Educamos entre todos

Pablo Acosta

En el caso de las personas con discapacidad no tenemos constancia de quien fue en España a la primera persona con discapacidad con título universitario, ya que su acceso en principio no ha estado prohibido, pero todos los análisis nos llevan a que el acceso no llegó hasta los años 60/70 del pasado siglo

ISABEL MARTÍNEZ LOZANO


El derecho humano a la educación recogido en la declaración universal de los derechos humanos de 1948, ha sido una conquista lenta y difícil para las personas con discapacidad. Hace poco más de medio siglo que en nuestro país se legisló para reconocer el derecho de las personas con discapacidad a ir a la escuela, ya que hasta entonces no eran consideradas personas “dignas de ser educadas”.  Lógicamente en este proceso ha habido etapas más fructíferas que otras.

El paso decisivo, sin duda, para la inclusión educativa, se produjo en 1994 con motivo de la “Declaración de Salamanca”, aprobada tras una cumbre mundial organizada por la UNESCO sobre necesidades educativas especiales. Allí se sentaron las bases del proceso de integración de los colegios segregados que conocíamos hasta la fecha, como los colegios de niños ciegos de la ONCE o los colegios de personas sordas de la CNSE y otros centros de educación especial, para transitar hacia el modelo inclusivo que hoy conocemos y defendemos desde el movimiento de la discapacidad.

Pero si el paso de la educación segregada a la educación inclusiva en el sistema educativo ha sido lento, el proceso de acceso a la educación superior es un fenómeno de las últimas décadas. Las mujeres en España tuvieron acceso a la universidad en 1910. En el caso de las personas con discapacidad no tenemos constancia de quien fue en España a la primera persona con discapacidad con título universitario, ya que su acceso en principio no ha estado prohibido, pero todos los análisis nos llevan a que el acceso no llegó hasta los años 60/70 del pasado siglo. En esa época eran pocas las personas con discapacidad que tenían la oportunidad de acceder a una formación universitaria.

El paso decisivo, sin duda, para la inclusión educativa, se produjo en 1994 con motivo de la “Declaración de Salamanca”, aprobada tras una cumbre mundial organizada por la UNESCO sobre necesidades educativas especiales

Si la LOGSE fue un gran revulsivo para la educación inclusiva, la LOU del año 2007 fue el gran acicate para promover el acceso de los estudiantes con discapacidad a la educación superior. Hasta entrado el siglo XX las personas con discapacidad que accedían a la universidad eran una minoría. Actualmente existen unas 20.000 personas con discapacidad en las universidades españolas. De ellas más del 40% estudian en universidades no presenciales como la UNED y la UOC.

En total el estudiantado universitario con discapacidad no llega al 2% del estudiantado universitario, y todavía son menos las que llegan a estudiar másteres o estudios de doctorado. Según el último informe que elaboramos desde el CERMI, Fundación ONCE y Fundación UNIVERSIA, los estudiantes de máster apenas alcanzan el 1% del total, no llegan a 2.000 y los estudiantes de doctorado representan el 0,8% del total, apenas 631 doctorandos. 

Existen muchos mitos sobre las personas con discapacidad que llegan a estudios universitarios, como pensar que su rendimiento es menor, o que sólo estudian carreras de humanidades. El último estudio que elaboramos desde Fundación ONCE sobre el rendimiento académico de los universitarios con discapacidad en cambio, deja claro que la tasa de éxito de los estudiantes con discapacidad es bastante similar a la de los estudiantes sin discapacidad. Y todos los estudios apuntan que cuando se brindan las mismas oportunidades, los jóvenes con discapacidad suelen aprovechar bien esas oportunidades.

Las universidades deben de facilitar y PROMOVER el acceso de los jóvenes con discapacidad a carreras como como las ingenierías y en general ser más accesibles en todas las titulaciones

En el rendimiento académico de los estudiantes con discapacidad influyen factores como como la accesibilidad, la motivación, el apoyo familiar, las actitudes de los profesores y compañeros, las oportunidades de participación en el entorno, los recursos económicos, etc,  pero sobre todo, de manera decisiva en ocasiones, todas las adaptaciones y apoyos que se brindan desde las universidades.

Conocedores de esas circunstancias, desde Fundación ONCE llevamos ya casi diez años desarrollando una estrategia propia de apoyo a la educación inclusiva, colaborando con las universidades y ayudando a los estudiantes universitarios, para que sus trayectorias académicas sean más productivas y brillantes. De esa apuesta de Fundación ONCE nació el Congreso Internacional universidad y discapacidad, han nacido decenas de convenios con la CRUE y con las universidades españolas, y una serie de programas como el programa de becas “oportunidad al talento”, el programa de prácticas fundación once-CRUE, el programa Unidiversidad o el programa de ayudas de idiomas en el extranjero.

También con esa idea de contribuir y apoyar las prácticas inclusivas de las universidades españolas colaboramos estrechamente con la red SAPDU (red de servicios de atención al alumnado con discapacidad) y brindamos todo el apoyo que podemos para el mejor desarrollo de sus tareas.

Es imprescindible que existan apoyos y que se doten recursos para la formación en atención a la diversidad de los docentes

Desde Fundación ONCE vamos a seguir ofreciendo recursos para facilitar esa igualdad de oportunidades, y conseguir que cada día sean más los jóvenes con discapacidad que acceden a la educación superior, porque con ello abren las puertas a mejores oportunidades laborales y expectativas de vida en general. Pero también vamos a seguir colaborando y pidiendo a las universidades, al Ministerio y a las administraciones educativas que incluyan adecuadamente al alumnado con discapacidad en sus estrategias. No sólo de acceso, sino también en sus estrategias de promoción para permitir un buen desarrollo académico de los jóvenes con discapacidad.

También creemos que las universidades deben de facilitar y PROMOVER el acceso de los jóvenes con discapacidad a carreras como como las ingenierías y en general ser más accesibles en todas las titulaciones. Además, consideramos necesario seguir formando y concienciado al profesorado, para que sean capaces de sacar el máximo provecho a las capacidades del alumnado con discapacidad, lo que implica profesionales formados y comprometidos con la diversidad y la inclusión. Es imprescindible que existan apoyos y que se doten recursos para la formación en atención a la diversidad de los docentes, tarea que puede beneficiarse de sinergias colaborativas con otros profesionales e instituciones educativas, con el movimiento asociativo de la discapacidad y con el propio alumnado con discapacidad y sus familias.

Las universidades han sido siempre motores para el avance social y ahora su papel de motores para el avance social es determinante para la construcción de esa sociedad inclusiva, a la que nos conduce la AGENDA 2030 y los objetivos de desarrollo del milenio. A mayores niveles de educación, mayor nivel de empleo y de inclusión en general. Menos pobreza y menos desigualdad, en definitiva, hasta los indicadores de salud, también son mejores cuando el indicador de educación es más alto. Por todo ello, el compromiso de mejorar las oportunidades formativas para las personas con discapacidad es un eje central de las actuaciones de Fundación ONCE.


ISABEL MARTÍNEZ LOZANO Directora de Universidades y Promoción del Talento Fundación ONCE

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.