Deberíamos preocuparnos porque nuestros alumnos universitarios desarrollen armoniosamente el conjunto de las competencias y de alfabetizaciones que necesitarán para enfrentarse al mundo que les ha correspondido vivir, como la Red sugiere, y deberíamos instar con cierta vehemencia a las instituciones que han suscrito este acuerdo, a que las conviertan en ejes transversales que atraviesen de un lado a otro todas las materias y asignaturas de una titulación, de toda una Universidad.
JOAQUÍN RODRÍGUEZ
La Lectura en Tiempos de Desinformación
El Manifiesto de Liubliana por la lectura, recientemente publicado y avalado por multitud de firmas de acreditados intelectuales, recalca, con acierto, la importancia de la lectura como instrumento indispensable para la formación y desarrollo de un juicio crítico propio, que no se deje hablar por los lugares comunes, los eslóganes o los pensamientos prestados, que sea capaz de madurar en su ejercicio atento y concentrado, que crezca en la reflexión y el razonamiento que la lectura pueda procurar.
Nada puede ser más cierto en una época en la que abundan las noticias falsas y arteramente manipuladas, en que las respuestas de la inteligencia artificial no muestran sonrojo alguno cuando faltan a la verdad, en la que el debate y la argumentación se han visto sustituidos por la mentira deliberada y el exabrupto. En una sociedad vapuleada por la falsedad programada, la suplantación de la verdad y el insulto, la lectura parece más necesaria que nunca como fundamento de la democracia, de la indagación y la deliberación pausadas, de la controversia bien documentada y argumentada, del reconocimiento de las posibles razones del otro.
Todo nos empuja a convertirnos en rehenes de las verdades automáticas que nos dan, con suma velocidad, los algoritmos que nos gobiernan, pero de no ser capaces de valorar juiciosamente su grado de pertinencia, habremos abdicado de nuestra condición de seres racionales.
En una sociedad vapuleada por la falsedad programada, la suplantación de la verdad y el insulto, la lectura parece más necesaria que nunca como fundamento de la democracia.
Lectoescritura en la Era Digital
La lectura, sin embargo, como da a entender la Declaración de Liubliana y como hacen la mayoría de las manifestaciones, no es un elixir mágico que, convenientemente aplicado o tomado, pueda suplir todas nuestras carencias: la lectura solamente funciona a condición de que se ejercite explícitamente como una herramienta heurística que nos permita reflexionar sobre quiénes somos, cómo hemos llegado a ser lo que somos, por qué pensamos cómo lo hacemos, por qué piensan los demás como lo hacen y de qué manera podemos modificar la realidad adecuándola a lo que desearíamos.
Y el Manifiesto no incide, tampoco, en que la lectura no es nada sin la escritura, el reverso imprescindible de la lectura, porque la lectoescritura es una y la misma cosa y, para leer, es necesario escribir y, para escribir, es necesario leer. La lectura, decía Paulo Freire «no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo», y esa afirmación es hoy más vigente que nunca.
Por otro lado, aunque advertir sobre la naturaleza distante de las textualidades digitales sea necesario, no es enteramente cierto que el uso de dispositivos digitales, la práctica de videojuegos o la narratividad transmedia sean un impedimento para la práctica de la lectura profunda. Las evidencias con que contamos apuntan a que aquellos jóvenes que poseen una alta competencia lectora suelen mostrar, solidariamente, una alta competencia digital, porque suelen provenir de entornos familiares en los que el conjunto de prácticas que se fomentan incluye por igual estas y otras competencias.
Aunque advertir sobre la naturaleza distante de las textualidades digitales sea necesario, no es enteramente cierto que el uso de dispositivos digitales, la práctica de videojuegos o la narratividad transmedia sean un impedimento para la práctica de la lectura profunda
Desafíos y Oportunidades en un Mundo Digital y Complejo
Lo que ocurre, en consecuencia, es que aquellos niños y niñas que provienen de entornos familiares infradotados cultural y educativamente, también económicamente y, por tanto, carentes de las competencias y de las infraestructuras necesarias para hacer un uso óptimo de los recursos digitales, tienden a hacer un uso incontrolado dedicado al entretenimiento.
