¿Para qué educamos?

"Educar para la vida: Pensar juntos la escuela que queremos y necesitamos"


Este libro se propone abordar reflexiones y experiencias de mi vida educativa, especialmente en el ámbito profesional pero también algunas del entorno personal, y argumentar la convicción de que la educación debe ir evolucionando hacia un propósito profundamente transformador y humanizador. Con esta idea, me refiero a impulsar un proceso de resignificación de la escuela actual, que, por otra parte, ya se está produciendo en escuelas y sistemas educativos de bastantes partes del mundo, tal como
explicaré.
«Educar para la vida: Pensar juntos la escuela que queremos y necesitamos»

Presentacion día 22 de enero en la Fundación ILE

PEPE MENÉNDEZ


Humanizar la educación que recibimos en la escuela también es entender el proceso formativo escolar como un proceso restaurativo de la persona con ella misma y con el devenir histórico de la humanidad. Es preguntarnos qué es lo propiamente humano en estos tiempos, como por ejemplo ante la potencia de la revolución tecnológica. Es ayudarnos a situar la capacidad de amar, de relacionarnos, de comprender la significación de pertenencia e inclusión, y de justicia en el proceso de enseñanza y aprendizaje, para lograr una educación que humanice. Es desarrollar la potencia que posee la educación para promover la convivencia y la ciudadanía desde la experiencia práctica del conocimiento que vamos adquiriendo.

El sentido de humanizar la educación en la escuela está conectado con armar aprendizajes que tengan proyección para la construcción de personas más libres, capaces de aportar su grano de arena a la construcción de entornos de mayor justicia, cooperación y sostenibilidad. El gran salto de la educación universal después de la II Guerra Mundial fue el reconocimiento del derecho al acceso universal a la educación.

En el siglo XXI, especialmente después del periodo de pandemia provocado por el COVID-19, el salto que debe consolidar la educación es hacia el derecho al aprendizaje en términos de beneficio personal y comunitario. Por eso, la mirada al propósito de la educación debe ser una mirada profunda y radicalmente humanizadora.

la mirada al propósito de la educación debe ser una mirada profunda y radicalmente humanizadora

¿Qué significa, entonces, convertirse en una escuela humanizadora? Desde mi punto de vista, hay dos elementos claves para conseguirlo: conectar los aprendizajes con el proyecto de vida de los alumnos, y favorecer experiencias satisfactorias en el proceso de formación y crecimiento integral de la persona. Por eso decía antes que humanizar la escuela comporta también un proceso de restauración de la persona con su propio devenir. Muchos niños y niñas viven en la actualidad en zonas de conflicto grave.

Otros viven situaciones en los límites de la pobreza. La gran mayoría viven un proceso de crecimiento que comporta frecuentes choques emocionales con el entorno. El crecimiento social y económico de las sociedades está vinculado a una “confrontación” con nosotros mismos, con nuestro entorno familiar, con nuestras características, con nuestros miedos, con nuestras necesidades y con nuestras ilusiones.

El aprendizaje ha de ser un proceso permanente de abrirse al mundo, de conocerse, y de poder ntervenir en su evolución, para mejorarlo y para transformarlo. Conozco y he formado parte de muchos proyectos educativos que están priorizando herramientas educativas y metodológicas de enseñanza y aprendizaje para conseguir que estos procesos de conocimiento, autoconocimiento y reconocimiento sean una realidad que permita la formación de las personas desde su propia identidad hacia metas personales y colectivas de mejora propia y del entorno. Este libro también pretende ofrecer ejemplos de estas realidades.

No se trata de reformar, no alcanza con eso. Se trata de transformar en profundidad. Se trata de un reto
muy poderoso, que solo podremos afrontar desde la claridad de nuestras prioridades como educadores, y compartiendo nuestra visión y nuestro trabajo con nuestros colegas y con otras perspectivas del mundo que nos rodea. Y, especialmente, lo podremos hacer si mantenemos una actitud de permanente escucha de los niños, niñas y jóvenes, que son los sujetos centrales de esta acción transformadora y humanizadora…

replantearnos cómo acompañamos a los estudiantes en ese período de la vida escolar, y cómo entendemos y atendemos las
relaciones personales entre todos los miembros de la comunidad educativa

Para conseguir alcanzar una educación transformadora y humanizadora, debemos actuar de manera sistémica sobre todos los elementos claves del modelo educativo. En primer lugar, reflexionar profundamente sobre el propósito de la educación que queremos. Y hacerlo también sobre la organización del conocimiento, básicamente expresada en el currículum, pero también sobre los métodos de enseñanza, sobre la manera de agrupar e interrelacionar a los alumnos y docentes, sobre los tiempos y espacios, sobre la propia distribución y destino de los recursos. Y replantearnos cómo acompañamos a los estudiantes en ese período de la vida escolar, y cómo entendemos y atendemos las
relaciones personales entre todos los miembros de la comunidad educativa.

