Es necesario tener en cuenta que la desinformación cada vez más se construye sobre la base de una falta de calidad en los procesos de creación de nuevo contenido. Así, el intercambio de información errónea, el uso abusivo de titulares sensacionalistas o amarillistas (en inglés clickbait) y otros fenómenos propios de flujos de información de baja calidad pueden llevar a la instrumentalización de dicha información y de rumores vinculados a ella. Además, una serie de factores cognitivos, sociales y afectivos influyen en la formación de falsas creencias. A esto hay que añadir que el acceso global a plataformas para la generación y distribución de contenido ha permitido construir canales de comunicación descentralizados, esto es, sin el control de los habituales curadores de contenidos.
SARA DEGLI-ESPOST Y DAVID ARROYO
Guía LADA Cómo protegerse de la desinformación
La desinformación y la propaganda han sido dos de los grandes retos que ha tenido que afrontar la humanidad a lo largo de la historia. Ambos fenómenos se han visto intensificados por la proliferación en la última década de plataformas, medios y herramientas para generar contenidos sin necesidad de contar con los actores habituales en el ámbito de la generación y distribución de contenidos informativos.
Según Claire Wardle, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown y cofundador y codirector del Information Futures Lab, la desinformación es un contenido intencionadamente falso y diseñado para causar daño. Está motivada por tres factores: ganar dinero, tener influencia política, ya sea extranjera o nacional; o causar problemas porque sí. En otras palabras: cuando la tergiversación se convierte en un engaño deliberado, eso es desinformación (en inglés disinformation) y no simplemente información falsa (en inglés misinformation).
Es necesario tener en cuenta que la desinformación cada vez más se construye sobre la base de una falta de calidad en los procesos de creación de nuevo contenido. Así, el intercambio de información errónea, el uso abusivo de titulares sensacionalistas o amarillistas (en inglés clickbait) y otros fenómenos propios de flujos de información de baja calidad pueden llevar a la instrumentalización de dicha información y de rumores vinculados a ella.
Además, una serie de factores cognitivos, sociales y afectivos influyen en la formación de falsas creencias. A esto hay que añadir que el acceso global a plataformas para la generación y distribución de contenido ha permitido construir canales de comunicación descentralizados, esto es, sin el control de los habituales curadores de contenidos.
De este modo, la falta de rigor por parte de las personas usuarias y periodistas puede ser aprovechada para construir campañas de desinformación basadas en información errónea y rumores. Existe un amplio espectro de tácticas y estrategias de desinformación. Por ejemplo, el astroturfing es una novedosa forma de desinformación que se basa en la imitación de comentarios de ciudadanos y ciudadanas para crear la falsa impresión de que una determinada opinión o idea cuenta con un amplio apoyo en la sociedad.
La desinformación busca aumentar las divisiones dentro de las comunidades y entre ellas y socavar la confianza de la población en los gobiernos electos. Hay dos factores importantes que facilitan la transformación de rumores e información errónea en una campaña de desinformación: (1) la construcción de información mediante simple agregación de fuentes sin un análisis crítico y (2) la descontextualización de la información a lo largo de su recorrido por diversas plataformas y medios de generación y distribución de contenido. Todo ello ha propiciado la propagación de la desinformación, incluso cuando esa desinformación se cuestiona continua y activamente allí donde aparece.
La desinformación perjudica a la sociedad de varias maneras. Si los padres y madres no vacunan a sus hijos e hijas basándose en creencias erróneas, la salud pública se resiente. Durante la pandemia de la COVID-19 la desinformación ha sido especialmente peligrosa porque ha contribuido a degradar la confianza en las instituciones democráticas y a presentar a los regímenes autoritarios como la alternativa real para hacer frente a la crisis sanitaria.
SARA DEGLI-ESPOST
Investigadora científica en el grupo de Ética Aplicada del Instituto de Filosofía del CSIC.
Twitter: @survgaze
DAVID ARROYO
Científico titular en el Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información (ITEFI) Leonardo Torres Quevedo del CSIC.
Twitter: @davidalqabri