Estudiar a los 60 en la Universidad

Puerta del Sol Madrid AGHM

En este viaje, que es mi vida profesional, lleno mi maleta de formación y como compañera elijo a la universidad y sus aulas como lugar de reflexión, crecimiento y pensamiento crítico.  A los 60 es un perfecto momento para esta nueva aventura del conocimiento aunque, sin duda, con un buen equipamiento: la universidad. 

MARÍA LUISA CASTAÑO


Con los años me he dado cuenta de lo equivocada que estaba cuando al acabar mi etapa universitaria pensaba que ya había aprendido todo lo necesario para enfrentarme al mundo laboral. Hoy en día es de sobra reconocido el concepto de “long life learning” así como la necesidad de formación permanente, no así en los inicios de mi carrera profesional donde parecía que la formación universitaria inicial nos serviría durante una buena parte de nuestra vida laboral. Pero lo cierto es que si tuviera que definir mi vida profesional en pocas palabras diría: un camino de aprendizaje.

Cuando miro atrás y me veo en mi primer trabajo, donde dediqué con pasión horas de mi vida a la ciencia y la investigación, navegando por las fronteras del conocimiento, recuerdo que la necesidad de recibir formación específica era constante. No solo para progresar técnicamente en mi trabajo sino para que mi investigación fuera relevante y tuviera un reconocimiento exterior. Y lo que empezó siendo un aprendizaje personal me llevó a ser transmisora y altavoz de ese conocimiento puntero hacia otras instituciones interesadas en formar a sus equipos o hacia personas de la misma institución que se incorporaban a la actividad científica.

Pero tal vez la formación más intensa la necesité cuando tomé la decisión de dar un giro en mi rumbo laboral para dedicarme al diseño e implementación de políticas públicas de investigación e innovación. De nuevo estaba equivocada pensando que sabía mucho de ciencia y de investigación y que eso era más que suficiente para desarrollar mi carrera profesional en ese campo. Inmediatamente fueron evidentes mis carencias formativas, convirtiéndose en imprescindibles una formación bien adaptada a esta nueva etapa. 

Una formación universitaria donde recibir y aportar conocimiento son las dos caras del viaje formativo, cuyo papel de alumno y profesor se desdibuja y mezcla de manera prodigiosa.

Necesité una profunda inmersión en el mundo del derecho y el procedimiento administrativo, sus leyes, reglamentos, resoluciones e instrucciones, siempre cambiantes y cuando menos, interpretables. Además, fue imprescindible conocer la estructura departamental, las instituciones que la forman y su papel en el funcionamiento de la administración pública, así como la metodología para el diseño de políticas públicas y estrategias. Finalmente, aprendí temas de gestión de equipos, liderazgo público, resolución de conflictos, técnicas de negociación, todas ellas habilidades directivas imprescindibles, también, en el ámbito público.  No hubiera sido capaz de desarrollar esta etapa de mi vida profesional sin esta formación tan prolija, que también me llevó a ser transmisora y docente de mis propios conocimientos para la formación de equipos recién llegados o con nuevas competencias ministeriales.  

Cuando menos lo esperas, se producen cambios profesionales, que no ocurren por iniciativa propia sino como consecuencia de otras decisiones externas. Parafraseando a Mario Benedetti, “cuando ya pensé que sabía todas las respuestas, resultó que me cambiaron las preguntas”. Este nuevo cambio de actividad laboral me dio la oportunidad de volver al mundo de la investigación en tecnologías energéticas, en un momento crucial con el arranque de la transición energética, reto apasionante en el aún estamos inmersos. Pero también un momento donde el despegue tecnológico se produce a tal velocidad que el propio conocimiento se vuelve obsoleto en tiempo récord. 

