Desinformación, Política y Universidad

«Esta cultura de desconfianza, acompañada de la polarización social y las teorías conspirativas, allana el camino al negacionismo, particularmente impulsado desde la extrema derecha. Este tipo de negacionismo no se limita a desinformar, sino que constituye un proyecto político consciente, orientado a promover el fundamentalismo de mercado y un conservadurismo autoritario y excluyente. Se manifiesta en diversos ámbitos, desde la negación de la evidencia científica sobre el cambio climático de origen humano hasta la resistencia a los avances del feminismo en la lucha contra las desigualdades de género.»

MARIO RÍSQUEZ Y ARIEL JEREZ


La era de la confusión

Lo estamos viendo en Valencia en los días posteriores a la tragedia de la DANA. Vivimos en una era de creciente confusión y desorientación, donde la desinformación y el negacionismo han encontrado un terreno fértil para expandirse. Las causas son múltiples y variadas, abarcando desde eventos globales imprevistos, como la pandemia de 2020, hasta problemas persistentes como el cambio climático y el aumento de conflictos bélicos en los últimos años.

Esta complejidad se ve exacerbada por la sobreabundancia e inmediatez de información, que a menudo satura nuestra capacidad de comprender el mundo que nos rodea. Hoy, la información —inundada de datos, opiniones y conocimiento— nos llega a través de plataformas digitales que, paradójicamente, también facilitan la propagación de noticias falsas y distorsionan la deliberación pública.

Nos encontramos inmersos en lo que podríamos llamar “la era de los relatos tribales”, narrativas que se nutren de hechos alternativos surgidos en internet y redes sociales. Estas narrativas, en su mayoría, se alimentan de teorías conspirativas, que, debido a su lógica interna, se resisten a la verificación y demandan respuestas complejas desde los campos de la educación y los medios de comunicación. Las redes sociales, impulsadas por algoritmos que crean cámaras de eco y refuerzan nuestros sesgos, son un caldo de cultivo ideal para la desinformación y la polarización. Estos espacios virtuales se convierten en comunidades cerradas y autorreferenciales, eliminando la posibilidad de encuentro entre personas con opiniones diversas y fomentando una creciente confrontación afectiva en la sociedad.

Vivimos en una era de creciente confusión y desorientación, donde la desinformación y el negacionismo han encontrado un terreno fértil para expandirse

Las teorías conspirativas y narrativas desinformativas se expanden con facilidad debido a su aparente simplicidad y su inclinación a buscar culpables externos, desactivando cualquier sentido de responsabilidad personal. Estas explicaciones simplistas y cargadas de autocomplacencia se ofrecen como una receta aparentemente atractiva para sostener estilos de vida consumistas y cómodos. La carencia de alternativas en un entorno mediático controlado por grandes corporaciones refuerza esta tendencia.

El negacionismo como proyecto político

Esta cultura de desconfianza, acompañada de la polarización social y las teorías conspirativas, allana el camino al negacionismo, particularmente impulsado desde la extrema derecha. Este tipo de negacionismo no se limita a desinformar, sino que constituye un proyecto político consciente, orientado a promover el fundamentalismo de mercado y un conservadurismo autoritario y excluyente. Se manifiesta en diversos ámbitos, desde la negación de la evidencia científica sobre el cambio climático de origen humano hasta la resistencia a los avances del feminismo en la lucha contra las desigualdades de género.

Este proyecto reaccionario utiliza el clima de desconfianza y un relativismo extremo para justificar la desregulación y el retraimiento del Estado de los asuntos públicos, bloqueando así soluciones que podrían alterar el statu quo. En el contexto de la crisis ecológica, por ejemplo, el negacionismo reacciona con tácticas dilatorias, negando la urgencia de cambios estructurales en nuestra organización social y proponiendo soluciones temporales que eluden la magnitud del problema.

A medida que se difumina la línea entre la verdad y la mentira, entre la realidad y la opinión, el concepto mismo de «verdad» se debilita en la sociedad, complicando cualquier intento de avanzar hacia transformaciones emancipadoras que erosionen privilegios y poder. Esta degradación del debate público permite, por ejemplo, que se nieguen sin evidencia las desigualdades de género o se culpe a la migración del desempleo y el deterioro de las condiciones de vida.

La ciencia y la universidad son proyectos sociales al servicio de una sociedad mejor

Ciencia y universidad frente al negacionismo

Frente a esta situación, la comunidad científica y la universidad deben dar un paso al frente, y este compromiso puede adoptar diversas formas. Un enfoque esencial es repensar la divulgación científica, no solo como transmisión de contenido, sino como un esfuerzo por explicar los mecanismos y la naturaleza de la actividad científica. Uno de los mayores desafíos consiste en comunicar que los resultados científicos son provisionalmente -en tanto están sujetos a revisión- confiables y válidos, aunque el proceso investigador esté atravesado por intereses económicos y políticos.

Explicar cómo los intereses de la industria farmacéutica pueden influir en la medicina sin caer en la desconfianza generalizada en los tratamientos médicos, por ejemplo, es clave para combatir la cultura de la conspiración. En el terreno de la desconfianza y el relativismo surgen afirmaciones absurdas, como la de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, sugiriendo la inyección de desinfectante para combatir el «virus chino» (COVID-19).

Pero también es necesario defender la existencia de universidades públicas de calidad, no solo como instituciones de acceso universal y suficientemente financiadas; sino como espacios en los que se pueda debatir sobre qué se enseña e investiga y en qué condiciones se hace. La ciencia y la universidad son proyectos sociales al servicio de una sociedad mejor. A veces son motor de desarrollo territorial y otras veces escuchan y anticipan los debates del mañana.

En un momento en dónde opciones políticas que alientan los relatos negacionistas se han propuesto ahogar a las universidades públicas infrafinanciándolas, es vital volver a poner en valor el papel de la educación y la investigación pública como antídoto contra la intoxicación, la desinformación y el negacionismo.


Agradeceremos sus comentarios y preguntas sobre este artículo. Envíe  un correo electrónico a los editores o envíe una carta para su publicación.


Observatorio UCM 2030: un proyecto impulsado por un grupo de trabajadores de diversas facultades y disciplinas que tiene como objetivo promover cambios desde la comunidad universitaria hacia una sociedad más justa, democrática y mejor preparada para enfrentar la crisis ecosocial


MARIO RÍSQUEZ

Miembro del Observatorio UCM 2030

ARIEL JEREZ

Miembro del Observatorio UCM 2030

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.