La precariedad económica ha alimentado las tensiones políticas y el descontento social a lo interno de los países, llevando a una crisis latinoamericana del modelo de democracia liberal-representativa. Aunque la economía es global, la oferta política y las elecciones no lo son. Estas son nacionales con fuertes raíces locales, lo que genera grandes disonancias entre la realidad externa e interna de las naciones.
JOSETTE ALTMANN-BORBÓN
Desaceleración económica y corrupción desequilibran la democracia
En el contexto de una desaceleración económica regional y un aumento de los escándalos de corrupción, la inestabilidad política se propagó, desafiando el equilibrio de la democracia en la mayoría de los países de la región.
La percepción de la ciudadanía es que los gobiernos elegidos democráticamente no tienen la capacidad de gobernar, sino que los mercados, los acreedores, las instituciones internacionales, las empresas transnacionales o las entidades técnicas, son los que establecen las reglas y toman decisiones. Esto produce un déficit de democracia. (1)
El Informe 2021 del Latinobarómetro(2) refleja el debilitamiento de la democracia y las instituciones en los últimos años. Entre 2010 y 2018, el apoyo a la democracia cayó 15 puntos porcentuales pasando de 63% a 48%. Para 2020, a un año del inicio de la pandemia, el 49% de los latinoamericanos aseguran apoyar la democracia, pero preocupa un 13% que apuesta por el autoritarismo y la indiferencia al régimen de gobierno que alcanza un 27%.
Por un lado, no hay poder en los gobiernos, no tienen capacidad para articular intereses y proponer respuestas a fenómenos vinculados a la globalización. Por otro lado, los partidos políticos han perdido la capacidad de escuchar y comprender las demandas de las nuevas generaciones hiperconectadas que viven en sociedades más complejas y diversas.
El crecimiento de la oferta populista
Esto ha llevado a un aumento creciente de candidatos outsider y populistas que amenazan los controles y equilibrios democráticos. Con la fe en la democracia y la confianza en la política en mínimos históricos, los candidatos externos al sistema de partidos, incluso en sistemas de partidos que alguna vez fueron fuertes como Chile o Costa Rica, surgen y crecen en popularidad. Algunos incluso han ganado elecciones. La probabilidad de este escenario aumentará a medida que la desigualdad se mantenga en los niveles actuales o, peor aún, aumente.
El último ciclo electoral ha favorecido el surgimiento de figuras populistas con tintes autoritarios que contribuyen a la implosión de los sistemas de partidos. La reciente turbulencia política en América Latina nos impulsa a explorar, con preocupación, la zona gris entre el autoritarismo y la democracia. La crisis sanitaria, que asestó un nuevo golpe a las economías de la región y erosionó aún más la legitimidad de los gobernantes de turno, corre el riesgo de amplificar esta tendencia a la inestabilidad política y a alimentar la oferta antisistema en el corto plazo.
La democracia, como modelo dinámico de organización política, no es estática, es perfectible y tiene las condiciones para adaptarse a las necesidades de los nuevos tiempos. Al final, este es el gran desafío del sistema democrático en todo el mundo. Los países de América Latina y el Caribe deben hacer una revisión y reflexión profunda que les permita rectificar el camino hacia una democracia que responda de forma inclusiva y sostenible a las necesidades de sus ciudadanos.
Las sociedades modernas tienden a ser más complejas, más diversas, más plurales, con problemas difíciles de resolver. La solución requiere una ciudadanía madura y responsable, en pleno ejercicio de las responsabilidades políticas, económicas, sociales y culturales de la civilidad, para lo cual es necesario repensar la responsabilidad compartida de las instituciones democráticas, los partidos políticos y la sociedad civil.
