La universidad es un espacio de cooperación y aprendizaje pero también una batalla de supervivencia académica. Se cuestiona por qué los estudiantes deben adaptarse a la universidad en lugar de que esta se adapte a sus necesidades, enfatizando la importancia de crear entornos educativos que equilibren el rigor académico con el cuidado de la salud mental. Pues, la separación entre afectos y enseñanza no tiene sentido en una sociedad que demanda cuidados multidireccionales.
INÉS BUENO PASCUAL Y GEORGIANA LIVIA CRUCEANU
La universidad como espacio de tránsito
La universidad, entendida como concepto, como espacio físico, como las personas que la componen… evoca una gran variedad de imágenes mentales en una sociedad diversa que muestran la complejidad de su estructura y su(s) dinámica(s). Cada vez más, cabe plantearse si la universidad es un espacio que habitar o un espacio de tránsito, y si es un eslabón más que superar en una sociedad regida por la meritocracia y la excelencia.
Siendo para algunas un espacio de cooperación mediado por el aprendizaje, ¿por qué para otras parece ser un campo de batalla que se rige por la ley del más fuerte, esto es, aquel que sobrevive a la presión social y a las exigencias académicas?. ¿Qué marca esta diferencia? ¿Por qué cada vez más personas sienten que se deja de lado sus necesidades individuales y colectivas? ¿Por qué son las personas las que deben adaptarse a la universidad y no al revés?
No somos números aglomerados en una tabla de Excel, somos personas que piensan y sienten desde una mirada que se entrecruza con el resto entre las aulas. No somos las piezas de un engranaje que deben ir encajando, ni estamos ahí para ser moldeados. Estamos ahí para crecer, no solo en una futura carrera profesional, sino también como personas. Personas que algún día devolverán a la sociedad una pequeña parte de lo que nos da. Por eso, muchas nos preguntamos dónde queda nuestra salud mental en todo este entramado. Dónde quedamos nosotros y nosotras, las estudiantes.
También habría que preguntarse por qué los estudiantes de postgrado tienen una probabilidad seis veces mayor de experimentar depresión y ansiedad en comparación con la población general [1]. El bienestar emocional surge como una cuestión fundamental, donde la salud no es un capricho, ni su ausencia una debilidad personal, sino que es una dimensión más de las/os estudiantes que no debe dejarse de lado.
Cabe plantearse si la universidad es un espacio que habitar o un espacio de tránsito, y si es un eslabón más que superar en una sociedad regida por la meritocracia y la excelencia.
La búsqueda de un espacio universitario colaborativo
Esta presión institucional, unida al discurso de la meritocracia y de la excelencia, se refleja desde el primer acto de bienvenida a través de comentarios como “debéis estar orgullosos/as de estudiar en esta Universidad”. Tener la oportunidad de estudiar es un privilegio para muchas personas y aunque es, hasta cierto punto, comprensible el deseo de mantener el prestigio de la institución (por el bien de la misma y también, no puede negarse, de las/os estudiantes), no conviene seguir incentivando la competitividad o la autoexigencia para mantener unas calificaciones “excelentes” que, con frecuencia, da lugar a prácticas perjudiciales para el bienestar físico, emocional y social de la persona.
Al intentar cumplir unas expectativas impuestas y, en ocasiones, no deseadas, e incluso, incompatibles con los valores, aspiraciones y propósitos de las/os estudiantes, podría dejarse de lado el compromiso cooperativo. Sin embargo, nuestra experiencia como estudiantes en distintas universidades (Universidad Complutense de Madrid, Universidad del País Vasco, Universidad Carlos III de Madrid, Universitat Jaume I y Accademia di Belle Arti di Bologna) nos ha enseñado que en estos espacios, que podrían ser represivos, hay lugar para el apoyo mutuo, la creación de espacios amigables y la construcción y comunicación del conocimiento construido de manera cooperativa, dentro y fuera del ámbito académico.
