«La relación entre el aprendizaje profesional y el estrictamente académico ha cambiado profundamente en las últimas décadas» Entrevista a Lucas Gortázar y Juan Manuel Moreno, autores de «Educación universal»

«En una economía del conocimiento, el valor al alza son las habilidades cognitivas, pero también sociales, pues las interacciones humanas son mucho más importantes que en una economía industrial. Esa combinación de demanda una ciudadanía más preparada, con un aprendizaje y desarrollo de habilidades más profundo, muy conectado lógicamente con el conocimiento.  En ese mundo, las demandas de una ciudadanía crítica y con valores bien trabajados coincide con las demandas de una economía del conocimiento» señala Lucas Gortázar.


Lucas Gortázar y Juan Manuel Moreno son dos destacados académicos y expertos en el campo de la educación, recientemente conocidos por su colaboración en la publicación del libro Educación universal: un proyecto de historia de las desigualdades (2024). Gortázar, profesor de Historia de la Educación y especializado en estudios comparados, y Moreno, catedrático de Sociología con una amplia trayectoria en análisis de políticas educativas, han unido sus conocimientos para abordar una de las cuestiones más urgentes en la educación contemporánea: las desigualdades.

En este libro, los autores exploran cómo la educación, a lo largo de la historia, ha sido un espacio tanto de inclusión como de exclusión social, ofreciendo un análisis crítico sobre cómo los sistemas educativos han contribuido a la reproducción de las desigualdades sociales. Con una mirada crítica el libro ofrece una reflexión sobre las tensiones entre los ideales de la educación universal y las realidades de un sistema educativo marcado por la desigualdad.


Lucas.- ¿Cuándo hablamos de educación universal lo hacemos también del derecho a la educación para todas las personas a lo largo de su vida?

Hablamos del proyecto de educar a todos. De educar a las masas como si fueran élites. Ese proyecto, formulado en la Ilustración, logró un poder acelerador en el siglo XX, con la expansión de los sistemas educativos, la Declaración de Derechos Humanos y una época de crecimiento económico y ampliación de derechos a nivel global espectacular. Y mientras se van logrando hitos, se van identificando nuevas metas, así que lógicamente, sí, una de ellas es de las personas adultas a lo largo de su vida, especialmente las que no pudieron ejercer su derecho en la infancia y lograron alcanzar niveles educativos muy bajos.

Juan Manuel.- Califica en su libro “Educación universal” a la formación profesional como “la última frontera de la educación contemporánea”. ¿Cuál es la diferenciación entre el aprendizaje en la formación profesional y en la universidad? ¿Cómo debería ser su relación?

La última frontera de la democratización de la educación contemporánea es, creo, la educación secundaria; de ahí la gran apuesta del ODS4 de universalizar este tramo o subsector de la educación. Para conseguir ese objetivo es necesario meter en la ecuación a la formación profesional, y no sólo en el nivel secundario sino también en el post-obligatorio de la educación terciaria (universitaria y no universitaria). En el contexto de una universidad de masas, la relación entre el aprendizaje profesional y el estrictamente académico – en el sentido más tradicional de la palabra – ha cambiado profundamente en las últimas décadas y es previsible que cambie aún más en los próximos tiempos.

La paradoja más interesante es que las habilidades y competencias más básicas y los conocimientos más generales han ido cobrando un valor cada vez mayor en el mercado y, aunque los sigamos considerando generales y académicos, son también profesionales en el mercado laboral actual. Solo hace falta comprobar qué es lo que valoran – y demandan – los empleadores para convencerse de que la relación entre lo académico y lo profesional nunca volverá a ser lo que era.

En el contexto de una universidad de masas, la relación entre el aprendizaje profesional y el académico ha cambiado en las últimas décadas y es previsible que cambie aún más en los próximos tiempos

Juan Manuel. – La educación en la sombra es el gran fenómeno global emergente en la educación, ¿cuál es su relevancia en el ámbito universitario?

En efecto, aunque bien podría decirse que ya es algo más que un fenómeno emergente. Sin embargo, toda la investigación de la que disponemos, que es mucha, está centrada en la educación básica, incluyendo también la educación infantil. En materia de educación superior, más allá de la enorme inversión de las familias en la preparación de los exámenes de acceso a la universidad, sabemos muy poco sobre qué papel pueda jugar y qué dimensiones pueda tener la llamada educación en la sombra. Tiene sentido lanzar la hipótesis de que, a medida que se ha expandido y democratizado la educación superior, tanto la oferta como la demanda de educación en la sombra ha tenido que sugir y crecer con fuerza.

