El movimiento estudiantil antifranquista

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         La compleja realidad política por la que atravesamos parece estar rompiendo las costuras del edificio institucional que se puso en marcha tras la aprobación de la Constitución. Las muy diversas tomas de posición han reabierto debates sobre los delicados equilibrios políticos en torno a los cuales se construyó la Transición, pero también han reactivado la discusión sobre los orígenes y movilizaciones de las fuerzas sociales que realmente impulsaron la lucha por la democracia.

EMILIO CRIADO


         El movimiento estudiantil. junto a los movimientos obrero y vecinal, fue sin duda una de las claves de un proceso de muy largo recorrido. La recuperación de su historia se ha visto impulsada estos últimos años, favorecida por los intentos de afrontar nuestra memoria histórica y democrática.  Frente al discurso interesado de las elites y cúpulas de los partidos como ejes del cambio, vale la pena remarcar que no en vano los estudiantes supusieron el 22% de los más de 9.150 condenados por el Tribunal de Orden Público entre 1963 y 1979, sólo por detrás del 70% de los obreros y empleados procesados, y que a esa cifra habría que incorporar los miles de estudiantes expedientados, sancionados o que vieron sus estudios penalizados por la suspensión de las prórrogas al Servicio Militar Obligatorio.

       La Universidad no podía estar ajena a los cambios profundos que experimentó la sociedad española tras el fracaso de la política autárquica a mediados de los años 50 y de los posteriores Planes de Estabilización y de Desarrollo. Esta situación produjo la emigración forzosa del campo a la ciudad y al extranjero de millones de campesinos y jornaleros, así como un importante proceso de industrialización, que llevó asociado el notable crecimiento de una clase obrera muy rejuvenecida.

       Los procesos de ampliación de las redes educativas impulsadas por el ministro Ruiz Giménez se tradujeron en un crecimiento muy notable de la población universitaria. Los 60.000 universitarios de 1950, cifra cercana a los 40.000 existentes en la II República, pasaron a 170.000 en el curso 1959/60 y se duplicaron en sólo una década, para llegar a los 350.000 en el curso 1969/70. Pero este incremento no fue meramente cuantitativo, llevaba aparejado el comienzo del fin de una Universidad muy elitista, una mayor competencia para el acceso a posiciones relevantes en el aparato productivo y funcionarial y la percepción de una Universidad masificada, cuyo destino era dotar de cuadros técnicos al incipiente proceso de modernización del sistema productivo, cuando no la percepción de la Universidad como fábrica de parados. Si a ello se une el incipiente acceso de jóvenes universitarios procedentes de clase populares y no ligados directamente a los sectores vencedores en la Guerra Civil, tendremos un escenario que favoreció sin duda la apertura a debates y conflictos que superaban el anquilosamiento de los años 40 y 50, poniendo en cuestión las bases ideológicas de la Dictadura y la propia función de la Universidad.

el comienzo del fin de una Universidad muy elitista, una mayor competencia para el acceso a posiciones relevantes en el aparato productivo y funcionarial y la percepción de una Universidad masificada, cuyo destino era dotar de cuadros técnicos al incipiente proceso de modernización del sistema productivo

         En todo caso, el movimiento estudiantil español, junto a semejanzas con los procesos que recorrieron todo el mundo a lo largo de los 60, tuvo características específicas que prolongaron su vitalidad a lo largo de veinte años, si tomamos como referencia su nacimiento en los acontecimientos de 1956 y su final con la superación de la Dictadura. No tuvimos, por tanto, un Mayo del 68 sino muchos mayos consecutivos. La mayoría de los estudios publicados sobre este largo recorrido son de carácter académico y responden más bien a análisis sociológicos y políticos, tanto clásicos, como “Envenenados de Cuerpo y Alma”, de José Álvarez Cobelas, como el más reciente, “Estudiantes Antifranquistas”, de Eugenio del Río. Estos estudios rehúyen los aspectos personales y los contextos familiares y sociales que pudieran dar respuesta a las motivaciones que llevaron a muchos representantes de esa generación a acometer retos y responsabilidades que implicaban graves riesgos personales, rupturas familiares y cambios radicales en su visión de la realidad social que les rodeaba y de su función en la misma.

