El SUT; Servicio Universitario de Trabajo (1950-1969)

La gran mayoría de los estudiantes que participaron por el SUT, transmiten la misma conclusión:  aprendieron más que enseñaron y fuera cual fuera su evolución política posterior les quedó la impronta del respeto a la cultura del trabajo manual

EMILIO CRIADO HERRERO


A comienzos de los años 50 la población universitaria española era de unos 60.000 estudiantes una cifra ligeramente superior a la alcanzada durante la Segunda República y concentrada  básicamente en Madrid y Barcelona, algunos otros distritos  como Santiago, Sevilla, Valencia, Zaragoza y Salamanca superaban los 5.000 alumnos.

A lo largo de la década de los años 60, tras las reformas generadas por el ministro Ruiz Giménez, el número de estudiantes experimento un crecimiento muy significativo, para situarse en los 170.000 estudiantes en el curso 1959/60 y duplicarse de nuevo en la década siguiente, alcanzándose los 350.000 en el curso 1969/70, pese a ello, el número de hijos de trabajadores no superaba el 6%, como denunciaba el potente movimiento estudiantil de esos años.

Durante esas etapas el mundo del trabajo y el universitario discurrían en burbujas separadas; la posición económica, las diferencias culturales e ideológicas, muy condicionadas por el resultado de la guerra civil, el lenguaje, la propia vestimenta, los hábitos de vida y los espacios físicos en que se desarrollaban las actividades cotidianas, generaban una barreras que solo encuentros fortuitos permitían superar y que subsistían en un país empobrecido en que las consecuencias diferenciadoras de la guerra civil se mantenían sólidamente insertos en los procesos de aprendizaje social y educativo.

cerca de 14000 estudiantes, un 20% de ellos mujeres procedentes de todos los distritos universitarios, participamos en más de 500 campos de trabajo distribuidos por todos los sectores productivos y todo el territorio nacional

Los inicios de la industrialización y la crisis del modelo agrario, acelerados por la incipiente mecanización, generaron nuevos entornos sociales con sus paisajes y sus aglomeraciones humanas en barriadas sociales y chabolistas que ya no podían ocultarse a un estudiantado pese a las limitaciones impuestas por los entornos familiares 

Es en este contexto que el jesuita J. M. Llanos, funda en 1950 el Servicio Universitario de Trabajo (SUT), que en 1952 pondría bajo la tutela del Sindicato Español Universitario (SEU). Dadas sus raíces falangistas sus objetivos eran el conocimiento por los futuros dirigentes del mundo obrero a través de la experiencia del trabajo físico. Conocimiento que debería contribuir a la colaboración entre clases en aras a mejorar los destinos del país.

La iniciativa tuvo un éxito muy notable, entre 1950 y 1969, cerca de 14000 estudiantes, un 20% de ellos mujeres procedentes de todos los distritos universitarios, participamos en más de 500 campos de trabajo distribuidos por todos los sectores productivos y todo el territorio nacional; a partir de 1962 estas actividades se compatibilizan con la realización de nueve Campañas de Educación Popular en las provincias con mayores niveles de analfabetismo, lo que permitió la convivencia con las duras condiciones de vida del campesinado; en paralelo el curso académico se desarrollarlo un amplio trabajo en las grandes barriadas chabolistas que rodeaban a las ciudades españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Bilbao, Santiago, Granada, fueron escenario de las tareas educativas, sanitarias y de construcción desarrolladas durante los fines de semana. 

El propio Llanos se trasladó en 1956 a vivir permanentemente al emblemático barrio chabolista madrileño del Pozo del Tio Raimundo su convivencia con la pobreza y la represión le llevarían a acabar militando en CCOO y el PCE, en una evolución ideológica que también experimentaron numerosos sutistas

La búsqueda del otro, el reconocimiento de la existencia esa otra España no podían demorarse más; las vivencias aisladas dieron  paso a expresiones colectivas, que la presencia del realismo social en cine, literatura, teatro y artes plásticas, aún bajo el control de la censura,  no hicieron sino ayudar a profundizar, los Teatros Universitarios, las tertulias literarias o los  Cineclubs constituyeron eficaces vías de aproximación a la realidad del país.