Juan Manuel. – Cada vez hay más proveedores de formación on-line, bien sean universidades o plataformas de autoaprendizaje, además esta modalidad de aprendizaje es la que más ha crecido en la última década, hasta un 900% ¿Podemos hablar de verdadera educación en una relación de aprendizaje totalmente virtual?

Responder a esta pregunta requiere tener claro y estar de acuerdo sobre qué es una “verdadera educación”, cuestión filosófica que excede el espacio y el tiempo que tenemos en esta entrevista. Si se pudo hablar en su día de “enseñanza por correspondencia” y más delante de radio o de televisión educativa, no veo razón de fondo ni de peso para tachar de no genuinamente educativa la formación online. Eso sí, yo seguiré defendiendo el espacio físico de las instituciones educativas como algo imprescindible e insustituible.

Lucas.- El recientemente nombrado gobierno británico ha declarado como una prioridad universitaria la adquisición de “skills”, con una clara intención de favorecer la empleabilidad ¿Podemos considerar que la adquisición de estás habilidades es coincidente con la de los valores de una educación ciudadana?

En una economía del conocimiento, el valor al alza son las habilidades cognitivas, pero también sociales, pues las interacciones humanas son mucho más importantes que en una economía industrial. Esa combinación de demanda una ciudadanía más preparada, con un aprendizaje y desarrollo de habilidades más profundo, muy conectado lógicamente con el conocimiento.  En ese mundo, las demandas de una ciudadanía crítica y con valores bien trabajados coincide con las demandas de una economía del conocimiento.

En una economía del conocimiento, el valor al alza son las habilidades cognitivas, pero también sociales, pues las interacciones humanas son mucho más importantes que en una economía industrial

Son las dos caras de la misma moneda y tenemos la suerte de no tener que elegir entre dos disyuntivas contrapuestas. Por eso hay una pinza de intereses contrapuestos crítica con un modelo curricular que responda a estas demandas: porque, por un lado, está respondiendo a los valores ciudadanos (criticada por quienes en nuestro libro llamamos descontentos) y a las demandas del mercado (criticada por quienes llamamos los desencantados).

AGHM

Lucas.- Un capítulo de su libro recoge como título la frase de Cary Grant en Sospecha cuando dice, “el secreto del éxito es empezar desde arriba” ¿Hasta qué punto la “Educación universal” no actúa como chivo expiatorio de las injusticias estructurales?

Unos piensan que todo va mal y otros que nada va bien. Todo es cuestión de expectativas. La realidad es que, al menos hasta 2008, a nivel global, en materia de educación, pero también en casi cualquier ámbito del progreso humano, estábamos mejor que nunca. Ahora las cosas han empeorado debido a la Gran Recesión, la pandemia de la covid-19, diversos conflictos armados en auge que generan inestabilidad económica y social.

También vamos tomando cada vez más consciencia de las enormes desigualdades educativas y del papel que juega el origen social. Pero es la paradoja de la Educación Universal: a mayor igualdad de oportunidades, mayor desigualdad de resultados. Las oportunidades generan expectativas y sí, aunque tengamos éxito, también estamos fracasando: si las expectativas se frustran, llega el descontento y el desencanto.

Juan Manuel. – Un estudiante Oxbridge tiene hasta 250 veces más posibilidades de ocupar un puesto directivo en UK que otro de cualquier otra universidad, proporción que no ha parado de crecer desde los años 80 del siglo pasado. En su libro se reitera que más democratización en la educación está suponiendo más desigualdad ¿Cómo se expresa esta realidad en un mundo universitario globalizado?   

El caso de Oxbridge en el Reino Unido no tiene parangón, al menos no en el ámbito de la OCDE.  Por eso creo que hay que estudiarlo como un caso interesante y del que cualquier país puede aprender mucho, pero desde luego no como ejemplo o señal de una tendencia global. Dicho lo cual, en efecto, una mayor democratización del acceso a la educación conduce inexorablemente a más diferencia de resultados entre quienes acceden, y tales diferencias pueden traducirse a su vez en más desigualdad. La clave está en cómo asegurar que la democratización del acceso permita conseguir “suelos” de resultados cada vez más altos para todos; porque la elevación de tales suelos es el mejor antídoto contra la desigualdad.

