«Necesitamos un gran acuerdo birregional de integración académica en Educación Superior, Ciencia y Tecnología entre Latinoamérica y la UE». Entrevista con Fernando Galván y Héctor Casanueva

«La celebración de la III Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno los días 17 y 18 de julio en Bruselas ha de acogerse con alegría y esperanza, con la esperanza de que se recupere el impulso político existente en 2015. Ese es el motivo fundamental de que vayamos a reunirnos en la Universidad de Alcalá diez días antes (7 y 8 de julio), para promover el proyecto de un gran acuerdo birregional de integración académica en Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación. Como ya he dicho, ese es el propósito principal de la V Cumbre Académica del FAP ALC-UE en Alcalá«


Próximamente en la Universidad de Alcalá tendrá lugar la V Cumbre Académica ALC-UE convocada por el Foro Académico Permanente (FAP ALC-UE). Al frente de la Comisión Organizadora están su anterior rector y actual Rector Emérito Fernando Galván (FG), que es también Secretario General de la IAUP (International Association of University Presidents) y Presidente de Honor del FAP, y Héctor Casanueva (HC), profesor-investigador del IELAT (Instituto Universitario de Estudios Latinoamericanos) de la Universidad de Alcalá, Vicepresidente del FAP y ex embajador de Chile en Montevideo y Ginebra ante la OMC y otros organismos multilaterales de la ONU. 

AG. Los próximos 17 y 18 de julio se celebrará en Bruselas la III Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de CELAC-UE. En las últimas semanas hemos visto publicadas las declaraciones de Santiago de Compostela de la II Cumbre Académica y del Conocimiento UE-CELAC y de Valencia de UNIVERSIA “Universidad y Sociedad”. Sin embargo, el tema de la Universidad, y por ende el de ciencia, sigue apareciendo alejado de la agenda de los líderes latinoamericanos. ¿Qué tenemos que hacer para situar a la Universidad como un tema central en las relaciones ALC-UE?

FG. Fundamentalmente, crear y dinamizar ese Espacio Común de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, que ya acordaron los jefes de Estado y de Gobierno de las dos regiones en su Cumbre de Río de Janeiro en 1999, cuando hablaron de la “Asociación Estratégica” de las dos regiones.

Para ello ya entonces consideraron pilar esencial de esa “Asociación Estratégica”, entre otros aspectos de la educación, la cooperación entre las instituciones de Educación Superior. Han pasado veinticuatro años desde entonces, casi un cuarto de siglo, y se han sucedido cumbres y reuniones sectoriales al más alto nivel, pero no podemos decir que hayamos avanzado mucho.

Quizá, para intentar ser más positivo, sí señalaría que las dos Cumbres celebradas formalmente por CELAC-UE (tras la constitución propiamente de CELAC en 2011), las celebradas en 2013 en Santiago de Chile y en 2015 en Bruselas, han incidido en sus declaraciones finales en la necesidad de crear las condiciones para avanzar hacia el Espacio Común universitario al que me refería antes.

Han pasado veinticuatro años, casi un cuarto de siglo, y se han sucedido cumbres y reuniones sectoriales al más alto nivel, pero no podemos decir que hayamos avanzado mucho

En esas declaraciones, especialmente en la emitida por la II Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno CELAC-UE de Bruselas, en junio de 2015, se recogía la Educación Superior como uno de los ejes del Plan de Acción CELAC-UE, y en el capítulo 9 concretamente se hacía eco de las propuestas hechas precisamente en esa oportunidad por la Cumbre Académica del FAP ALC-UE, entre otras iniciativas de la sociedad civil, y del mundo universitario y científico, que celebramos en Bruselas, unos días antes de la Cumbre oficial.

Pero han pasado ocho años desde entonces, y por unos u otros motivos (políticos a veces, pero también los derivados del periodo de la pandemia, que golpeó muy duramente la región americana), apenas se ha avanzado en esa dirección.