En la clasista universidad española de la época el SUT junto a otras iniciativas de influencia religiosa, como algunas de las actividades de la  Juventud estudiante católica (JEC). propiciaron esas vías de encuentro. Los instrumentos y objetivos de cada una de las organizaciones, así como las motivaciones y consecuencias en la evolución personal de cada uno de los participantes fueron muy diferentes, pero es unánime la constatación de que se abrieron ventanas que condujeron a una mayor valoración de ambos grupos sociales y a un reconocimiento de los valores del mundo del trabajo, asociados hasta entonces a una valoración despectiva del movimiento obrero y campesino por su vinculación con la  causa republicana.

escenas en que se pone de manifiesto la simplicidad de las técnicas, la ausencia de medidas de protección o prendas de trabajo, lo repetitivo de las tareas o lo rudimentario de las herramientas y espacios de trabajo

Los testimonios derivados de la experiencia del SUT son muy ilustrativos de estos procesos de aproximación. Así vemos a estudiantes de ambos géneros compartiendo la dureza del día a día del trabajo, realizando labores de peonaje, en la minería, construcción, obras públicas, pesca, conservas, siderurgia; son escenas en que se pone de manifiesto la simplicidad de las técnicas, la ausencia de medidas de protección o prendas de trabajo, lo repetitivo de las tareas o lo rudimentario de las herramientas y espacios de trabajo.

Todos los testimonios denotan el alto grado de convivencia que se alcanza entre los sutistas y sus compañeros, lo que propiciaría un progresivo intercambio de confidencias primero de tipo personal pero que acabarían generando, en las zonas en que persistía el movimiento obrero, en complicidades políticas. 

Como reflejaba el primer jefe Nacional del SUT Eduardo Zorita, prestigioso catedrático y luego Director General de Política Científica en el primer gobierno Suarez: “La idea de trabajar en las mismas condiciones que los obreros, visto con perspectiva, y desde el punto de vista político, era jugar con dinamita”. 

De este proceso saldría un doble reconocimiento, el de los trabajadores que aprecian, tras superar las reticencias iniciales y la comprensión por parte de los estudiantes de los valores profesionales y humanos de sus compañeros. A través del esfuerzo físico compartido, les estudiantes aprendían a valorar los conocimientos asociados a cada oficio y a través de la convivencia personal y grupal unos valores de solidaridad y generosidad que hasta entonces le eran ajenos, tras esa acumulación de experiencias y sensaciones, los estudiantes pasaban de una posición de aparente superioridad a ser aprendices de una nueva cultura. 

La gran mayoría de los estudiantes que participaron por el SUT, transmiten la misma conclusión:  aprendieron más que enseñaron y fuera cual fuera su evolución política posterior les quedó la impronta del respeto a la cultura del trabajo manual.

Las consecuencias de ese aprendizaje se tradujeron en amplios debates internos dentro del SUT, ya en 1954, los editoriales de su Boletín, reconocen que desde la ubicación familiar y social de los universitarios en el bando de los vencedores de la guerra, hay que actuar para superar la división social entre vencedores y vencidos y construir juntos un proyecto más justo de país. 

Estas posiciones que, a partir de 1956 recogería el PCE en sus tesis sobre la Reconciliación  Nacional, sintetizaban muy bien los debates que se iban abriendo en el mundo universitario tras las movilizaciones estudiantiles de dicho año en que tuvieron un papel destacado sutistas como el periodista Javier Pradera, el escritor Jesús Lopez Pacheco o el economista Ramón Tamames, todos ellos destacados militantes del PCE. 

Para los estudiantes más concienciados, ante la experiencia directa de la pobreza y las duras condiciones de vida de la clase trabajadora, se planteaban dos vías posibles de actuación, una alineada con la tradición más clásica cristiana y posiciones reformistas frente a la dictadura, orientada a dar testimonio de esa situación y a la caridad y otra, inspirada  por los estudiantes cercanos al incipiente pensamiento marxista, que propugnaban el compromiso político como forma de combatir las profundas desigualdades sociales y la ausencia de libertades que imperaban  en el país. 

De este proceso saldría un doble reconocimiento, el de los trabajadores que aprecian, tras superar las reticencias iniciales y la comprensión por parte de los estudiantes de los valores profesionales y humanos de sus compañeros

Ambas tendencias pervivieron de forma frecuentemente conflictiva, conviviendo con los numerosos estudiantes cuyo paso por el SUT era el único medio de salir de vacaciones ante la grisura de la vida provinciana, de orientarse ante un futuro profesional o simplemente de obtener algunos recursos económicos para afrontar el curso académico

Los estudiantes realizaban siempre trabajos de peonaje, dormían y comían en barracones sin ningún tipo de comodidad y recibían el salario del peón menos un porcentaje que retenía la organización del SUT para financiar los gastos de transporte, alojamiento y comida. En las campañas no había esa remuneración, los estudiantes vivían en condiciones precarias en alguna casa y comían siguiendo un turno rotatorio entre los diferentes vecinos para repartir la carga que suponía la alimentación.

