Una sociedad saturada de ciencia

El COVID nos recordó que la ciencia es poderosa, imprescindible, pero también imperfecta, llena de contradicciones, vulnerable y limitada. La comparecencia en el Congreso de los Diputados del profesor Joan-Ramon Laporte sobre la vacunación del COVID conmocionó a la comunidad científica. 

CRISTINA MORENO LOZANO


La ciencia la vivimos en sociedad

Las experiencias de adolescencia de nuestros jóvenes estudiantes de educación superior están profundamente influidas por un contexto saturado de ciencia, debido a la continuada pandemia de COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2.

Se hace hoy por tanto imprescindible enseñar y aprender cómo la ciencia la trabajan los científicos y científicas, y cómo forma parte de nuestras vidas cotidianas, y de los contextos políticos, sociales, económicos y culturales en sociedades occidentales como la nuestra. Si bien necesaria, esta tarea es compleja, ya que implica aprender y enseñar a vivir y pensar la complejidad y el desorden de la ciencia, precisamente en un mundo presente incierto y saturado de ciencia.

“La ciencia se hace y se vive en sociedad”, fue la frase que, con matices, más se repitió durante mis clases-taller en la asignatura de grado “Ciencia en Sociedad” (Science in Society) en la Universidad de Edimburgo el otoño de 2021.

¿Qué une a un grupo de unos 30 alumnos y alumnas de entre 18 y 20 años, estudiando carreras tan dispares como física, sociología, desarrollo sostenible, INEF, ciencias políticas, geografía, matemáticas, o ciencias biológicas? Sentados a distancia social en un aula con las puertas abiertas, con mascarillas, debatiendo semana tras semana sobre los aspectos sociales, políticos y culturales de la ciencia, sus ojos sorprendidos apuntaban al unísono hacia mí. 

Esta tarea es compleja, ya que implica aprender y enseñar a vivir y pensar la complejidad y el desorden de la ciencia, precisamente en un mundo presente incierto y saturado de ciencia.

La curiosidad por aprender

Poco más conocí más que sus miradas. A ratos, estas me transmitían diversión; otras, estar sobrepasados y cansados, y muchas otras, muchísima curiosidad por aprender sobre una serie de fenómenos que ahora mismo les rodean de manera especialmente intensa.

Se trataba de un grupo de jóvenes del Reino Unido (y otros lugares privilegiados del mundo) que estudian en la universidad donde realizo mi doctorado y aprendo a enseñar. Añadiría que además estos estudiantes tenían otra importante cuestión en común de tipo generacional: sus experiencias de adolescencia en los últimos años han estado profundamente afectadas por la pandemia de COVID-19, y la presencia saturada de múltiples aspectos de las ciencias en sus vidas y sus relaciones humanas.

Aprendimos, en esencia, que la ciencia es poderosa, imprescindible, pero también imperfecta, llena de contradicciones, vulnerable y limitada.

¿Qué aprendimos?

COVID-19 ha saturado sus ciudades, escuelas, hogares, medios de comunicación y redes sociales, hasta ese momento, y ha seguido haciéndolo después. Y es en este contexto, de curvas y números, mascarillas y tests de antígenos y PCR (ver entrevista a Cristina Moreno de la Sociedad Catalana de Historia de la Ciencia y la Técnica), es en el que aprenden en nuestra aula a pensar sobre la ciencia desde un punto de vista sociológico y antropológico. 

En nuestras clases, aprendimos que la ciencia es una institución con mucho poder en sociedades como la del contexto británico, pero también en el estado español. Aprendimos que la lleva a cabo un grupo social formado por personas con sus diferentes jerarquías raciales, de clase, y de género, entre otras. Aprendimos a debatir sobre las entrañas de las prácticas científicas: la observación, la experimentación, el trabajo en equipo, o la escritura de la ciencia. Consideramos el lugar que ocupan los resultados erróneos, las controversias y debates conceptuales en hacer ciencia.

Aprendimos también que la ciencia no vive en una pecera, en el vacío, separada del resto del mundo que la rodea: la ciencia se entrelaza con otras partes clave de nuestras sociedades, como el género, el estado y las naciones, la política, el activismo, la medicina y la tecnología, la economía y las dinámicas capitalistas, así como las artes y el diseño. 

Aprendimos también que la ciencia no vive en una pecera, en el vacío, separada del resto del mundo que la rodea: la ciencia se entrelaza con otras partes clave de nuestras sociedades.

Fascinación por la ciencia

Aprendimos, por ejemplo, que (si hubiéramos dispuesto de más tiempo) podríamos haber pasado horas, muchas horas, exprimiendo en estos pequeños grupos qué significa que un cuerpo sea ‘normal’ o no lo sea, o que a un ecosistema se le denomine ‘natural’ y a otro no.

Mis estudiantes salían de clase debatiendo en parejas sobre el índice de masa corporal (‘BMI’ en inglés), un término científico, y su implicación en las formas que tienen de comprar en el supermercado, de ir al gimnasio, y de entender la belleza de sus cuerpos.

