Universidad e investigación de excelencia

Los programas Severo Ochoa y María de Maeztu han demostrado que la universidad, por sí misma, no reúne en la actualidad las condiciones estructurales y funcionales adecuadas para gestionar una investigación de excelencia, algo muy excepcional en los países de economías y sociedades avanzadas.

RAFAEL GARESSE


Centros y unidades de excelencia Severo Ochoa y María de Maeztu

Uno de los éxitos más relevantes de la política científica de nuestro país en los últimos años ha sido la puesta en marcha de los programas de centros y unidades de investigación de excelencia Severo Ochoa (SO) y María de Maeztu (MM).

La primera convocatoria de centros de excelencia Severo Ochoa tuvo lugar en 2011 cuando era ministra Cristina Garmendia, y se acreditaron 8 centros. En 2014 se creó el programa María de Maeztu, que requiere una organización estructural menos exigente y un número menor de investigadores con trayectorias científicas relevantes.

Es un programa dirigido a apoyar la investigación de excelencia en unidades de menor tamaño, más adecuado para que se puedan presentar departamentos e institutos de investigación universitarios.

La selección de los centros y unidades de excelencia se realiza de forma muy rigurosa por comités internacionales en tres ámbitos, que son los mismos del European Research Council (ERC). Ciencias de la Vida (LS); Matemáticas, Ciencias Experimentales e Ingeniería (PE) y Ciencias Sociales y Humanidades (SSH). La acreditación se concede por cuatro años, y se puede ir renovando. Para que desarrollen su proyecto científico, se financian con 4 M€ a los centros SO y con 2 M€ a las unidades MM.

Cualquier sistema de excelencia constituye la punta de una pirámide que debe tener una base sólida sobre la que apoyarse, en este caso constituida por centros, unidades y grupos de investigación que desarrollen una investigación rigurosa y de calidad.

La alianza SOMMa

La mayoría de los centros y unidades que han sido acreditados en alguna de las convocatorias, que son más de sesenta, se agrupan en la alianza SOMMa. Los indicadores de los centros de la alianza SOMMa son excepcionales. Actualmente la forman 57 centros y unidades que han obtenido alrededor de 200 proyectos del ERC, publican más de 10.000 artículos al año, un 35% de ellos en revistas del primer decil de su especialidad, y mantienen activos proyectos de investigación en la frontera del conocimiento financiados con fondos nacionales e internacionales.

Por ello la alianza SOMMa se ha convertido en un agente muy relevante del sistema de ciencia y tecnología español y un interlocutor obligado en el diseño de políticas científicas a medio y largo plazo.

Por tanto, la universidad participa de un modo muy significativo en los centros SO, aunque ninguno de ellos es un centro de investigación, instituto o departamento propio de la universidad.

¿Qué papel desempeña la universidad?

Cualquier sistema de excelencia constituye la punta de una pirámide que debe tener una base sólida sobre la que apoyarse, en este caso constituida por centros, unidades y grupos de investigación que desarrollen una investigación rigurosa y de calidad.

La universidad representa más del setenta por ciento del sistema de ciencia y tecnología español en número de investigadores, proyectos activos financiados por los Planes Estatales y publicaciones científicas. En el curso 2020-2021 existían en España 83 universidades, 50 públicas y 33 privadas, con 1.061 Escuelas y Facultades, 537 institutos de investigación y una plantilla de 125.471 PDI (la universidad española en cifras).

Por ello es relevante preguntarse por el papel que desempeña la universidad en los programas Severo Ochoa y María de Maeztu. 

Distribución de centros de excelencia Severo Ochoa

De los 32 centros SO actualmente acreditados (anexo I) un 53% (17) se encuentran en Cataluña. Catorce han sido creados por la Generalitat dentro de su estrategia de los Centres de Recerca de Cataluña (CERCAS). Para ello han utilizado distintas fórmulas, en alianzas públicas con el gobierno y/o el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), o alianzas público-privadas, pero siempre incorporando a las universidades públicas catalanas.

Los otros centros SO con sede en Cataluña son tres centros propios del CSIC. De esta forma, las universidades catalanas constituyen una parte relevante de los centros SO de Cataluña, integradas en consorcios y/o fundaciones donde participan una o varias universidades y/o el CSIC.

En la Comunidad de Madrid la situación es muy diferente, con un número muy inferior de centros SO acreditados, siete. De ellos dos son centros nacionales adscritos al Instituto de Salud Carlos III, uno es un centro propio del CSIC y otro un centro propio de la Comunidad de Madrid de su red de Institutos Madrileños de Estudios Avanzados (IMDEA).

