«La cultura es una vía privilegiada de transferencia a la sociedad del conocimiento generado en las universidades». Entrevista a Valerio Rocco, Director del Círculo de Bellas Artes de Madrid

«Tanto la cultura como la educación superior deben ser espacios de contacto con la alteridad, en todas sus manifestaciones, y deben ser un reflejo del pluralismo de la sociedad. En este sentido, me parece sano y lógico que, en ambos campos, se planteen posiciones y debates políticos sin ningún tipo de censura»


Las universidades se miden y se comparan fundamentalmente por la investigación que realizan, lo mismo que sucede con las carreras profesionales de los académicos. ¿Cuál es el lugar de la cultura en la Universidad?

Existen dos paradigmas, no necesariamente excluyentes, para pensar el papel de la cultura en la universidad. El primero, más tradicional, tiene que ver con el concepto de “extensión universitaria”: se trata de dotar a las instituciones de educación superior de una serie equipamientos culturales (salas de exposiciones, coros, orquesta, etc.) para, por un lado, desarrollar los talentos artísticos de la comunidad universitaria y, por otro, aproximarse mediante estas herramientas a la sociedad.

El segundo enfoque es más novedoso y es el que promueven, a mi entender, tanto la LOSU como la Ley de Ciencia recientemente aprobadas: consiste en hacer de la cultura una de las vías privilegiadas de la transferencia a la sociedad del conocimiento generado en las universidades. En este sentido, la cultura sería una forma de innovación, entendida como el tercer miembro de la fórmula “I+D+i”.

Para lograr esta transferencia del conocimiento a través de la cultura, y generar así productos y eventos genuinamente innovadores en artes y humanidades, las universidades deben cooperar con las instituciones culturales de su entorno: teatros, museos, centros culturales. Esto es lo que hemos intentado en el Círculo de Bellas Artes, a través de la estrategia “I+D+C”.

hacer de la cultura una de las vías privilegiadas de la transferencia a la sociedad del conocimiento generado en las universidades

En un nuevo contexto legislativo que, al menos teóricamente, premia cada vez más la transferencia del conocimiento como tercera misión de las universidades y sus docentes e investigadores, se debería fomentar (y premiar) la creación de canales de este tipo.

Y ¿cuál es el papel de la Universidad en la cultura actual?

Durante mucho tiempo el mundo de la universidad y el sector cultural no han dialogado como deberían. Tradicionalmente, la investigación en artes y humanidades se ha apoyado en las instituciones culturales para proyectos de divulgación o acciones investigadoras muy concretas y limitadas. Recientemente, la estructura del nuevo Programa Marco de la Unión Europea, “Horizonte Europa”, ha cambiado notablemente lo que se espera de la colaboración entre universidades y sector cultural. Por primera vez se ha creado un “cluster” titulado “Cultura, creatividad y sociedades inclusivas”, en el que se financian todas las investigaciones consorciadas en artes, humanidades y ciencias sociales de nuestro continente.

Si la transferencia y la innovación ocupan un lugar privilegiado en Horizonte Europa en su conjunto, el mensaje que se da a estas disciplinas académicas es muy claro: si quieren obtener financiación deben interactuar con el mundo cultural, con las industrias creativas y con las organizaciones de la sociedad civil implicadas en fines sociales. Creo fuertemente que esta posición de la Unión Europea, junto con la creación de los sexenios de transferencia (que espero que vuelvan a convocarse pronto), va a favorecer un mayor contacto de la universidad con su entorno cultural y creativo.

se ha creado un “cluster” titulado “Cultura, creatividad y sociedades inclusivas”, en el que se financian todas las investigaciones consorciadas en artes, humanidades y ciencias sociales de nuestro continente

¿Cómo está afectando la guerra cultural a la vida universitaria?

Creo que este es un problema muy importante en el ámbito anglosajón que, al menos de momento, y afortunadamente, no está generando grandes problemas en España. La libertad de creación artística y la libertad de cátedra son dos de las manifestaciones más importantes de la libertad de expresión, uno de los pilares de las democracias liberales desde su fundación.

Así como en el ámbito cultural sí están produciéndose alarmantes casos de censura por parte de determinadas tendencias políticas, en mi opinión la universidad todavía se caracteriza por un gran respeto a la pluralidad de puntos de vista de docentes y estudiantes.

