¿Quizá desde la Universidad hemos convertido el prácticum o prácticas externas en un proceso burocrático y con carácter finalista, anclado en la mayoría de nuestras universidades en el último año del Grado? Un modelo centrado en un número de centros de prácticas que no mantienen mayor vinculación con la universidad que un convenio que marca el número de plazas por centro, nos indica el profesor Jesús Manso
BELÉN SÁENZ-RICO DE SANTIAGO
Si tomamos como punto de partida la convicción de que estamos en un punto de inflexión caracterizado por sociedades en mutación, permanentemente interconectadas, que requieren de nuevos conocimientos científicos, tecnológicos y culturales, la complejidad de estos procesos ha acabado afectando directa e indirectamente al mundo educativo y, especialmente, al universitario, generando nuevas problemáticas. La universidad debe escuchar estas voces y dar respuesta, entre otras dimensiones que le confieren en su responsabilidad social, a través de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Es ineludible la necesidad de redefinir la organización y las estructuras de las enseñanzas universitarias oficiales en la planificación y definición de las características de su oferta académica, más en las denominadas profesiones reguladas, como en nuestro caso el maestro/a en Educación Infantil, maestro/a en Educación Primaria y maestro/a en Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación profesional, siempre desde el ejercicio efectivo de la autonomía universitaria.
«Las prácticas académicas externas constituyen una actividad de naturaleza formativa realizada por los
estudiantes universitarios y supervisada por las universidades, cuyo objetivo es permitir a los mismos aplicar y complementar los conocimientos adquiridos en su formación académica, favoreciendo la adquisición de competencias que los preparen para el ejercicio de actividades profesionales, faciliten su empleabilidad y fomenten su capacidad de emprendimiento» (BOE. Núm. 233 miércoles 29 de septiembre de 2021 Sec. I. Pág. 119546)
La actual normativa (BOE, 2021) incide en la necesidad de pasar de una universidad focalizada en la lógica de la enseñanza y del aprendizaje de contenidos disciplinares, a una universidad en la que resulta fundamental el logro y desarrollo de competencias que permitan al egresado desarrollarse satisfactoriamente en un entorno social y económico cambiante, incluso innovando y transformando sus ámbitos de trabajo (Tejada y Navío, 2019).
Para ello creemos necesario un replanteamiento en la relación entre la universidad y el escenario socio profesional. El nuevo legado de la universidad para con la sociedad deberá centrar su misión en la generación de conocimiento dirigido a la solución de problemas contextuales y en la construcción de competencias profesionales coadyuvantes con el desarrollo humano sostenible, equitativo y para una educación para el bien común de corte más humanista.
El prácticum, tomando como referencia a Zabalza (2016), se configura como situaciones de aprendizaje en las que se espera que los estudiantes desarrollen conocimientos y competencias complementarios a los que adquieren en las aulas universitarias y, al mismo tiempo, como experiencia personal con gran capacidad de movilizar emocional y afectivamente a nuestros estudiantes, por lo que puede ser el eje conductor del inicio del proceso para adquirir la identidad docente los futuros profesionales de la educación. El prácticum se configura, a nuestro entender, como un posible vector dentro del plan de estudios para la construcción de la identidad profesional de futuro profesional de la educación.
Reconocida la importancia del prácticum, más allá que como una formación complementaria a la formación teórica que se adquiere en las aulas universitarias, ha llegado el momento de apostar por la calidad y pertinencia de las experiencias que nuestros estudiantes viven durante las prácticas y del carácter formativo de las mismas en busca de modelos que posibiliten el desarrollo integral teoría y práctica contextualizada en el futuro escenario profesional.
Todas las aportaciones que configuran este monográfico coinciden en la importancia de establecer un modelo colaborativo entre la universidad y las instituciones educativas tanto en materia de prácticas externas (prácticum), como en las materias que configuran los planes de estudio de los futuros profesionales de la educación. La literatura científica apunta que las cualidades de la práctica profesional docente requieren de la experimentación cooperativa, de procesos reflexivos que
conlleven al encuentro entre teoría y práctica con el objetivo de una visión holística que posibilite la integración de saberes.