Por eso, la celebración de la III Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno los días 17 y 18 de julio en Bruselas ha de acogerse con alegría y esperanza, con la esperanza de que se recupere el impulso político existente en 2015. Ese es el motivo fundamental de que vayamos a reunirnos en la Universidad de Alcalá diez días antes (7 y 8 de julio), para promover el proyecto de un gran acuerdo birregional de integración académica en Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación. Como ya he dicho, ese es el propósito principal de la V Cumbre Académica del FAP ALC-UE en Alcalá.

la celebración de la III Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno los días 17 y 18 de julio en Bruselas ha de acogerse con alegría y esperanza

AG. ¿Puede presentarnos al FAP ALC-UE? 

FG. Las siglas corresponden a “Foro Académico Permanente América Latina y Caribe-Unión Europea”, y se trata de un punto de encuentro de universitarios de las dos regiones, que se crea a partir de 2012, tras unos seminarios preparatorios ese año en la CEPAL en Santiago de Chile, en París (en el Instituto de las Américas) y en Lima (en el Colegio de Ingenieros del Perú).

Nace como un movimiento de “abajo a arriba” (“bottom-up”), en el que intervienen profesores, investigadores, estudiantes y, por supuesto, autoridades académicas (directores, decanos, rectores) y grupos de universidades, tanto de Europa como de América Latina y Caribe, con una fuerza predominante de los países de habla española y portuguesa, pero también con presencia importante del Caribe anglófono, de Francia, Italia, Rumanía, y algunos países nórdicos y de Europa oriental. 

Son universitarios procedentes del ámbito de las ciencias sociales, la economía y la educación, fundamentalmente, pero hay también otros investigadores de humanidades y de ciencias. No es, por tanto, una institución formal, como la OEI, por ejemplo, o el IESALC-UNESCO, u otras iniciativas de Consejos de Rectores. 

El objetivo final, de mediano y largo plazo, es la creación de un “Espacio Común de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación ALC-UE”, según quedó establecido en la Primera Cumbre Académica de 2013, respondiendo a la propuesta de la Cumbre ALC-UE de Viena de 2006 que explícitamente planteó la creación de ese espacio común. Lo que pasó fue que hasta 2013 ese propósito quedó postergado por las negociaciones comerciales, y por eso el FAP ALC-UE lo retomó y puso de nuevo sobre la mesa de las negociaciones de los jefes de Estado.

Pablo Santana

Desde el lado latinoamericano se percibe que Europa ha avanzado notablemente en el reconocimiento de estudios y de titulaciones (gracias al proceso conocido como “Bolonia”) y que, sin embargo, América Latina y Caribe, a pesar de compartir muchos de sus países una lengua (el español) o dos lenguas muy cercanas (español y portugués), están todavía a años luz de algo parecido. En muchos casos, ni siquiera dentro del mismo país las universidades se reconocen entre sí los estudios que cursan sus alumnos.

Por eso la movilidad intra-regional (en el propio ámbito latinoamericano) es muy difícil, para no hablar de la inter-regional (entre Europa y América Latina y Caribe. Por eso mismo, el FAP ha estado trabajando durante los últimos diez años para impulsar la colaboración entre grupos universitarios en este objetivo, pero también para promover un gran acuerdo político entre las dos regiones, a través de sus Cumbres Académicas, como encuentros de la sociedad civil, paralelas a las Cumbres oficiales de jefes de Estado y Gobierno de CELAC-UE, cuya primera reunión se celebró en Santiago de Chile en enero de 2013.

En ese momento tuvo lugar también la I Cumbre Académica del FAP ALC-UE, cuyas conclusiones fueron entregadas a los ministros de Asuntos Exteriores y otras autoridades de las dos regiones, para que las canalizaran a los jefes de Estado y de Gobierno. Y desde entonces hemos celebrado otras tres Cumbres Académicas más, la última el pasado noviembre de 2022 en Bucarest.

