Resulta imprescindible destinar recursos a la comunicación, un presupuesto que permita la presencia de las universidades en determinados foros y la llegada de los mensajes a nuestro público objetivo. Sin presupuesto, poco se puede hacer frente a otros. Sería como ir a la guerra con espadas de juguete. Hay que romper esquemas y asumir riesgos.
MARÍA CANO EZCURRA
En un mundo globalizado y con acceso permanente a información de todo tipo de forma directa o indirecta, el reto de los departamentos de comunicación se centra, entre otras cosas, en lograr captar la atención del público objetivo en medio de un gran ruido informativo y destacar, además, sobre la competencia. No es fácil, menos aún cuando nuestro producto o servicio es similar al de otros, pero se puede conseguir.
El caso de las universidades no es una excepción y la fórmula es la misma que para cualquier otro sector: un buen plan de medios, un equipo eficiente e involucrado, un presupuesto razonable, un aprendizaje constante y una buena dosis de humildad para asumir los errores o carencias y corregirlos para lograr alcanzar los objetivos deseados. Quizá este último punto sea el más importante de todos.
Nos hemos encontrado, a lo largo de nuestra vida profesional, con muchas empresas reacias a los cambios profundos porque siempre les había ido bien con sus fórmulas tradicionales. Es cierto, ese trabajo ha sido fructífero durante mucho tiempo pero la sociedad ha cambiado y los usuarios finales, también. Hay que adaptarse o echarse a un lado y en esa transformación hay que incluir la comunicación.
Lo ideal es dejarse asesorar por profesionales del sector, someterse a un buen examen y afrontar con espíritu positivo el resultado del mismo: no se trata de una crítica a la gestión hasta el momento, sino de un diagnóstico acompañado de su correspondiente tratamiento. A veces uno está enfermo y no lo sabe hasta que un síntoma da la cara. Lo mismo ocurre en estos casos. Si uno no obtiene los resultados esperados o empeoran poco a poco, además de analizar la calidad de nuestros productos y servicios y otros muchos aspectos habrá que revisar la comunicación.
Algoritmos, palabras clave, redes sociales… Hace unos años nadie pensaba en estos términos a la hora de diseñar un mensaje o de redactar una nota de prensa o un comunicado. Ahora resulta impensable no hacerlo. Se imponen nuevas fórmulas como podcast, webinars, presencia en eventos del sector, en medios de comunicación, patrocinios y puesta en marcha de acciones originales de diversa índole. En este sentido, además de mensajes, eventos o acciones creativas para captar la atención de los futuros alumnos con un lenguaje y cercanía que conecte con ellos, también habrá que trabajar en otros dirigidos a sus padres y, por lo tanto, con otras preocupaciones, lenguaje y forma.
Uno puede presumir de contar con una de las mejores ofertas educativas del sector, de un profesorado excelente, de una empleabilidad de los alumnos destacada, de unos servicios excepcionales, de unas infraestructuras modernas y cómodas… El problema surge cuando el mensaje no llega a quienes no conocen esa universidad. Si por el camino se les cruza el de otra institución con una oferta similar, habremos perdido una estupenda oportunidad. Eso, en cuanto al alumnado. Desde el punto de vista reputacional, es aplicable la misma fórmula.
Por eso, para que todo esto sea posible resulta imprescindible destinar recursos a la comunicación, un presupuesto que permita la presencia de las universidades en determinados foros y la llegada de los mensajes a nuestro público objetivo. Sin presupuesto, poco se puede hacer frente a otros. Sería como ir a la guerra con espadas de juguete.
La comunicación en este siglo se ha erigido ya en una de las patas importantes de cualquier universidad. Si la oferta educativa se transforma cada día y se adapta a las necesidades del mercado con nuevas carreras para puestos inexistentes hace apenas unos años, la comunicación no debe quedarse atrás y es imprescindible que se mantenga alerta ante las nuevas fórmulas y flexible para incorporarlas con rapidez.
Y para que esto sea posible, además de destinar recursos a ellos hay que permitir a estos departamentos de comunicación ampliar sus conocimientos y arriesgar, incluso asumir de entrada que no todas las fórmulas funcionarán (como en la ciencia, prueba error), y mantener a la institución en la vanguardia de la comunicación.
MARÍA CANO EZCURRA Directora de Madridiario
Twitter @canoezcurra