Tal vez si la universidad fuera ese espacio seguro no habría necesidad de explicar por qué las fórmulas de evaluación, en muchos casos, a muchos estudiantes se les corta el aire cuando se sientan en el pupitre en el que se jugarán durante una hora el trabajo de todo un curso. Siendo los exámenes, el TFG/TFM/Tesis doctoral y las perspectivas profesionales, lo que más malestar genera en las/os estudiantes [2], es importante reinventar los enfoques bajo los que se rigen. El esfuerzo y el sacrificio dejarían de ser pilares fundamentales para dar lugar a un espacio en el que las personas puedan compartir conocimientos y experiencias, y dejar de competir.
No conviene seguir incentivando la competitividad o la autoexigencia para mantener unas calificaciones “excelentes” que, con frecuencia, da lugar a prácticas perjudiciales para el bienestar físico, emocional y social de la persona
Cuidar(se) en la universidad
Considerando que la universidad es una institución dedicada a la enseñanza y a la producción y comunicación de conocimiento, es pertinente preguntarse cuál es su papel en una sociedad en la cual se demandan una actualización inmediata y la digitalización e internacionalización de cualquier perfil profesional y, cada vez más, las (mal) llamadas soft skills. Hablamos de inteligencia emocional, de empatía, de resiliencia, de creatividad. Para ello, necesitamos un modelo de enseñanza innovador en cuanto a técnicas, herramientas y formatos, pero sobre todo, un modelo pensado por y para las/os estudiantes.
Se percibe como una estructura ajena a la sociedad, encerrando entre sus muros de marfil el conocimiento y el talento. El papel de la universidad debería dejar de ser exclusivamente de formar profesionales cualificados y ha de repensar sus dinámicas ante la demanda de muchas personas que necesitan ser comprendidas, acompañadas y cuidadas.
El proyecto DESIGUANSIDEP llevó a cabo en 2022 un estudio sobre el malestar/bienestar emocional en la Universidad Complutense de Madrid y los resultados [2] son preocupantes. El 68,3% de las/os estudiantes afirman haber percibido ansiedad y/o depresión en bastantes y muchas ocasiones, y el 52,6% afirman haber sentido la necesidad de pedir ayuda profesional. ¿Quién nos cuida en la Universidad?
Necesitamos un modelo de enseñanza innovador en cuanto a técnicas, herramientas y formatos, pero sobre todo, un modelo pensado por y para las/os estudiantes.
La presión académica, las responsabilidades familiares, la carencia de recursos (o la inestabilidad en su mantenimiento), las necesidades individuales, las incongruencias administrativas, la incertidumbre laboral,… son solo algunas de las situaciones que forman parte de la realidad de cada estudiante. Estas particularidades no desaparecen al pisar el campus y requieren ser conocidas y comprendidas.
La separación entre enseñanza y afectos carece de sentido en un momento en el que el contacto y el diálogo pueden ser un faro en medio de cualquier tormenta. Esto implica cuestionar el acercamiento y el tipo de enseñanza que reproducen muchos docentes, y que se caracteriza por dicha separación cómo índice de profesionalidad. Esta fisura en el sistema universitario es una ausencia consciente de responsabilidad afectiva y de modelos basados en la calidad y rigor científico, pero también en el bienestar de las protagonistas[2].
Hablar de cuidados no implica infantilizar ni colocar a nadie en una posición paternalista, más bien al contrario, valorar el impacto positivo que pueden tener los cuidados considerando la interdependencia que nos caracteriza como humanos y desde un enfoque multidireccional: no solo hacia las/os estudiantes, sino hacia todas las personas implicadas en la vida universitaria. En 2021, estudiantes de más de 10 universidades españolas comprendieron la importancia de reconocer y agradecer a las personas que nos cuidan en el ámbito universitario.
Valorar el impacto positivo que pueden tener los cuidados considerando la interdependencia que nos caracteriza como humanos y desde un enfoque multidireccional
En el marco del programa Global Challenge que cuenta con el impulso de la ONG ONGAWA, se puso en marcha el movimiento “Sin ti la Uni se para” [3] con el objetivo de visibilizar a las personas que cuidan (personal de mantenimiento y de limpieza, docentes, personal administrativo, así como todas las personas que mantienen en funcionamiento servicios imprescindibles como la biblioteca, secretaría, cafetería,…) y crear un espacio de agradecimiento (un evento online y un buzón digital de los cuidados) para que cada estudiante pueda compartir sus vivencias y el impacto que ha tenido el sentirse cuidado/a en un entorno que parece poner más énfasis en la excelencia.
