«La universidad imparte conocimiento e imparte formación de la que llamamos académica, que consiste en la transmisión de normas de conducta, de formas, que se basan en el respeto entre las personas, entre los estudiantes entre los profesores y entre todos. Es escuela de democracia». nos recuerda la presidenta de la Real Academia de Ciencias.
Que una mujer sea al fin la presidenta de la Real Academia de Ciencias es una muy buena noticia, que lo sea Ana Crespo la convierte en extraordinaria. Seguidora del designio de su predecesor en cargo, además de admirado, Blas Cabrera; “Desearía estimular a mis jóvenes paisanos para la realización de una obra que honre a España”, la profesora Ana Crespo ha compaginado la realización de una carrera como investigadora de referencia internacional con el compromiso por situar el sistema universitario español en los estándares propios de los países más desarrollados a través de puestos de gestión de alta responsabilidad.
Llama la atención que una de las primeras leyes que aprobase el gobierno del PSOE en 1983 fuera la Ley de Reforma Universitaria (LRU), y en la misma legislatura la Ley de la Ciencia en 1986. Como responsable de universidades en el Ministerio de Educación entre 1987 y 1993, ¿por qué estas reformas fueron una prioridad?
La LRU como proyecto estaba muy trabajada desde el período electoral previo por el partido socialista (PSOE) que la consideraba una prioridad insoslayable proporcionando la democratización y autonomía institucional, así como la regularización del acceso al profesorado y el diseño global para la oferta de titulaciones, creación de universidades y gobierno democrático de las mismas.
Creo que, era una ley esperada por la sociedad española como uno de los instrumentos básicos de la democratización. Los primeros gobiernos socialistas, asumieron que la trascendencia de la enseñanza pública, incluyendo la universitaria, era crítica en la modernización de nuestro país, tanto por su propio sentido como acceso al conocimiento superior de la mayor parte posible de la ciudadanía, como por su papel como institución paradigmática de movilidad social; la universidad pública es inequívocamente un ascensor social y garante de la igualdad de oportunidades.
En la LRU es donde por primera vez aparece en España la función investigadora como el otro pilar sin el cual la docencia universitaria no es universitaria o no se puede aceptar como tal. Este es el contexto que hace secuencialmente imprescindible la Ley de la Ciencia. Porque se trataba ahora de propiciar la investigación con la creación de un sistema de ciencia y tecnología moderno, homologable internacionalmente que en España no había tenido más precedente que la junta de ampliación de estudios un siglo atrás. Esto ocupa ya desde 1983 al primer gobierno socialista de la democracia.
Mi integración se produce en el 84, recién accedí a la cátedra. Me incorporé a un equipo de jóvenes científicos ya consolidados profesionalmente, procedentes mayoritariamente del ámbito universitario, o del CSIC, que conocían el mundo científico y académico de Europa y Estados Unidos y que diseñaron y pusieron en marcha el proyecto de la Ley de la Ciencia liderado por Juan M. Rojo y respaldado por Javier Solana.
Los desarrollos fueron el plan nacional de investigación científica y desarrollo tecnológico y varios programas de estímulos a la calidad e internacionalización de la investigación. Entre ellos los que permitieron el establecimiento de estructuras de evaluación como la agencia nacional de evaluación y prospectiva (ANEP) y mecanismos de estímulo de su actividad como la comisión nacional evaluadora de la actividad investigadora (CNEAI) para conceder complementos de productividad etc. Estos instrumentos, todos ellos, contribuyeron a nuestra homologación e integración entre las democracias europeas y creo que fueron otras tantas herramientas imprescindibles de la evolución democrática de nuestra sociedad.
un cambio espectacular pienso que consiste en el incremento de la calidad y competencia del profesorado comparando con los de hace cuarenta años, especialmente en lo que se refiere al profesorado joven
Cuarenta años después, puede valorarnos ¿cómo contribuyeron las universidades a la consolidación de la democracia en España?
La universidad imparte conocimiento e imparte formación de la que llamamos académica, que consiste en la transmisión de normas de conducta, de formas, que se basan en el respeto entre las personas, entre los estudiantes entre los profesores y entre todos. Es escuela de democracia. También proporciona espacio libre para la expresión de ideas y fomenta el pensamiento y el método científico.
La universidad pública además fomenta y fuerza la igualdad de oportunidades y la relación entre las clases sociales que no hay que olvidar que están. La sociedad española de hace 50 años luchó para tener una universidad así y los universitarios, hay que decirlo, lucharon mucho para que fuera una realidad. En la dictadura, los obstáculos eran flagrantes y además la escasez de profesores competentes, más que evidente. La democracia hizo posible una universidad libre y autónoma. Y en sus cincuenta años de historia ha recorrido el camino que España ha recorrido.
