La tecnología casi nunca es el motor del cambio social, pero casi siempre es un actor importante. Aunque la sociedad en general tiene un pésimo historial en cuanto a la previsión de la difusión y el efecto de las nuevas tecnologías, hay una generalización que parece aplicarse: sobrestimamos sistemáticamente el ritmo de difusión y los impactos de la tecnología a corto plazo, pero subestimamos la difusión y el impacto a largo plazo (1)
JUAN JIMÉNEZ MORILLAS
En el año 2018 Holon-IQ, una empresa de análisis de datos que se dedica a la «inteligencia de mercado con impacto», publicó un estudio de escenarios sobre el futuro de la educación, en el horizonte 2030.
El estudio se llama concretamente «La educación en 2030. La pregunta de los 10 billones de dólares» y subtitula: «Cinco escenarios para el futuro del aprendizaje y el talento». A pesar de haberse realizado antes de la pandemia, es relevante tanto por la metodología empleada como por los escenarios dibujados.
Como profesional que se ha dedicado a realizar estudios de escenarios, me interesa mucho cada vez que se publica uno porque siempre hay cosas interesantes que aprender. La construcción de escenarios tiene algo de arte, es una tarea que no se puede programar, no hay una manera «correcta» o «incorrecta» de hacerlo y es algo que, aunque está sistematizado, tiene algo de narración, es creativo y requiere de ciertas dosis de imaginación (además de capacidad de análisis y de síntesis, visión sistémica y otras competencias de ese tipo). No empleo la palabra «imaginación» de manera peyorativa, ni mucho menos. Incluso en las disciplinas científicas más duras hay un momento de salto al vacío que requiere fiarse de intuiciones, o emplear directamente la imaginación para crear posibilidades que luego se someten a los rigores del método científico para ver si eran acertadas o no.
Y si eso sucede en el ámbito científico, qué no sucederá en el especulativo. El valor de los escenarios está en su capacidad para estimular el debate. Se trata de describir futuros posibles en los que poder proyectar la mente y tratar de encontrar claves con los que armar la mochila en ese viaje al futuro en el que estamos todos inmersos, de manera que, al llegar, no descubramos que nos habíamos dejado el paraguas porque no se nos ocurrió que podría llover.
La formulación más simple de un escenario podría ser un « ¿qué haría yo si… », y viéndolo de esa manera se entiende que su valor no está en «acertar» o «no acertar», sino en crear un espacio mental, virtual, donde se pueda dar una conversación con mobiliario prestado, discutir la decoración y plantear alternativas. Se podría argumentar incluso que el mejor escenario es el escenario catastrófico que nunca se cumplió porque nos ayudó a tomar las decisiones adecuadas para evitarlo. Teniendo en cuenta que estas metodologías se desarrollaron en el contexto de la Guerra Fría, algo de eso puede que haya. En todo caso, han demostrado su valor para el pensamiento estratégico y por eso se siguen utilizando.
El enfoque clásico suele trabajar con pocas variables, se intenta que sean relevantes para la construcción de esos futuros y que una variable no dependa de la otra en la medida de lo posible (aunque nada es totalmente independiente de nada, entiéndase). En realidad es todo un poco más complicado: hay que tener claras las tendencias y las contratendencias, y cuáles son las fuerzas que previsiblemente darán forma al futuro. A partir de ahí se dibujan los escenarios tratando de dar valores a las variables en su interacción con esas fuerzas.
Imaginemos que hacemos un estudio de escenarios sobre la adopción del vehículo eléctrico, por ejemplo, y elegimos como variables la conciencia social sobre el cambio climático frente a la disponibilidad de materias primas. El escenario pésimo sería en el que ni hay conciencia social ni hay materiales y el óptimo aquel en el que sucede todo lo contrario.
Se entiende rápido que si en lugar de estas variables hubiéramos elegido por ejemplo conciencia frente a la evolución de la economía, los escenarios hubieran sido otros.
Por eso decía al principio que la construcción de escenarios tiene un poco de arte, y parte de ese arte está en elegir las variables adecuadas para suscitar una reflexión que sea fructífera.
¿Por qué les cuento entonces todo esto? Porque es importante para entender lo que suele ser un estudio de escenarios, y lo que le podemos pedir.
