Un laboratorio es un espacio protegido en el que se dan las condiciones para ensayar experiencias, situaciones o relaciones que en la vida cotidiana de las organizaciones es difícil que sucedan.
Pensar la Universidad como un laboratorio es una oportunidad para repensar su relación con la sociedad, y por tanto para pensar la relación entre conocimiento y convivencia.
La Universidad como laboratorio implica habilitar un lugar y un tiempo en el que llevar a cabo iniciativas en las que la colaboración entre diferentes sea posible. Un espacio protegido de las formas de burocracia y de evaluación propias del sistema académico.
Si queremos imaginar otras formas de relación con la sociedad, la Universidad debe reconocer el valor de las formas de conocimiento surgidas de la experiencia de las personas, las comunidades de afectados, los movimientos sociales, los profesionales, o los empleados públicos, y ofrecer un lugar en el que todos ellos puedan colaborar entre sí.
La Universidad como laboratorio ciudadano es una oportunidad para preguntarnos qué podemos hacer juntos y ponernos manos a la obra sin la presión de obtener unos resultados determinados de antemano. Es la mejor manera de relacionar conocimiento y convivencia.
Son cada vez más las universidades que ven oportuno generar estos espacios de experimentación y colaboración que, al no regirse por los condicionantes habituales, se convierten en lugares de confianza que dan aire a un ambiente saturado en el que parece que cualquier cosa que se salga de lo establecido es imposible. La Universidad no solo como lugar de acceso al conocimiento ya consolidado, sino como un lugar para explorar sus limitaciones. |