«El principal cambio en la cultura organizativa pasa por entender que las discrepancias forman parte de la vida cotidiana de la universidad, que en la universidad las personas tenemos vínculos de larga duración y unos objetivos compartidos que nos llevan a relacionarnos constantemente, y que la manera como nos relacionamos tiene una incidencia directa en nuestro bienestar y en el cumplimiento de los fines de la organización» ,señala el Síndic de Greuge de la Universidad de Barcelona
Lluís Caballol Angelats, Profesor titular de universidad en el Área de Derecho Procesal en la Universidad de Barcelona desde octubre de 1993, se destaca como una figura influyente en el ámbito jurídico y académico. Su carrera abarca diversas áreas del Derecho, con enfoque en el Derecho Procesal y Civil Catalán, siendo parte del Grupo de Investigación consolidado Derecho Civil Catalán y del Instituto de investigación TransJus.
Desde el año 2006, Caballol Angelats ha sido parte activa del Observatorio de Derecho Privado de Cataluña, participando en diversas comisiones y en la elaboración de anteproyectos de ley. Su compromiso con la innovación docente se refleja en su participación en el grupo Dikasteia, centrado en implementar metodologías de aprendizaje basadas en problemas, obteniendo distinciones y reconocimientos.
Además de su destacada carrera académica, Caballol Angelats ha desempeñado roles institucionales importantes, como su elección como Síndic de Greuge de la Universidad de Barcelona en 2018 y su papel como presidente de la Confederación Española de Defensorías Universitarias desde octubre de 2023. Es miembro del Comité per a la integritat de la recerca de Catalunya (CIR-CAT). Su dedicación al ámbito jurídico, tanto en la academia como en roles de liderazgo, evidencia su compromiso con la integridad de la investigación y la defensa de los derechos universitarios.
En las universidades crece el número de conflictos interpersonales entre iguales con casos de bullying o graves desconsideraciones entre compañeros estudiantes o docentes. Situaciones impensables hace unos años. ¿Está cambiando la conflictividad en la Universidad? ¿Estamos en un proceso de normalización de la violencia?
No tengo la impresión de que se esté produciendo un cambio en la conflictividad en el ámbito universitario. Los problemas y las discrepancias siguen siendo esencialmente del mismo tipo. Es posible que anteriormente no se explicitaran o publicitaran esas situaciones. Si bien algunos de los mecanismos que forzaban a mantener latente la discrepancia tampoco me parecen de recibo.
Sí que se han ampliado los medios a través de los cuales se manifiesta. En el momento actual, principalmente las redes sociales, dejan constancia permanente de lo sucedido y extienden sus efectos publicitándolo. Y, a su vez, y eso sí que creo que es una evolución, se está dando más importancia a la calidad de las relaciones entre las personas, de modo que cada vez más se está tomando consciencia del impacto de ese tipo de conductas y de la necesidad de intervenir.
Los comportamientos y los estilos agresivos tienen múltiples causas. Algunos de ellos tienen que ver con los concretos individuos (falta de habilidades para gestionar situaciones de contradicción, falta de empatía, etc.) pero hay múltiples factores de carácter ambiental y estructural que también inciden de forma relevante. Me preocupa la incidencia que pueden tener los modelos de conducta que asocian agresividad con exigencia, éxito o buen hacer.
se está dando más importancia a la calidad de las relaciones entre las personas, de modo que cada vez más se está tomando consciencia del impacto de ese tipo de conductas y de la necesidad de intervenir
En absoluto, a mi juicio, no cabe considerar que estemos en un proceso de normalización de la violencia. En primer lugar, la inmensa mayoría de las incidencias que se dan en el ámbito universitario no merecen este calificativo. La vida universitaria es un entorno óptimo que ofrece a todos los que participamos en ella una experiencia de trabajo y convivencia, que contribuye a la evolución personal e intelectual. En segundo lugar, la gestión escalativa de las discrepancias tiene también sus limitaciones y no perdura indefinidamente. Y, en tercer lugar, las expresiones de agresividad que puedan darse deben encontrar y encuentran una respuesta clara y proporcional de la institución universitaria.
¿Está también cambiando la naturaleza de los conflictos entre los profesores y alumnos?
Lo que está evolucionando y debería seguir haciéndolo es el modelo de relación entre los estudiantes y los profesores. En general, el estudiantado percibe al profesorado como un igual y esperan de ellos comunicación y apoyo para conseguir los objetivos académicos. Es lo que han aprendido en las etapas formativas anteriores.
