Pablo Acosta

La libertad en todas sus formas y manifestaciones es ingrediente fundamental del papel de la Universidad en y ante la sociedad. Sin libertad no hay generación de conocimiento posible. Sin libertad, la universidad no podrá responder a los retos cada vez más acuciantes de las nuevas realidades sociales. Y sin una universidad de calidad, la sociedad no tiene futuro.

JOSÉ ANTONIO DÍAZ


No hay Universidad sin libertad

El funcionamiento adecuado de la universidad requiere de un ecosistema en el que la libertad es parte fundamental. La libertad de pensar, de debatir, de discrepar es el modo básico de avanzar en el conocimiento. Incluso los paradigmas más básicos deben someterse al escrutinio y la justificación no dogmática de su validez.

Este axioma es ampliamente aceptado por parte de toda la comunidad científica, e incluso la sociedad; pero para añadir a continuación que la libertad de la universidad está solamente garantizada en una parte reducida del mundo. Hay múltiples ejemplos en la historia y en diversos países donde hay problemas para el desarrollo de esa libertad de pensamiento.

Para no extenderme en estos ejemplos recomiendo la lectura de “Free to Think. Report of the Scholars at Risk Academic Freedom Monitoring Project”, donde se hace un balance de la situación de la universidad en el mundo, y se denuncian las restricciones a la libertad de pensamiento, pluralidad ideológica y su funcionamiento democrático.

Daniel Bell anticipó que la función social y económica que cumplía la fábrica en la era industrial, la cumpliría acrecentada la universidad en la sociedad del futuro

Una nueva transformación social

Lo cierto es que la universidad como institución ha cumplido el papel de generación, análisis e irradiación del conocimiento. Ese papel ha incrementado su importancia en las últimas décadas. Cabe recordar la prospectiva social que realizó en los años 60 Daniel Bell, cuando anticipó que la función social y económica que cumplía la fábrica en la era industrial, la cumpliría acrecentada la universidad en la sociedad del futuro. 

En efecto, si en la era anterior tenía mayor valor estratégico las materias primas, en la era postindustrial o sociedad posterior a la industrial sería el conocimiento el elemento básico de la economía, hasta el punto de que se hable de la sociedad del conocimiento; y pronto hablaremos, probablemente, de la sociedad del aprendizaje o sociedad de la inteligencia artificial.

En todo caso, hablaremos de una realidad social que responde a una nueva transformación social, basada en la investigación y en el cambio permanente del conocimiento y de su aplicación social. Pero ese papel fundamental de la universidad en la sociedad del futuro no puede realizarse con restricciones a la libertad, al libre pensamiento, y sin el apoyo efectivo de los poderes públicos.

necesitamos un nuevo contrato social para la educación que pueda reparar las injusticias, al tiempo que transforma el futuro

La sociedad del futuro depende en buena medida del futuro de la universidad. Como indica el último informe de la UNESCO, “La humanidad y el planeta Tierra están amenazados. La pandemia solo ha servido para demostrar nuestra fragilidad y nuestra interconexión. Ahora es necesario actuar urgentemente, de forma conjunta, para cambiar el rumbo y reimaginar nuestros futuros. Este informe de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación reconoce el poder de la educación para provocar un cambio profundo. Nos enfrentamos a un doble reto: cumplir la promesa de garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los niños, jóvenes y adultos, y aprovechar plenamente el potencial transformador de la educación como vía para un futuro colectivo sostenible. Para ello, necesitamos un nuevo contrato social para la educación que pueda reparar las injusticias, al tiempo que transforma el futuro”.

Pablo Acosta

Una sociedad sin una universidad de calidad no tiene futuro

El covid y los retos de la sociedad actual han demostrado el papel fundamental de la universidad y de la investigación en la solución de los problemas. En la sociedad avanzada, las figuras más importantes son la del investigador que crea conocimiento y la del profesor/maestro que enseña las habilidades básicas para la vida en común y para el funcionamiento de la economía. De ahí, la importancia de la inversión en educación y en investigación.

Una sociedad sin una universidad de calidad no tiene futuro. De la universidad salen los profesionales, los ciudadanos motivados para construir una sociedad mejor. El centro educativo, tanto de enseñanza obligatoria, como universitaria, construye ciudadanía, estructura valores, proporciona pautas de actuación que diseñan la sociedad del futuro.

Pero cuando se habla de valores, se corre el peligro de caer en el subjetivismo. El papel social y económico tan relevante de la universidad en la sociedad actual explica también el que se quiera utilizar el estrado universitario para hacer política. El debate sobre ciencia y política es oportuno cuando la universidad se utiliza como medio propagandístico. 