Pero también sabemos que si se realiza un diseño de usabilidad bien andamiado y si, sobre todo, se practica una mediación y monitorización adecuadas, el incremento de la competencia crece y apenas existen diferencias entre lo analógico y lo digital; otro conjunto de investigaciones muestran que el uso de videojuegos tiende a aumentar el coeficiente intelectual de quienes lo practican, porque estimula otro conjunto de habilidades que son, también, fundamento de la inteligencia humana; y, por fin, también sabemos que la red ofrece sitios en los que millones de adolescentes, sin la mediación ni la punición de adultos, generan obras derivadas a partir de obras originales en un ejercicio de creatividad basado en la lectura y la escritura que convendría trasponer a nuestras escuelas.
En un mundo como el nuestro, tan complejo, tan diverso, no podemos permitirnos prescindir de ninguna de las alfabetizaciones que nos ayuden a comprender y transformar el mundo: la lectoescritura es una de ellas, la que nos ayuda a desarrollar un juicio propio capaz de navegar entre las turbulencias del mundo y, con tesón y suerte, la que nos procurará uno de los placeres estéticos más sublimes que hayamos podido inventar; pero también necesitaremos aprender a programar antes de que nos programen, porque el pensamiento computacional forma parte de nuestras vidas; aprender a manejar las grandes cifras que, en forma de big data, amenazan con saber más de nosotros que nosotros mismos; aprender a pensar gráfica y visualmente, porque cada vez más la información se sintetiza y se expresa a través de infografías complejas o, también y fundamentalmente, aprender a resituarnos en un mundo en el que somos sólo una de las muchas inteligencias que lo habitan, sólo uno de los seres que conviven con muchos otros, asumiendo nuestra condición de par entre otros muchos pares con el mismo derecho que nosotros a habitar este mundo.
deberíamos preocuparnos porque nuestros alumnos universitarios desarrollen armoniosamente el conjunto de las competencias y de alfabetizaciones que necesitarán para enfrentarse al mundo que les ha correspondido vivir
Competencias Multimodales para el Futuro
La Red de Universidades Lectoras nació en el año 2006 y, a día de hoy, la componen 44 universidades de buena parte del mundo. En su declaración sobre sus objetivos y su alcance explicitaron ya hace tiempo que, siendo la lectura profunda, tal como la entendemos, la clave de la bóveda que sujeta al resto de las prácticas lectoras, no cabe desdeñar el conjunto de prácticas multimodales y transmedia fruto de la extensión de lo digital.
Ciertamente, deberíamos preocuparnos porque nuestros alumnos universitarios desarrollen armoniosamente el conjunto de las competencias y de alfabetizaciones que necesitarán para enfrentarse al mundo que les ha correspondido vivir, como la Red sugiere, y deberíamos instar con cierta vehemencia a las instituciones que han suscrito este acuerdo, a que las conviertan en ejes transversales que atraviesen de un lado a otro todas las materias y asignaturas de una titulación, de toda una Universidad.
Faltan, tal como reclama el Manifiesto de Liubliana, departamentos y líneas de investigación que se preocupen de acopiar las evidencias empíricas necesarias para entender de qué forma están impactando las tecnologías digitales en nuestra manera de leer y escribir, de qué manera nuestro cerebro está respondiendo a las demandas de las nuevas textualidades, de qué forma deberíamos desarrollar cerebros bitextuales o bilingües capaces de desenvolverse en ambos contextos.
Es recomendable adherirse al Manifiesto, en suma, sin olvidar que existen otras alfabetizaciones necesarias, que lo digital no es enemigo de lo analógico y que en la mano de nuestras Universidades está el procurar que en sus diseños curriculares se integren transversalmente todas estas competencias, tan necesarias.
JOAQUÍN RODRÍGUEZ
Miembro de la Asociación Espacios de Educación Superior.
Escritor.