Los profesores esperamos de los estudiantes corresponsabilidad, compromiso y dedicación para alcanzar los objetivos de aprendizaje y que valoren nuestra función.
Cuando estas expectativas se cumplen la experiencia de la vida universitaria es muy satisfactoria para todos. Cuando no se cumplen se producen tensiones que es preciso gestionar.
el estudiantado percibe al profesorado como un igual y esperan de ellos comunicación y apoyo para conseguir los objetivos académicos
La mayoría de las incidencias que ocurren en las aulas, obedecen a desaciertos, que adecuadamente interpretados y gestionados pueden convertirse en una oportunidad. Nos resulta chocante presenciar comportamientos que evidencian, en las formas y en el fondo, una total desconexión de algunos estudiantes con el contexto universitario. Si tuviéramos la oportunidad de profundizar de manera personalizada seguramente encontraríamos una explicación y por ende la manera de afrontarlas. Desafortunadamente en los ámbitos académicos aún quedan vestigios de la concepción atávica que ve en el menospreció, y en el designio de imponerse, una manera apropiada de abordar es tipo de situaciones.
La LOSU obliga a abrir un proceso de debate interno en todas las universidades para la revisión de los estatutos. ¿Puede ser la oportunidad de vertebrar las distintas instituciones universitarias dedicadas a la promoción y defensa de la igualdad, la convivencia y los valores éticos propios de la academia? ¿Qué papel debe corresponder a las defensorías de los universitarios?
Sin ninguna duda adaptación de los estatutos a la LOSU son una oportunidad, también para vertebrar las unidades que menciona la pregunta.
La Ley de convivencia universitaria ha situado en el primer plano de la vida universitaria las relaciones interpersonales en los ámbitos académicos. Por efecto de esta ley la comisión de convivencia asume una función de promoción global de los valores de la vida universitaria, a diferencias de otras unidades, como la de igualdad i diversidad, la de inspección de servicios, o las unidades de seguridad y salud que, en lo relativo a las relaciones interpersonales, atienden aspectos más específicos. A lo cual hay que sumar la existencia de comités de ética (distintos de los que conocen de aspectos relacionados con la investigación).
Sin lugar a duda, los estatutos de cada universidad tienen la oportunidad de ordenar, coordinar y potenciar la labor de totas estas unidades, y el deber de hacerlo optimizando los recursos. En este aspecto, tengo para mí que la comisión de convivencia debería asumir un rol central y que podría ser el punto de encuentro y coordinación del resto de unidades con competencias en temas relacionados con la convivencia.
Intuyo más dificultades para encajar la comisión de convivencia y el comité de ética. En estos aspectos concibo este comité como el centro de análisis y actualización de la normativa de convivencia.
La Ley de convivencia universitaria ha situado en el primer plano de la vida universitaria las relaciones interpersonales en los ámbitos académicos
En este entramado organizativo la Defensoría Universitaria ocupa una posición singular. Su principal misión es velar por los derechos de los miembros de la comunidad universitaria. A diferencia de las unidades de que hemos hablado, la LOSU configura la Defensoría como una unidad básica especial o excepcional. No es un órgano de gobierno de la universidad y propiamente tampoco es una unidad más. La Defensoría actúa en casos de falta de respuesta, disconformidad con la actuación o, incluso de oficio. Se sitúa al lado del resto de unidades y órganos para hacer una labor de análisis independiente, y contribuir, en la medida de lo posible, a que la administración universitaria no cause un perjuicio injustificado en el caso concreto. Con este fin toma la palabra para recomendar, sugerir o advertir.
La labor de la defensoría no coincide con la de un juez, ni con la de un fiscal, la de un abogado, la de una unidad anticorrupción, la de un sindicato, ni, por supuesto, con la de la oposición. Su función de garantía consiste precisamente en supervisar el funcionamiento de la administración universitaria. Su misión es aportar razones a los responsables ejecutivos con el fin de que repiensen y, en su cao, reformulen la gestión que están haciendo del caso o situación concretas.
En muchas universidades la persona titular de la defensoría goza de la confianza de los miembros de la comunidad universitaria, lo cual la habilita para asumir iniciativas orientadas a retomar la comunicación entre personas (buenos oficios) o incluso para acompañar la interacción entre los protagonistas (medición/conciliación) en orden a buscar una solución consensuada de la discrepancia. De ahí que esté previsto que también pueda asumir esas funciones.
