Amaya Mendikoetxea reflexiona sobre los mecanismos que tiene el sistema universitario para proteger a las minorías. Teniendo como referencia el sistema anglosajón, asume que en España todavía queda mucho camino por recorrer.
Amaya Mendikoetxea, es catedrática de Lingüística inglesa y doctora por la Universidad de York. Desde 2021, es además rectora de la Universidad Autónoma de Madrid. Además, obtuvo una beca Fulbright y fue profesora en Deusto y en la Universidad de Leeds. Lo que más le interesa es el lenguaje como propiedad biológica del ser humano, es decir, su sintaxis y su adquisición. Es también, miembro del grupo de investigación GRATECOM de Gramática Teórica y Comparada.
Mendikoetxea es consciente de que las políticas contra la violencia de género en el ámbito de la educación son complejas y deben ser personalizadas. La rectora reconoce que se ha avanzado mucho en materia de género, pero que estamos todavía lejos de lo que ocurre en otros países; de la preocupación por el cuidado y el respeto hacia las minorías. Además, asume que uno de los mayores retos a los que se enfrenta es trazar los límites en el sistema universitario: «Hay un delicado equilibrio entre promover la libertad académica y no dar voz a los discursos de provocación». Aún así, su corta experiencia en el cargo es el impulso para seguir evolucionando.
La Universidad Autónoma de Madrid es un referente en sus políticas de inclusión. En el ámbito de la lucha contra el acoso sexual ¿cuál es la propuesta de la universidad?
Nuestra institución está absolutamente comprometida con la erradicación de cualquier tipo de acoso, en particular del acoso sexual. Somos conscientes de que, en muchas ocasiones, las víctimas sufren doblemente, porque no solo se enfrentan a la situación de acoso, sino que además encuentran muchas dificultades para comunicar la situación que están sufriendo. Por eso, uno de los objetivos centrales de nuestras líneas de actuación en este ámbito ha sido establecer mecanismos confidenciales, ágiles y efectivos de comunicación y de apoyo y atención a la víctima. Pusimos en marcha una campaña llamada ‘Rompe el silencio’ desde la Unidad de Igualdad y en julio de este año aprobamos el Protocolo para la prevención, detección e intervención ante situaciones de violencia sexual, por razón de sexo, de orientación sexual e identidad y expresión de género, que establece un procedimiento con todas las medidas necesarias para prevenir, detectar y actuar contra toda forma de violencia sexual en el ámbito universitario y que apuesta en una primera fase por la mediación, antes de pasar a una segunda fase de investigación en caso de que sea necesario,
¿Son las universidades españolas espacios seguros para las mujeres y colectivos LGTBI?
Quiero pensar que sí, o que al menos desde una perspectiva institucional se intenta que así sea, si bien la comunidad universitaria es muy extensa y variada y se pueden dar casos de discriminación o acoso en espacios determinados, siempre de forma aislada y minoritaria. Para ayudarnos en esta tarea, existen iniciativas que trabajan para garantizar que las universidades sean espacios respetuosos con la diversidad sexual y de género, la diversidad por procedencia, cultura, creencias y afines, como la Red de Universidades por la Diversidad (RUD), de la que la UAM es miembro.
En la UAM, UAMEntiende es la asociación de estudiantes de la UAM por la diversidad sexual y de género con la que trabajamos junto a nuestra Unidad de Equidad, Convivencia y No Discriminación, que nació como espacio trasversal para responder con equidad a la diversidad de todos los miembros de la comunidad universitaria, tanto de su estudiantado como de su personal docente e investigador y personal de administración y servicios.
Además, pretendemos dar pasos más allá del reconocimiento de esta realidad con la puesta en marcha de políticas de afirmación positiva para prevenir, minimizar o paliar las situaciones de discriminación, respondiendo así al derecho de todas las personas a educarse y convivir en entornos inclusivos y justos que, como tales, consideren la diversidad existente como un valor.
Fue estudiante de filología en la Universidad de Deusto y en diversas universidades anglosajonas. ¿Cómo ha evolucionado el lenguaje y la relación entre profesores y alumnas desde entonces?
