Investigación y docencia. Competencia y complementariedad

Los roles del profesorado suelen ser objeto de discusión. Unos piensan que docencia e investigación son difícilmente compatibles mientras otros consideran que son las dos caras de la misma moneda. Argumentan que la preocupación de los profesores por la investigación interfiere con la docencia, o que la docencia limita el precioso tiempo disponible para la investigación

FRANCISCO MORA


Misión universitaria

Desde que la investigación forma parte de la misión universitaria, hay un debate en torno a los roles de trabajo del profesorado, y si estos se potencian entre sí o entran en conflicto. El debate se centra en la mejor manera de organizar el trabajo individual del profesorado, los departamentos y las universidades, para maximizar la productividad de la investigación y la eficacia de la enseñanza.

La idea de que la universidad es una institución en la que docencia e investigación están indisolublemente unidas, consagrada por la visión de Von Humboldt, se corresponde bien con la historia y la realidad actual de las instituciones líderes, pero no con la de todas las universidades. Para una parte del sistema universitario, la actividad investigadora no es verdaderamente importante.

Hay una corriente de académicos que estima que la docencia y la investigación son independientes e incompatibles. Argumentan que la preocupación de los profesores por la investigación interfiere con la docencia, o que la docencia limita el precioso tiempo disponible para la investigación. Sus argumentos a nivel de sistema y organización sugieren que diferentes personas en diferentes lugares deberían realizar la docencia y la investigación. Las responsabilidades de los dos roles deberían de asignarse a profesorado diferente de acuerdo con sus intereses y fortalezas.

Existe un debate sobre la mejor manera de organizar el trabajo individual del profesorado, los departamentos y las universidades para maximizar la productividad de la investigación y la eficacia de la enseñanza

Una misma moneda

También, otros pensamos en la investigación y la docencia (en el sentido más amplio) como dos caras de la misma moneda: creación y difusión del conocimiento. Y que la competencia en ambas es necesaria para que la universidad cumpla con su misión con los estudiantes y la sociedad. 

En los foros o reuniones en los que he dialogado sobre esta cuestión siempre me he encontrado con razonamientos interesantes en ambos sentidos.  Las percepciones de una relación positiva o negativa entre docencia e investigación dependen de cómo los observadores definan el contenido de los dos roles.

La educación superior contemporánea se asocia a la tarea de formar graduados y, en menor medida, másteres y doctores, para que los titulados ocupen una gama de puestos de trabajo especializados cada vez más diversa, cuyo desempeño requiere conocimientos adecuados. Una parte de esos trabajos corresponde a puestos directivos y de liderazgo en los ámbitos público y privado, pero no todos.

El elemento más común a las ocupaciones de los universitarios —excepto cuando están subempleados— es que desempeñan funciones como expertos capacitados para aplicar el saber acumulado a la producción de bienes y servicios, y a la solución de múltiples problemas que requieren usar de manera eficaz el conocimiento disponible.

No pocos académicos consideran que la dedicación a la investigación interfiere con la docencia, o que la docencia limita el tiempo disponible para la investigación

Necesidades del entorno

Para desempeñar bien sus funciones formativas, las universidades han de responder a las necesidades del entorno acerca de la preparación que se espera de los expertos. Pero estas necesidades cambian porque el avance del conocimiento modifica los perfiles de las profesiones existentes y la organización de sus servicios.

Cuando el saber avanza a más velocidad, las necesidades de adaptación de los especialistas son más exigentes y, en algunos casos, los avances del conocimiento —pensemos por ejemplo en las ciencias de la computación o medioambientales— hacen aparecer nuevas profesiones y ocupaciones que requieren educación superior.

Esto enfrenta a las universidades a demandas de formación que exigen la revisión de los currículos de especializaciones ya existentes y el diseño de las ofertas formativas para las nuevas profesiones. En ese escenario, establecer cuál es el conocimiento relevante en un campo científico en cada momento plantea retos a sus practicantes a la hora de orientar sus investigaciones y de enseñar.

No es posible enseñar todo el contenido de una disciplina durante un programa académico, sino un espectro de contenidos fundamentales y avanzados en el contexto de la disciplina y su aplicación. Si el profesorado no participa en actividades investigadoras, las universidades tendrán mayores dificultades para estructurar la transmisión de los últimos avances a través de las actividades docentes. 

