¿Cómo me sentí cuando comencé a emprender? Sin conocimiento de nada, pero preparado para todo. Hoy en día, me sigo sintiendo un poco así… Me explico: me daba la sensación de que nada de lo que había estudiado me servía, pero, realmente, no me asustaba enfrentarme a ello

LINO MONTEAGUDO FUENTES


La universidad es una de las experiencias vitales más importantes para una gran parte de la población española. No obstante, cada universidad es un mundo, y la aventura para cada estudiante es una experiencia totalmente diferente. 

Por eso, os cuento a continuación cómo fueron mis años en la Universidad Politécnica de Madrid y cómo ha seguido mi vinculación con ella desde otro punto de vista.

He dado muchas vueltas a cómo enfocar este artículo y, finalmente, creo que lo que más sentido tiene es contar mi experiencia personal. Y ya que cada cual saque sus conclusiones.

Antes de nada, es importante hacer una breve introducción sobre quién soy. Mi nombre es Lino, he vivido 26 primaveras y soy de un pequeño pueblo de Albacete. Cuando acabé el instituto me vine a Madrid, a la UPM, a estudiar Ingeniería Industrial. Con 24 fundé Ghop junto a dos compañeros de la carrera; una startup de tiendas inteligentes.

Ahora que os he puesto en contexto, vamos por partes. Mis primeros 17 años de vida fueron tranquilos, sin grandes retos ni inquietudes relevantes en la parte formativa. No obstante, llegué a la UPM y aquí todo se torció. La dificultad aumentó drásticamente y mi interés por las asignaturas que se impartían disminuyó de manera proporcional. ¿Por qué? Puede haber mil razones, pero la principal es que no veía la aplicación real de todo lo que estaba estudiando. Y sigo sin hacerlo 9 años después. Pese a pasar mucho tiempo peleándome por lograr los ansiados aprobados, conseguí acabar.

llegué a la UPM y aquí todo se torció. La dificultad aumentó drásticamente y mi interés por las asignaturas que se impartían disminuyó de manera proporcional. ¿Por qué?

¿A qué se debió esa falta de motivación? En su momento no lo sabía, pero ahora que lo veo con perspectiva, me da la sensación de que muchas personas necesitamos percibir aplicabilidad a nuestros esfuerzos del día a día, por muy excepcional que sea. Sin embargo, la materia que se imparte en los planes de estudio dista mucho de tener sentido, realismo o actualidad.

Existe el murmullo popular de que, cuando una persona sale de la universidad, no sabe nada sobre el mundo profesional. ¿Por qué? ¿Acaso 4, 6 o 10 años no son suficientes como para saber como el que más? Creo que esto tiene mucho que ver con mi teoría anterior.

De todos modos, tampoco saquemos conclusiones precipitadas, porque, ¿qué son más importantes? ¿Los conocimientos puros o las habilidades personales? Para mí, sin duda, lo segundo. Esas llamadas soft skills de las que tanto se oye hablar desde hace unos años. Y en esto, sí son certeras las universidades. O al menos la UPM. Hay gente que sale mejor o peor preparada en el ámbito ingenieril… Pero hay un denominador común en toda persona que estudia allí: la resistencia y la capacidad de “buscarse la vida”. 

¿Cómo me sentí cuando comencé a emprender? Sin conocimiento de nada, pero preparado para todo. Hoy en día, me sigo sintiendo un poco así… Me explico: me daba la sensación de que nada de lo que había estudiado me servía, pero, realmente, no me asustaba enfrentarme a ello. A la incertidumbre de tener que aprender algo por mí mismo. A sacarme las castañas del fuego. Creo fervientemente que esto último es lo más importante y, en gran medida, se lo debo a la universidad. Su alta exigencia te enseña que no hay nada gratis y que tienes que pelear todo hasta el último momento sin rendirte.

merece la pena pasar por la etapa universitaria, no tanto por los conocimientos puros que adquieres, ni por el título —la famosa titulitis—, sino porque aprendes a aprender. 

¿Qué mejor aprendizaje? La vida es un sinfín de retos y tienes que estar preparado para superarlos. Es bueno tener pescado, pero lo más valioso es aprender a pescar.

Bajo mi punto de vista, merece la pena pasar por la etapa universitaria, no tanto por los conocimientos puros que adquieres, ni por el título —la famosa titulitis—, sino porque aprendes a aprender. 

«Oye Lino, pero, ya que estamos, podríamos adquirir esas habilidades mientras absorbemos conocimientos aplicables a nuestra carrera profesional, ¿no?» ¡Por supuesto! Y es por ello que hay que ponerse las pilas y renovar ciertos procedimientos y contenidos. A las universidades ya no les queda mucho tiempo para vivir de las rentas. Cada vez aparecen más y más conceptos novedosos de formación con máster online con clases de 15 minutos, bootcamps, plataformas de cursos online… 

Al final, a no ser que hayas estudiado en Harvard o Stanford, poco (o nada) importa de dónde venga tu título. Y eso demuestra, por ejemplo, que cada vez haya más programadores que se están formando por su propia cuenta, accediendo a cursos mucho más prácticos y sin contenidos obsoletos o poco prácticos. Y es que en las empresas se valora que sepas hacerlo, que tengas ambición y ganas de crecer profesionalmente. 

Mi primera experiencia con el mundo laboral ha sido sentado en la silla del entrevistador. Es increíble cómo alumnos con infinita menor preparación que mis compañeros de carrera, son capaces de defender un currículum mucho mejor que estudiantes cuya etapa formativa se ha limitado únicamente al estudio. Y eso es precisamente, porque sus centros educativos han entrenado profesionales en inserción laboral, potenciando sus soft skills y facilitando su participación en actividades paralelas al estudio.Está claro que el mundo está cambiando muy rápido. Poco a poco está desapareciendo la “titulitis” que movía a los alumnos en su elección de carrera y universidad; y la facilidad para acceder a conocimientos de calidad, está llevando a un cambio sin precedentes en la educación. En definitiva, los cambios nos fuerzan siempre a cambiar con él y quién no lo haga, desaparecerá.


LINO MONTEAGUDO FUENTES, Ingeniero Industrial

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