El próximo mes de julio tendrá lugar en la Universidad de Alcalá la V Cumbre Académica, en el marco de la presidencia española de turno del Consejo de la Unión Europea, en la que esperamos aprobar una propuesta concreta para que los jefes de Estado y de Gobierno pongan en marcha un Acuerdo de Integración Académica CELAC-UE que sea el marco institucional al Espacio Común.

Desde el lado latinoamericano se percibe que Europa ha avanzado notablemente en el reconocimiento de estudios y de titulaciones y que, sin embargo, América Latina y Caribe, a pesar de compartir muchos de sus países una lengua (el español) o dos lenguas muy cercanas (español y portugués), están todavía a años luz de algo parecido

AG. En una reciente entrevista en “EsdiES” la directora de la prestigiosa publicación digital Esglobal Cristina Manzano señalaba que “A la Unión Europea no le ha interesado Iberoamérica” ¿Puede trasladarse esta afirmación al ámbito de la Universidad y la Ciencia?

FG. Posiblemente sí, aunque, como casi todas las afirmaciones genéricas, conviene matizarla. Creo que institucionalmente se ha hecho mucho, pero no lo suficiente por parte de la Unión Europea por promover acercamientos y colaboración universitaria y científica entre las dos regiones.

Dicho eso, es cierto que programas de movilidad originalmente europeos (como Erasmus Plus o Erasmus Mundus), e incluso ciertos programas de fomento de la investigación, permiten la incorporación –si bien con restricciones— de alianzas y socios latinoamericanos, aunque no solo de esa región, sino también de otras del mundo, por lo que, de hecho, no podemos decir que exista una situación de especial colaboración entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe.

Carecemos de proyectos de integración universitaria y científica de mayor ambición, que hicieran de verdad realidad eso que decimos siempre sobre la comunidad de valores compartidos entre Europa y América Latina y el Caribe, o en su vertiente más restringida, entre España y Portugal y los países iberoamericanos.

Esas palabras que solemos escuchar en boca de políticos no se corresponden con suficientes acciones institucionales, y con la existencia de un verdadero Espacio Común universitario birregional. Paradójicamente, el interés del cuerpo académico y de los estudiantes de la Educación Superior, tanto de Europa como de América Latina y el Caribe, por sus homólogos de la otra región, es muy elevado. 

AG. La digitalización ha roto todas las fronteras, también las del aprendizaje. Parecería que compartir el idioma es la gran oportunidad para la creación de un sistema latinoamericano de educación superior. La sensación no obstante es que hemos avanzado poco en los últimos 25 años. ¿Por qué?

esperamos aprobar una propuesta concreta para que los jefes de Estado y de Gobierno pongan en marcha un Acuerdo de Integración Académica CELAC-UE que sea el marco institucional al Espacio Común

FG. Bueno, el español, aunque lengua dominante en CELAC, no es la única lengua oficial de los treinta y tres países que constituyen esa comunidad de estados; lo es únicamente de dieciocho de ellos, pero hay otros doce, en el Caribe (la mayoría muy pequeños, cierto), que son angloparlantes, y obviamente está también Brasil, de habla portuguesa, con más de 200 millones de habitantes, y algún otro pequeño estado del Caribe de habla francesa y neerlandesa.

Pero con independencia de esa matización lingüística, la realidad es que, en efecto, carecemos de un sistema latinoamericano de educación superior. Ya comentaba antes la dificultad del movimiento e intercambio intra-regional de estudiantes e investigadores, que impide que exista en la región algo parecido a nuestro programa Erasmus.

No hay acuerdos entre los países para el reconocimiento de créditos; en algunos no existen, o no funcionan adecuadamente, las agencias de calidad, que puedan acreditar los estándares de las universidades, de las carreras; no hay una unidad de medida del aprendizaje (como el ECTS) que permita buscar la equivalencia de créditos; no existe consenso sobre los resultados del aprendizaje (los llamados “learning outcomes” en inglés), etc.