Cultura de la investigación

La cultura de la investigación en la Universidad se ha de cultivar y gestionar adecuadamente. No es una característica que se pueda adquirir de forma rápida o espontánea, requiere de un trabajo largo y sostenido en el tiempo, con alta implicación institucional. 

Otros pensamos en la investigación y la docencia (en el sentido más amplio) como dos caras de la misma moneda: creación y difusión del conocimiento

Considero que no hay mejor manera de mantener actualizado el material de un curso en el sentido más amplio -teoría, prácticas y proyectos- que leer detenidamente las últimas investigaciones y actualizar el material para que refleje la comprensión actual. 

Los estudiantes valoran la formación que integra a la investigación, promoviendo la creatividad y la emoción por descubrir en un entorno con diversidad de profesores y estudiantes. 

El impacto de la investigación en los programas académicos es relevante. De forma singular, en los programas de máster y doctorado, donde debe ser considerada como un elemento vital en la formación, no como una opción. Sin una adecuada cultura de investigación, los egresados ​​universitarios no serán hábiles investigadores en sus futuras carreras.

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Cambiar los programas académicos

Una cultura de investigación eficaz requiere de una mentalidad creativa que debemos fomentar en las aulas. La investigación debe ser considerada como sustancial en la educación superior, no como una oportunidad secundaria. Cambiar los programas académicos a sistemas de aprendizaje basados ​​en la discusión y la investigación fomentará una comunidad de aprendizaje entre los profesores y los estudiantes.

El hecho de que el profesor universitario investigue proporciona un indudable valor añadido a su docencia

Las características de una comunidad de aprendizaje incluyen: actitud para aprender y cambiar, receptividad a nuevas ideas, espíritu crítico, capacidad para utilizar diversas fuentes de información y disposición para compartir ideas. Todos estos aspectos apuntan a la conducta de los estudiantes, que debe sustentarse en la provisionalidad de todo conocimiento, en presencia de la duda, el rigor y en la inevitable necesidad de comprobar y de rectificar los conocimientos adquiridos.

Por otra parte, las expectativas de los estudiantes también están camb, cómo aprenden y cuándo aprenden, de acuerdo con sus necesidades e intereses individuales. Están listos para hacerlo en su país de origen, en el extranjero, a través de cursos ofrecidos en línea o mediante formas mixtas de aprendizaje que combinan todas estas posibilidades. 

Esto nos lleva a preguntarnos si el futuro de la educación, el aprendizaje y la formación pertenece a un nuevo entorno digital basado en inteligencia artificial, o el mejor aprendizaje seguirá siendo un esfuerzo profundamente humano llevado a cabo de persona a persona en un entorno de campus residencial. Creo que la respuesta es afirmativa en ambos procesos. 

Transformación del aprendizaje

No tengo ni una pizca de duda de que la forma en que seguiremos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas ya está y seguirá estando profundamente influenciada por el uso de medios digitales, dispositivos y sistemas que facilitarán una enseñanza personalizada. Se abrirán oportunidades educativas a personas de todo el mundo de una manera más eficiente. 

Las características de una comunidad de aprendizaje incluyen: actitud para aprender y cambiar, receptividad a nuevas ideas, espíritu crítico, capacidad para utilizar diversas fuentes de información y disposición para compartir ideas

Pero aún tengo menos dudas de que la universidad presencial seguirá siendo un elemento esencial de nuestra sociedad, proporcionando la educación más intensa, avanzada y efectiva. Los medios digitales no pueden reemplazar a la experiencia personal, la energía que surge cuando jóvenes esforzados, brillantes y creativos viven y aprenden juntos con la guía y la colaboración de profesores altamente cualificados.  Solo con un enfoque integrado de la docencia y la investigación formaremos a los hombres y mujeres jóvenes líderes de la próxima generación.

Son muchos los retos y las demandas que se hacen a la Universidad.  Cuando a una persona, o a una institución se le pide tanto, lo primero que hay que pensar es que se le valora y se le aprecia porque se confía en su capacidad. Lo segundo, que hay que darle medios, económicos y autonomía de gestión para que explote todo su talento; esta es una responsabilidad de la sociedad.

La sociedad española, en especial sus jóvenes, necesita el esfuerzo y la colaboración de todos: universidades, gobiernos, empresas y agentes sociales para saber aprovechar las oportunidades de esta época y salir fortalecidos. No es momento de pesimismo ni hay tiempo que perder.


FRANCISCO MORA, Exrector de la Universitat Politècnica de València

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