Tanto la cultura como la educación superior deben ser espacios de contacto con la alteridad, en todas sus manifestaciones, y deben ser un reflejo del pluralismo de la sociedad. En este sentido, me parece sano y lógico que, en ambos campos, se planteen posiciones y debates políticos sin ningún tipo de censura.

Lo que sí me parecería problemático es el uso instrumental y partidista de las instituciones culturales y de las universidades para defender posiciones ideológicamente monolíticas por parte del poder. Pero, insisto, creo que en España esto no está ocurriendo, salvo alguna excepción muy puntual.

Tanto la cultura como la educación superior deben ser espacios de contacto con la alteridad, en todas sus manifestaciones, y deben ser un reflejo del pluralismo de la sociedad

El informe de la UNESCO “Reimaginar juntos nuestros futuros” demanda un nuevo contrato de la Universidad con la sociedad ¿Espacios como el Círculo de Bellas Artes de Madrid dedicados a la creación, difusión y gestión cultural, pueden ser parte de este emergente entramado social que resignifique la Universidad?

La Universidad de nuestro tiempo debe pensarse a sí misma como un agente social, en colaboración con otras organizaciones de muy distinta naturaleza: no sólo empresas, organizaciones sindicales o ONGs, sino también centros culturales como el que dirijo.

Actualmente pertenezco al Consejo Social de la Universidad Rey Juan Carlos y en colaboración con ella estamos desarrollando proyectos enriquecedores para que esa institución pueda afianzar su perspectiva humanística y artística.

En el Círculo tenemos acuerdos de transferencia con tres universidades públicas madrileñas, para impulsar la investigación desde la óptica cultural en temas como las neurociencias, la ecología o la teoría de la democracia. Hemos conseguido recientemente -junto con la Universidad Autónoma de Madrid- el primer Doctorado Industrial de la Comunidad de Madrid en artes y humanidades, para formar a un doctorando en lo que llamamos “innovación crítica”, aplicada al mundo de la gestión cultural.

Formamos parte de un proyecto europeo de Horizonte 2020, a punto de terminar, sobre el concepto de fracaso, en el que somos miembros beneficiarios junto con otras 12 universidades de todo el mundo. En definitiva: existen ya muchos instrumentos para que la Universidad pueda llegar a la sociedad de manera distinta, a través de la transferencia del conocimiento que permite la cultura. Es preciso utilizarlos, y crear otros nuevos, para potenciar estas posibilidades de colaboración con entidades culturales como el Círculo de Bellas Artes.

Círculo de Bellas Artes de Madrid

En España las enseñanzas artísticas han estado tradicionalmente fuera de la Universidad, siendo consideradas como enseñanzas propias. ¿Tienen cabida las formas de aprendizaje de las enseñanzas artísticas y su epistemología en el ámbito universitario?

La historia de las enseñanzas artísticas en España ha sido turbulenta, y no siempre coherente. Algunos estudios, como los de Bellas Artes, se integraron en la Universidad, mientras que otros permanecieron en otro ámbito diferenciado, lo que no implica ni mucho menos una menor calidad.

Centros de referencia internacional como la RESAD no son formalmente universidades, y sin embargo nadie en el sector del teatro dudaría de su excelencia. Creo que la reciente Ley de Enseñanzas Artísticas es un excelente paso adelante para racionalizar -sin uniformar abstractamente- las diferentes realidades existentes.

En el Círculo de Bellas Artes, desde hace casi 150 años, también somos un centro de enseñanzas artísticas. Desde Mariano Benlliure hasta Antonio López, pasando por Picasso, muchos de los grandes artistas españoles se formaron en nuestros talleres y nuestras aulas. La herencia de esta historia del Círculo se condensa hoy en nuestra Escuela SUR, que forma a decenas de artistas todos los años, siempre desde una perspectiva transdisciplinar.

la reciente Ley de Enseñanzas Artísticas es un excelente paso adelante para racionalizar -sin uniformar abstractamente- las diferentes realidades existentes

En este marco, algunos de nuestros programas educativos, como el Máster en Profesiones Artísticas, se han adherido al ámbito de la educación superior reglada, en alianza con la Universidad Carlos III. Otros permanecen fuera de este ámbito, porque no pueden someterse a la rigidez del sistema universitario. Creo que la flexibilidad, combinada con una verificación de la calidad de las titulaciones, es especialmente importante en el ámbito artístico.