Los peligros de la «infocracia»
Todas las estructuras de intermediación social modernas, nuevas o viejas, se enfrentan a la obsolescencia inmediata de cualquier novedad de la sociedad del espectáculo, los titulares amarillistas y la manipulación emocional de una población poco informada, pero paradójicamente llena de información a su alcance. El filósofo surcoreano, Byung Chul Han, expone esto en su nueva reflexión llamada “Infocracia”, donde la digitalización y el exceso de información hacen que la democracia degenere en guerras y campañas políticas de desinformación, troles, fake news y teorías de la conspiración. En este escenario los sacrificados son los hechos y la ciencia. Esto, sin dejar de lado los efectos sobre la institucionalidad democrática, la gobernabilidad y el Estado de Derecho.
Los gobiernos se enfrentan a la complejidad de actores sociales y sus múltiples demandas, la volatilidad de un mundo en transición con conflictos, y a los retos del fracaso de una acción climática que sigue poniendo en riesgo la existencia de nuestra especie, así como la de muchas otras que coexisten con la nuestra.
Hablamos de sociedades cada vez más fragmentadas. Cuando algo se fragmenta pierde su solidez, forma y unidad, a eso se refería Bauman con modernidad líquida. Lo fragmentado se desprende de la totalidad y sus bordes se convierten en nuevas fronteras, lo que ocasiona cambios en la composición, estructura y función con respecto a los demás. Esto se parece más a las discontinuidades y constantes ciclos de ruptura social y reacomodo que se viven los países de la región tanto a lo interno con la territorialización de la competencia político-partidaria, que implica más rupturas, así como a lo externo, con los cambios ideológicos de los gobiernos de turno.
En una dinámica donde el espacio político se reduce frente a las demandas de los nuevos actores sociales, debemos pensar si el espacio compartido ha pasado a ser un espacio solo de competencia y no de convergencia. Existe una desconexión entre política y sociedad, así como, entre divisiones políticas por un lado e intereses y valores sociales por otro lado.
Los nuevos mapas conceptuales
En medio de todo esto navegan los ya desgastados partidos políticos y nuestras democracias. ¿Cómo hacer converger visiones compartidas de futuro en sociedades cada vez más fragmentadas, diversas y plurales?
Esto no se puede responder desde las antiguas categorías de la ciencia política, mucho menos desde las ideologías clásicas que han moldeado la política desde inicios de la modernidad, se requiere un esfuerzo más allá de lo tradicional y multidisciplinario. La historia no ha llegado a su fin, nos corresponde de esta manera inventar, crear, pasar a la acción y plantear nuevos mapas conceptuales.
La filósofa española Marina Garcés nos expone a la parálisis de la imaginación(3), donde, como simples espectadores y desbordados ante la complejidad de los hechos, se ve el presente como precario y el futuro como apocalíptico, el presente como tabla de salvación y el futuro como amenaza.
Si se clausura el futuro y se disocia el saber de la acción transformadora, toda oferta discursiva, sea de izquierda o de derecha, pierde su atractivo para el público y lo único que deviene de ello es más ansiedades sociales y una cada vez más peligrosa tendencia a la polarización política múltiple.
América Latina y el Caribe no resisten más refacciones. Brechas educativas y digitales, déficits de vivienda, desigualdad y exclusiones sociales crecientes, pobreza, inequidad en el acceso a la salud y crisis de seguridad persisten.
No se puede dejar de lado que la política está polarizada porque la economía está polarizada: conflictos distributivos, inflación, evasión y elusión fiscal, reformas laborales, salarios bajos, costos de producción elevados, acumulación de riqueza en pocas manos, sistemas impositivos regresivos.