Pablo Santana

Hay, sin embargo, alianzas entre universidades de distintos países, promovidas por asociaciones como la UDUALC (Unión de Universidades de América Latina y el Caribe), que intentar paliar las deficiencias enumeradas, con acuerdos bilaterales o multilaterales entre ellas sobre determinadas titulaciones, que está muy bien porque los estudiantes de esos centros tienen la garantía del reconocimiento de estudios que hagan en aquellas otras instituciones con las que su universidad ha alcanzado acuerdos.

Pero eso, siendo importante, ocurre en muy pequeña escala. Una situación sangrante –diría yo— es la escasísima y tardía presencia de un convenio de reconocimiento de cualificaciones académicas o titulaciones, como las que impulsa la UNESCO, que facilite la libre circulación de profesionales entre los diversos países de la región.

Mientras que desde 1997 existe el convenio de Lisboa para los países europeos, y el correspondiente para Asia-Pacífico (el de Tokio) data de 2011, e incluso África tiene el suyo propio desde 2015, en América Latina y el Caribe no se presentó un convenio similar hasta julio de 2019, en una reunión de ministros de Educación en Buenos Aires.

Ese convenio, que se llama “Convenio Regional para el Reconocimiento de Estudios, Títulos y Diplomas de Educación Superior en América Latina y el Caribe”, y que es técnicamente muy solvente, no lleva aún ni un año en vigor, porque requería la ratificación formal de, al menos, cuatro estados de la región, y solo en octubre de 2022 se consiguió la cuarta ratificación. Está en vigor únicamente en los estados que lo han ratificado, que son la pequeña isla de Granada (o Grenada), Cuba, Perú y Uruguay.

Hace apenas un par de meses lo ratificó también la Santa Sede. Es doloroso que, de los gobiernos de los doce países latinoamericanos que suscribieron ese convenio en Buenos Aires en 2019, entre ellos algunos de los de mayor población e influencia, solo los cuatro citados (con el añadido europeo de la Santa Sede) hayan dado el paso de su ratificación formal. La ratificación, por supuesto, implica el compromiso de cumplir determinados estándares, y es triste que parezca no existir interés o voluntad política de adquirir ese compromiso.

Mientras que desde 1997 existe el convenio de Lisboa para los países europeos, y el correspondiente para Asia-Pacífico (el de Tokio) data de 2011, e incluso África tiene el suyo propio desde 2015, en América Latina y el Caribe no se presentó un convenio similar hasta julio de 2019

AG. La hegemonía de la industria de la educación superior anglosajona, liderada por sus universidades globales y corporaciones tecnológicas, plantea la amenaza de un nuevo colonialismo, en este caso académico. ¿Puede haber una alternativa que responda a una cultura y a unos valores propios desde Latinoamérica?

FG. Esa es una situación de la que se quejan muchos países que no están en la órbita anglosajona. Los ránquines internacionales privilegian determinados criterios para prestigiar a universidades de los Estados Unidos, del Reino Unido, de Australia…, y quienes pretenden escalar posiciones en esos ránquines han de adaptar sus realidades educativas a tales exigencias.

Pero cada día son más las instituciones de educación superior en Asia, en África, en América Latina (incluso en algunos países europeos), que están enfrentándose activamente a ese neocolonialismo académico. Es el llamado “Sur Global” que se rebela ante el Norte, e incluso algún escritor de prestigio, como el Premio Nobel de Literatura sudafricano J.M. Coetzee ha renunciado a publicar sus últimas novelas en inglés en editoriales de Estados Unidos o de Gran Bretaña, optando por su publicación primera en español en Argentina. La edición inglesa tarda muchos meses, prácticamente un año, en aparecer, como si fuera una “traducción” de la edición argentina. Pero Coetzee no escribe en español, naturalmente, sino en inglés, por lo que la apariencia no es realidad. Es un gesto de protesta, bastante aislado, una anécdota, sin duda, pero pone de manifiesto la rebelión intelectual ante ese fenómeno del neocolonialismo cultural y académico.