Mi experiencia en Reino Unido y en EE. UU. fue reveladora en ese sentido, porque se cuidaba mucho más todo lo que pudiera ser ofensivo o pudiera llevar a una denuncia. En EE. UU., en concreto, los profesores varones hacían sus tutorías con los estudiantes con la puerta del despacho siempre abierta, algo que a principios de los 90, me llamaba poderosamente la atención viniendo del sistema español. Esa sensibilidad también la noté en los profesores de origen anglosajón que tuve como estudiante de Filología Inglesa en Deusto.
Aún así, creo que en esto se ha ido evolucionando mucho. Hoy sería impensable para un profesor ironizar o hacer afirmaciones como las que antes se hacían en las aulas, despachos o incluso en actos públicos de forma más o menos casual.
En el plano formal, muchas universidades cuidan el uso del lenguaje no sexista. Disponemos de guías para un uso no sexista de la lengua, como la que publica nuestra Universidad. Como lingüista tengo que hacer un esfuerzo para desligar mis prejuicios de formación sobre la gramática y el uso del lenguaje, de lo que la sociedad espera de un personaje público y en ese sentido, mis percepciones sobre el desdoblamiento o el uso de términos neutros ha cambiado desde que ocupo el cargo de rectora y soy capaz de ver el simbolismo que encierran ciertos usos del lenguaje. Ahora bien, eso no debería desviarnos de lo que son los problemas reales de discriminación o invisibilidad de las mujeres en ciertos ámbitos.
Son muchas las novelas de campus que reflejan el dominio de los profesores varones en las carreras académicas. ¿Está cambiando la visión patriarcal de la universidad?
Lentamente; como institución de siglos, con un fuerte peso de la tradición, las inercias son difíciles de cambiar. En nuestra universidad, de una plantilla de 3225 de Personal Docente e Investigador, 1475 son mujeres y 1780 hombres, pero esos números son poco reveladores si no se examinan en detalle. Sigue existiendo el ‘efecto tijera’, como señalan los informes de ‘Científicas en Cifras’ (Ministerio de Ciencia e Innovación), según el cual a medida que se avanza en la carrera académica los porcentajes de varones aumentan y los de mujeres disminuyen. Un ejemplo de sobra conocido es la diferencia entre hombres y mujeres en el puesto de catedráticos/as de universidad, lo que a su vez condiciona el número de rectores o rectoras. Siguen faltando referentes femeninos en los más altos escalones. Una muestra del cambio que se está produciendo es que en los últimos años cada vez hay más ‘candidatas’ a rectora; otra cosa es que sean elegidas o no, pero difícilmente puedes ser elegida si no te presentas.
El movimiento “Me too”, ha abrumado a las universidades anglosajonas, ¿cómo ha afectado a las universidades en España?
El movimiento Me too ha sido un fenómeno global y, como tal, también ha tenido su efecto en España, En la universidad en general y la UAM en particular pusimos en marcha la campaña “No te lo calles Rompe el silencio”, dirigida a erradicar cualquier tipo de acoso, y en particular la violencia o acoso sexual contra las mujeres, dentro de nuestros campus.
Nuestra Unidad de Igualdad, pionera en las universidades españolas, ha sido decisiva para la puesta en marcha de esta campaña y del desarrollo de otras tantas acciones frente al acoso. Creada en 2009, pasó a denominarse Unidad de Igualdad de Género (UIG) en 2016. Desde sus orígenes, esta Unidad es una estructura para el desarrollo de las funciones relacionadas con el principio de igualdad de oportunidades y de trato entre mujeres y hombres en todos los ámbitos universitarios: la gestión, la docencia y la investigación.
Pero como decía antes, creo que vamos quizás un par de décadas detrás de las universidades anglosajonas, si bien los tiempos se acortan y la velocidad de los cambios aumenta.
Usted conoce muy bien la universidad británica. La persecución por los estudiantes de Kathleen Stock, catedrática de Filosofía de la Universidad de Sussex, acusada de «transfóbica», y su salida de la universidad, conmocionó el mundo universitario. ¿Sería posible una reacción semejante en España?
