La generación de confianza en el mundo empresarial es el desafío de las escuelas de negocios en Perú . Las escuelas de negocios forman a sus futuros egresados a través de teorías, modelos, competencias y valores que son relevantes para determinar qué tipo de líderes empresariales serán, qué organizaciones construirán y qué impacto o transformación producirán en la sociedad.
JACK ZILBERMAN FLEISCHMAN
El contexto
Nitin Nohria, décimo decano de Harvard Business School, definió así el propósito de su escuela: “Formamos líderes que marquen la diferencia en el mundo”. Por su parte, el propósito de Kellogg School of Management dice: “Educar, equipar e inspirar a los líderes que construyen organizaciones sólidas y aprovechan sabiamente el poder de los mercados para crear valor duradero”.
Según Daniel Colombo, una empresa o institución es confiable cuando, a lo largo de su trayectoria, ha demostrado tener la capacidad para responder, resolver, entender y acompañar distintos tipos de situaciones a través de sus marcas, productos y servicios. La confianza es, por lo tanto, un valor que se fomenta activa y repetidamente, en pequeñas acciones, al hacerse responsable de los problemas, asumir los costos de los errores o al compartir los logros.
Surge una primera reflexión: ¿Cómo han respondido los programas de maestría o de educación ejecutiva a la desconfianza que ha mostrado la sociedad hacia las empresas? Según el barómetro de confianza de Edelman en 2022, el capitalismo y el libre mercado son percibidos por un 52% de entrevistados como dañinos para el mundo, a la par de una baja reputación de muchos gobiernos, a pesar de que la centralización de la economía en los gobiernos tampoco sería vista como la mejor alternativa.
En Perú, la situación empeora: el rechazo popular a un gobierno fallido, corrupto e incapaz, con un discurso antisistema, un congreso desprestigiado y con intereses propios; sumado a la desconfianza de la sociedad peruana hacia la empresa, y los empresarios, por muchos casos de corrupción, como Lava Jato o el desastre ecológico causado por Repsol. Lo anterior se podría resumir como un modelo, que, en los últimos 30 años, priorizó, acertadamente, el crecimiento y la estabilidad macroeconómica, pero que descuidó el desarrollo institucional, postergando reformas estructurales necesarias (Acemoglu y Robinson, 2014).
Resulta paradójico que, en tiempos de incertidumbre y de crisis no exista consenso ni sentido en urgencia para que la sociedad y la academia recuperen la confianza en las empresas e instituciones, y en que los componentes fundamentales de una economía social del mercado, como la apertura comercial, la inversión y el empleo sean vistos como las llaves para reducir la pobreza, elevar los ingresos y mejorar la calidad de vida de todos los peruanos.
Por su parte, los líderes empresariales aún no responden con determinación a la demanda social de una mayor responsabilidad por parte de las empresas en asuntos políticos y sociales que tradicionalmente no entraban en la esfera de los negocios, según una reciente publicación de LLYC.
En este mismo sentido, cabe cuestionarse por qué algunas escuelas siguen enseñando en cursos de finanzas, conceptos como los que expresó hace ya décadas Peter Drucker, en los que el propósito de una empresa quedaba restringido a ganar dinero o la “maximización de las utilidades”.
Actualmente, es cada vez más extendida la creencia de que las escuelas y las empresas deberían partir de un propósito. Según Carmine Di Sibio, CEO de EY Global, el propósito tiene que ser parte central del modelo de negocios y de la estrategia. Un propósito simple, corto, pero de gran profundidad, tiene el poder de alinear a los líderes, de conectar y movilizar a los empleados, de anclar la estrategia sobre aquél, y hasta logra anticipar la cultura y los valores empresariales.
Por ello, en entornos VUCA, se le viene dando prioridad al desarrollo de habilidades, denominadas blandas (Deming, 2015), que potencian a los alumnos y docentes como líderes y que promuevan su éxito profesional, tales como la toma de decisiones, el trabajo en equipo, la comunicación asertiva, la solución de problemas complejos, la comprensión intercultural o el pensamiento crítico.
Desde otra mirada, la crisis iniciada por el Covid-19 ha forzado a las empresas a repensar la dirección de sus estrategias operativas y focalizarlas en transformaciones basadas en las tecnologías de la Industria 4.0 (Lasi et al., 2014). ¿Siguen siendo, en este contexto, la productividad o la reducción de costos, los temas centrales de los cursos de estrategia o deben ser complementados por la agilidad, la flexibilidad y las competencias digitales en cursos de operaciones o de gestión de personas?
Yossi Feinberg, decano asociado de Stanford Graduate School of Business, responde así: “Los desafíos de los futuros líderes no dependen solo de sus habilidades de liderazgo, sino de su capacidad de liderar los negocios del siglo XXI”. Por su parte, Peter Johnson, decano asociado de Haas School of Business, UCLA Berkeley, afirma que las necesidades de sus alumnos han influido considerablemente en los cambios implementados dentro de la escuela para que los futuros líderes sean capaces de interactuar con la sociedad y crear un impacto positivo.
Es indudable que, en estos tiempos, la condición básica de sostenibilidad para toda organización implica el compromiso activo a prestar servicios y tratar de manera integrada a un amplio conjunto de stakeholders (Freeman et al., 2010), desde empleados y clientes, hasta comunidades, el planeta y la sociedad. Por ello, para lograrlo debe existir un propósito de aspiración que vaya más allá de los beneficios a corto plazo y de las ganancias de los accionistas.