Las universidades madrileñas participan en tres centros mixtos CSIC-universidad, uno de ellos con el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), que recientemente se ha incorporado al CSIC como centro nacional.

Otros tres centros SO se encuentran en el País Vasco, y todos ellos pertenecen a la red de centros de excelencia Basque Excellence Research Center (BERC) creada por el Gobierno del País Vasco en los que participa la universidad UPV/EHU.

En la Comunidad Valenciana hay otros tres, todos ellos centros mixtos CSIC-universidad, en Andalucía uno, que es un centro propio del CSIC y en Canarias uno, el Instituto Astrofísico de Canarias, un Organismo Público de Investigación (OPI) en el que también participan el Gobierno de Canarias, el https://www.ull.es/CSIC y la ULL.

Un dato que llama poderosamente la atención es el bajo número de centros y unidades de humanidades y ciencias sociales, que son de una importancia enorme en una sociedad que avanza de un modo muy rápido en tecnología.

Distribución de unidades de excelencia Maria de Maeztu

Dentro del programa de unidades de excelencia María de Maeztu, Centros o Departamentos universitarios propios hay 12 de las 27 unidades actualmente acreditadas, un 44% (Anexo I). De ellos, siete son de universidades catalanas, dos de universidades madrileñas, dos de universidades andaluzas y uno de la Universidad de Valencia.

Además, en Cataluña hay dos unidades adicionales creadas por la Generalitat donde participan una o varias universidades. La universidad también participa en cuatro centros mixtos con el CSIC y un centro de la red BERC del Gobierno Vasco.

El resto son dos IMDEA de la Comunidad de Madrid, dos centros de la red Basque Research and Technology Alliance (BRTA) del Gobierno vasco, un centro del Gobierno, un centro propio del CSIC, un centro mixto CSIC-INTA y una unidad de investigación del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).

Un dato que llama poderosamente la atención es el bajo número de centros y unidades de humanidades y ciencias sociales, que son de una importancia enorme en una sociedad que avanza de un modo muy rápido en tecnología. Pero este punto merece una reflexión detallada que escapa al objetivo de este breve artículo.

La política científica de Cataluña, refrendada y mejorada recientemente en su pacto nacional para la sociedad del conocimiento, ha integrado a las universidades públicas en los centros de investigación de excelencia.

Políticas científicas regionales

Adicionalmente, del mapa de centros SO y unidades MM se pueden obtener varias conclusiones interesantes.

La primera es que las políticas científicas regionales desarrolladas por las Comunidades Autónomas han desempeñado un papel esencial en el impulso de la investigación de excelencia en nuestro país. La mayoría de los centros SO y Unidades MM (28) se encuentran en Cataluña, lo que representa casi el 50% del total. Le sigue a gran distancia Madrid con 14 (23.7%), el País Vasco con 6 (10%), Andalucía y la Comunidad Valenciana con 4 cada una. 

La política científica de Cataluña, refrendada y mejorada recientemente en su Pacto Nacional para la Sociedad del Conocimiento, ha integrado a las universidades públicas en los centros de investigación de excelencia, dotados de infraestructuras competitivas y procedimientos adecuados de gestión y captación de talento.

En menor medida, la política del País Vasco también ha integrado institucionalmente a la UPV/EHU en un número significativo de su red de centros de investigación de excelencia.

Por el contrario, la política de la Comunidad de Madrid ha creado menos centros de excelencia que en Cataluña y el País Vasco, y ha sido excluyente con las universidades, a pesar de que la mayoría de los IMDEA se encuentran localizados en campus universitarios o en sus cercanías. Además, una parte significativa de sus jefes de líneas de investigación son profesores universitarios, incluidos sus directores.

En la Comunidad de Madrid se da por ello la singularidad de que solo en cinco de sus catorce centros SOMMa participa institucionalmente la universidad (dos centros propios y tres centros mixtos con el CSIC). El resto son centros nacionales e IMDEAS.

El CSIC tiene un papel integrador y vertebrador del sistema, ya que ha permitido a las universidades de diferentes comunidades autónomas incorporarse a los programas a través de los centros mixtos CSIC-Universidad.

Conclusiones

La política científica de Cataluña y el País Vasco se apoya además en instituciones cuyo objetivo es la captación de talento, ICREA e IKERBASQUE, que están teniendo un efecto enormemente positivo en sus sistemas de ciencia y tecnología, y muy especialmente en sus universidades.

