Con motivo de la finalización el próximo seis de mayo del plazo de recogida de información en la primera encuesta sobre «Experiencia del estudiantado en el sistema universitario español» del Observatorio EsdeES hemos realizado una entrevista a Andrés Fernádez Alonso, Vicepresidente de Relaciones Institucionales en CREUP – Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas. El aspecto clave de cualquier transformación que se vaya a realizar en la Universidad es redefinir la relación del estudiando con la institución, y a través de ella con la sociedad
Andrés Fernández Alonso ovetense nacido el 1999 y criado en València, estudiante del Máster de Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid. Ha estudiado Derecho y Ciencias Políticas por la Universitat de València. «Siempre tuve pasión por la política gran parte de ello se ve reflejado en mis estudios y en mis ganas por hacer mi Universidad mejor, motivado por las injusticias sociales que he observado durante muchos años», nos señala el Vicepresidente de la CREUP.
La presencia de los estudiantes universitarios son un elemento clave de la vida política en países como Francia y lo han sido hace décadas en España ¿Por qué están tan desmovilizados los universitarios españoles en la actualidad?
Dicha desmovilización parte de una premisa errónea: la no existencia (mayoritaria) de participación no convencional no equivale a una desmovilización. En España, los mapas de la movilización estudiantil son diversos. Desde la transición se ha tendido hacia una institucionalización de la actividad estudiantil, mediante los Consejos de Estudiantes, ejemplo de ello es el CADUS. En otros puntos, como Euskadi, la actividad no convencional estudiantil sigue viva a través de asociaciones disidentes independientemente del Ikasle Kontseilua.
A su vez, una de las posibles explicaciones reside en la posibilidad casi residual de participación institucional estudiantil, limitada a la expresión de su voz en los órganos de participación sin apenas oportunidades reales de influencia efectiva en la toma de decisiones. En consecuencia, una desmotivación o sensación de que cualquier cambio estudiantil es imposible.
En un reciente estudio del profesor de la UPM Ángel Fidalgo se ponía de manifiesto que el 75% de los profesores de todas las etapas educativas tenían como principal preocupación que los estudiantes sólo quieren aprobar y no les interesaba aprender. ¿Por qué cree que se produce esta desconexión entre la educación y los estudiantes?
Desde mi punto de vista se parte de la premisa de que un profesor quiere enseñar, cuando también puede únicamente querer que aprueben su materia al igual que un estudiante. No creo que exista una desconexión completa de los objetivos, pero sí que el propio sistema de enseñanza se basa en el cumplimiento de metas y no de competencias, es decir, se basa en un mero administrador de programas de contenido.
En paralelo y en contradicción con lo anterior los directores de RRHH no paran de señalar que cada vez los títulos oficiales tienen menos importancia en las decisiones de contratación ¿Cómo unimos en la sociedad del aprendizaje en la que vivimos universidad y empleabilidad?
Se ha de parar de pensar que las titulaciones dan competencias adecuadas, otorgan conocimientos, pero a día de hoy, no necesariamente competencias. Estas se adquieren mediante una enseñanza basada en modelos centrados en el estudiante, en actividades y métodos que pretendan lograr una aplicación directa de los conocimientos.
Tampoco se ha de pensar que la Universidad tenga como meta prominente la empleabilidad, ya que es un motor de generación y transferencia de conocimientos más allá de un proveedor de trabajadores.
Cuándo llegan las elecciones en las universidades los equipos electorales se esfuerzan en llegar a los estudiantes para conseguir su voto, muchas veces decisivo. ¿Cree que durante el resto del tiempo se pregunta y atiende a los estudiantes en la Universidad de manera adecuada?
Desde luego que no. A dichos efectos, el caso de la LCU es muy ilustrador. La Ley obliga a la participación estudiantil en la elaboración de los proyectos. La reacción institucional es en muchos casos la generación de “audiencias públicas”, que no reuniones multilaterales con posibilidad de participación y negociación efectiva. Es decir, se observa al estudiantado como un actor de consulta, que no de decisión. Ello implica que su escucha se convierta en un trámite y no en una acción necesaria para la gobernanza universitaria.
El número de estudiantes en universidades privadas ha crecido en la última década significativamente. ¿Cuál cree que son las razones por la que un estudiante elige ir a una universidad pública o a una privada?
En parte, unas acciones de marketing inigualables y por otra, una gestión más atractiva de los títulos. Las Universidades públicas tienen la apariencia de anquilosamiento en el pasado, que todo es inmutable e inmanente. Las privadas en cambio, innovan y prueban a generar oportunidades educativas diferentes, con más opciones profesionalizantes.