En una publicación como University World News, de amplia circulación global, son cada vez más frecuentes las voces que claman por prestigiar los sistemas regionales de educación superior en todo el mundo, reclamando que, en la clasificación de las universidades, se atienda a un factor que los ránquines usuales ignoran, como es el servicio que determinada universidad presta a su entorno, a la sociedad en la que se inserta.

Los ránquines internacionales privilegian determinados criterios para prestigiar a universidades de los Estados Unidos, del Reino Unido, de Australia…

No valen solo los “papers” publicados por grandes consorcios editoriales en manos muchas veces de empresas que son también las propietarias de los ránquines que miden el impacto de las publicaciones y clasifican las revistas científicas, de modo que se está produciendo un evidente conflicto de interés.

Poner en valor el servicio social universitario es un modo de dignificar y de valorar a instituciones de educación superior que tienen un enorme impacto en su medio social, y probablemente de ahí ha de salir la alternativa en América Latina. El más reciente ranquin del Times Higher Education, el de Impacto (THE Impact Ranking), mide precisamente ese tipo de implicación universitaria, con los ODS y la agenda 2030 de Naciones Unidas como punto de referencia principal.

AG. En Latinoamérica seguirá creciendo significativamente en las próximas décadas la demanda de educación superior. Para atender estas necesidades, ¿cómo podemos pensar en propuestas basadas en la cooperación entre instituciones, entre iguales, que no estuvieran solo determinadas por la lógica del mercado?

HC. Un mercado que funcione bien, sin distorsiones, debidamente regulado, con visión de futuro, cumpliendo su función mientras el Estado cumple la suya, no es un problema para la formación de las personas para el trabajo, porque sirve como orientación a las decisiones de las universidades para atender las necesidades del desarrollo de cada país y de la región.

La cooperación entre universidades de Europa y de ALC en ese contexto es positiva, sobre todo porque en la UE, por su propia característica de ser un espacio integrado con instituciones comunes, el mercado funciona y el sector público también, y esa experiencia puede ser transmitida a las universidades y al propio Estado en Latinoamérica. Sería una sinergia muy positiva.

AG. La Hoja de Ruta EU-CELAC sobre ciencia, tecnología e innovación o la Comunicación de la Comisión para una estrategia de cooperación internacional en I+D+I no consideran la asociación de países latinoamericanos al programa Horizonte Europa, frente a lo que sucede con otras naciones en donde hay evidentes intereses de determinadas naciones de la UE. ¿Qué responsabilidad tienen en esta situación estados como España y Portugal? 

HC. Hay determinados países latinoamericanos que se consideran automáticamente elegibles para financiamiento de los programas de Horizonte Europa, como Bolivia, Costa Rica, Perú, República Dominicana, Haití, Venezuela, Ecuador, Jamaica, Cuba, y otros, pero no así Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, porque se consideran países “graduados” en su proceso de desarrollo, una clasificación nefasta del sistema de Naciones Unidas, que considera que han superado un determinado nivel de desarrollo.

Esta discriminación no tiene en cuenta que los factores de pobreza son multidimensionales, que las carencias son sistémicas y que los indicadores actuales para medir el desarrollo, en una sociedad digital y de alta competitividad, han cambiado. Parece muy contradictorio que el programa HE considere que los propios países europeos, con su nivel de desarrollo, necesitan de este financiamiento y no los de países terceros como los mencionados.

FAP ALC-UE

Este es un enfoque tradicional de los servicios de la Comisión, que no aplican los mismos parámetros de dentro de la UE que fuera de ella, a menos que exista una presión de los países miembros por posicionar a terceros de su interés. Y se sigue con la lógica arcaica de la ayuda oficial al desarrollo para los países menos adelantados, en lugar de apuntalar simultáneamente a los que van saliendo del abismo para que no vuelvan a caer.

Esta situación debe ser corregida si se quiere llevar adelante el recientemente anunciado relanzamiento de las relaciones birregionales, y España tiene una responsabilidad que asumir en ello, porque no se ha rebelado hasta ahora contra la lógica de la Comisión.