Usted no ha perdido el contacto con la Universidad desde que se incorporó como estudiante en 1965. ¿Qué cambios destacaría que ha experimentado la vida universitaria?.
La vida universitaria ha cambiado poco mas o menos como la del país, creo yo. Mucho en lo importante y poco en los perifollos en lo que se ve o se comenta o se difunde habitualmente. El mayor cambio es la fuerte modernización estructural que ha experimentado la universidad española. En primer lugar, la autonomía con relación a los poderes externos, que también le confiere capacidad para poder ser distintas entre ellas; este cambio podría y debería seguramente profundizarse en una dialéctica seria y generosa entre la universidad y sus administraciones tutelantes.
En segundo lugar, un cambio espectacular pienso que consiste en el incremento de la calidad y competencia del profesorado comparando con los de hace cuarenta años, especialmente en lo que se refiere al profesorado joven. Buena parte de ellos han completado su formación en otros centros, mayoritariamente extranjeros, donde no solo aprenden aspectos técnicos sino conocen a otros colegas y culturas académicas (y más que académicas).
En tercer lugar, ha cambiado también mucho el perfil de los estudiantes, más diverso, más viajado, más movilizados por ideas y sentimientos colectivos que hoy seguramente son otros sentimientos y posiblemente otras conductas a los de los inicios democráticos de la España de los 70. La vida universitaria es distinta porque la sociedad española es muy distinta. La potencia de las redes sociales me parece enorme y no me atrevo a valorarla todavía. Tiendo a creer que afecta más a los estudiantes que a los profesores y que a los ciudadanos de mayor edad; además tampoco sé si afectan o interesan más a los estudiantes universitarios que a los otros jóvenes no universitarios.
La captación o retención del talento en las universidades españolas no es tanto, o no solo es, conseguir que líderes científicos de primera fila, vengan o se queden en España, sino que el talento joven que se inicia en sus doctorados en nuestras universidades, se mueva a otras de Europa o América y vuelva de nuevo
El pasado año se aprobó la Ley del Sistema Universitario (LOSU). ¿Sobre qué cimientos deberíamos construir la tantas veces repetida transformación de las universidades para el siglo XXI?
La LOSU es una ley que se dirige a un sistema universitario maduro en un país moderno y ya arraigado en el contexto universitario europeo. Una ley que cumple las funciones esenciales de creación y transmisión del conocimiento y de transferencia de su investigación al acervo de la humanidad y hacia la sociedad española que, en el caso del sistema público, es a quien tiene que servir.
Las universidades españolas, a las que esta ley dota de una mayor autonomía, tienen que afrontar ahora un importante reto que presupone la ley resolviendo algunos problemas inmediatos. Tales problemas son especialmente graves en algunas de ellas. Me refiero como muy urgente al tema de la precariedad de su profesorado más joven que incide fuertemente en la ley. Y hacerlo de la manera más inteligente y responsable posible. Este es un punto clave y trascendente no solo para los profesores mismos que también, sino para todo el sistema universitario español.
La captación o retención del talento en las universidades españolas no es tanto, o no solo es, conseguir que líderes científicos de primera fila, vengan o se queden en España, sino que el talento joven que se inicia en sus doctorados en nuestras universidades, se mueva a otras de Europa o América y vuelva de nuevo.
me parece que la LOSU es bastante timorata en cuanto al papel de los consejos sociales pero que, al dejar espacio para la autonomía, las universidades y sus administraciones tutelantes tienen mucho que decir en sus desarrollos normativos a partir de ahora
Y todo ello teniendo en cuenta que la ciencia no tiene fronteras; un científico tiene claro que la ciencia es su pasión y si otros laboratorios, centros o universidades de otros países, le ofrecen mejores condiciones de trabajo y realización personal, se irá; y si para retornar se le pide un sacrificio desproporcionado o que le haría infeliz, no volverá. Los caminos han de estar abiertos en ambos sentidos e incluso para atraer a otros investigadores jóvenes o no tan jóvenes.
Un segundo aspecto crítico en el desarrollo de la LOSU es despejar burocráticamente los caminos y estimular el diálogo entre los sectores productivos del país para desarrollar la transferencia de conocimiento; esto no se podrá hacer solamente por parte de la universidad es muy necesario que los empresarios españoles se preocupen también de ello, que dediquen un mayor esfuerzo a la innovación como hacen las empresas europeas; el sector público europeo responsable de la I+D es hoy mucho más consciente y hace un mayor esfuerzo que el español. Esta realidad a veces no llega al discurso de las empresas españolas y sí el de la frecuente crítica en relación con la formación de los estudiantes universitarios.
