Sobre la competencia digital

Nos encontramos en los albores de una nueva era, sin duda, en la que todavía nos comportamos como primitivos desorientados, conscientes de que podríamos estar en trance de perder aquello que hasta ahora habíamos ganado e inseguros respecto a las eventuales ganancias que pudieran derivarse, o no, de nuestra relación con el ecosistema de objetos y dispositivos digitales. 

JOAQUÍN RODRÍGUEZ


De la misma manera que el aprendizaje de la lectura y de la escritura pretenden promover la capacidad generativa de cada persona, que más allá de ser capaces de leer con claridad y fluidez y de disponer de una caligrafía aseada y regular puedan comprender distintas tipologías textuales y crear textos novedosos y originales, la alfabetización digital es mucho más que el mero conocimiento de alguna de las funcionalidades básicas del software y de los soportes digitales: es, también, ser capaz de buscar, filtrar y discernir la información valiosa de la ganga o la tergiversación; es ser capaz de invocarla y gestionarla de manera que se convierta en una inagotable veta de conocimiento; es ser capaz de compartir y colaborar mediante el uso de las herramientas que nos acercan y nos permiten generar verdaderas comunidades de práctica, proyectos que mediante la participación incrementan nuestra inteligencia colectiva; es ser capaz de implicarse activamente, utilizando los instrumentos que la red nos ofrece, en iniciativas comunitarias de diversa índole, que pueden o no tener fines sociales; es ser capaz de gestionar una identidad que, sin ser completamente distinta a la real, adquiere en la red una nueva dimensión expuesta a una visibilidad incrementada; es ser capaz de protegerse ante las eventuales agresiones que esa visibilidad aumentada pueda originar, ante el tráfico y uso inadecuado de nuestros datos privados, ante las usurpaciones de nuestra identidad y los embates a nuestra intimidad; es ser capaz, sobre todo, de crear contenido digital original a partir, en muchos casos, de la remezcla proveniente de los múltiples fragmentos que pueden encontrarse en la red, de los innumerables antecedentes que preceden a cualquier creación. 

la alfabetización digital es mucho más que el mero conocimiento de alguna de las funcionalidades básicas del software y de los soportes digitales

Es ser consciente, en consecuencia, de que una obra, un texto, es siempre, en gran parte, un cruce de caminos, un eje de innumerables relaciones, y que debemos ser deudores agradecidos de esos préstamos, reconociéndolos expresamente; es ser hablante del nuevo lenguaje de la programación que, como todo lenguaje, configura su modalidad propia de pensamiento, el de la computación; y es ser capaz, sobre todo, de utilizar creativamente el lenguaje aprendido, de subvertirlo si es necesario, de transgredir los usos para los que pudiera estar inicialmente pensado, de trascender sus usos previstos para ser capaces de emplearlo creativamente, de utilizarlo para la resolución de asuntos y problemas imprevistos de manera innovadora e imprevista, de transferirlo imaginativamente a contextos enteramente novedosos. 

Vivimos, más que nunca, en una sociedad informacionalmente mediada, donde cualquier cosa es susceptible de convertirse en un flujo de datos que deben leerse, filtrarse, gestionarse, interpretarse y, llegado el caso, manipularse para ofrecer una respuesta adecuada o generar un nuevo objeto derivado.

Ese flujo informacional constante que nos atraviesa infatigablemente y que no parece dispuesto a cesar, antes al contrario, requiere de una capacidad de procesamiento donde entran en juego todas las competencias antes descritas, sobre todo aquellas que requieren del conocimiento de lenguajes computacionales, de la capacidad de desentrañarlos y recodificarlos si fuera necesario, todo con el fin de que sean los seres humanos quienes antepongan sus fines ante los que las máquinas, de manera inercial, pudieran acabar imponiendo.

Si los códices y sus descendientes, los libros, obligaron durante siglos a sus lectores a seguir una lógica de sucesión acumulativa, de profundización progresiva en la trama y el significado del argumento que lo sostenía, de consulta esporádica a título ilustrativo de las imágenes, planos o fotografías que pudieran complementarlo, hoy en día el libro se convierte, como en el caso de Transbook, en una plataforma en la que interactúan en igualdad de condiciones textos, ilustraciones, imágenes, fotografías y sonidos, constituyendo una obra que requiere de una forma de competencia lectora capaz de hilar o incluso de cogenerar una trama argumental que se desarrolla a través de objetos digitales de distinta naturaleza. 

una obra, un texto, es siempre, en gran parte, un cruce de caminos, un eje de innumerables relaciones, y debemos ser deudores agradecidos de esos préstamos, reconociéndolos expresamente

En el fondo, eso es lo que pretende toda alfabetización: ir más allá del reconocimiento y la repetición para que el instrumento aprendido se convierta en herramienta de creación en manos de sus usuarios. Además de eso, y aquí es obligatorio recordar la insistencia de Ivan Illich al respecto, hay que capacitar a las personas no solamente para realizar un ejercicio más o menos pulcro de decodificación o de uso reproductivo de la tecnología aprendida sino, más allá de eso, facultarlas para apropiarse de la herramienta hasta tal punto que puedan ser capaces de hacer un uso imprevisto y creativo, en situaciones diversas e insólitas, de ella.

No se ha alcanzado un pleno grado de alfabetización y de autonomía, en realidad, hasta que las capacidades de lectoescritura y de decodificación se han desarrollado hasta tal punto que se pueda generar una obra original o una nueva tecnología a partir de la tecnología originaria. 

(Fragmento del libro Primitivos de una nueva era. Cómo nos hemos convertido en Homo digitalis, Tusquets, 2019, 542 p.)

JOAQUÍN RODRÍGUEZ es Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Pertenece a la Asociación Espacios de Educación Superior.

En Twitter: @futuroslibro

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.