La European University Association acaba de publicar una breve guía titulada Key considerations for the use of rankings en la queincide en las mismas ideas: el uso de los indicadores habituales no informa de la calidad de la oferta educativa ni del desempeño docente; su empleo tiende a disuadir a las instituciones más pequeñas y necesitadas de perseguir sus propios objetivos, a menudo ligados con fines sociales, ciencia y acceso abiertos, participación ciudadana, etc., porque, de hacerlo, desaparecerán simplemente de los ránquines
JAQUÍN RODRIGUEZ
Hay una famosa viñeta que correo por la red en la que un grupo de distintos animales son sometidos a la prueba de encaramarse a un árbol, de manera que el chimpancé, avezado en escaladas, tiene teóricamente las mismas posibilidades que el elefante o la foca, incapaces de trepar a ninguna parte. Los mecanismos de evaluación y comparación funcionan a menudo de ese modo: comparando lo incomparable; obviando las facultades y competencias específicas de cada cual; olvidando que evaluar debería tener más que ver con el punto de partida y llegada de cada cual, en consideración a sus circunstancias, limitaciones y capacidades, que con una supuesta evaluación equitativa y universal, algo que es difícil que exista, porque todos partimos de situaciones diferentes. Cuando desatendemos, desconocemos o preterimos esa realidad, segregamos y penalizamos las diferencias e, incluso, las menospreciamos y las medicalizamos.
Esto mismo ocurre con las instituciones de educación superior, con los centros de investigación: cada universidad y cada laboratorio se crean y desarrollan en un contexto socioeconómico y cultural completamente distinto, con recursos y financiación muy disímiles, con objetivos y propósitos dispares, con públicos cuyo origen puede ser extraordinariamente heterogéneo y diverso, con instalaciones y espacios acordes a sus posibilidades.
Pero aún así persistimos en generar ránquines que comparan lo incomparable porque la presión competitiva entre las instituciones de educación superior por la consecución de alumnos, fondos y reconocimientos es tan intensa que el elefante intentará coronar el árbol y el pez salir de su pecera y ascender hasta su copa.
su empleo tiende a disuadir a las instituciones más pequeñas y necesitadas de perseguir sus propios objetivos, a menudo ligados con fines sociales, ciencia y acceso abiertos, participación ciudadana, etc., porque, de hacerlo, desaparecerán simplemente de los ránquines; esa potencial homogeneización de las instituciones que persiguen puntuar en los ránquines internacionales tenderá a aniquilar, en consecuencia, la diversidad; la misma idea de que reputación equivalga a calidad o de que exista una sola definición canónica de lo que deba significar, sería tanto como aceptar que el chimpancé es el animal más distinguido porque es el único que puede ascender por un tronco; o, por terminar este somero repaso de las razones que esgrime la Asociación de Universidades Europeas, lo único que conseguimos con este empeño comparativo es un juego de suma cero en el que el hecho de una institución ascienda o descienda no nos dirá nada sobre sus potenciales mejoras en un área concreta sino solamente sobre su posición relativa respecto al resto en un momento dado.
En consecuencia, las recomendaciones que la EUA hace al respecto son, resumidas, las siguientes:
1. No existe una definición exclusiva de lo que debamos entender por calidad y el éxito debe ser considerado como una medida relativa dependiente del contexto nacional, institucional y departamental de origen.
2. Las clasificaciones que nos ofrecen los ránquines tradicionales no comparan lo semejante con lo semejante, y esa inconmensurabilidad queda por completo fuera de su alcance.
3. Es importante entender desde el inicio el propósito, alcance y cobertura de los ránquines, para saber qué nos están diciendo y cómo debemos interpretarlos.
4. Es esencial ser consciente de que los indicadores que se utilizan son limitados y que, a menudo, tienen que ver con la actividad investigadora, y nada que ver con el resto de las dimensiones del trabajo universitario.
5. Ya que los ránquines que se publican, por tanto, parecen tener más que ver con intereses comerciales que con otra cosa y que, además, utilizan un conjunto muy restringido de elementos de comparación, convendría promover la configuración de ránquines personalizados en función de los criterios que cada candidato quisiera utilizar, tal como sucede en U-Multirank.
6. La toma de decisiones de una Institución de Educación Superior, en consecuencia, no debería estar mediada ni condicionada por los ránquines.
7. El uso de los ránquines y del conjunto de criterios e indicadores que se han venido utilizando tradicionalmente, sobre todo los que tienen que ver con los índices de impacto y la supuesta relevancia de sus productos, debería abolirse, simplemente, tal como establece el Agreement on reforming research assessment.
8. La participación o no en las encuestas de ránquines internacionales será una decisión que las instituciones de educación superior deberán explicar con claridad a sus diversos stake-holders, para que no se llamen posteriormente a engaño y, finalmente,
9. Será una obligación de las universidades y centros de investigación explicar a las autoridades gubernamentales, a los medios de comunicación, a profesores y alumnos, a familias y demás implicados, los usos y abusos del sistema de indicadores vinculado a los ránquines, para que todos sean conscientes de su verdadero significado y alcance y puedan, en consecuencia, tomar las decisiones que correspondan.
Quizás, en un futuro no muy lejano, sepamos dar valor a cada especie, a cada institución, por sus competencias y capacidades intrínsecas y no por sus regularidades forzadas.
JOAQUÍN RODRÍGUEZ Miembro de la Asociación Espacios de Educación Superior. Escritor.