Rodrigo Arim, Rector de la Universidad de la República, «Los rankings no miden la capacidad de democratizar el conocimiento en un contexto nacional o local»

«El modelo de enseñanza de élite de mediados del siglo XX está superado y las universidades debemos dar respuesta a la creciente demanda social de acceso a la educación superior de calidad, donde se depositan las esperanzas de familias y estudiantes. Debemos asegurar no solo el acceso, sino también la permanencia, y debemos asegurar acceso con estándares de calidad comparables para todos» señala el Rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arim


Entrevistamos a Rodrigo Arim, desde 2018 es Rector de la Universidad de la República , la universidad pública más grande de Uruguay con más de 135 mil estudiantes de grado. Se licenció en Economía en esta universidad y estudios de postgrado en la Universidad Torcuato di Tella (Buenos Aires). Profesor del Departamento de Economía, FCEA. Ante ocupó el decanoto de la Facultad de Ciencias Económicas entre 2010 a 2018. Reelegido Rector de la Universidad de la República en octubre de 2022. El recto Arim tiene un proyecto para su universidad y lo está haciendo realidad.

Crear un sistema iberoamericano de educación superior no es un sueño, pero son necesarias más y mejores políticas públicas que integren programas de formación o investigación, actualmente dependen de la voluntad y vocación de las universidades. Más inversión y más diseño de política en acuerdo entre naciones que fomenten procesos de integración efectivos, sólidos y con perspectiva de desarrollo para fomentar avances sistemáticos, señala el Rector de la Universidad de la República.


En un mundo altamente digitalizado las fronteras del aprendizaje las marcan cada vez más la lengua y menos los límites territoriales. ¿Cuáles son los obstáculos para alcanzar un sistema iberoamericano de educación superior?

La lengua importa, pero no es el único factor determinante. Ni siquiera el preponderante. Mucho más importan las políticas. Europa, con sus contradicciones, ha logrado avanzar en una mayor integración efectiva de sus sistemas de educación superior que América Latina, pese a contar con una mayor diversidad de lenguas.

El factor determinante son las políticas públicas. El Mercosur es un acuerdo económico, pero donde no se han priorizado las políticas para alentar una mayor integración del sector, para diseñar programas conjuntos entre las universidades, para avanzar en delinear programas de investigación de largo plazo que articule capacidades de instituciones nacionales a una escala regional.

Sucede lo mismo a escala de Iberoamérica. No hemos trascendido mucho más que la expresión de buenas intensiones, la concreción de foros de intercambio de propuestas y la concreción de magros acuerdos efectivos.  

Las políticas de integración dependen, casi exclusivamente, de la voluntad y vocación de las universidades y su búsqueda de internacionalización. En este plano, algunas instancias de coordinación entre universidades – como el grupo Montevideo o, en menor medida, la Udualc – fomentan movilidad en conglomerados, pero no integración de programas de formación o investigación.

Se necesita más y mejor política pública fomentando la articulación del mundo académico a nivel iberoamericano. 

Se necesita más y mejor política pública fomentando la articulación del mundo académico a nivel iberoamericano

¿Cuáles son los espacios de colaboración que podríamos construir desde hoy mismo?  

Vuelvo a la respuesta anterior. Las universidades debemos seguir avanzando en acuerdos de complementación y articulación bilateral o en conglomerados. El convenio de reconocimientos de títulos regional y mundial de la UNESCO abre la puerta a un proceso más fluido de validación de capacidades provenientes de la Educación Superior entre países.

Pero para fomentar avances sistemáticos, se necesita más inversión y más diseño de política en acuerdo entre naciones que fomenten procesos de integración efectivos, sólidos y con perspectiva de desarrollo. 

Libertad académica y democracia son realidades indisociables. ¿Cuál es la situación de la autonomía universitaria en Uruguay? 

La principal institución del país de Educación Superior, la Universidad de la República, tiene asegurada su autonomía con rango constitucional. Por supuesto, esa autonomía tiene aspectos frágiles y diría que contradictorios.

La fragilidad más obvia es la financiera. Su presupuesto se define en forma quinquenal con el presupuesto de todo el sector público; más allá de ingresos adicionales que la institución puede obtener a través de la articulación con otros actores públicos y privados (convenios, ingresos por venta de servicios, etc.). En contextos de ajustes fiscales, la posibilidad de desarrollo objetivo está acotada.

La libertad académica no se ha cuestionado en forma profunda, pero emergen, como en varias partes del mundo, voces en el sistema político con acentos autoritarios que cuestionan áreas de la actividad académica (los estudios con enfoque de género, por ejemplo).

