Sin duda, muchas de las causas del malestar y el sufrimiento de nuestra comunidad trascienden a la Universidad y apuntan a procesos económicos, sociales e históricos de mucho mayor calado. Pero la Universidad debería atender a su llamada para liderar la formación de ciudadanos más completos, y no sólo de profesionales competentes, y al ensayo y difusión de un modelo social más justo y solidario
FRANCISCO ESTUPIÑÁ PUIG
Con frecuencia, quienes hemos terminado hace tiempo los estudios universitarios los recordamos como una temporada positiva de la vida. Sin embargo, diversos estudios recientes, nacionales e internacionales, ponen de manifiesto como, en la actualidad postpandémica en la que estamos inmersos( e incluso antes de esta) el bienestar psicológico de los estudiantes universitarios es limitado y se enfrenta a múltiples amenazas y riesgos.
Por un lado, el momento del ciclo vital para la mayoría de quienes desarrollan estudios universitarios es el del inicio de la vida adulta, con responsabilidades nuevas, una recién estrenada autonomía personal – mayor todavía para quienes se desplazan lejos del hogar familiar para estudiar – y un mayor acceso a elementos de riesgo como el alcohol o las drogas.
Así, antes de 2020, el porcentaje de estudiantes universitarios que podría estar sufriendo una merma significativa de su bienestar psicológico, en forma de sintomatología ansiosa, depresiva, o de otro tipo, podía rondar, respectivamente, sobre el 44% y el 13% de los estudiantes. Todo apunta a que la pandemia por COVID-19 ha venido a empeorar estas cifras, con resultados que vienen a señalar un efecto persistente de los confinamientos y los cambios sociales que les han seguido, y que las personas jóvenes – y especialmente las mujeres jóvenes – han acusado de forma significativa. Esta situación de afectación emocional hace esperable un impacto negativo en el rendimiento académico y las posibilidad de éxito de las personas afectadas.
Las instituciones universitarias no pueden dar la espalda a esta realidad que afecta a un número importantísimo de sus estudiantes. Hace ya más de 15 años, la declaración suscrita por los Ministros de Educación de la Unión Europea en Bergen señalaba cómo la educación de calidad debe ser accesible para todos, y llamaba a las instituciones a proveer de los servicios de asesoramiento y orientación que permitan a las personas desfavorecidas beneficiarse de su paso por la Universidad en igualdad de condiciones.
Entre las amenazas para este acceso igualitario, podemos considerar la experiencia de un bienestar psicológico reducido de forma directa, pero también, de manera indirecta, en tanto en cuanto las posibilidades de acceder a un apoyo psicológico adecuado se ven disminuidas por cuestiones de renta y educación sanitaria.
Por ello, hace cinco años la Universidad Complutense de Madrid puso en marcha el servicio PsiCall UCM, un dispositivo de atención psicológica inmediata por vías telemáticas, accesible de forma gratuita para todas las personas que estudian en la UCM y/o viven en sus Colegios Mayores a través del correo electrónico y el teléfono.
En este periodo de tiempo, más de 4000 estudiantes de la UCM han solicitado los servicios de PsiCall por alguna de las dos vías; el pico de demandas al servicio se dio durante la pandemia, pero no tanto durante los periodos de confinamiento – que, no obstante, vieron un importantísimo incremento de las demandas – sino durante los meses posteriores.
El servicio se ha venido adaptando en este periodo, tanto para atender de la mejor manera posible a la comunidad UCM durante el periodo de confinamiento domiciliario, como con posterioridad, siempre con una perspectiva de prevención y atención temprana. Estos esfuerzos han sido reconocidos por el Consejo Social de la UCM mediante el accésit al premio a la Solidaridad del año 2021.
Así, además de la oferta inmediata de Consejo Psicológico a través del teléfono y del correo electrónico, PsiCall realiza un cribado del riesgo de cada persona que usa el servicio, realizando derivaciones a servicios complementarios que puedan atender sus necesidades psicosociales, tanto dentro como fuera de la Universidad; también dispone de un programa de intervención psicológica breve para aquellas personas que tienen demandas claras, que no se pueden abordar en el marco de Consejo Psicológico, y que requieren un tratamiento psicológico que no se pueden costear; además, oferta talleres para mejorar las competencias de regulación emocional del estudiantado; y realiza divulgación en redes sociales, tratando de adaptar el mensaje a los intereses, necesidades y lenguaje de las personas jóvenes que estudian en la UCM.
De manera más reciente, PsiCall ha empezado a desarrollar estudios, centrados en la comunidad de estudiantes de la UCM, para disponer de una visión clara y nítida del estado de bienestar psicológico de nuestra población, conocer los perfiles de riesgo y las áreas de mayor incidencia de problemas psicológicos, para, con esos datos, tratar de adecuar nuestra actividad , así como señalar las necesidades que, con nuestros medios, no alcanzamos a abordar.
En este sentido, conviene recordar que los determinantes del bienestar psicológico son múltiples, y las soluciones a los problemas psicológicos no son únicamente soluciones psicológicas, sino también soluciones sociales, legislativas, y de culturas corporativas y organizacionales. Desarrollar una universidad de los cuidados, que promueva efectivamente la salud, debe forzosamente ir más allá de ofrecer recursos terapéuticos a las personas sobrepasadas por el estrés – de la vida, y de la propia universidad – para considerar también en qué medida las comunidades universitarias son fuente de salud y bienestar o de lo contrario.
No se trata de desarrollar una carrera académica que minimice el reto o la exigencia, sino de podar las prácticas que llevan a que quienes estudian incurran en costes personales desproporcionados; ofrecer y educar en competencias para el autocuidado; y generar comunidades de cuidados activas, en las que los diferentes partícipes de la vida universitaria se sientan interpelados por el sufrimiento ajeno, en términos de solidaridad y corresponsabilidad.
Sin duda, muchas de las causas del malestar y el sufrimiento de nuestra comunidad trascienden a la Universidad y apuntan a procesos económicos, sociales e históricos de mucho mayor calado. Pero la Universidad debería atender a su llamada para liderar la formación de ciudadanos más completos, y no sólo de profesionales competentes, y al ensayo y difusión de un modelo social más justo y solidario. Los servicios como el PsiCall UCM son un paso significativo en este empeño, pero no agotan el desarrollo de una Universidad más saludable y respetuosa con los cuidados.
FRANCISCO ESTUPIÑA PUIG, Profesor Contratado Doctor
Departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica
Facultad de Psicología, Universidad Complutense de Madrid
Coordinador @PsiCall_UCM
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