus juega un papel muy importante y diferencial.
Entre la regulación básica que establece el Estado y la declaración constitucional del derecho fundamental a la autonomía universitaria están las CCAA que, con criterios muy distintos entre sí, a través de la financiación, de las agencias de calidad, o de sus decisiones sobre oferta docente o profesorado controlan la actividad de las universidades. ¿Cómo podríamos mejorar la confianza entre las CCAA y las universidades?
-Compartimos el mismo fin: mejorar la vida de todas las personas que nos rodean, y debemos trabajar desde la lealtad institucional. Es esencial trabajar juntos desde la base de la confianza, la colaboración y la coordinación. Y eso no siempre se está produciendo. Las universidades hemos tenido –y estamos teniendo– que sufrir el impacto económico de decisiones normativas ajenas y que no se nos han consultado. Un cambio por parte de las administraciones que ayudaría mucho, sería que dejasen de ver la educación universitaria como un gasto y comenzasen realmente a tratarla como una inversión de progreso.
En el Reino Unido los estudiantes universitarios extranjeros generan en torno a 50.000 millones de euros de actividad económica al año, según Universities UK, lo que les convierte en una fuente de financiación básica para las universidades y en el soporte de la economía en múltiples ciudades, especialmente de tamaño mediano. ¿Qué deberíamos hacer para crear en España una industria global de la educación superior con un alto impacto local?
-Las universidades llevan a cabo multitud de iniciativas individuales en este ámbito, pero en el actual escenario educativo mundial hay que sumar esfuerzos y competir en conjunto. Urge, entre otras, retomar la estrategia global de internacionalización que se articuló en su momento entre Crue y el Servicio Español Para la Internacionalización de la Educación (SEPIE).
La puesta en valor de la docencia unida a la emergencia de nuevos públicos, nuevos aprendizajes, nuevas prácticas educativas, nuevos entornos de experiencia personal y profesional ocupa una parte cada vez más importante en la agenda universitaria. ¿El cambio determinante al que se enfrenta la universidad en los próximos años es el que se refiere a su relación con el estudiantado?
-Necesitamos una oferta formativa universitaria centrada en el estudiantado que sea flexible y adaptada a sus necesidades y, por eso, hemos reclamado una legislación que permita ofrecer diferentes alternativas de itinerarios formativos abiertos y aumentar la libre elección.
También se debe fomentar el desarrollo de competencias y habilidades transversales (soft skills) y la integración de algunas de ellas en todas las titulaciones porque la adaptación al cambio, la capacidad de aprendizaje flexible y continuo, el trabajo en equipo, las habilidades de comunicación, el pensamiento crítico y creativo o la resolución de problemas son cualidades clave, cada vez más apreciadas por los empleadores, al igual que la formación humanista y los valores.
Asimismo, cabe destacar la introducción de las microcredenciales (RD 822/2021), una formación universitaria de calidad que consiste en la oferta de cursos de corta duración (15 créditos como máximo) sobre temas específicos para el desarrollo profesional de personas de entre 25 y 65 años. Esta nueva oferta formativa es una oportunidad para las universidades y un magnífico instrumento de inclusión y de igualdad de oportunidades.
Al hilo de la pregunta anterior. La Universidad sigue siendo un lugar clave para la promoción social y económica de las personas, como reconoce el informe de la CRUE y CCS sobre “La contribución socioeconómica del SUE”. A la vez constatamos que las diferentes oportunidades de los jóvenes limitan el acceso a la universidad de los colectivos más vulnerables. ¿Cómo podemos mejorar la equidad en el acceso y permanencia del estudiantado en las universidades públicas españolas?
-Las universidades se han mostrado como el ascensor social más eficaz y debemos seguir avanzando hacia una universidad cada día más abierta e inclusiva y, para ello, es esencial reforzar el actual mecanismo de becas y ayudas al estudio, dotándolo de más recursos y haciendo que este sea más ágil y pueda dar respuesta a situaciones sobrevenidas y urgentes para el estudiantado.
Otro aspecto importante es la coordinación con los diferentes niveles educativos, en especial con la formación profesional de grado superior, que creció un 43,3% entre 2016 y 2021. Es muy importante impulsar estrategias que favorezcan el acceso a la Universidad desde la formación profesional de grado superior a través de reconocimientos mutuos de formación.
Una última cuestión de actualidad. La irrupción de las universidades europeas parece que puede servir como referente para la transformación del sistema universitario español. ¿Dónde queda en este escenario la creación de un sistema universitario iberoamericano?
-La colaboración universitaria es clave para cumplir con la Agenda 2030 y refuerza nuestra credibilidad ante la sociedad. El Espacio Común del Conocimiento y Educación Superior en América Latina y el Caribe debe convertirse en un nuevo ejemplo de integración de actores bajo el denominador común de la educación superior, entendida como bien público y como instrumento estratégico de desarrollo sostenible.
El gran objetivo vuelve a ser ayudar a equilibrar estados de desarrollo y mitigar desigualdades entre regiones a través de una alianza por el conocimiento que potencie las diferentes capacidades de un espacio diverso y heterogéneo (concepto de Capacity Building). La movilidad y la innovación, así como el reconocimiento de estudios y títulos, son los pilares sobre los que hemos empezado a levantar toda la arquitectura de cooperación y colaboración que requiere este proyecto común iberoamericano, que es todo un desafío. No será fácil, pero los retos nunca nos han asustado a las universidades.