Al preguntarnos si es la educación superior propicia para impulsar el propósito “munay”, damos cuenta de una respuesta inducida en esta palabra (en quechua) que significa “amor a la naturaleza, a sí mismo y al prójimo”; de forma natural fusiona la huella ecológica, el progreso y el legado, y permite alcanzar a todos los individuos del planeta.
MARITA COPES
La educación superior es un potenciador múltiple de innovación y ciudadanía, como nivel de profesionales o técnicos en oficios que egresan siendo la primera generación con la posibilidad de integrar la fuerza laboral productiva.
En condiciones regulares, los estudiantes transitan hacia la juventud, según su experiencia durante el proceso educativo, enfrentando la preparación y la puesta en acción de sus “alas” (1) como metáfora de autonomía, libertad, autogestión y sustentabilidad, en alternativas relacionadas a la oportunidad que busquen, encuentren o alcancen. Para las políticas educativas, en su contribución a la sociedad, se asocian las responsabilidades y los retos consecuentes con la “generación NINI”, jóvenes que no muestran interés en los estudios y tampoco en la vida laboral, con causas vinculadas a la falta de oportunidades, ejemplos decepcionantes, conflictos propios de la adultez o simplemente desidia frente al futuro. También la prolongación de la adolescencia por desarrollo lento de la identidad, comprendido en la “moratoria psicosocial” (Erikson, 1960).
Ineludible prioridad en la constitución democrática, la educación tiene un lugar de privilegio en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 de la Agenda 2030 (2) consignando “inclusión, equidad y calidad”, con lineamientos de la UNESCO desde la primera infancia hasta la formación de jóvenes y adultos; en competencias para el trabajo; en educación para la ciudadanía mundial y garantías de calidad para el aprendizaje de todos, a lo largo de toda la vida. Pero la pandemia mundial declarada en marzo de 2020 por la OMS, impuso ajustes urgentes supeditados a las medidas sanitarias que decidieron los gobiernos de cada país. En la educación, hubo tres condiciones principales: limitaciones presenciales y nuevos protocolos para enfrentar la emergencia; se unificó la modalidad virtual sin la debida previsión de recursos, métodos, o preparación de docentes; se profundizó la brecha tecnológica.
En síntesis, la nueva realidad ubicó al ecosistema educativo en una compleja y heterogénea recuperación, sobre problemas estructurales que ya existían, pero que ciertamente implican cambios multiculturales, multidisciplinarios, necesidades diferentes y creación de oportunidades en el entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo, traducido del inglés).
Como corolario, abrimos la primera pregunta: ¿es tarea de la Universidad ofrecer lo que la sociedad le pide o lo que ella necesita?
Desde un enfoque psicosocial entendemos que el Factor T: tiempo, talento y tecnología, aporta pautas iniciales sobre las cuales consensuar las respuestas alternativas.
Respecto al tiempo se trata de evaluar qué compatible es la velocidad de cambios en la vida cotidiana con la capacidad de respuestas de la educación a tiempo y en la forma debida. La tendencia indica contemporizar la realidad que transita por un ascensor y la estructura educativa que sube por una escalera; el reto estaría en intervenir sobre las tensiones que subyacen entre qué se debería y qué se puede hacer; en revisar cómo se articulan las líneas de formación, investigación y extensión universitaria, en criterios de tiempo cronos (de logísticas y definiciones) y kairós (transformador y bien aprovechado).
Sobre el talento vemos tres hechos principales: el de descubrirlo cuando se ha manifestado, más que de crear motivaciones en edades tempranas; la inducción de la familia a seguir la tradición patrimonial; y la moda de cazatalentos como vía rápida para obtener fama y dinero, en la viralización de propuestas donde el ingenio “paga más” que la preparación académica.
En paralelo, como “nativos digitales” los estudiantes están expuestos a estímulos con amplia diversidad de oportunidades y oportunismos sobre un imaginario de liderazgo en redes, de youtubers e influencers sin necesitar una preparación profesional. En contraposición, está la recesión actual que profundiza la escasa plaza de empleo joven existente desde dos décadas atrás, frente al pronóstico de recuperación muy lenta de la actividad laboral, al menos hasta pasado 2023 (OIT).
Por último, está la tecnología que ha dado el mayor salto de la historia como instrumento para la docencia y el aprendizaje del alumnado. Es unánime la apropiación de las TIC como recursos utilizados en los procesos, la administración y la distribución de la información a través de elementos tecnológicos. Así emerge la dicotomía de la brecha digital más profunda en poblaciones de bajos recursos y los beneficios del teletrabajo, en gran parte afines al nivel de pregrado. Aquí se hace evidente la integración del valor tecnológico a lo social, ambiental y económico, que ha formado la triple línea de valor por más de tres décadas. Pero también demanda evaluar los riesgos y costos ocultos, con alcances imprecisos, tras del incremento de diversas brechas (digital, género, oportunidades, nivel económico, etc.).
El segundo cuestionamiento se centra en el propósito sostenible, tras el efecto covid y las consecuencias en la prosperidad como fuente de recursos materiales, espirituales y axiológicos; por su desarrollo a escala desde la comunidad al país, región, planeta; para poner luz sobre la diferencia entre la posibilidad y la oportunidad que se vincula al talento y la formación profesional; para redefinir las políticas educativas con la visión integral y actualizada sobre el ODS 4.
Al preguntarnos si “es la educación superior, propicia para impulsar el propósito “munay”, damos cuenta de una respuesta inducida en esta palabra (en quechua) que significa “amor a la naturaleza, a sí mismo y al prójimo”; de forma natural fusiona la huella ecológica, el progreso y el legado, y permite alcanzar a todos los individuos del planeta.
Como final abierto, valga reconocer que la educación en sí misma permite la movilidad socioeconómica ascendente, pero hemos querido asociarla a la prosperidad, porque estamos viendo el aporte significativo que potencia el valor agregado de las estrategias disciplinarias (en ingenierías, turismo, salud, género, matriz energética, recreación, etc.). ¿Los detalles? Con gusto los compartimos en www.codigor.org
- Alas, mecanismo de fortalecimiento en red https://codigor.org/alas/
- La Agenda 2030 fue aprobada por 193 estados miembros de Naciones Unidas y líderes de la economía mundial (en 2015). El ODS 4 tiene siete metas y tres medios para lograrlas; más información https://codigor.org/vision-2030/
MARITA COPES Directora Ejecutiva de Código R Internacional www.codigor.org
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