La Defensoría Universitaria ocupa una posición singular. Su principal misión es velar por los derechos de los miembros de la comunidad universitaria
Los protocolos anti-acoso son un elemento arraigado y fundamental de la convivencia en las universidades occidentales. Por ley todas las universidades españolas disponen de unidades de igualdad. ¿Cuál es la situación de la implantación y de aplicación de protocolos anti-acoso en las universidades españolas?
Los protocolos son pautas unificadas de actuación de las distintas unidades y personas de la administración universitaria cuando se produce una situación que les exige actuar. Se refieren a la manera como debe darse cumplimiento a ese deber y aspiran a conseguir una respuesta optimizada y uniforme de la organización. Son instrumentos esenciales para determinar qué hacer, a quien o donde dirigirse, y como llevarlo a cabo. Suelen atender aspectos de las situaciones que van más allá de lo estrictamente normativo
La falta de un protocolo puede generar dudas, inconvenientes y descoordinación, pero no exime del deber de actuación, por lo que no puede convertirse en un pretexto. Por otro lado, contar con un protocolo, no implica necesariamente que se estén atendiendo las situaciones en las que es de aplicación, si bien, sí ayuda mucho a identificar las responsabilidades.
Es imprescindible fomentar la toma de conciencia de las situaciones que calificamos como acoso, del tipo que sea, con ejemplos de buenas y malas prácticas. Esta labor es esencial, tanto pensando en las potenciales víctimas como en los potenciales infractores.
Es imprescindible fomentar la toma de conciencia de las situaciones que calificamos como acoso, del tipo que sea, con ejemplos de buenas y malas prácticas
La mediación se plantea como una de las soluciones más adecuadas para la solución de conflictos en una comunidad como la universitaria. ¿Qué cambios organizativos y culturales deben producirse para que la mediación arraigue en los campus?
El principal cambio en la cultura organizativa pasa por entender que las discrepancias forman parte de la vida cotidiana de la universidad, que en la universidad las personas tenemos vínculos de larga duración y unos objetivos compartidos que nos llevan a relacionarnos constantemente, y que la manera como nos relacionamos tiene una incidencia directa en nuestro bienestar y en el cumplimiento de los fines de la organización.
Como consecuencia de todo ello, la manera de gestionar las discrepancias es atendiéndolas y estableciendo una comunicación centrada en el problema. Los protagonistas son quienes primeramente deben intentar afrontar la situación.
En mi opinión, la mediación o las modalidades análogas en las que interviene un tercero tiene espacio en los casos en que los protagonistas no consiguen establecer la comunicación o en que esta evoluciona de una manera que hace imposible centrar la interacción en el problema.
El principal cambio en la cultura organizativa pasa por entender que las discrepancias forman parte de la vida cotidiana de la universidad
La mediación no sería una modalidad de gestión adecuada para afrontar situaciones que no se refieren a las relaciones interpersonales. Un decano, un director de departamento, un jefe de estudios, etc. no precisan de un mediador para abordar de manera no disciplinaria este tipo de cuestiones cuando se dan. Si bien ello no es obstáculo para que en la interacción quepa utilizar metodologías y técnicas análogas a las de la mediación con el fin tratar el problema.
Organizativamente, la Ley de convivencia, demanda que la Universidad cuente con medios propios y distintos de la defensoría para llevar a cabo la mediación cuando esta sea requerida. Hay universidades que cuentan con unidades especializadas. De todos modos, sugeriría que se tomara en consideración la viabilidad de trasponer y adaptar a la universidad el modelo de mediación escolar que se aplica en centros de secundaria y bachillerato, e incorporar al estudiantado y al profesorado en la intermediación de determinados tipos de situaciones.
Hace dos años se aprobó la ley de Convivencia Universitaria, que venía a revisar el régimen disciplinario de los estudiantes vigente desde el año 1954 ¿Cómo ha afectado a la vida universitaria su implantación?
Afortunadamente la vida en la universidad trascurre por cauces muy normales e impera bastante el sentido común. Con lo cual el régimen disciplinario se aplica en contadas ocasiones.
De todos modos, la derogación del decreto del 1954 era algo necesario e ineludible. Causaba rubor que todas las normas disciplinarias que afectan al resto de los integrantes de la comunidad universitaria se hubieran actualizado por efecto de la Constitución de 1978 y que únicamente el estudiantado estuviera regido por una norma en muchos sentidos desfasada. Fueron numerosísimas las iniciativas que durante décadas reclamaron que se abordara este tema y resultaba inexplicable que no se hiciera.