        De ahí la importancia del texto que nos propone Francisco Alburquerque Llorens, líder clave del movimiento estudiantil madrileño en los cruciales años que van de 1964 a 1968, no solo como delegado del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid, en la Facultad de Ciencia Políticas y Económicas, que fue el centro de gravedad y referencia de la Universidad Complutense, sino también del conjunto de las universidades españolas. La actuación de Paco Alburquerque, junto a otro Paco, Francisco Fernández Buey, de la Universidad de Barcelona, serían entre otros muchos, referentes clave para el conjunto de los estudiantes que nos movilizamos aquellos años por una sociedad democrática y justa en un país libre. Las relaciones entre ambos fueron determinantes para asegurar el traspaso a Madrid de la experiencia previa del SDEUB catalán y, posteriormente, en los intentos de coordinación estatal por medio de las Reuniones Coordinadoras…

El estado de excepción y el cierre de Universidades, decretado en enero de 1969 por el   Gobierno tras el asesinato por la policía del estudiante de Derecho Enrique Ruano supuso el expediente y expulsión de centenares de dirigentes estudiantiles y el lanzamiento de ordenes de caza y captura contra muchos de ellos

     Cuando Paco inició su actividad profesional le sucedió en la delegación de SDEUM en la Facultad otro destacado líder estudiantil y buen amigo, Jaime Pastor quien, ante la persecución policial, muy pronto tuvo que exiliarse en París junto a otros destacados dirigentes universitarios. En este duro escenario, Paco no pudo vivir el desmoronamiento de la obra por la que tanto había trabajado. El SDEUM desaparecería en el transcurso del curso 1968/1969 por varios motivos que se realimentaron mutuamente:

1-La salida de la Universidad, por finalización de estudios o expulsión, de toda una generación de dirigentes estudiantiles con un arraigado prestigio entre la gran mayoría de los universitarios, que les reiteraron sus muestras de solidaridad ante expedientes y detenciones policiales.                                                       

  2-El estado de excepción y el cierre de Universidades, decretado en enero de 1969 por el   Gobierno tras el asesinato por la policía del estudiante de Derecho Enrique Ruano, que supuso el expediente y expulsión de centenares de dirigentes estudiantiles y el lanzamiento de ordenes de caza y captura contra muchos de ellos.

3-La irrupción definitiva de la policía en la Universidad, que impediría la relativa libertad de movimientos de la que había disfrutado hasta entonces el movimiento estudiantil en el interior de las facultades, que le había permitido organizar su dinámica de propaganda y el desarrollo de reuniones y actividades culturales y de información.

        Estas decisiones pincharon la burbuja democrática y de relativa libertad de acción que se había conseguido instalar en la vida universitaria, pero sus valores democráticos y solidarios dejaron una amplia huella en toda una generación de estudiantes, fuese cual fuese su grado de militancia. La Universidad se insertaba así en la dura realidad que sufría el conjunto de la sociedad española. Se suprimieron el Fuero Universitario y los tratos relativamente más suaves que los utilizados contra otros sectores en lucha como el movimiento obrero…

trato de mostrar lo que sentíamos como protagonistas en una universidad mediocre, en aquellos años conflictivos que eran la semilla de una transición política y cultural que luego iba a tener un recorrido que, para algunos/as de nosotros/as, quedó bastante más limitado que nuestros sueños, expectativas e ilusiones

      Como él mismo escribe: “En mi experiencia de aquellos años en la universidad, los partidos políticos y las organizaciones sindicales presentes eran un elemento muy importante, sin duda, pero no fueron siempre el actor principal, un hecho que correspondió a muchas otras personas anónimas (militantes y no militantes de los partidos políticos o sindicatos), a las cuales quiero dedicar este libro, ya que fue con ellas con las que aprendí a convivir en aquellos años la fabulosa experiencia de ejercer nuestra propia libertad de reflexión y acción contra lo que el régimen franquista trataba de imponernos autoritariamente. En suma, trato de mostrar lo que sentíamos como protagonistas en una universidad mediocre, en aquellos años conflictivos que eran la semilla de una transición política y cultural que luego iba a tener un recorrido que, para algunos/as de nosotros/as, quedó bastante más limitado que nuestros sueños, expectativas e ilusiones, tras la muerte del dictador. Por eso mismo incorporé en el libro mis reflexiones sobre el periodo de lo que solemos llamar la transición democrática en España”.

Este texto forma parte del prólogo del libro de Emilio Criado al libro “Cambiar la sociedad Recuerdos de la universidad franquista y de una transición democrática inacabada” de Francisco Alburquerque Llorens


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