«Código Universitario sobre igualdad de oportunidades para la clase trabajadora»

Biblioteca Nacional de España CC

La democratización en el acceso a la Universidad alcanzo importantes cotas en la segundad mitad del siglo XX, actuando como elemento clave en la la movilidad social. Sin embargo, la gestión de la diversidad en el mundo académico sigue dejando atrás a muchos colectivos. El código propuesto por Alianza de académicos de la clase trabajadora, es un ejemplo de ello.

JOSE MANUEL LÓPEZ


En 2008 estalló una crisis económica. La desigualdad que el sistema había generado la hizo también social y poco después se hizo política. Durante unos años hemos vivido un momento de cambio, de poner en cuestión muchas de las bases que nos habían sostenido durante varias décadas. Tras el “shock” inicial han ido emergiendo a la agenda temas que, si bien llevaban años gestándose, han empezado ahora a ocupar casi completamente. 

En primer lugar la emergencia climática. Desde que arrancara la primera revolución industrial en el siglo XVIII el medioambiente no había formado parte del conflicto social, económico y político. La teoría económica clásica consideraba tres factores de producción: la tierra, el trabajo y el capital. La revolución industrial dejó por el camino la tierra.  El debate de fondo se centraba en quien manejaba los medios de producción y cómo era la distribución de los beneficios. Donde iban las plusvalías. No estaba en cuestión el extractivismo, ni su impacto. La dialéctica era capital vs trabajo que funciona como un juego de suma cero; si alguien pierde, alguien gana en la misma proporción. 

La emergencia climática es un problema de naturaleza distinta. No es sólo un problema de redistribución de riqueza, sino de tener futuro o no. La dialéctica capital vs trabajo se ve desbordada por capital vs biosfera. Es un juego en el que todos ganan o todos pierden.

La emergencia climática es un problema de naturaleza distinta. No es sólo un problema de redistribución de riqueza, sino de tener futuro o no

En segundo lugar la revolución digital. Los datos han alterado la economía y el trabajo, pero se han pasado a la esfera privada. Las anteriores revoluciones industriales no llegaron a incorporarse a nuestras relaciones sociales, ésta lo ha hecho y las ha cambiado.

Y, por último, el feminismo. El siglo XXI es el siglo de las mujeres, de la mirada feminista. No sólo en términos de igualdad, sino en cómo interpretar el cambio. Es una forma política diferente. 

Entramos a una crisis por un problema económico -quien paga la crisis, el empleo, el rescate de la banca o la corrupción- y diez años después salimos con una emergencia climática, una revolución digital y un feminismo que están cambiando las bases sociales. Está cambiando todo, la economía, el trabajo, las relaciones sociales, la movilidad, la energía; también la educación y, por tanto, la universidad. 

El cambio es un hecho, lo que está en juego cómo hacer de él transformación. Estamos ante una oportunidad para disminuir la desigualdad que arrastrábamos. Las nuevas estructuras pueden ser más igualitarias. Hay que hacerlas más igualitarias. Es seguro que el futuro será verde, digital y seguramente feminista, la cuestión es si también será menos desigual.

La universidad no puede ser ajena a esta transformación. Pero debe hacerlo desde varias perspectivas. Por un lado, desarrollando los contenidos de la transformación. La administración suele ser lenta a la hora de abordar los cambios sociales, la universidad no debe serlo. Los nuevos contenidos deben ser apropiados y desarrollados con rapidez. La academia debe profundizarlos técnicamente, pero también alertar sobre sus consecuencias. Conocer sus efectos para poder desarrollar políticas públicas que los amplifiquen o los reduzcan.

Por otro lado, aproximándose mucho a la sociedad, a la realidad más cercana. Este aspecto está muy relacionado con él. Los cambios, ya sea la digitalización o las energías renovables, deslocalizan las estructuras. El conocimiento se democratiza más y se genera en cualquier lado. La universidad ha de estar más presente en lo cotidiano, en los lugares donde el saber enciende una chispa. 

La universidad ha de estar más presente en lo cotidiano, en los lugares donde el saber enciende una chispa

Esta proximidad debe reducir las distancias actuales para el acceso. La universidad debe abrir canales para facilitar el acceso a la working class. Es una manera de evitar la desigualdad y de restaurar el ascensor social que funcionaba décadas atrás, pero que desde hace un tiempo se averió. 

Estamos en un momento de transformación que no a todas las generaciones les toca vivir. Nos estamos preguntando sobre cuestiones estructurales ¿de qué vamos a vivir? ¿Cómo será la economía? ¿Cómo desarrollarnos mientras desmontamos la emergencia climática? ¿Cómo serán las relaciones sociales? ¿Cómo disminuir la desigualdad estructuralmente en la sociedad que viene? Preguntas similares se debe hacer la universidad. Especialmente ésta última.

La firma del Código Universitario sobre Igualdad de Oportunidades para Estudiantes y Académicos de Clase Trabajadora es parte de la respuesta a esa pregunta. No es la única y es posible que no sea la que más impacto tiene, pero tiene un valor fundamental. Obliga a pararse a pensar sobre la desigualdad en momentos de transformación. A mirar con otra perspectiva la universidad en tiempo de adaptación. A analizar las posibles salidas a esta situación. Mirar, pensar, analizar es precisamente donde la academia se desarrolla, sólo que ahora es para aplicarlo sobre sí misma.


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