Para cerrar esta reflexión sobre los retos de la nueva ley, me parece que la LOSU es bastante timorata en cuanto al papel de los consejos sociales pero que, al dejar espacio para la autonomía, las universidades y sus administraciones tutelantes tienen mucho que decir en sus desarrollos normativos a partir de ahora. Algunas universidades y administraciones, al menos en lo referido a la captación de talento, lo han hecho decididamente, desde antes de la LOSU, como han sido las catalanas; sus beneficiosos resultados son hoy evidentes.
Una sensación frecuente al hablar con los docentes universitarios es la de cierta falta de ilusión y, sobre todo, de un proyecto compartido más allá de los intereses personales y profesionales. ¿Cuáles son los factores que han contribuido a este desencanto entre el profesorado?
No lo sé. Me lo he preguntado a veces. En la misma línea, también me resulta frustrante cuando los españoles no ponemos la confianza en nuestro país, pese a sacar pecho con el nacionalismo. Eso tampoco lo puedo entender. Demasiadas veces vemos la viga en el propio ojo. Me refiero a la falta de reconocimiento de nuestros logros como país en ciencia y en otros campos. Eso pasa también con nuestras universidades; tal vez la gente y algunos entre los propios universitarios o empresarios, no saben lo extraordinariamente productivas que son nuestras universidades comparándolas con una buena mayoría de las europeas.
No hay más que comparar los fondos que reciben con la calidad y volumen de su trabajo investigador y el número y solvencia media de sus egresados. Pienso que es posible que, entre los universitarios, al estar relativamente mal pagados, comparando con sus pares de los países europeos, están descontentos. Ello acompañado del recelo de considerar que a veces dentro de la universidad, la antigüedad cuenta más que el esfuerzo, o que la institución te cuida poco cuando estás mostrando unos logros notables, tal vez resulte un medio de cultivo propicio para el desencanto.
tal vez la gente y algunos entre los propios universitarios o empresarios, no saben lo extraordinariamente productivas que son nuestras universidades comparándolas con una buena mayoría de las europeas
Durante las últimas décadas las carreras profesionales del profesorado han pasado a girar de manera casi exclusiva sobre las publicaciones científicas. ¿Cómo ha afectado esta circunstancia a la docencia y a la relación con el estudiantado?
No estoy muy de acuerdo con que eso sea así. Y además la actividad investigadora no se mide exclusivamente por los artículos científicos o los libros publicados. Hay otros parámetros como la relevancia del profesor, internacional o nacional. Cierto que cuenta mucho que un profesor sea un buen investigador porque es un aspecto importante y las publicaciones son relativamente fáciles de medir.
Pero dicho esto si se quiere enfrentar actividad docente con actividad investigadora, es la docente la que marca algo tan crucial por ejemplo como el número de plazas que se conceden a los departamentos. Eso es evidente. Aunque al profesor en cuestión se le haya reconocido nacional o internacionalmente un determinado logro científico eso rara vez pesa para que tenga una plaza para su departamento a la que pueda concursar; y si eso ocurriera, entonces es posible que alguien más antiguo o con “más docencia” sea quien gane la plaza. Conozco un número grande de investigadores de alta consideración científica que tienen una actividad docente brillante y son realmente admirados y queridos por sus estudiantes.
¿Cuál debería ser el valor diferencial de las universidades frente a otras instituciones que ofrecen títulos profesionales? ¿Cree que lo cumplen todas las universidades en España?
La enseñanza superior tiene un valor añadido al cometido de enseñar unos programas que es lo que cumplen las enseñanzas secundarias; me refiero a que los títulos profesionales tienen que enseñar a resolver problemas y a improvisar en situaciones de cierta complejidad en un campo determinado; al profesional se le presupone autonomía en su profesión. No conozco muchos estudios “parauniversitarios” de nivel equivalente al de grado. Lo que se conoce como escuelas de negocios, algunas de muy alta solvencia, normalmente son impartidos por universidades privadas o institutos vinculados a universidades públicas o privadas.