La nueva ley adecua el régimen disciplinario de los estudiantes a los parámetros constitucionales, lo cual la legitima y la inmuniza frente críticas obvias, en los escasos supuestos en que se debe aplicar.
las normas de convivencia son de cumplimiento obligatorio para toda la comunidad universitaria, pero no llevan asociada una sanción disciplinaria
En cualquier caso, la principal novedad de la ley no reside precisamente en las normas disciplinarias, sino en la creación de la comisión de convivencia y de las normas de convivencia. Un aspecto muy importante es que las normas de convivencia son de cumplimiento obligatorio para toda la comunidad universitaria, pero no llevan asociada una sanción disciplinaria. Otro aspecto para destacar es que el catálogo de infracciones disciplinarias es más bien reducido.
A mi juicio el mensaje de la nueva regulación es que la convivencia en la universidad tiene una dimensión que va más allá del sistema de infracciones y sanciones, y que en todos ellos está legitimada la intervención de la administración universitaria, pero que mayoritariamente la manera de hacerlo debe ser fomentando el dialogo, la corresponsabilidad y buscando un compromiso, sin dejar de lado la reparación del daño causado. La respuesta disciplinaria queda para los supuestos más graves y no es en todos los casos la primera opción.
La ética académica es el espíritu que une a la Universidad. La irrupción de nuevas tecnologías sitúa a los profesores y estudiantes ante desafíos incapaces de ser atendidos por las normas jurídicas. ¿Cómo conseguimos que los comportamientos actuales sean acordes con exigencias de ética académica?
Lo primero es delimitar el ámbito de competencia o responsabilidad de la universidad. No es lo mismo un chat que organizan los propios estudiantes, aunque esté relacionado con las materias que se estudian en la universidad, que un chat en una red social (no en el campus) que promueven los responsables de una asignatura para asegurar una comunicación fluida con el grupo. En este último caso el papel moderador debería ser asumido de manera activa por el profesorado responsable del chat y cabria entender que lo que allí suceda sucede en la universidad. En los otros supuestos son los propios protagonistas quienes deben tomar conciencia y proveerse de recursos para hacer frente a las situaciones en las que se puedan encontrar.
Desde la universidad es posible tomar la iniciativa con fines de prevención general para ayudar a reconocer las distintas situaciones de exceso o abuso y cabe llevar a cabo una difusión de los criterios éticos que rigen el uso de las nuevas tecnologías e identificar las buenas y las malas prácticas. Estos valores se aplican en todos los ámbitos, aunque la universidad solo tenga competencias en algunos de ellos.
Desde la universidad es posible tomar la iniciativa con fines de prevención general para ayudar a reconocer las distintas situaciones de exceso o abuso
Que la universidad no tenga competencia no significa que aquella conducta quede al margen del derecho. Las prohibiciones de calumniar, injuriar, acosar o de fomentar el odio, etc. tienen plena vigencia en el ámbito digital. Sucede únicamente que en esos ámbitos las iniciativas corresponden a los afectados y la autoridad no es la universidad. La falta de competencia no significa que la universidad no pueda hacer nada en a esas situaciones cuando se dan. A modo de ejemplo: cesar de un cargo de confianza, si fuera el caso, colaborar en dar efectividad a las resoluciones que dicten otras autoridades; asesorar, orientar y adoptar medidas que ayuden a las víctimas, tratar el incidente con los protagonistas, etc.
Recientemente veíamos como un grupo de estudiantes abandonaba un aula universitaria alegando el uso por un profesor de lenguaje inclusivo. La polarización está llegando a la vida universitaria, con lo que tiene de amenaza a la libertad académica. ¿Cómo podemos mantener la Universidad como un espacio socialmente responsable, libre y abierto, creativo y riguroso?
La universidad es un centro cultural de primer orden a la par que un centro de educación superior. Las discrepancias deberían abordarse desde el conocimiento, el análisis y la participación. Los valores universitarios se mantienen poniéndolos en práctica. Tengo la impresión de que la manera de abordar el incidente descrito pasaría por proponer a los estudiantes un espacio para hablar libremente y profundizar en lo sucedido, tanto sobre los motivos, como sobre de los medios empleados y las consecuencias. Esta iniciativa debería quedar en manos, en primer lugar, del propio profesorado responsable del grupo. En todo caso sería conveniente que los agentes de la universidad que intervengan sean asertivos, empáticos y que promuevan el compromiso de todos.