La necesidad de incorporar las nuevas directrices de la LOMLOE (2020) conlleva repensar la actual formación inicial del profesorado hacia modelos que posibiliten una identidad profesional docente que solo será eficaz si se sustenta, de verdad, en proceso de reflexión colaborativa entre la Universidad y las instituciones educativas.
La importancia del docente como elemento central en la calidad de los sistemas educativos será la base del análisis que realizará la profesora Inmaculada Egido en la búsqueda de ofrecer una visión comparada de tendencias en la formación práctica. Este discurso se configura como un eje, no explícito, pero sí conductor del resto de las propuestas que se presentan y que se concreta a lo largo del monográfico en dar respuesta en cómo optimizar la integración de la formación teórica y práctica más allá de las aulas universitarias.
Las políticas o directrices europeas que nos presenta la profesora Egido nos sitúan en la proliferación cada vez mayor, de buscar rutas alternativas de preparación docente, basadas fundamentalmente en el denominado «Giro práctico». ¿Quizá desde la Universidad hemos convertido el prácticum o prácticas externas en un proceso burocrático y con carácter finalista, anclado en la mayoría de nuestras universidades en el último año del Grado? Un modelo centrado en un número de centros de prácticas que no mantienen mayor vinculación con la universidad que un convenio que marca el número de plazas por centro, como nos indica el profesor Jesús Manso.
¿Este es el modelo que debemos continuar, o más bien articular modelos basados en redes de centros de formación de profesorado que posibiliten el desarrollo de modelos colaborativos y reflexivos potenciando espacios interinstitucionales de colaboración? La dimensión curricular del prácticum debe garantizar que la propuesta de prácticas externas que ofrecemos a nuestros estudiantes esté bien integrada en el proyecto formativo. No se trata de enviarlos fuera de la universidad a cualquier sitio para que se involucren en las actividades que vayan surgiendo, sino de hacerlo con un plan bien diseñado de formación, en consonancia con las diversas fases de su progreso en la carrera universitaria que cursan como nos aporta el profesor Jurado.
¿Sabremos y podremos hacer ese cambio que actualmente parece requerir el prácticum hacia ese modelo de aprendizaje práctico en el contexto profesional? El recién Estatuto del Becario, que tendrá por objeto la formación práctica tutorizada en empresas u organismos equiparados, así como la actividad formativa desarrollada en el marco de las prácticas curriculares o extracurriculares previstas en los estudios oficiales (BOE, 2023), añade una nueva disposición por la cual la realización de prácticas
formativas en empresas, instituciones o entidades incluidas en programas de formación y la realización de prácticas académicas externas determinará la inclusión de los participantes en el sistema de la Seguridad Social en lo que se denomina prácticas formativas no remuneradas (PFNR).
¿Deben configurarse las prácticas externas o prácticum únicamente como el desarrollo de las competencias curriculares del plan de estudios, o deben incidir en la oportunidad para el futuro profesional de la educación en la adquisición de competencias profesionales? ¿Hablamos de corresponsabilidad formativa ante la nueva conceptualización de PFNR? A todas estas cuestiones intentará dar respuesta el elenco de profesionales del ámbito universitario que configuran este monográfico, desde distintas miradas en la formación práctica de los futuros profesionales de la educación.
A través de las aportaciones de los autores que configuran este Tema del Mes, queremos conducir a la reflexión hacia aspectos tales como la temporalidad del prácticum, la ubicación de la materia en la estructura de los planes de estudio; así como la importancia de aprovechar los contextos reales que posibilita la escuela más allá del prácticum para su incorporación a los denominados créditos prácticos de las materias que configuran los planes de estudio.
Convertir la formación inicial en un proceso compartido de renovación de la ya histórica relación entre la escuela y la universidad en materia de prácticas externas.
La práctica en el presente y futuro escenario profesional.
Cuadernos de Pedagogía , Nº 554, Sección Tema del Mes, Junio 2024, Cuadernos de Pedagogía
Belén Sáenz-Rico de Santiago, Profesora Titular de Universidad Universidad Complutense de Madrid