Explorar ámbitos novedosos como el emprendimiento público, la innovación abierta o la visualización de estrategias de investigación en tecnologías energéticas a largo plazo me llevó de nuevo al entorno universitario y a la formación avanzada. Una vuelta a las aulas con criterio, con experiencia, con capacidad de discusión y donde encontré compañeros con las mismas inquietudes, de quienes aprender. Una formación universitaria donde recibir y aportar conocimiento son las dos caras del viaje formativo, cuyo papel de alumno y profesor se desdibuja y mezcla de manera prodigiosa. 

Una de las características principales de todas estas experiencias formativas, tanto las puramente universitarias como las no universitarias, es la presencialidad, con asistencia obligatoria y controlada, con una programación temporal regular, habitualmente fuera del horario laboral y con espacios de relación para generar discusiones y contactos. Un modelo bien adaptado donde se hibrida el conocimiento, el debate y las relaciones interpersonales, cuyo perfecto equilibrio es la garantía del éxito. 

Y entonces llegó la pandemia, transformando de manera acelerada nuestra vida familiar, laboral y social, impactando directamente sobre el concepto de formación hasta extremos que ni siquiera habíamos imaginado, promoviendo  nuevos modelos de aprendizaje, debate y relaciones interpersonales. Un cambio generalizado, que ha permeado con fuerza en la educación superior y ha transformado las instituciones cuya oferta formativa difiere radicalmente de la tradicional.  

Pues bien, después de vivir desde un lugar privilegiado la pandemia, vivir los estragos del desmoronamiento económico, trabajar para la reconstrucción económica y social, cuando también mi vida ha dado un vuelco radical, me planteo un nuevo proyecto profesional fuera de la esfera pública. Hay quien opina que debería estar pensando en acabar mi etapa laboral. Pero nada más lejos de mí objetivo, que persigue trasladar mi conocimiento del sector público y experiencia en ámbitos de innovación y sostenibilidad al sector privado, formando parte de las decisiones estratégicas de alta dirección empresarial, en estos momentos tan críticos de transformación digital y energética.  

Abordo este proyecto laboral con determinación y vuelvo a necesitar formación, una preparación esencial que cubra los huecos formativos que percibo y que me aporte seguridad necesaria para dar los siguientes pasos. Ahora bien, la elección de la ruta formativa no ha sido fácil. La oferta relacionada con la preparación para formar parte de Consejos de Administración es amplia, procedente de Fundaciones, Asociaciones, Escuelas de Negocio, principalmente por el giro hacia la profesionalización de la figura de consejero. 

estos requisitos solo los he encontrado en el entorno universitario, donde me encuentro actualmente y del que disfruto como nunca, en un entorno de aprendizaje, discusión y relación interpersonal inédito

Uno de los criterios esenciales para mi elección preparatoria, sin duda, es el convencimiento de una acción formativa universitaria, con garantía de los estándares de calidad académicos. Buscaba una enseñanza profesionalizada,  con planificación, programación y evaluación rigurosas, así como la garantía de un equilibrio perfecto entre conocimiento, debate y relaciones interpersonales. Además, con la flexibilidad necesaria para compatibilizar con mi actual horario laboral y que las nuevas herramientas proporcionan: clases síncronas y asíncronas, plataformas de documentación, foros digitales de relación con profesores y entre alumnos y el soporte administrativo, técnico y tecnológico de la enseñanza digital moderna. Y estos requisitos solo los he encontrado en el entorno universitario, donde me encuentro actualmente y del que disfruto como nunca, en un entorno de aprendizaje, discusión y relación interpersonal inédito.  

En este viaje, que es mi vida profesional, lleno mi maleta de formación y como compañera elijo a la universidad y sus aulas como lugar de reflexión, crecimiento y pensamiento crítico.  A los 60 es un perfecto momento para esta nueva aventura del conocimiento aunque, sin duda, con un buen equipamiento: la universidad. 


MARÍA LUISA CASTAÑO es investigadora del CIEMAT y ha sido directora general en la Administración General del Estado y en la Comunidad de Madrid en los ámbitos de investigación e innovación.

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.