Y porque éste en concreto del que vamos a hablar no se parece en nada a lo que acabo de contar.
Una reflexión sobre la metodología
Este informe se ha realizado empleando una metodología mixta basada en una aproximación «de arriba hacia abajo» y una aproximación «de abajo hacia arriba».
La aproximación «desde abajo» me parece la más novedosa y marca la diferencia fundamental con lo que acabamos de contar sobre los estudios de escenarios. Lo que se hizo fue emplear Inteligencia Artificial para analizar conversaciones en torno al futuro de la educación.
Así, se utilizó el aprendizaje automático para encontrar, analizar y agrupar más de 5.000 artículos de noticias de fuentes fiables de todo el mundo. Se crearon más de 15 grupos en torno a temas específicos que describían posibles modelos, tecnologías y enfoques educativos futuros. Estas agrupaciones formaron entre cuatro y seis megagrupos, todos ellos conectados a través de las distintas agrupaciones, pero que en conjunto cuentan una historia diferente sobre el futuro de la educación.
La aproximación «desde arriba» se ha realizado mediante consulta de fuentes secundarias, principalmente publicaciones del Banco Mundial, la OCDE y UNESCO. A partir de este trabajo se identificaron cuatro elementos tractores de los cambios: la globalización y el crecimiento económico; el crecimiento de la población; el futuro del trabajo y las competencias y los avances tecnológicos.
Mediante el cruce de los resultados de ambas aproximaciones se construyeron cinco escenarios que ofrecen posibles resultados basados en la forma en que diferentes combinaciones de impulsores clave pueden influir en la educación y el aprendizaje en el futuro. Como bien señalan los autores: «cuando se construyen escenarios, hay que tomar muchas decisiones y hacer concesiones para lograr una relativa simplicidad, por lo que es bastante seguro que hay muchas otras maneras de configurar estos (y otros) impulsores para producir un conjunto diferente de escenarios».
El estudio parte de la asunción de que en 2030 el mercado de la educación será de 10 billones (trillones americanos) de dólares y presenta cinco escenarios en los que la innovación y la tecnología configuran de maneras diferentes el futuro del aprendizaje y las competencias profesionales.
Además, hay otras asunciones para el modelo business as usual:
1. El gasto mundial en educación y formación alcanzará al menos 1.000 millones de dólares en 2030, a medida que el crecimiento de la población en los mercados en desarrollo impulsa una expansión masiva y la tecnología impulsa a su vez una recualificación sin precedentes en las economías desarrolladas.
2. En la próxima década habrá 350 millones más de graduados de post-secundaria y casi 800 millones más de graduados de enseñanza obligatoria que en la actualidad. Asia y África son los motores de la expansión.
3. El mundo necesita añadir 1,5 millones de profesores al año de media, acercándose a los 10 millones en total. El 50% enseña en preescolar y primaria. La enseñanza post-secundaria será la que más se expanda y cambie, ya que el papel del profesor representa más el de un mentor/entrenador que el de un “sabio en el escenario”.
Evidentemente, esto es el resultado de una proyección realizada sobre las tendencias actuales. Es decir: asume que en el mundo no van a pasar cosas disruptivas, o que todos los sistemas en los que se produce esta evolución tienen margen para asimilar el crecimiento. Y eso podría muy bien no ser el caso. No me refiero a los cisnes negros, que por definición no pueden predecirse, estoy hablando de otras fuerzas que actúan en el mundo, dinámicas que no tienen nada de accidental y que ahora mismo nos podrían llevar a cuestionar la mera posibilidad de considerar que el negocio de la educación va a continuar evolucionando como hasta ahora.
Quiero mencionar algunas posibilidades muy de pasada. Los efectos del cambio climático (movimientos migratorios sin precedentes), la pérdida de liderazgo (por no hablar de crisis existencial) de la UE en el contexto creado por el impacto de la guerra de Ucrania unido al auge de movimientos políticos centrífugos, poco interesados en una Unión fuerte y cohesionada; una nueva crisis financiera mundial agravada por la escasez de materias primas y la fractura de ciertas cadenas logísticas a escala global o un escenario energético incierto. ¿Cuál será la salud del Estado del Bienestar? ¿Cómo se generará y repartirá la riqueza? ¿Qué mecanismos encontrarán nuestras sociedades para ser estables? ¿Conseguiremos alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible? Muy probablemente todas o algunas de estas cuestiones darán forma también al futuro de la educación, más allá de lo que permita hacer la tecnología.