Pero es la paradoja de la Educación Universal: a mayor igualdad de oportunidades, mayor desigualdad de resultados

Lucas.- La discutida prohibición por el Tribunal Supremo de EEUU de las políticas DEI (Diversity, Equity, and Inclusion) de la affirmative action han propiciado que en el  Instituto Tecnológico de Massachusetts la matriculación de afroamericanos y latinos se ha desplomado en un 36 por ciento. En España el debate sobre el acceso y admisión a la universidad se centra exclusivamente en la realización de la EBAU ¿Ofrece el sistema universitario español un sistema de acceso y admisión equitativo? ¿Cómo podríamos aproximar mérito y equidad en la admisión a las universidades?

La admisión a la universidad española pública, organizada por sistema público de distrito único, está mediada por una prueba de acceso que es también un título de graduación (la nota de Bachillerato avala la obtención del título, pero también es el 60% de la nota de acceso), y por una prueba externa que es no uniforme, no homogénea y ofrece poca opcionalidad (la relación entre lo que uno se va a examinar y lo que uno va a estudiar es baja). En un mundo de oferta ilimitada, no sería un problema. Pero en un contexto de expansión de la educación superior y oportunidades escasas en las carreras más demandadas, eso genera distorsiones, desigualdades y aumenta falta de legitimidad de la prueba.

Para coaligar mérito y admisión, hay varias opciones: se puede ampliar la oferta universitaria de lo que ya es demandado por alumnos y mercado laboral (y reducir aquello que no tiene demanda), pero también mejorar la calidad de la selectividad y por supuesto, hacer que la prueba sea un pasaporte igual para cualquier universidad independientemente de donde haces la prueba. Pero eso, sabemos, generaría más inequidad inter-territorial, algo que políticamente sería muy complejo manejar. Los ganadores del sistema actual son los alumnos de las CCAA del sur.

Juan Manuel.- La desafección institucional y la guerra cultural están comprometiendo el futuro de la universidad ¿El distanciamiento universitario de la sociedad está comprometiendo la democracia?

No tengo nada claro que exista un “distanciamiento universitario” de la sociedad. Si nos atenemos a las tasas de participación de las nuevas cohortes de estudiantes, o si miramos el incremento del gasto privado de las familias en educación superior, sería difícil sacar esa conclusión. Si, por el contrario, analizamos la evolución de la financiación pública de la educación superior en ciertas comunidades autónomas – muy importantes -, quien se estaría “distanciando” de la universidad sería más bien el Estado y no la sociedad. Una universidad débil institucional y financieramente, en el marco de un sistema educativo cada vez más politizado, implica sin duda alguna una gran amenaza para la democracia.

Lo que está ocurriendo en España no es tanto una privatización del sistema universitario como un crecimiento del sector privado en un sistema que había sido mayoritariamente público

Lucas.- ¿Cómo afecta a la función educativa de las universidades el hecho de que las carreras profesionales del profesorado se construyen desde las publicaciones científicas?

Depende del resto de factores. Si la financiación es baja, la precariedad enorme y las horas lectivas son muchas y para todos, entonces el peso de la carrera científica acaba siendo angustioso para todos. Las publicaciones científicas son esenciales, pero quizás no deberían ser el único itinerario para la docencia en la universidad. Quizás lo que ocurre es que hay un cierto miedo a la especialización de perfiles en la universidad.

Juan Manuel.- ¿Cómo se puede explicar el cambio que supone el proceso de privatización del sistema universitario español que estamos viviendo?

Esta cuestión requeriría todo un blog o entrevista aparte. Lo que está ocurriendo en España no es tanto una privatización del sistema universitario como un crecimiento extraordinario y acelerado del sector privado en un sistema que había sido siempre mayoritariamente público desde sus orígenes. Las razones inmediatas de dicho crecimiento están claras:  primero, la demanda de educación superior se ha multiplicado y, con ella, el tamaño del mercado; segundo, el interés del sector privado por invertir en este sector apoyado por la inestimable ayuda de prácticas reguladoras más bien laxas por parte de muchas administraciones autonómicas. Nuestra agencia de aseguramiento de la calidad de la educación superior tiene un buen reto por delante dado el nuevo mapa universitario que ha emergido en tan solo unos años.


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Entrevista Alfonso González y Lucía Bécquer

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.