La nueva cultura de la tierra como centro inexcusable de la educación

Pablo Acosta

No hay ni debería haber mayor prioridad educativa que la de reconstruir nuestra visión del mundo que habitamos, de la manera en que nos relacionamos con él y entre nosotros, de la forma en que nos pensamos y sentimos seres inteligentes entre otras muchas inteligencias que conviven en una red de múltiples nodos que se codeterminan mutuamente.

JOAQUÍN RODRÍGUEZ


Desafíos Urgentes en la Educación para un Mundo Sostenible

Podemos echarle la culpa al Génesis, a David Hume, al espíritu de la modernidad o a la Revolución industrial pero el caso es que, desde tiempos inmemoriales, bien por intercesión y mandato divino, bien por la convicción de que nuestra manera de conocer el mundo es superior e incontrovertible, nos hemos enseñoreado del mundo, nos hemos convertido en sus amos y explotadores, nos hemos apropiado de sus criaturas y sus recursos hasta el punto de que los hemos anulado.

La manera inaudita en que los occidentales nos relacionamos con el mundo se basa en un par de ideas que tenemos por irrebatibles: que somos los amos de la creación porque así lo ha querido quien nos creó; que la ciencia dominante nos dio el poder para petrificar, mediante clasificaciones y categorizaciones, las vidas y existencias del resto de los seres vivos y de los que tenemos por inanimados, aunque esa distinción dé en el fondo igual cuando de lo que se trata es de beneficiarse de ellos; que nuestro (i)lógica económica se basa, a su vez, en la creencia de que cabe extraer, explotar y lucrarse de manera ilimitada de recursos estrictamente finitos, en una incongruencia que roza la insanía.

No hace falta reiterar, por evidente y palpable, que los dioses que nos dieron aquellos poderes omnímodos, que las epistemologías que los justificaron y que los economistas y empresarios que los ejecutaron han topado con los límites intraspasables de la realidad. Y que no cabe seguir disimulando o hablando de desarrollo sostenible, como un subterfugio cómplice e infantil, cuando de lo que se trata es de un replanteamiento radical de la condición humana misma, de nuestro ser y estar en el mundo, de las formas de convivencia y mutuo respeto que será necesario rescatar para restablecer —si quiera someramente— un mínimo equilibrio entre todos los seres que habitan este mundo.

Si la educación no tiene responsabilidad en este rediseño, en esta reprogramación, en esta reinvención, no sé exactamente para qué otra cosa debería servir

Si la educación no tiene responsabilidad en este rediseño, en esta reprogramación, en esta reinvención, no sé exactamente para qué otra cosa debería servir. No parece que haya nada más urgente ni más apremiante que repensarnos cuando los fundamentos de una civilización se disuelven huellas en la arena, cuando nuestra idolatría mercantil amenaza con hacer sucumbir al resto de los seres vivos en este suicidio consentido y colectivo.

Pablo Acosta

Educación para una Nueva Cultura de la Tierra

Para que todo esto no suene a paralizante —que es la excusa que muchos esgrimen para no hacer nada o para hacer algo que garantice que todo permanezca como estaba— deberíamos comenzar por la educación, por rediseñar nuestros currículum de manera que planteáramos cuáles son los grandes retos a los que deberemos enfrentarnos, cuáles sus posibles soluciones, cuáles los ejemplos o prototipos que podrían encarnarlas, cuáles los procedimientos para gestionarlas e implantarlas, y todo esto con la participación y colaboración de todos los colectivos, entidades, organizaciones, instituciones y empresas que, inevitablemente, tendrán que asumir un cambio en sus pautas de comportamiento.

Convendría, quizás, por compartir los principios de una Nueva cultura de la tierra, preceptos que, a estas alturas, todos y todas podríamos compartir si es que nos queda un ápice de raciocinio entero y somos sinceros con nosotros mismos: decrecer en la esfera material, porque no hay recursos infinitos ni inacabables; conquistar equidad en común, porque la igualdad es un principio tendencial de nuestra civilización que deberíamos contribuir a consolidar; mantener la biodiversidad, por somos ecodependientes y porque deberíamos abandonar la soberbia con la que hemos mirado y usufructuado el mundo; vivir del sol actual, porque nuestro futuro será igual de negro que el petróleo si seguimos utilizándolo; cerrar los ciclos de materiales, practicar formas de economía circular, de la cuna a la cuna, de manera que nos comportemos como los escarabajos, que no producen basura ni desperdicios porque todo se reconvierte en fuente renovada de energía; poner la vida en el centro, porque no puede haber un valor superior para un ser humano que su propia supervivencia y la de sus allegados, de forma que los cuidados mutuos deban ser el fundamento de esa convivencia; invitar a todos y todas a repensarnos, a reinventarnos, a reimaginarnos, porque la verdad se construye entre todos y cada cual debe encontrar su acomodo.

No hay ni debería haber mayor prioridad educativa que la de reconstruir nuestra visión del mundo que habitamos, de la manera en que nos relacionamos con él y entre nosotros

Educación para la Sostenibilidad: Diseñando un Futuro Consciente y Responsable

Tanto Ecologistas en acción como Teachers for future y Greenpeace han diseñado, con ese propósito, nuevos currículum transversales, conectados con retos reales y significativos, que impregnen todas las facetas y áreas de estudio, porque nada de eso debería sernos ajeno, porque aprender debe tener que ver con ser capaz de generar un impacto positivo en los demás y en nuestro entorno. La UNESCO también ha llamado la atención, en la misma línea, sobre la necesidad de diseñar Currículos verdes, «un currículo» que «integra la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo en la enseñanza y el aprendizaje desde los niveles preescolar, primario, secundario y superior, así como en la formación del profesorado». Un desafío, el de la educación para la sostenibilidad y, en consecuencia, el del rediseño global de la educación, que apela tanto a la educación obligatoria como a la superior, porque, que sepamos, más allá de las fantasías escapistas de los milmillonarios, todos somos habitantes de este único y bello mundo.

No hay ni debería haber mayor prioridad educativa que la de reconstruir nuestra visión del mundo que habitamos, de la manera en que nos relacionamos con él y entre nosotros, de la forma en que nos pensamos y sentimos seres inteligentes entre otras muchas inteligencias que conviven en una red de múltiples nodos que se codeterminan mutuamente.


JOAQUÍN RODRÍGUEZ

Miembro de la Asociación Espacios de Educación Superior.

Escritor.

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.