Desde luego no pretendo ser alarmista pero sí señalar que, si algo parece augurar el futuro, es que, sea como sea, no va a ser como hasta ahora.
No quiero con esto tampoco desmerecer el trabajo ni dejar de valorar el enfoque, que hace uso del potencial de la IA para trabajar sobre un corpus de publicaciones que sería imposible procesar de otra manera. Estoy convencido de que es una tendencia que no va a hacer sino confirmarse en los próximos años. No obstante, me parece interesante señalar qué es lo que se pierde con esta manera de abordar el problema, y que los enfoques no tienen por qué ser excluyentes. Por ejemplo, se pueden utilizar paneles de expertos multidisciplinares para seleccionar las colecciones de publicaciones a analizar (buscando una cierta consiliencia).
Dado que la metodología analiza texto (en inglés) generado por quienes hablamos de educación, si los que hablamos de educación no hablamos de estos temas (y en inglés, aunque los traductores mejoran cada día) estas cuestiones quedan invisibilizadas, cuando en realidad muchos o algunos de ellos tienen un impacto potencial fuerte en los escenarios. Si nadie habla del impacto del cambio climático en la educación (y no solo por la cuestión de los movimientos migratorios ya mencionada), es imposible que esta metodología lo identifique como un elemento relevante. En la metodología “clásica” de escenarios se trabaja con paneles con diversos perfiles de participantes, y en ese contexto sí se pueden captar este tipo de elementos críticos.
En todo caso el valor de los escenarios está, como se ha dicho, en su capacidad de crear un espacio mental con puntos de referencia y dinámicas que lo hagan lo bastante interesante como para habitarlo el tiempo suficiente para discutir, proyectar, cuestionarse cómo se posicionaría uno (o su organización) en él, qué medidas debería aplicar para sacar partido o para defenderse. Creo que estos escenarios logran ese objetivo, a pesar de pecar quizá de cierto “tecnooptimismo”. Pienso que son los temas que quedan sin abordar precisamente los que van a determinar a qué combinación de estos, o de otros escenarios, se va a parecer realmente el futuro en distintos lugares del mundo. En todo caso, como mínimo son un espejo que refleja de qué hablamos cuando hablamos de la educación del futuro. Solo por eso creo que ya merece la pena leerlo.
Como nota final, un resumen de los escenarios y la invitación a leer el informe.
1. La educación como hasta ahora. Las instituciones educativas tradicionales siguen siendo la fuente de aprendizaje más fiable y el vehículo más eficaz para el empleo y la prosperidad. La educación superior se consolida, surgen plataformas globales de talento y los gobiernos siguen siendo la principal fuente de financiación en todo el mundo.
2. Ascenso regional. Las alianzas regionales dominan el competitivo panorama educativo, con el apoyo de la cooperación estratégica y política. La cooperación en la prestación de servicios mixtos y los centros regionales de talento cruzan la oferta y la demanda de mano de obra para fortalecer las regiones.
3. Gigantes globales. Este entorno global de libre mercado ha fomentado la aparición de “megaorganizaciones” con un reconocimiento omnipresente y la escala necesaria para lograr una eficacia significativa y un poder industrial.
4. Peer-to-Peer. El aprendizaje en línea a través de experiencias ricas y personalizadas de persona a persona domina los sectores de la formación post-secundaria y de habilidades. La tecnología Blockchain reconfigura fundamentalmente la acreditación y libera la creatividad colectiva y la propiedad intelectual de los profesores.
5. Revolución robótica. La IA impulsa una inversión completa de “quién dirige el aprendizaje”, con tutores y mentores virtuales estructurando rutas de aprendizaje, proporcionando tareas de evaluación, dando feedback, ajustando el proceso según el progreso y organizando tutorías humanas cuando sea necesario.
(1) Roy Amara, cita recogida en “What Futurists Believe”, 1989, editado por Joseph F. Coates y Jennifer Jarratt. Capítulo 5.
JUAN JIMÉNEZ MORILLAS Ingeniero de Caminos Experto en prospectiva tecnológica.
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