La historia del SUT siguió lógicamente la evolución del movimiento estudiantil y de la sociedad española, vivió la contradicción entre su dependencia de un aparato del Régimen como era el   SEU, contra el que luchaba el movimiento democratizador estudiantil y las oportunidades que suponía la utilización de sus medios para expandir sus actividades, al igual que haría CCOO con el Sindicato Vertical; experimentó las tensiones entre las diferentes familias del régimen y a su vez con la Iglesia. 

Al acabar el SEU en 1964, dado el rechazo masivo del movimiento estudiantil, el SUT pasó a depender de la Delegación Comisaria para el SEU ,como parte de los servicios, asistenciales, culturales o de viajes que se prestaban a los estudiantes;  pero la partida estaba echada, las contradicciones aumentaban y el pujante movimiento obrero y estudiantil, puntas de lanza de la lucha antifranquista demandaban actuaciones más contundentes para acabar con la dictadura. 

Una parte significativa de los sutistas compartían estos planteamientos y el “Santa Barbara Bendita”, himno reivindicativo de los mineros asturianos, que el SUT había llevado a la Universidad, acabaría siendo asumido como propio por el movimiento estudiantil. Como dato significativo el SUT sería disuelto por el gobierno en el verano de 1968 al apoyar los estudiantes que realizaban una la campaña de educación popular en León, una huelga impulsada por CCOO en la cuenca minera de Ponferrada. 

El número de sutistas que luego tuvieron relevancia en la vida política de la Transición es muy relevante. Los hermanos Maragall, Alfonso Carlos Comín, Vicent Navarro, J. Ignacio Urenda, Jordi Borja, Herman Pesqueira, Isidre Molas, Dolors Renau, Mº Teresa Garcia Alba ,única y ultima Directora Nacional del SUT en  Barcelona, Angel Sanchez Gijón, Alfredo Muñoz Giner en Valencia, Xavier Arzallus en Euzkadi, Nicolás Sartorius, Ramón Tamanes ,los hermanos Maravall, José Luis Leal, Ciriaco de Vicente. José Barrionuevo. José Sanroma, Francisco Fernández Marugán, Ricardo Gómez Muñoz, Manuela Carmena, Eduardo Leira, Cristina Almeida, Juan Anllo, Carlos Berzosa, Miguel Angel Fernández Ordoñez, José Torreblanca en Madrid

Pero el mundo de la cultura también tuvo una amplia representación en el SUT, baste con señalar a Mario Gas, Emma Cohen, J. Carlos Plaza, Ignacio Amestoy, Jose  Antonio Hormigón o Félix Mendez en el mundo del teatro, Rafel Chirbes, J. Miguel Ullan. Jesus Lopez Pacheco en la literatura, periodistas como  Javier Pradera,. Lorenzo Diaz o José Antonio Martinez Soler

Un número muy considerable de sutistas desarrollo su vida profesional en la Enseñanza ,tanto media como universitaria, contribuyendo decisivamente a la democratización y renovación  del sistema educativo.

Emilio Criado Herrero, es coautor de Una juventud en tiempos de dictadura. El Servicio Universitario de Trabajo (SUT 1950-1969) Miguel Angel Ruiz Carnicer (dir.) Ediciones La Catarata. 2022 e El SUT, imágenes de una España diferente. Relato visual (1950-1969) Alvaro Gonzalez de Aguilar (coord.) Ed. La Catarata 2022 Participó en campos de trabajo del SUT en 1966( Barco de Valdeorras, Orense, 1967 ( Hulleras del Turón, Asturias  y 1968 ( Cariñena, Zaragoza)

Fotos facilitadas por la Asociación Amigos del SUT  www sut.org.es


EMILIO CRIADO HERRERO Investigador Científico en el CSIC (1970-2013) en el Area de Ciencia de Materiales Fundador de CCOO en el CSIC, ha sido vocal por el sindicato en el Consejo Nacional Asesor de Ciencia y Tecnología y en el Consejo Social de la UAM

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.