Lo que creo imprescindible es que sean expertos los que organicen esa docencia y los que seleccionen un profesorado competente, cuya historia o curriculum garantice su capacitación; si no es así el sujeto de la enseñanza debe ser consciente y conocedor del producto por el que paga. Es seguro que el empleador lo será. También creo que algunas universidades privadas que han surgido en España en los últimos años no reúnen consenso suficiente de los órganos o entidades que deben ser consultadas para su creación y eso puede conducir a error a los usuarios.
creo que algunas universidades privadas que han surgido en España en los últimos años no reúnen consenso suficiente de los órganos o entidades que deben ser consultadas para su creación y eso puede conducir a error a los usuarios
Frente al incremento de comportamientos contrarios a la integridad académica, o a fenómenos como el movimiento “Me too”, ¿qué opina de la aprobación por parte de algunas universidades de “Códigos éticos”?
Creo que es importante que las universidades cuenten con comités de ética o similar y que sus miembros sean electos con garantías. Que preferiblemente no pertenezcan a la comunidad universitaria y que se declaren, caso por caso, los conflictos de interés de los miembros de los comités que hayan de enjuiciar un asunto concreto. Además que parece imprescindible que un comité de ética en una institución tenga competencias sancionadoras de carácter académico.
Desde su experiencia como Vicepresidenta del Consejo Social de la Universidad Autónoma de Madrid que ha sido, ¿cuál ha sido el impacto real de los Consejos Sociales en la vida universitaria?
En todo caso hasta hoy, en el sistema español, el consejo social de una universidad tiene que aprobar el presupuesto anualmente. Eso es obligatorio. Si no lo aprueba no puede ponerse en marcha. Eso es una importante atribución. El rector es miembro activo y copreside el plenario del consejo social. Mi experiencia en el consejo de la UAM fue una interesante experiencia y creo que, bajo diferentes presidencias con distintas composiciones del consejo hubo un buen entendimiento con los equipos de gobierno de la UAM.
Echo de menos mayores competencias expresas por parte de la LOSU en cuanto que considero que es un puente muy importante de comunicación de la vida académica con la sociedad civil ajena a la universidad. Como académica que soy, muchas veces he pensado que una universidad pública necesita una voz externa fuerte y que ese elemento es democráticamente importante. Por supuesto creo imprescindible el zapatero a tus zapatos; el consejo social no puede inmiscuirse en tareas académicas.
En su nueva posición como Presidenta de la Real Academia de Ciencias (Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, ¿cómo valora la relación de la RAC con la sociedad española?
Todos los países que producen ciencia de la buena en el mundo, tienen Academias como la Real Academia de Ciencias o parecidas. Con diferentes ámbitos competenciales, con frecuencia más anchos y en otros casos como la nuestra. La RAC es heredera de una de las pioneras en el mundo que fue la Academia Real de Matemáticas de Madrid, que creó Felipe II en 1586 para resolver problemas de arquitectura e ingeniería civil y otros como cosmología y geografía que importaban mucho al reino o mejor dicho al imperio. Se rompió la continuidad, cosa que no ocurrió con la Royal Society británica desde 1660 y la RAC no tiene esas funciones.
Los problemas científicos de hoy, en todos los estados suelen estar encomendados a las universidades u organismos de investigación específicos. La RAC como las demás academias modernas incluida la Royal Society, tiene funciones de asesoramiento para la toma de decisiones que requieren información científica y otras funciones como la elaboración del diccionario de terminología científica, como puede suponerse en continuo cambio, divulgación de la ciencia y de la cultura científica y funciones de difusión de sus opiniones sobre los temas científicos que considere de relevancia y se vea capaz de aportar.
Como puede verse todas nuestras tareas se refieren a la sociedad española. A lo largo del tiempo desde su creación como tal corporación, en 1847, la RAC ha sufrido períodos de mayor o menor atención por parte del poder político, de hecho en algunos como desde 2012 a 2021 estuvo en mínimos presupuestarios hasta el punto de mantenerse en estado prácticamente vegetativo; en 2020 la institución renovó sus estatutos, por práctica unanimidad, que pudieron ponerse en marcha de manera inmediata desde entonces.
La modernización se asentaba sobre su crecimiento numérico a 216, propiciando el equilibrio de género mediante una cuota femenina obligatoria (al menos 2 de cada 5 nuevos ingresos ) y el rejuvenecimiento de su membresía también con cuota del 50% de ingresos menores de 50 años en el primer nivel de académicos.
Esta nueva andadura la valoro muy positivamente, de hecho se están superando con mucho estas cuotas mínimas; estos y otros compromisos adquiridos en nuestras normas y procedimientos están conduciendo a progresos de nuestra apertura y más activa inserción en el tejido social que espero que nuestro plan estratégico tendrá que entrar a valorar próximamente.