Cogitamus ergo sumus. “Pensamos”, luego estamos embarcados en común en un mundo que aún hace falta componer”

ALEJANDRO PISCITELLI Y JULIO ALONSO


Cuando todo es ciencia y técnica, entonces nada lo es. Lo mismo decía Althusser hace medio siglo atrás de su gemela desconocida: cuando todo es política nada es política. Pero cuando esto sucede se vuelve imposible preguntarnos ¿en qué mundo vivimos? ¿De qué lado de la grieta estamos en los relatos mutuamente estigmatizantes que florecen por doquier (Castells, 2019)? ¿Por qué el mundo ha tomado la extraña figura contradictoria -nunca hubo mayor riqueza y nunca estuvo peor distribuida- que le conocemos hoy?, ¿por qué justo cuando se proclamó a los cuatro vientos el fin de la historia, ideologías, nacionalismos, irracionalismos y las injusticias, las vemos aflorar con más fuerza que nunca?

La mayoría estamos como la pobre rana en la cacerola, que hierve tan lentamente que no nos damos cuenta de que nos están (estamos) cocinando. Proclamamos indistintamente la autonomía de las ciencias (como factor explicativo), o nos resignamos pragmáticamente a que la política (o la ideología) justifiquen cualquier fenómeno, sin poder identificar con claridad cómo se articulan la ciencia y la política en una epistemología política (Montero, 2019).

Como esta expresión es enigmática y poco operativa hablaremos aquí -siguiendo al lúcido Bruno Latour- en términos de humanidades científicas. El toolkit cognitivo que preside este tour de force que co-diseñamos a lo largo de 2018/2019 -en varias instancias y formatos- es precisamente la operación Cogitamus que Latour (2000) resumió en su Obra Seis cartas sobre las humanidades científicas.

Este toolkit pretende ser una lectura atenta del mundo en que vivimos, ofreciendo -como pretende Latour- una voz en off a un documental sin interrupciones. Nuestra función como antropólogos del presente es aprender a transformar los recursos en tópicos. O sea aprender a transformar lo que generalmente sirve de explicación en lo que debe ser explicado. En palabras del francés, de convertir la causalidad invertida en principio explicativo. 

En ambos casos lo específico de las humanidades científicas consiste en considerar a toda la obra y no solo a uno de sus actos

Ya sea que analicemos la relación de Arquímedes (el científico) y Hierón (el político). Latour cartografía este encuentro mostrando cómo, partiendo de intereses diversos, ambos personajes realizan un rodeo (Arquímedes traduce sus descubrimientos físicos a una estrategia de defensa político-militar, Herión traduce sus necesidades prácticas al lenguaje de la geometría) y, asociando sus fuerzas, componen un agenciamiento para defender a Siracusa de los soldados romanos.

O vemos el mismo esquema secuencial (heterogeneidad / traducción / red / entidad) para explicar el surgimiento de la píldora anticonceptiva: una multiplicidad de “interesamientos” dispersos (una militante feminista, una viuda dotada de una ingente fortuna, un químico y un conjunto de moléculas llamadas “esteroides”, entre otros) comienzan a entrelazarse a partir de

traducciones y rodeos multívocos que finalmente componen un sistema de relaciones y se cristalizan en una píldora (sin olvidarnos del rol que la penicilina como antibiótico tuvo en la génesis lejana de la píldora).

En ambos casos lo específico de las humanidades científicas consiste en considerar a toda la obra y no solo a uno de sus actos. Para abrir las cajas negras recurrimos a una serie de operaciones propias del toolkit cognitivo para el análisis de los fenómenos complejos, es decir, encadenamientos que tejen la acción y que terminan asimilándose a un hojaldre de preocupaciones prácticas y de lenguas diferentes. En el caso de Arquímedes, fueron la guerra, la geometría, la filosofía, la política. En la píldora anticonceptiva, la salud femenina, la química, la endocrinología, la libertad de la reproducción y el placer, etc. 

Traducir es transcribir, transponer, desplazar, transferir, transportar transformando, ¿Cómo llevar a cabo todas estas transformaciones ante cada conflicto, duda, grieta o antinomia como las que dominan el mundo actual? De lo que se trata es de reemplazar las preguntas insolubles por programas de investigación empíricos y de cuestionar la idea de autonomía de las ciencias y las técnicas, desmontar la distinción rígida entre ciencia y política, entre cuestiones de hecho y cuestiones de interés, entre naturaleza y cultura (Latour, 2008). Ese es el preámbulo al diseño de un toolkit cognitivo que es a la vez oportuno, atento, estratégico y sobretodo operacional.