La escuela es el lugar en el que se pronuncian las palabras más bellas y nobles de la voluntad humana, pero en demasiadas ocasiones es también el lugar donde se quiebran, de manera traumática, los sueños infantiles y de juventud.

Esta transformación no es una tarea fácil ni de rápida ejecución. La profundidad del cambio que pretendemos conseguir está directamente relacionada con la capacidad que tengamos de avanzar sólidamente, sin dar lugar a retrocesos provocados por la superficialidad de modificaciones cosméticas.

Como decía antes, gastamos mucha energía y progresamos muy poco en discutir sobre si enseñar por competencias o por contenidos, o si extender la jornada escolar, o sobre el rol de las tecnologías digitales en la enseñanza. Y se elaboran nuevos currículos, nuevas normativas, nuevos exámenes
estandarizados. Pero no se avanza con reflexiones diletantes o con documentos perfectos. Avanzamos mientras aprendemos, haciendo lo que creemos que debemos llevar a cabo, documentando y debatiendo de manera profesional las evidencias de lo que realmente ocurre.

Avanzamos mientras aprendemos, haciendo lo que creemos que debemos llevar a cabo, documentando y debatiendo de manera profesional las evidencias de lo que realmente ocurre

Los sistemas educativos están conformados por paradojas y tensiones que son inherentes a su propia existencia. He asistido a muchos debates centrados en el empeño de resolverlas a base de negar la existencia de algunos de los dos polos de la paradoja o de la tensión. Me he ido dando cuenta de que es una pérdida de energía, además de un esfuerzo inútil. En este libro, planteamos las que me parecen más relevantes y aquéllas que están en la misma naturaleza del sistema que da sentido y función a la escuela.

Trataremos de argumentar aquellas paradojas y tensiones en las que no se trata tanto de hacer desaparecer a alguno de sus polos opuestos, sino de equilibrar, a veces de desequilibrar, la balanza, para dar más sentido a lo que queremos que determinen el propósito de la educación que queremos.

Pondré un solo ejemplo de los que desarrollo en el libro. La escuela es el lugar de transmisión de la cultura y del saber. La escuela es uno de los espacios privilegiados donde se transfiere la diversidad de legados de la humanidad. Pero, al mismo tiempo, es, muy a menudo, el lugar en el que se perpetúa la cultura dominante, incluso aquellos valores que pueden deshumanizarnos. La paradoja es que la escuela es el lugar de transferencia de lo que somos, pero también debe ser el lugar para cuestionar los valores dominantes y ayudarnos a crear un pensamiento crítico propio.

Es una tensión inherente al sentido mismo de la escuela, pero depende de nuestra voluntad y de nuestra práctica el que sea predominante la transmisión mecánica, repetitiva y acrítica, o que sea una transferencia orientada a la pregunta, la exploración y la creatividad.

Para conseguir resignificar esta escuela que defiendo, necesitamos dedicar tiempo, dentro de la estructura habitual del horario laboral, a la reflexión, al diálogo, a crear espacios de participación, especialmente de los estudiantes y familias, orientados a la acción, y también entre nosotros, los educadores. No me refiero principalmente a una acción a corto plazo, sino a conversatorios que ayuden a proyectar lo que queremos que pase y, consecuentemente, lo que tenemos que hacer para que suceda aquello que queremos que ocurra.

Preguntarnos por el propósito de la educación es, en estos tiempos tan convulsos, una cuestión crucial para dar sentido a la estancia de tantos años en la escuela de millones de niños, niñas y jóvenes. Preguntarnos para qué quiero que sirva la educación, para qué quiero que exista la escuela, y quiénes y cómo transformamos la educación. Plantearnos las principales paradojas y tensiones que subyacen en el sistema educativo y en la propia existencia de la escuela.


Este artículo forma parte del libro «Educar para la vida: Pensar juntos la escuela que queremos y necesitamos»

Presentacion día 22 de enero en la Fundación ILE

Pepe Menéndez

 Profesor y asesor de educación

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.