En las últimas décadas los historiadores de la ciencia españoles han dedicado una buena parte de su energía a desmentir la afirmación de Santiago Ramón y Cajal de que a la carreta de la cultura española le faltaba la rueda de la Ciencia. ¿Comparte hoy el mundo de la cultura la convicción de que, sin ciencia no hay cultura?  

Sin ninguna duda. Significativamente, el Año Cajal, en el que nos encontramos, fue presentado oficialmente en nuestra institución, resaltando el papel artístico y humanístico, y no sólo científico, de Don Santiago.

Desde que llegué a la Dirección del Círculo de Bellas Artes he puesto muchas energías en explorar las interacciones entre cultura y ciencia. Creé un departamento de Ciencia e Innovación, que ha cumplido objetivos relevantes como la celebración de la Bienal “Ciudad y Ciencia” (en colaboración con la FECYT y el Ayuntamiento de Barcelona), el afianzamiento de la iniciativa “ConCienciArte”, la puesta en marcha del ciclo de conferencias “Ciencia, Salud y Humanismo”, junto con la Fundación Lilly o también el éxito de los Foros “I+D+C”, en colaboración con seis universidades, seis embajadas, la Comunidad de Madrid y la Fundación Banco Sabadell.

El último número de nuestra revista Minerva está íntegramente dedicado a las relaciones entre arte, ciencia y tecnología. Estos son sólo algunos ejemplos de que nos tomamos muy en serio que la ciencia es parte indisoluble de la cultura.

No hay duda: la ciencia es cultura, y esto debemos creérnoslo tanto las instituciones culturales como las científicas

Otras instituciones culturales como la Fundación Telefónica están dando grandes pasos en la misma dirección, pero lo mismo está ocurriendo también recíprocamente, en el ámbito de las organizaciones científicas. Por ejemplo, el CNIO tiene un magnífico programa de arte y ciencia: con ellos organizaremos pronto un interesante ciclo de cine y cáncer. No hay duda: la ciencia es cultura, y esto debemos creérnoslo tanto las instituciones culturales como las científicas.

¿Por qué en el sistema universitario español no hay una tradición de grados de “artes liberales” o soportados en la lectura de los libros clásicos, como sucede en la UE y EEUU?

El papel de las Humanidades en el sistema educativo español ha tenido una historia complicada, para mí a veces incomprensible. Es paradójico que uno de los países del mundo con mayor patrimonio cultural, literario y filosófico haya descuidado (y a veces despreciado) tanto los estudios humanísticos.

En Italia o en Francia las Humanidades siguen siendo centrales en todas las orientaciones de la educación obligatoria, incluidos los más científicos. En España hay un gran desconocimiento social sobre las humanidades y las ciencias sociales, debido a su estudio limitado en la ESO y el Bachillerato, lo que ha provocado un escaso interés por lo estudios universitarios en estas áreas que, inmerecidamente, gozan de poco prestigio.

Esto ha sido también, en cierta medida, culpa de estas disciplinas, que a menudo se han encerrado en cierto academicismo o elitismo intelectual, que a la postre se ha revelado un gran error. Si la mayor parte del poder político, desgraciadamente, sigue siendo miope hacia la importancia social de las artes y las humanidades, creo en cambio que la actitud de las universidades está cambiando: cada vez hay más investigadores y docentes que saben explicar muy bien a la sociedad la relevancia de estas disciplinas.

Es paradójico que uno de los países del mundo con mayor patrimonio cultural, literario y filosófico haya descuidado (y a veces despreciado) tanto los estudios humanísticos

Los estudios se están adaptando, con nuevos dobles grados que incorporan un título humanístico y otro de ciencias sociales, o incluso ciencias puras. Y además proliferan los grados en Filosofía, Política y Economía, que proceden precisamente de la tradición británica. Así que soy bastante optimista, a pesar de todo, sobre la salud de los estudios universitarios en Artes y Humanidades.

Círculo de Bellas Artes de Madrid

Los informes de prospectiva sobre la universidad del siglo XXI coinciden en la necesidad de proporcionar a todos los estudiantes un aprendizaje holístico con un fuerte componente tecnológico, pero, sobre todo, humanístico. ¿Cómo podemos enfrentarnos a estos desafíos?