No lo creo en estos momentos, si bien creo el profesorado en nuestro país tiene una menor tendencia a exponerse, a expresar públicamente lo que piensa sobre temas polémicos de nuestra sociedad. Eso tiene la desventaja de que aleja a la universidad de la sociedad, pero es verdad que también la previene de situaciones como las de la Prof. Stock. Hay que luchar contra la cultura del miedo en la universidad, hay que reivindicar la libertad de expresión, en muchos sitios amenazada, y no estamos hablando de estados totalitarios, sino de estados democráticos en los que hay temor a las posturas de disenso. Es posible que, con el avance de la polarización, empecemos a vivir situaciones parecidas. Es un tema que me preocupa mucho.
¿Puede el movimiento de “cancelación” llegar a ser contrario a la libertad académica?
Sin duda creo que es contrario a la libertad académica. Faltan voces libres e independientes en nuestra sociedad, y también en la universidad. No puede ser que existan cuestiones que no pueden ni siquiera pueden plantearse en las discusiones académicas; es inaceptable que no puedas invitar a participar en un debate a una persona por defender determinadas posiciones. Pero también creo que la universidad no puede ser instrumentalizada y estigmatizada para defender posiciones partidistas. Hay un delicado equilibrio entre promover la libertad académica y no dar voz a los discursos de provocación.
Cómo recoge George Steiner en su libro “Las lecciones de los maestros” la relaciones entre los maestros y pupilos son complejas en lo emocional y profesional, en especial en etapas como el doctorado. ¿Tienen los profesores formación para gestionar estas situaciones?
El doctorado es, desde luego, una etapa educativa especial, por la simbiosis que se establece entre profesor y estudiante y la relación maestro-alumno que aún se da en esa etapa. El estudiante de doctorado restablece una relación intelectual y personal con su supervisor y depende de este para formar parte de equipos de investigación, conseguir financiación, participar en la autoría de las publicaciones. En algunas áreas de conocimiento, el doctorando realiza su trabajo de forma aislada, sin contacto con otros estudiantes o profesores. Por lo tanto, esa etapa requiere de una especial vigilancia para evitar abusos, situaciones de acoso, etc. Sin duda, a pesar de los planes generales que todas las universidades tenemos a través de las Unidades de Igualdad, este tema requiere una atención ya que en esta etapa el profesorado puede encontrarse con muchos problemas al intentar acompañar a un/una estudiante durante los tres o cuatro años que supone la elaboración de una tesis, en los que el/la estudiante pasa por diferentes estados emocionales y diferentes grados de dependencia.
Posiblemente el siglo XX pase a la historia como el escenario de la revolución feminista, las universidades, en especial las EE. UU., lideraron esta transformación. ¿Cuál ha sido el papel de la universidad en España en estos cambios?
Los estudios feministas en España son relativamente recientes comparados con la situación de otros países, por las razones políticas que todos conocemos. Incluso hoy en día seguimos teniendo que reivindicar que los estudios de género se consideren una disciplina académica como todas las demás. En ese sentido nuestro papel no ha sido tan determinante como lo ha podido ser en otros países, pero la universidad española ha desempeñado y desempeña un papel clave en la educación en igualdad. Considero que, siendo la universidad una institución generadora y difusora de conocimiento, y un espacio de formación para las futuras generaciones, tenemos una enorme responsabilidad en este ámbito. Por eso, la igualdad aparece como un enfoque transversal en la Estrategia Universidad 2030 de la CRUE, con tres retos prioritarios: romper los techos de cristal; eliminar los sesgos de género en los estudios y promover una conciliación corresponsable. Como Delegada de la Presidencia de Crue para Políticas de Igualdad puedo decir que los avances han sido considerables, pero también que nos queda recorrido. Es necesario continuar trabajando en esta dirección e intensificar esfuerzos para que la universidad juegue un papel relevante en este ámbito.
Un comentario
Los comentarios están cerrados.