A modo de ejemplo, en la última convocatoria de Starting Grants del ERC para jóvenes investigadores/as han sido concedidos 24 proyectos a investigadores/as que trabajan en centros españoles (9 SSH, 9 PE y 6 LS).  De ellos 13 en centros de Cataluña y 4 en centros del País Vasco. El resto trabajan en las Comunidades de Madrid (2), Valencia (2), Aragón, Navarra y Castilla y León.

Otra importante conclusión es que el CSIC desempeña un papel muy relevante en la red de centros y unidades de excelencia Severo Ochoa y María de Maeztu, ya que han obtenido la acreditación 16 de sus centros (propios y mixtos) y participa en otros 6. Además tiene un papel integrador y vertebrador del sistema, ya que ha permitido a las universidades de diferentes comunidades autónomas incorporarse a los programas a través de los centros mixtos CSIC-Universidad.

Otra conclusión es, que en consonancia con su relevancia, las universidades participan en 41 de los 59 centros de investigación de excelencia de nuestro país, un porcentaje similar al 70% de su peso en el sistema de Ciencia y Tecnología español. Sin embargo, solo doce (un 20%) son departamentos o centros propios gestionados por la universidad, lo que indica una clara presencia de la investigación de mayor calidad fuera del estricto entorno académico.

Los programas Severo Ochoa y María de Maeztu han demostrado que la universidad, por sí misma, no reúne en la actualidad las condiciones estructurales y funcionales adecuadas para gestionar una investigación de excelencia.

Integrarse en la vida universitaria

Por ello, es muy importante que esta apuesta se realice integrando a los centros de excelencia en la vida universitaria. En caso contrario podría tener consecuencias negativas para la universidad, no solo en su posible descapitalización, en su visibilidad y en su reputación, sino en su calidad docente, ya que la enseñanza superior se tiene que apoyar necesariamente en un entorno vibrante y estimulante de generación del conocimiento que sea parte del día a día de la universidad.

Y en términos intangibles, es importante que el estudiantado se sienta legítimamente orgulloso de los investigadores e investigadoras referentes científicos y humanísticos que trabajan en su universidad.

Los programas Severo Ochoa y María de Maeztu han tenido un efecto muy positivo en el sistema de Ciencia y Tecnología español, tanto en el impulso de una investigación fundamental muy competitiva, como en la mejora de la transferencia de resultados de investigación de alto impacto a la sociedad.

Pero también han demostrado que la universidad, por sí misma, no reúne en la actualidad las condiciones estructurales y funcionales adecuadas para gestionar una investigación de excelencia, algo muy excepcional en los países de economías y sociedades avanzadas, donde la universidad (la Research University) es siempre el centro del sistema de generación y transferencia de conocimiento a la sociedad.

Con una política y financiación adecuada es posible tener instituciones de educación superior acordes con las exigencias del siglo XXI, que puedan asimilarse a las mejores universidades del mundo.

Mirando al futuro con optimismo

Podemos también concluir que con una política científica adecuada, se podría incorporar el enorme talento que albergan los campus universitarios a centros de investigación altamente competitivos, tanto propios como conveniados con otras instituciones, y conseguir que estos formen parte cotidiana y activa de la vida universitaria.

Para ello se necesita en primer lugar, como viene reclamando la CRUE repetidamente durante los últimos años, una financiación adecuada de las universidades, con una parte variable en función de objetivos sometida a una estricta y rigurosa evaluación; una política científica regional que apoye con decisión y con programas adecuados la investigación en las universidades; una auténtica autonomía universitaria, que elimine las numerosas barreras actuales y particularmente el bizarro procedimiento de acreditaciones del profesorado; y, por último, pero no menos importante, una estrategia interna de las propias universidades que permita el desarrollo de unidades de investigación competitivas dentro de las estructuras propias de la universidad y/o conveniadas con otras instituciones.

Ello permitiría la tan necesaria diferenciación de las universidades en función de sus objetivos y capacidades, y tendría un retorno social inmenso en generación de conocimiento, en su transferencia a la sociedad y en la mejora de la docencia.

En definitiva, con una política y financiación adecuada es posible tener instituciones de educación superior acordes con las exigencias del siglo XXI, que puedan asimilarse a las mejores universidades del mundo. De no hacerlo, se corre el peligro que las universidades se conviertan progresivamente en centros docentes (Colleges) y los/as jóvenes más brillantes desarrollen su carrera investigadora fuera de la universidad.


Rafael Garesse. Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular. Ha sido Rector de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

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