Aprendimos que, fundamentalmente, la ciencia es en efecto el trabajo de grupos coordinados de personas a las que conocemos como científicos y científicas, afectados por las sociedades a las que pertenecen. Aprendimos, en esencia, que la ciencia es poderosa, imprescindible, pero también imperfecta, llena de contradicciones, vulnerable y limitada. Coincidimos ellos y yo, en que, esto es lo que nos fascina de ella. 

La ciencia es en efecto el trabajo de grupos coordinados de personas a las que conocemos como científicos y científicas, afectados por las sociedades a las que pertenecen.

Laporte, instituciones políticas, redes sociales y los lazos inseparables

Hoy me imagino tener un grupo de alumnos en una universidad en España yo misma. En estas semanas, les habría traído el famoso vídeo viral del profesor Joan-Ramon Laporte como ejemplo a clase de cómo “la ciencia se hace y se vive en sociedad”, como decía al comenzar.

Laporte es profesor emérito de Farmacología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y su carrera la ha dedicado a desarrollar las infraestructuras estatales de farmacovigilancia en el país, así como como jefe del servicio de farmacología en el Hospital Vall D’Hebron de Barcelona y asesor en instituciones de la OMS y la UE sobre farmacología y vigilancia del uso y efectos secundarios de los fármacos en venta. 

Estoy convencida de que este video lo habrían analizado fantásticamente muchos alumnos. Habríamos considerado que se trata de un vídeo de un discurso de un científico, experto senior a nivel nacional e internacional, que realiza en una comparecencia de la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados del Estado español, considerando particularmente la farmacovigilancia de las vacunas de COVID-19 en España.

El vídeo del discurso, cuya audiencia eran a priori un grupo de políticos, asistentes de políticos y otros investigadores presentes en la sala (aunque no hay imágenes de la audiencia, esto solo es una suposición), apareció después en la página web del Congreso de los Diputados así como en YouTube (p. ej. en la cuenta del periódico El País), llegando así a muchas otras audiencias.

Los límites entre la política institucional, internet y redes sociales, ciencia y científicos son difíciles de delinear, desordenados, caóticos.

La ciencia ocurre en sociedad

El vídeo se hizo viral, siendo comentado en YouTube, analizado a fondo por científicos y otros miembros del público digital a nivel individual en largos hilos de Twitter, y considerado un target por instituciones y grupos de “fact-checking” como Newtral o Maldita Ciencia. En los días posteriores, proliferarían las entrevistas en medios de comunicación al profesor Laporte (p. ej. en el periódico La Razón o La Vanguardia), para clarificar lo expresado.

A finales de febrero de 2022, de hecho, dejaría en Google de haber rastro de estas noticias y esta controversia parece que pasaba al olvido en internet, como tantas otras.

Más allá del contenido de la comparecencia y posteriores análisis, lo que me interesa subrayar es el hecho de que este vídeo es ejemplar de esta idea de que la ciencia no está en una pecera separada de todo lo demás, que ocurre en sociedad: un vídeo de un discurso de un científico reconocido como experto a nivel nacional e internacional, que versa sobre los límites de las instituciones de vigilancia de las vacunas y medicamentos de la COVID-19, que es realizado dentro de una institución política como es el Congreso, se hace viral en redes sociales y medios de comunicación entre científicos y público en general.

Aquí, los límites entre la política institucional, internet y redes sociales, ciencia y científicos son difíciles de delinear, desordenados, caóticos.

Algo que me transmitieron mis alumnos a final de 2021 con mucha fuerza es esa formidable capacidad de aprender en la incertidumbre de esta pandemia, y en una situación saturada de ciencia.

Aprender y enseñar la ciencia en un contexto saturado de ciencia

Isabelle Stengers (2019) escribía que el desafío al que nos enfrentamos es el de enseñar a los científicos a aceptar que lo que es desordenado en la ciencia no tiene por qué ser defectuoso o erróneo, sino aquello con lo que tenemos que aprender a vivir y pensar.

Algo que me transmitieron mis alumnos a final de 2021 con mucha fuerza es esa formidable capacidad de aprender en la incertidumbre de esta pandemia, y en una situación saturada de ciencia, y precisamente de eso de aprender a vivir y pensar en este desorden y apreciarlo por lo que es.

Esa capacidad de querer aprender a cuestionarnos el lugar de esta institución en nuestras sociedades de manera constructiva, desde la apreciación de que la ciencia es una institución poderosa, un trabajo laborioso por parte de los científicos, y que nos puede ayudar a relacionarnos con el mundo, pero requiere de nuestro compromiso con ella como ciudadanos y sociedad para aprender a cómo hacerla más humana, más democrática, más nuestra.

Referencias

Stengers, Isabelle. 2019. Otra ciencia es posible. Manifiesto por una desaceleración de las ciencias. Ned Ediciones

Conflicto de intereses

La autora recibe financiación de la Universidad de Edimburgo y la Royal Society of Edinburgh (por medio de financiación del Gobierno de Escocia) para su investigación predoctoral sobre el control del uso de antibióticos en hospitales públicos españoles.


CRISTINA MORENO LOZANO Investigadora predoctoral y docente
Science, Technology and Innovation Studies (STIS), Universidad de Edimburgo,
Cristina.moreno@ed.ac.uk

LICENCIA FOTOGRAFÍAS

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.