La oportunidad
Es así que, las escuelas de negocios podrían estar presenciando una magnífica oportunidad debido el cambio radical en la forma como las empresas y los negocios han funcionado. La baja credibilidad en nuestras propias escuelas, expresada también en los rankings internacionales (Mollis et al., 2010), puede ser recuperada a través de acreditaciones, convenios internacionales y redes de conocimiento que promuevan la investigación y la enseñanza, por ejemplo, de las nuevas tendencias en la organización del trabajo, en la valorización de las organizaciones o en el liderazgo consciente; todo ello orientado a crear un mundo mejor.
Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad y poder contribuir con la recuperación de la confianza en las empresas y en el capitalismo, deben además reconocer que la forma en la que se han enseñado y practicado los negocios durante los últimos cien años ha generado riqueza, pero al mismo tiempo ha creado dificultades para la sociedad, para la salud y el bienestar de empleados y clientes. Para poder cambiar la narrativa de los negocios, es necesario que se haga con un propósito superior, teniendo en cuenta el bienestar de todas las partes interesadas.
El desafío
Finalizamos con tres rutas complementarias como propuestas, las mismas que podrían generar confianza en la sociedad en función de los resultados que obtendrían y que conectan con las nuevas generaciones de jóvenes, más orientados a los valores y propósitos, con mayor participación femenina, diferentes patrones de consumo y que no se sienten atraídos por la manera tradicional de ver los negocios.
“Quieren saber de dónde vienen sus productos, cómo se fabricaron, cuál fue el trato hacia los empleados y, más importante, cuál fue su impacto en el planeta “, afirma Raj Sisodia, profesor de Babson y co-fundador del movimiento Capitalismo Consciente (Mackey y Sisodia, 2014).
Según Sisodia, los cambios tecnológicos de la Industria 4.0 nos brindan las herramientas más avanzadas para lograr la eficiencia y la eficacia con el riesgo de una deshumanización, pero la diferencia está presente en su uso enfocado en mejorar el bienestar y el florecimiento humano, y eso se basa principalmente en la conciencia de los líderes.
Y es que todo líder resulta imprescindible para transformar la realidad de las organizaciones, y no cabe duda de que su calidad impacta en el desempeño de las empresas e instituciones. Un líder consciente contribuye de diferentes maneras, desde las más pequeñas hasta las significativas a hacer del mundo un mejor lugar para vivir.
Una segunda ruta es la que presentan Polman y Winston (2021), denominada Net Positive, en la cual ponen en valor a aquellas empresas, que, con coraje, buscan generar un valor duradero siendo capaces de crecer ayudando al mundo a prosperar. La empresa se hace dueña de todos los impactos y consecuencias que surgen de su actividad. El valor a los accionistas se identifica como una consecuencia por todo lo realizado, no como el objetivo principal de la compañía.
Una empresa net positive posiciona el bienestar de su entorno en el centro de su modelo de negocio, buscando mejorar el bienestar de todas las personas a las que afecta mediante su actividad a través de todos los niveles en los que opera: producto, operación, región o país.
La tercera ruta tendría dos vectores. El primero aborda la debilidad institucional, la desconfianza en la democracia y la mediocridad en la gestión pública. Incluir cursos de gobernanza y gestión pública en todos los programas permitiría que los líderes empresariales se hallen en mejores condiciones de exigir la rendición de cuentas, la transparencia y la mejora de procesos a través de reformas en los diferentes niveles y sectores. Asumirían también un rol más activo para favorecer el acceso a mejores servicios públicos para las poblaciones menos favorecidas, generando cambios positivos en la sociedad a través de convenios público-privados.
El segundo comprende una formación humanista orientada a cultivar y desarrollar en los futuros profesionales este modo de tomar decisiones y conducirse en su interacción con otros agentes de nuestra sociedad. Cursos de economía conductual permitirían a los líderes a descubrir nuevas maneras de dar valor a la empresa, mejorar los productos y el diseño de servicios y políticas.
Los futuros líderes deben estudiar, no solamente para convertirse en hombres y mujeres de bien y llevar a cabo las funciones que las empresas donde laboren les asignen; lo deben hacer también porque tienen un objetivo ulterior: transformar las organizaciones, haciendo de los resultados de gestión vehículos para el desarrollo sostenible de nuestro país y del mundo.
Por el lado de los líderes empresariales y académicos se demanda mayor activismo, quizás un nuevo paradigma de liderazgo, el cual debe superar las convicciones personales y es demandado por la sociedad con respecto a la responsabilidad de las empresas y de las escuelas por los retos sociales y globales.
Biblliografía
Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2014). Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Revista Austral de Ciencias Sociales, 26(8), 139-146.
Deming, D. (2015). The growing importance of social skills in the labor market. NBER Working Paper No. 21473.
Freeman, R. E., Harrison, J. S., Wicks, A. C., Parmar, B. L., & De Colle, S. (2010). Stakeholder theory: The state of the art.
Lasi, H., Fettke, P., Kemper, H. G., Feld, T., & Hoffmann, M. (2014). Industry 4.0. Business & information systems engineering, 6(4), 239-242.
Mackey, J., & Sisodia, R. (2014). Conscious capitalism, with a new preface by the authors: Liberating the heroic spirit of business. Harvard Business Review Press.
Mollis, M. & Nuñez, J. & Garcia Guadilla, C. (2010). Políticas de Posgrado y Conocimiento
Público en América Latina y el Caribe. Desafíos y Perspectivas, Buenos Aires: Clacso & Instituto Gino Germani.
Polman, P., & Winston, A. S. (2021). Net Positive: How Courageous Companies Thrive by Giving More Than They Take. Harvard Business Review Press.
JACK ZILBERMAN FLEISCHMAN PhD
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