La UE sigue la lógica arcaica de la ayuda oficial al desarrollo para los países menos adelantados, en lugar de apuntalar simultáneamente a los que van saliendo del abismo para que no vuelvan a caer

AG. Liderada por los países escandinavos la Iniciativa Helsinki sobre el multilingüismo empieza señalando que “La investigación es internacional. ¡Así nos gusta! El multilingüismo mantiene viva la investigación localmente relevante” ¿Qué estamos haciendo para promover la creación científica en español?

FG. Posiblemente no todo lo que deberíamos. Pero este es un tema espinoso y, si somos realistas, no hay que soñar en exceso. El predominio del inglés en las ciencias es imbatible, y prácticamente todos los científicos del mundo, los que se dedican a ciencias de la naturaleza, a ciencias de la salud, a ingenierías… a lo que suelen llamarse las “ciencias duras”, están irremisiblemente condenados a escribir en inglés si quieren que sus investigaciones sean relevantes para la comunidad científica global.

Otra cosa diferente es el mundo de las ciencias sociales y de las humanidades. Ahí la posición del español, gracias a la gran red de investigadores en América Latina y España, es mucho mejor. No tengo los datos a mano en este momento, pero la presencia de la lengua española en publicaciones periódicas científicas indexadas en JCR y SJR (Scimago), y probablemente también en términos absolutos, es mucho más fuerte que la de otras lenguas europeas, como el francés o el alemán.

Hablo del ámbito de las ciencias sociales y las humanidades, insisto, donde el español es la segunda lengua tras el inglés (cierto que a muchísima distancia de este). Pero no es poca cosa si consideramos la fortaleza científica en estos campos de las universidades y la ciencia en las lenguas francesa y alemana. Ahora bien, frente a eso, creo que en otros ámbitos científicos la investigación seguirá siendo difundida de manera dominante en inglés.

El nivel de implantación de esa lengua, a pesar de que no es ni la primera ni la segunda en número de hablantes como lengua materna (el chino es la primera y el español la segunda, como es sabido), es indiscutible. Se ha convertido en la lengua del comercio, de la comunicación internacional, de la política, etc. Baste con el ejemplo de cómo sigue siendo la lengua principal de la Unión Europea tras el Brexit. 

no podemos decir que exista una situación de especial colaboración entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe

AG. El modelo de la enseñanza universitaria va sujeto a la política pública y el modelo social de cada sociedad o país. ¿Cuáles serían las características de la enseñanza universitaria en Latinoamérica?

HC. Habría que distinguir y destacar la peculiaridad de las universidades de la región. Lo primero que hay que decir es que no existe un sistema latinoamericano, no solo en lo institucional, sino en los parámetros que rigen en cada país.

Hay algunos en los que la incidencia del Estado es mayor y en algunos casos determinante, y otros en los que la autonomía universitaria es completa e intocable, no solamente en cuanto a las carreras y sus contenidos, sino incluso en términos territoriales.

La autonomía universitaria en países como Argentina o Chile ha sido fundamental para preservar la misión social de la universidad y su carácter de conciencia crítica de la sociedad, salvo cuando las dictaduras las han intervenido, como cuando en Chile se nombraron rectores militares y suprimieron muchas carreras del área social, ciencias políticas o intervinieron los programas de economía para centrarlos en el consenso de Washington y la escuela de Chicago.

las universidades latinoamericanas han sido siempre, incluso en los peores momentos, fuentes de elaboración de pensamiento y de proyección social, canteras de dirigentes políticos y centros de diálogo político

Dicho esto, hay que saber que en épocas de libertad democrática, pero de fuerte influencia de las corrientes de pensamiento de alcance global, o de hechos como la revolución cubana, el Concilio Vaticano II, la primavera de Praga, el mayo francés del 68, el eurocomunismo y el diálogo cristiano-marxista de los 60-70 en Europa, las universidades, todas, incluso las pocas privadas existentes entonces, se vieron fuertemente comprometidas con determinadas posiciones y ello marcó las carreras, el currículo, y la misión social de la universidad.