Por ahora, son voces claramente minoritarias, casi marginales. Pero dada la deriva que se observa en varios países del norte y del sur, debemos estar atentos a la emergencia de posturas invasivas en esta materia. 

En el caso de Uruguay, otra área donde la universidad cuenta con menos autonomía que sus pares de la región y el mundo es en la definición de sus ámbitos de conducción. El Consejo Directivo Central, principal órgano de conducción, tiene su integración definida por ley, la cual fue aprobada en 1958. En ese año, la universidad contaba con cerca de 10 mil estudiantes. Hoy supera los 150 mil estudiantes, de grado y posgrado.

Es una institución que cambió su composición: más facultades, más centros universitarios en distintos lugares del país. Contradictoriamente, la Udelar no tiene la autonomía para poder definir una integración de su Consejo Directivo Central que refleje con transparencia esos cambios ocurridos en los últimos 65 años.  

Por último, algunas noticias no son buenas. Se acaba de aprobar una ley que restringe la autonomía de la segunda universidad pública del país, creada hace una década. Es una universidad pequeña en su porte, pero es significativo que la designación de las autoridades dependa ahora, directamente, del poder político.  

Debemos asegurar no solo el acceso, sino también la permanencia, y debemos asegurar acceso con estándares de calidad comparables para todos

Acudir a la Universidad sigue siendo una oportunidad para el progreso social y desarrollo de las personas ¿Qué queda por hacer en Uruguay para que nadie se sienta excluido del acceso a la Universidad? 

Mucho camino queda por recorrer. El siglo XXI es el siglo de la generalización y universalización de la educación superior. El modelo de enseñanza de élite de mediados del siglo XX está superado y las universidades debemos dar respuesta a la creciente demanda social de acceso a la educación superior de calidad, donde se depositan las esperanzas de familias y estudiantes. Debemos asegurar no solo el acceso, sino también la permanencia, y debemos asegurar acceso con estándares de calidad comparables para todos.

Muchos países han afrontado esta demanda creciente estratificando sus sistemas, construyendo universidades a donde acceden las elites y universidades donde accede el resto de la sociedad. Ese proceso está generando malestares sociales entendibles, como se vio en las movilizaciones en Chile.

En Uruguay, donde todavía estamos lejos de universalizar el egreso de la educación secundaria, debemos abordar el problema ampliando la oferta de educación superior sin estratificar el sistema y a la vez diversificando trayectorias y procesos de acompañamiento, dada la mayor heterogeneidad de nuestros estudiantes. 

La construcción de una comunidad universitaria y un sentido de pertenencia requiere de la presencialidad, pero esa presencialidad puede tener características distintas a la vivida previo a la pandemia

La salida de las élites nacionales para estudiar en el extranjero, fundamentalmente al sistema anglosajón, es una industria global creciente. ¿Qué efectos puede tener para el futuro del país? 

No es un fenómeno ni preponderante ni generalizado en Uruguay a nivel de la formación de grado, pero por cierto es necesario estar atento a tendencias futuras. En cuanto a la formación de posgrado, entiendo que hay que alentar que se abran oportunidades, no solo para las elites, para acceder a posiciones de formación en universidades de calidad en todas las regiones.

Una educación superior de calidad es por definición cosmopolita, por lo que desde un pequeño país como Uruguay importa y mucho qué jóvenes se formen en distintos contextos, distintos países e instituciones y luego se encuentren nuevamente en el país, intercambiando experiencias y consolidando nuestras instituciones, en particular a la propia universidad. 

Las demandas de formación en la sociedad del aprendizaje alcanzan toda la vida de las personas. ¿Qué papel le corresponde a las universidades ante este nuevo desafío? 

Las universidades debemos asumir la formación a lo largo de la vida como un derecho de las personas y una necesidad de la sociedad. Se ha avanzado en esta materia, pero todavía el enfoque formativo no avanza sobre brindar alternativas de formación que puedan ser tomadas por personas con distintas acumulaciones previas, bajo formato de microcréditos o instancias formativas acumulativas pero no asociadas a titulaciones tradicionales.

Esto es un requerimiento de nuestras sociedades y es, también, una colaboración con la calidad de la democracia al abrir el conocimiento avanzado a todos en distintos momentos de la vida. 

Las universidades debemos asumir la formación a lo largo de la vida como un derecho de las personas y una necesidad de la sociedad

La pandemia del COVID fue un improvisado ensayo general del posible impacto de Internet en la educación superior ¿Tiene sentido hoy una experiencia universitaria sin el uso intensivo de Internet? y viceversa ¿Sin presencialidad, puede hablarse de universidad?  