Pregunta (y escucha), no des nada por sentado
A la hora de hablar de propuestas concretas para repensar la universidad desde los cuidados multidireccionales, lo primero es escuchar. Es necesario implementar métodos de escucha activa que tengan un impacto, es decir, que la voz de las/os estudiantes no se quede por el camino, sino que formen parte de las decisiones que se toman y afectan a toda la comunidad universitaria. Llevar esto a cabo parece problemático, en tanto que los sistemas de representación no son suficientes y la manera de las/os estudiantes de relacionarse y de identificarse con la universidad se desarrolla en medio de vulnerabilidades de muy diverso carácter.
Relacionarse e integrarse puede hacerse participando en actividades o eventos organizados en el marco universitario, pero no debería ser imprescindible o la única manera de implicarse y sentirse conectadas/os. Las reflexiones en torno a las expectativas vs. realidades de la vida universitaria [4], sugieren la necesidad de cuestionarse cómo se sienten las/os estudiantes, cómo se identifican con los ideales académicos, cómo participan en la vida universitaria. Y surge así la necesidad de plantearse qué es una universidad basada en los cuidados: qué espacios están pensados para cuidar(nos) y cómo formamos parte de una universidad.
Se demanda una responsabilidad afectiva entre los miembros de la comunidad universitaria y flexibilidad para mantener una relación sana con una misma y con el entorno
Sería deseable generar entornos de creatividad colectiva [2] que supongan un espacio seguro donde poder expresar, intercambiar y acompañar, espacios amables, cómodos, abiertos al diálogo, a generar sinergias, a hacer vida. Sería aconsejable que estos espacios no se dedicaran solo al estudio, a actividades socioculturales organizadas por las asociaciones, sino también aquellos no-lugares que componen la universidad como los pasillos, la parada del autobús o las puertas de los baños.
Además de espacios, también proponemos desarrollar iniciativas enfocadas a las necesidades y preocupaciones de las/os estudiantes como pueden ser el bienestar/malestar emocional. Las/os estudiantes no tienen la persiana bajada y tampoco buscan sentirse como en casa. Se demanda una responsabilidad afectiva entre los miembros de la comunidad universitaria y flexibilidad para mantener una relación sana con una misma (autocuidados) y con el entorno.
Notas
[1] Evans, T. M., Bira, L., Gastelum, J. B., Weiss, L. T., Vanderford, N. L. (2018). Evidence for a mental health crisis in graduate education. Nature biotechnology, 36(3), 282-284. https://doi.org/10.1038/nbt.4089
[2] Cruceanu, G.L., Bueno Pascual, I., López Salas, M., Morel Rioseco, M.J., Bermejo Gil, V., Muñoz Haba, A., González Pérez, S., García Larrauri , L., Regalía Hendi, C.I., Fernández Guerra, T.F., Serrano Pascual, A. (2022). Desigualdades frente a la ansiedad y la depresión autopercibidas en los y las estudiantes de la UCM: manifestaciones y búsqueda de apoyos (DESIGUANSIDEP). Disponible en: https://www.ucm.es/observatorio/file/informe-proyecto-47?ver
[3] Global Challenge (2021). Sin ti la Uni se para. Más información en: https://www.uc3m.es/cooperacion/GlobalChallenge#actividadespasadas
[4] Vicerrectora de Estudiantes UCM (2023). Expectativas versus Realidad en la Universidad: vías para recuperar la ilusión. Cursos de Verano UCM: Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial. Grabación del curso disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=r9F8ZJbsWDk&list=PLwOJAiBkkmu5piIHE7O0yM4foEH6o3aWW
INÉS BUENO PASCUAL.
Artista, doctoranda en Psicología e investigadora.
E-mail: inebueno@ucm.es
GEORGIANA LIVIA CRUCEANU.
Socióloga, metodóloga e investigadora.
LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/georgiana-livia-cruceanu/