Persisten marcadas desigualdades laborales por motivos étnicos, indígenas y afrodescendientes están sobrerrepresentados en los trabajos más precarios y peor remunerados. Parte de esas debilidades estructurales no subsanadas por los gobiernos posneoliberales de la primera década del siglo XXI tiene que ver con la falta de acceso a los sistemas de protección laboral de las personas trabajadoras, mientras que cerca del 40% de estas ganan salarios por debajo del mínimo establecido.(4)
El economista británico Paul Collier(5) expone las razones de estas fragmentaciones y violencias sociales:
“los nuevos triunfadores no son ni capitalistas ni trabajadores normales, son aquellos que tienen una buena educación y nuevas habilidades. Se han constituido en una nueva clase; se conocen en la universidad y desarrollan una nueva identidad compartida en la que la estima proviene del talento. Incluso han desarrollado una moralidad distintiva, al elevar características como la pertenencia a una minoría étnica y la orientación sexual a identidades grupales en las que se identifican como víctimas. Sobre la base de su preocupación singular por los grupos de víctimas, se atribuyen una superioridad moral frente a quienes tienen menos estudios”.
Si las sociedades latinoamericanas y caribeñas están cada vez más conscientes de las grandes brechas de desigualdad que las atraviesan, y que ahora no solo son geográficas, sociales y económicas, también ambientales, culturales y digitales, la desafección hacia la democracia y el sistema que perciben como imposible de garantizar la cohesión social, la mejor distribución de la riqueza y las oportunidades, puede tender a convertirse en movimientos políticos que avancen hacia la atomización radical de la sociedad y un mayor debilitamiento de la democracia.
Existe una pluralización y descentralización del conocimiento con poca socialización, una obsolescencia cognitiva de los ciudadanos que es incompatible con la democracia, pues frente a ese nivel de desentendimiento de lo público, ya sea por ignorancia o por falta de interés, las decisiones más importantes para un país son tomadas en instancias no siempre abiertas, participativas o democráticas. Tenemos así un alejamiento de las instituciones democráticas hacia las personas y viceversa.
No estamos pudiendo gestionar la complejidad, solo administrar las incertidumbres. La falta de una efectiva socialización del conocimiento es un impedimento para hacer coincidir visiones de desarrollo compartidas, políticas públicas coherentes y, por lo tanto, generar confianza en la ciudadanía.
En los procesos de cambio se mezclan una infinidad de interacciones y relaciones causales que afectan convicciones, individuos, sistemas productivos y estructura política de los estados, lo que sí podemos hacer, es darle forma a partir de aquello que visualizamos puede constituirse en un camino para el futuro, enfrentando la incertidumbre y construyendo confianza de nuevo en sociedades fragmentadas.
La política del ahora y del futuro inmediato nos exige también saber administrar nuestras ignorancias. Para ello, se necesita aprender a desaprender, pensar de forma disruptiva y estar en constante diálogo con los nuevos conocimientos y tendencias que conducen la realidad es de vital importancia. Prepararse para lo desconocido es el primer paso para toda persona tomadora de decisión, es parte del ser creativos e innovadores en el construir agendas inclusivas, que rompan con ese ciclo de crisis y abran nuevas puertas a un mundo con mayor justicia social, ambiental y digital.
Notas
(1) Altmann-Borbón, J. (2021) Extraído del discurso Observaciones sobre democracia y gobernanza global presentado durante el Foro Internacional sobre la Democracia: Los Valores Humanos Compartidos organizado por la Academia de China de Ciencias Sociales (CASS) el 4 de diciembre de 2021, en Beijing, República Popular China.
(2) Véase: Informe Latinobarómetro 2021. https://www.latinobarometro.org/latContents.jsp
(3) Isabel Carrero y Gonzalo Moncloa Allison. Entrevista a Marina Garcés. 23-26. Forma. Revista d’estudis comparatius. Vol 17 Spring 2018. ISSN 2013-7761.
(4) Benza, G. y Kessler, G. (2020). La ¿nueva? estructura social de América Latina. Cambios y persistencias después de la ola de gobiernos progresistas. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
(5) Collier, P. (2020). El futuro del capitalismo: Cómo afrontar las nuevas ansiedades. Chile. p. 14.
JOSETTE ALTMANN-BORBÓN, PhD, Secretaria General, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
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