Y lo mismo ocurrió cuando se impuso en el mundo occidental el modelo de mercado como asignador de los recursos y, por ende, del tipo de profesional a formar. Sin embargo, las universidades latinoamericanas han sido siempre, incluso en los peores momentos, fuentes de elaboración de pensamiento y de proyección social, canteras de dirigentes políticos y centros de diálogo político.

A ello no escapan hoy ni siquiera muchas de las universidades privadas o confesionales. No son solo fábricas de profesionales. Algunas sí, pero en su mayoría son más que eso. De ahí que creo que la sociedad civil nucleada en las universidades de América Latina y el Caribe es una masa crítica de primer orden para basar un proyecto de futuro para toda la región, unida –como estamos impulsando desde el FAP— a la comunidad académica europea.

Aun partiendo de una realidad de desarrollo social, económico e institucional diferente y superior a la latinoamericana, la comunidad académica europea tiene los mismos desafíos, riesgos y amenazas existenciales en esta transición geopolítica, ecológica, digital, energética que vive el Siglo XXI.

Entre la UE y ALC sumamos cerca de 50 millones de estudiantes de educación superior y 2 millones y medio de profesores universitarios; una masa crítica formidable que hasta ahora no se ha tenido en cuenta estratégicamente para consolidar la alianza entre ambas regiones, hoy un poco devaluada y que debe ser relanzada.

la sociedad civil nucleada en las universidades de América Latina y el Caribe es una masa crítica de primer orden para basar un proyecto de futuro para toda la región, unida –como estamos impulsando desde el FAP— a la comunidad académica europea

AG. Declaraba recientemente Michael Sandel en la presentación de su libro “El descontento democrático” que la democracia está amenazada por elementos como la guerra cultural y las mentiras intencionadas. ¿Hasta qué punto la creación de un verdadero sistema universitario entre ALC y EU es relevante para el reforzamiento recíproco de las libertades públicas y los derechos fundamentales?

HC. Justamente, en línea con lo dicho anteriormente, y tomando en cuenta la vocación pública tradicional de las universidades y su misión histórica de ser fuente de pensamiento y conciencia crítica de la sociedad, en este caso, de la sociedad global del siglo XXI, la integración académica eurolatinoamericana en un Espacio Común –sustentada en esa masa crítica que he señalado— tiene la potencialidad de enfrentar la distorsión de los valores comunes, preservarlos, proyectarlos y asentarlos en el imaginario colectivo.

Su objetivo es que sean barreras y cortafuegos ante los intentos de devaluar valores fundamentales como la democracia, el estado de derecho, los derechos humanos, para contribuir a la formación de profesionales y ciudadanos conscientes y capacitados para no caer en esas redes o cantos de sirena. Un Espacio Común de educación superior es muchísimo más que un espacio de formación de profesionales.  

AG. ¿Qué nos separa de poder tener a medio plazo programas entre ALC y UE semejantes a los del espacio europeo de educación superior como las Universidades Europeas o el Erasmus+? 

HC. En nuestra opinión, se necesita un Acuerdo de Integración Académica entre ambas regiones, un tratado que sustente institucional, académica y financieramente el Espacio Común en el que progresivamente vayamos entrando todos bajo ciertas condiciones, parámetros comunes de aseguramiento de la calidad, acreditación, titulaciones, etc.

Porque efectivamente hay diferencias entre el sistema europeo y su experiencia de contar con un espacio común, y los de ALC, y si bien hay muchos programas conjuntos birregionales impulsados y gestionados por las universidades entre sí, no tienen el soporte común de un acuerdo birregional.

Un acuerdo como este no solo ampararía y daría lugar a la convergencia de sistemas, sino que sería un incentivo para que todas las universidades vayan entrando en esta lógica birregional. Es una tarea de largo aliento, pero que hay que acometerla.


Entrevista Alfonso González Hermoso de Mendoza

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.