El movimiento de cancelación ha conmocionado a las Universidades occidentales en la última década ¿Qué impacto han tenido en la convivencia de las universidades españolas?
Cada vez más, las personas son conscientes de que incluso cuando ocupan una posición pasiva tienen algún tipo de poder sobre esa situación. En general, somos libres de otorgar o denegar nuestra atención o nuestro reconocimiento. Esa manera de incidir en la realidad puede llevarse a cabo y es eficaz independiente de lo justificada o injustificada que esté la decisión que se adopta.
En todo caso, no nos hallamos ante un fenómeno nuevo. Si bien, en la actualidad, y en determinados ámbitos, la tecnología amplifica su influencia y hasta incluso permite su cuantificación.
Opino que en ocasiones resulta saludable, o incluso, que puede llegar a ser un síntoma de madurez, cortar con situaciones que no aportan nada, indignan o dañan a la persona.
Cada vez más, las personas son conscientes de que incluso cuando ocupan una posición pasiva tienen algún tipo de poder sobre esa situación
Esa manera de entender la realidad puede estar en la base de la autocensura y el miedo a expresar libremente las opiniones, la polarización, la formación de un pensamiento grupal y de algunas modalidades de acoso, entre otros muchos ejemplos.
Algunas de las manifestaciones de esa cultura en el ámbito académico podrían ser: no citar, no dar la voz, tomar en consideración sesgadamente, censurar directamente, etc. Precisamente la antítesis de lo que cabría esperar en una comunidad que aboga por el conocimiento.
El conflicto árabe israelí ha puesto encima de la mesa, como en su momento lo hizo la guerra de Vietnam, otro de los temas fundamentales vinculados a la libertad académica como es el de la neutralidad política institucional de las universidades. ¿El conflicto interno es inevitable en temas de esta intensidad ideológica?
No hace falta que nos remontemos tanto en el tiempo. Ni que nos refiramos a conflictos internacionales. Todos tenemos en mente cuestiones importantes que resultan polémicas, que se viven con intensidad en el conjunto de nuestra sociedad y que tienen su incidencia en la vida universitaria.
Las universidades forman parte de la sociedad. Resulta hasta cierto punto lógico, que la vida universitaria se haga eco de los anhelos y las preocupaciones que centran la atención de la ciudadanía. La discrepancia es inevitable, silenciarla únicamente la deja latente. Lo realmente relevante es la manera como se expresa y se gestiona. Es ahí donde debemos ser capaces de poner los límites.
La misión de la universidad y el perfil de las personas que la integramos, la convierten en una institución especialmente propicia a ser sensible a este tipo cuestiones. La universidad aspira a ser una referencia válida para la sociedad. Este leitmotiv no cabe referirlo únicamente a las disciplinas o materias académicas y es incompatible con la neutralidad.
Todos tenemos en mente cuestiones importantes que resultan polémicas, que se viven con intensidad en el conjunto de nuestra sociedad y que tienen su incidencia en la vida universitaria.
Es lógico y hasta cierto punto necesario que la universidad sea un centro de debate, participación y contraste entre los distintos planteamientos, hasta incluso, llegado el caso, que se posicione a través de canales institucionales generales, y no sólo por medio canales de divulgación científica.
Hay quien piensa legítimamente que pronunciarse es imprescindible, y hay quien piensa, también legítimamente, que no es necesario o, incluso, que puede no ser conveniente hacerlo. La concreción o no en cada universidad de alguna de estas opciones, depende del rol que asumen los equipos de gobierno y del funcionamiento de los mecanismos de participación establecidos. Pero, el solo hecho de pronunciarse no debería merecer otras objeciones.
En la universidad sabemos por experiencia que la polémica también es el caldo del cultivo del conocimiento. Encontramos en la historia ejemplos de procesos de cuestionamiento de de ideas sobre temas que podríamos calificar como esenciales, que no han sido precisamente plácidos o idílicos. Esa experiencia nos indica que tampoco en la actualidad la universidad debería quedarse al margen de estos procesos. En nuestra institución tenemos la capacidad de debatir a fondo sobre cuestiones comprometidas, forma parte de nuestra misión ponerla al servicio de que estos caminos se transiten de la mejor manera posible.
Cosa distinta es que determinados sesgos se impongan en las aulas, se incentiven se desincentiven por medio de la evaluación o consigan colarse en los resultados de la investigación.