Tengo claro cómo lo haría, pero también las dificultades que entraña. En primer lugar, dotando de prestigio social a las Humanidades, reforzando su papel en los estudios de Secundaria y Bachillerato, también para los estudiantes de las ramas de ciencias. Adicionalmente, rompiendo la fragmentación de las Universidades en departamentos y áreas de conocimiento: unas demarcaciones administrativas cada vez más inútiles e incluso perjudiciales. En tercer lugar, ofreciendo estudios (como ya se está haciendo, por ejemplo, en el marco de la “Alianza 4 Universidades) que rompen la división estricta entre ciencias y letras. Pero, sobre todo resignificando el concepto medular de nuestra época: la innovación.

Tristemente, hoy se tiende a identificar este concepto únicamente con la digitalización y el desarrollo tecnológico. Sin embargo, sólo un diálogo fructífero con el arte, la cultura y el pensamiento puede generar ciudadanos y sociedades realmente innovadores, que cuestionen problemáticamente las preguntas y los puntos de vista establecidos. Si la Universidad quiere ser innovadora, no puede renunciar a la cultura y eso pasa, entre otras cosas, por generar lazos más fuertes con las instituciones culturales de su entorno.

Si la Universidad quiere ser innovadora, no puede renunciar a la cultura y eso pasa, entre otras cosas, por generar lazos más fuertes con las instituciones culturales de su entorno

¿Qué impacto puede tener la irrupción de las humanidades digitales en las universidades?

Las humanidades digitales pueden tener un desarrollo increíble en los próximos años: desafíos como la Inteligencia Artificial, las neurotecnologías o la regulación ético-jurídica de las redes sociales van a demandar un nuevo perfil profesional, el de una persona con una fuerte formación humanística y grandes competencias digitales.

Esta es una de las áreas en las que veo más posibilidades a las “microcredenciales” o los títulos de formación continua por parte de las universidades. Pienso en estudios de corta duración, específicos y destinados a profesionales y estudiantes, que puedan evolucionar con flexibilidad y que al mismo tiempo tengan todo el rigor y el prestigio de las universidades.

¿Qué papel correspondería a las universidades latinoamericanas a la hora de vertebrar una propuesta cultural alternativa en torno al español?

En general, todas las universidades de países hispanohablantes tienen una gran oportunidad para atraer estudiantes, aprovechando la creciente pujanza de nuestro idioma a nivel mundial. Pero la lengua española no es una mera herramienta abstracta: su estudio debe acompañarse de la comprensión de los seculares recorridos culturales de ida y vuelta entre América y la península ibérica.

Proyectos de investigación como “América en Madrid”, del que el Círculo de Bellas Artes es colaborador, quieren visibilizar la variada aportación cultural en los últimos cuatro siglos de los países americanos en la región. En definitiva: a uno y a otro lado del Atlántico, la enseñanza del español no puede separarse de los contextos históricos y culturales del mundo hispanohablante en su conjunto. Todo ello para evitar discursos simplistas o neocoloniales en torno a la Hispanidad, y también lógicas de abstracta confrontación entre pueblos que rara vez tienen un respaldo histórico. 

a uno y a otro lado del Atlántico, la enseñanza del español no puede separarse de los contextos históricos y culturales del mundo hispanohablante en su conjunto

¿Cómo valora la incorporación que se está realizando en países como Colombia o Brasil de las culturas indígenas o tradicionales en el ámbito universitario a través de los procesos de justicia epistémica?

Una vez más, este tema es común al ámbito universitario y al cultural. Actualmente existe una gran polémica sobre la descolonización de los museos españoles, del mismo modo que en muchas instituciones de educación superior intentan buscarse alternativas a un eurocentrismo epistemológico que es innegable, pero que tiene su explicación.

En mi opinión es necesario tener estos debates y valorar la pertinencia de una mayor presencia de estudios y culturas originarias en estos ámbitos. Sin embargo, hay que rehuir dos peligros: uno es la politización espuria de estas consideraciones que, en la mayor parte de los casos, deberían ser fruto del consenso científico y entre expertos del ámbito cultural.

Y otro es la adopción acrítica de posiciones maniqueas sobre la historia: como ha defendido brillantemente la filósofa argentina Luciana Cadahia, los discursos decoloniales a veces no provienen del diálogo con las comunidades originarias y los países de procedencia de estas culturas, sino que emanan de la doctrina de algunos departamentos universitarios estadounidenses. Son, por tanto, paradójicamente, la expresión de una hegemonía geopolítica y científica muy occidental. En ocasiones, por tanto, no hay nada más neocolonial que el discurso decolonial. Y frente a esto hay que tener ciertas precauciones, tanto en el ámbito cultural como en el universitario.


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