El debate sobre ciencia y política es oportuno cuando la universidad se utiliza como medio propagandístico

Entre enseñanza y propaganda

La diferencia entre enseñanza y propaganda o ideología, a veces, no es clara. Un sociólogo como Weber, hace más de 100 años ya planteó la crítica del uso partidista de las aulas universitarias y, de alguna manera, el ejercicio responsable de la libertad.

La obra El Político y el Científico recoge las conferencias impartidas por Max Weber con ocasión de las jornadas organizadas por la Asociación Libre de Estudiantes de Munich, durante el invierno revolucionario de 1919. En esos tiempos convulsos, la Cátedra universitaria se convirtió en el foro de radicales debates sobre la función de los intelectuales, sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad; sobre el papel que pueden o deben tener los científicos en la gestión de la “res publica”.

En buena medida, supongo que Weber, el sociólogo de los conceptos y los tipos puros para el análisis de la realidad social, necesitaba esclarecer su propio papel como científico y como político, ya que, no solo como intelectual sino también en política tuvo un gran protagonismo. Estas conferencias trataban sobre la responsabilidad del profesor, que desde la tarima del aula ejerce el magisterio con más o menos rigor científico, e influye en la conformación de opciones políticas desde una supuesta imparcialidad “científica”. Esta obra es una crítica a la instrumentalización de la universidad convertida en trinchera contra las ideas contrarias a las propias. 

la universidad pone en cuestión permanente el statu quo y avanza hacia la frontera del conocimiento; y por ello tiene una naturaleza crítica, que amenaza al poder hegemónico

Amenaza al poder hegemónico

Si la universidad ha adquirido el papel preponderante que tiene en la actualidad, es porque se ha convertido en la institución central en la sociedad tecnológicamente avanzada. Siglos anteriores fue la organización gremial, con posterioridad la fábrica, en la actualidad es la universidad y el laboratorio de investigación, si en otras épocas la eficacia se conseguía mediante la estandarización y organización burocrática de la tarea, en la actualidad es la innovación, la transformación permanente.

De ahí que la universidad pone en cuestión permanente el statu quo y avanza hacia la frontera del conocimiento; y por ello tiene una naturaleza crítica, que amenaza al poder hegemónico. 

Un exceso de burocratización puede tener como consecuencia la falta de adaptación de la universidad a las necesidades y requerimientos del entorno social y productivo, lo que tiene como consecuencia la importancia decreciente de los títulos universitarios.

Si en el sistema productivo se valoran más las habilidades y actitudes de los trabajadores y menos los títulos, la universidad puede entrar en crisis. Por eso, un reto de la universidad es la mejora del prestigio social. La reciente pandemia ha tenido como consecuencia que la ciudadanía tome conciencia de la importancia de tener una educación de calidad y un sistema de investigación potente.

Si en el sistema productivo se valoran más las habilidades y actitudes de los trabajadores y menos los títulos, la universidad puede entrar en crisis

Percepción social de la Universidad

La sociedad española valora la aportación de los investigadores y los profesores a la sociedad. De hecho, en el último informe del FECYT (2020) sobre percepción social de la Ciencia en España se destaca que los más valorados con los profesores/as (4,49 sobre 5) y los científicos/as (4,45 sobre 5), solamente superados por los médicos/as (4,74 sobre 5).

Por tener otro punto de referencia, políticos/as tienen una valoración de 2,14 (sobre 5). El informe mencionado también indica que la sociedad española considera que España respecto a la UE “está más retrasada” (66,2%) El 84,6% de la población española considera que el Gobierno de España debería invertir más en investigación en ciencia y tecnología.

Esta situación de apoyo social a la ciencia y la tecnología no es, en absoluto, algo que se pueda dar por descontado. Hace tres décadas, cuando a la sociedad española se le preguntaba sobre la percepción que tenían de la tecnología, se la relacionaba con la deshumanización, la incertidumbre o el paro. Hoy en día, la sociedad española tiene una opinión positiva de la tecnología y los científicos, como hemos visto en los estudios de la FECYT. Probablemente, a ello ha contribuido el papel tan importante que tanto una como los otros han tenido a la hora de afrontar los grandes retos de la historia reciente: el riesgo global de la crisis sanitaria. 

La única forma de que la universidad cumpla su misión fundamental en la sociedad actual es en un ambiente de libertad, sin instrumentalización externa y garantizando el pluralismo y la democracia interna.


JOSÉ ANTONIO DÍAZ es Catedrático de Sociología de la Universidad Nacional a Distancia (UNED)

En Twitter: @Joseadiaz22

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