¿Mediante qué procedimientos y condiciones se mantienen dichos ensamblajes? Es a partir de esas preguntas, y sin prejuzgar sobre la naturaleza de los elementos asociados, que se puede comprender la heterogénesis que ofrece Latour para construir el toolkit cognitivo. 

La historia de la ciencia y de la técnica es una multiplicación de rodeos, sustituciones y traducciones, instancias que nos permiten mesurar cualitativamente nuestro co-funcionamiento actual en las redes técnicas y la magnitud de daño que implican los quiebres y las averías supuestamente tecnológicas que siempre son, también, económico/político/culturales. Actualmente estamos atravesados por dos tendencias, en apariencia contradictorias. Por un lado el relato de la emancipación y de la modernización y, por el otro, el relato de la correlación y la ecologización. Dos relatos hasta ahora divergentes, que es necesario reensamblar para lograr una historia pragmática que reconstruya los vínculos de las personas con las cosas y, por qué no, dé lugar a una nueva constitución que reúna al parlamento de los hombres con el parlamento de las cosas. 

Hace varias décadas atrás Latour (1976) (en consonancia con lo que imaginaron nuestros padres intelectuales desde Gregory Bateson hasta Francisco Varela, Humberto Maturana y Fernando Flores) nos mostró que todo enunciado considerado como un “hecho” científico, no es más que el resultado naturalizado de un conjunto de discusiones y debates que han logrado estabilizarse en torno a un enunciado o una fórmula. Las llamadas cuestiones de hecho siempre encubren cuestiones de interés y, por otro lado, a partir de esta reconstrucción de la formulación controversial de enunciados científicos, queda claro que dicho proceso nunca implica solo un Cogito individual sino un Cogitamus colectivo. 

del cogitamus puede deducirse todo, por lo menos, todo aquello que importa para la composición progresiva de un mundo que habremos finalmente pensado, pesado y calculado en común. Cogitamus ergo sumus

Por ello debemos cuestionar las tesis de Alexandre Koyré según las cuales habríamos pasado de un mundo cerrado a un universo infinito. En realidad siempre pasamos de un cosmos a otro cosmos “en el cual los seres antiguos, tanto como los nuevos, habrían sido reacomodados en forma gradual”. Para entender estos pasajes, Latour acuña la noción de cosmograma, que nos permitirá establecer una cartografía de las asociaciones y controversias sin recaer en los dualismos modernos (humano/no humano, cultura/naturaleza, racionalidad/irracionalidad, etc.) para lo cual juegan un rol clave los laboratorios con su seguidilla de rodeos y traducciones. 

Así como la historia de la filosofía está atravesada por los aportes cartesianos (res extensa vs. res cogitans), el mundo de la epistemología está acorralado por las distinciones popperianas del criterio de demarcación que plantea una discontinuidad absoluta entre ciencia y política, hechos y valores, expertos y activistas. Abogamos por otro criterio de demarcación (con minúscula) que permita registrar y cartografiar cosmogramas para, desplegando los encadenamientos y ensamblajes implicados en cada uno de ellos, abocarnos luego a la tarea política de composición y reensamblaje de mundos (cosmopolítica). De aquí que, Latour afirma “Del cogito no puede deducirse nada, ni siquiera que “existo”. Pero, del cogitamus puede deducirse todo, por lo menos, todo aquello que importa para la composición progresiva de un mundo que habremos finalmente pensado, pesado y calculado en común. Cogitamus ergo sumus. “Pensamos”, luego estamos embarcados en común en un mundo que aún hace falta componer”.

El lenguaje por más que está simplificado al máximo parece alambicado. El toolkit para analizar casualidades invertidas está delineado en los aportes latourianos y solo habría que formalizarlo un poco más y mejor para convertirlo en un analizador multidimensional de la complejidad y contradictoriedad actuales.

Hacia allí vamos.


Este artículo es un fragmento del libro INNOVACIÓN Y BARBARIE. VERBOS PARA ENTENDER LA COMPLEJIDAD de Alejandro Piscitelli (Autor), Julito Alonso (Autor)


ALEJANDRO PISCITELLI Profesor titular en la carrera de diseño. Universidad de San Andrés

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JULIO ALONSO Universidad Nacional de Buenos Aires, Universidad de San Andrés

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