El acceso a la Universidad sigue estando fuera del imaginario para muchos jóvenes por razones socioeconómicas ¿Qué proponen los estudiantes para mejorar la democratización de la Universidad?
Las becas han de exclusivamente ser de contenido socioeconómico, no han lugar los criterios académicos que actúan de barrera para el acceso y permanencia en la Universidad. Parte de ello debido a los esfuerzos añadidos que casi un tercio de estudiantes universitarios realizan, que estudian y trabajan a la vez de acuerdo con los datos ofrecidos en el informe de emancipación del CJE (2022).
En las Universidades anglosajonas los estudiantes tienen un papel determinante en la vida en el campus, más allá de su intervención en los órganos de gobierno, a través de distintos tipos de sociedades que promueven las universidades ¿Cómo se cuida el movimiento asociativo por las universidades españolas?
No se cuida en gran parte, se observa incluso como un mal necesario para la vida universitaria. En algunos casos se otorgan ayudas, en ocasiones a contrapago, que han de ser debidamente justificadas, con la carga burocrática que ello supone. Un ejemplo de lo anterior es el caso de CREUP, que al año obtiene tan solo 1000€ de financiación del MUNI frente a los millones que recibe su homólogo francés, la FAGE.
La participación en la elección de delegados por parte del estudiantado es muy baja ¿Podemos entender que hay desvinculación entre el estudiantado y sus representantes legales?
Las razones de esta supuesta desvinculación no obedecen a una lógica de des-representatividad sino a la desafección generalizada con el sistema universitario previamente explicado. Si no se logran cambios, o estos no se perciben, para qué sirve un representante, como mecanismo cognitivo de la desafección.
En el año 2010 se aprobó el Estatuto del estudiante universitario de aplicación en todas las universidades españolas, y recientemente, en el 2022, la ley de convivencia ¿Qué grado de cumplimiento tienen estas normas en la vida de las universidades?
De momento la LCU ha sido en gran medida un calco de la Ley en las Universidades, sin de momento casos conocidos de su aplicación. En este sentido, como ya se ha comentado, la participación estudiantil que preveía la propia ley está truncada.
El EEU sigue siendo una norma desconocida, sin aplicación directa en las Universidades, que en poca o ninguna forma han decidido implementarla o desarrollarla y mucho menos, cumplirla.
El movimiento “Me too” incidió de manera notable en la vida en las universidades americanas y europeas, menos en la españolas ¿Son las universidades lugares seguros para todos los estudiantes?
Son espacios en construcción, un “Work in progress” que muchas Universidades pretenden lograr. Existen tradiciones misóginas en el seno de las Universidades, eso es innegable, sumado a ello el techo de cristal investigador y de gestión. Son lugares que necesitan deshacerse de las cadenas del pasado para adaptarse al presente.
El acceso a las prácticas en las empresas se ha convertido en un factor clave de la empleabilidad de los estudiantes. ¿Podemos entender como un derecho de los estudiantes la realización de prácticas? ¿Cómo podemos mejorar esta experiencia?
Consideramos que sí, que ha de serlo, de otra forma la Universidad no puede ofrecer una experiencia profesional directa. Estamos en negociación con el Ministerio de Trabajo para lograr que, entre otras, las prácticas tengan planes individualizados de formación detallados donde estudiantes y empresa tengan itinerarios formativos comunes y claros.
El COVID paró el mundo afectandonos a todos. ¿Podemos hablar de una generación COVID? ¿Qué ha cambiado en la Universidad un año después del fin de la pandemia?
Yo formaría parte de esa generación y no creo que así sea. Fuimos grandes perjudicados de la educación a distancia, no fue la mejor, pero tampoco es que con anterioridad a la crisis lo hubiera sido. Hemos perdido algunos contenidos formativos, sin duda, pero para mí el foco no se encuentra en la educación, sino en la dimensión individual.
El coste de salud mental fue excesivo, completamente desmerecido para el esfuerzo requerido. Éramos y somos una generación de crisis, la COVID se suma a estas, con todos sus efectos pero no nos ha hecho una generación de la COVID, tenemos muchas más crisis por detrás.
La Universidad ha vivido un shock, que no ha sabido muy bien cómo responder, no observo grandes cambios más allá de más TICs. Faltan todos los aprendizajes en gobernanza que no aplicamos y no se han aprendido.