Más que improvisado, el covid fue un shock disruptivo que adelantó procesos en curso, que podrían haber insumido varios años más, quizás décadas. No vamos a volver a la era prepandemia. Pero tampoco vamos a idealizar la enseñanza virtual.

La tecnología puede ser una importante herramienta de democratización de la educación superior, pero también hay que tener en cuenta que las primeras evaluaciones sistemáticas sobre aprendizajes bajo contextos de educación a distancia obligatoria arrojan resultados preocupantes: los estudiantes provenientes de contextos más favorables lograron avanzar sin pérdidas apreciables o , para ser más precisos, con pérdidas reversibles con facilidad (en la pandemia, todos perdimos).

Por lo tanto, la respuesta a esta pregunta es estar abiertos a la innovación y aplicar los métodos de la investigación para saber qué funciona y que no funciona. La construcción de una comunidad universitaria y un sentido de pertenencia requiere de la presencialidad, pero esa presencialidad puede tener características distintas a la vivida previo a la pandemia.

¿tienen sentido las clases magistrales y expositivas tal como las conocíamos? Lo primero que tenemos que lograr, es que los estudiantes valoren el encuentro presencial, pero a la vez que la presencialidad no se transforme en un elemento excluyente que anule posibilidades de formación. 

En tiempos de fake news y debates crispados en redes sociales, debemos constituirnos en espacios de discusión informada, que no niegue las diferencias ni oculte la heterogeneidad de las valoraciones normativas, pero que colabore a constituir una sociedad más justa, más informada y capaz de procesar sus diferencias con la menor crispación posible.

Cada vez son más los actores que ofrecen educación superior, muchos de ellos con un ámbito global. ¿Cómo valora el sistema de aseguramiento del derecho a una educación de calidad de los estudiantes en Uruguay? 

Hay un espacio de precariedad y un debate que no se está dando con la apertura necesaria. Hace cuatro años, la Universidad de la República y las universidades privadas acordamos impulsar una ley que crea una agencia de acreditación de carreras nacional. El parlamento, con votos de todos los partidos políticos, aprobó la ley. Sin embargo, no se ha instrumentado la agencia y Uruguay sigue siendo uno de los pocos países sin instancias institucionales de esta naturaleza en la región. 

¿Cuál es el papel de las universidades en Uruguay en el impulso del cumplimiento efectivo de los ODS de ONU?  

Me gustaría ser claro en este aspecto: los ODS son un logro importante del sistema ONU; pero no pueden ser los instrumentos que articulen las estrategias de desarrollo de los países y de las instituciones. Si avanzamos en esa dirección, los ODS se transforman en un ejercicio burocrático tipo checklist: ¿cumplió o no cumplió?. La respuesta es más genérica, pero también más contundente: las universidades debemos aportar y direccionar recursos a los objetivos de la sustentabilidad, a un desarrollo inclusivo e igualitario.

Nuestro principal aporte a los ODS es asegurar el acceso a la educación de calidad de todos sin exclusiones, es investigar en los problemas de sustentabilidad global, nacional y local, es asesorar a nuestros gobiernos, es instrumentar cambios que hagan a las propias universidades más sustentables. En la Udelar, estas son áreas que priorizamos, pero no lo podemos hacer aislados ni solos: la sustentabilidad y el desarrollo son fenómenos sistémicos, que requieren acuerdos y coordinación de políticas, a nivel nacional e internacional. 

Además de docencia e investigación cada vez adquiere más importancia la idea de una Universidad Cívica como actor determinante en el bienestar de la comunidad a la que pertenece. ¿Cuáles son las actividades “cívicas” más destacadas que realiza la Universidad de la República? 

La universidad latinoamericana, entre ellas la Universidad de la República, se nutre de una larga tradición que favorece la extensión universitaria entendida como un canal para fomentar el acceso al conocimiento avanzado de toda la sociedad, como un canal para democratizar el acceso a ese activo central del siglo XXI que es el conocimiento.

A esta característica, le agregaría otra: nuestra vocación, no siempre lograda, es también que la universidad resulte ser el ágora (o una de las ágoras, no hay pretensiones de exclusividad) para el debate republicano, para conformar una democracia deliberativa, para articular las políticas con el conocimiento, sin simplismos ni determinismos.

En tiempos de fake news y debates crispados en redes sociales, debemos constituirnos en espacios de discusión informada, que no niegue las diferencias ni oculte la heterogeneidad de las valoraciones normativas, pero que colabore a constituir una sociedad más justa, más informada y capaz de procesar sus diferencias con la menor crispación posible. 

No concebimos ni pensamos la vida universitaria sin investigación. 

¿Qué lugar ocupa la investigación científica en las universidades de Uruguay?  

La universidad en Uruguay tiene una larga tradición en investigación, pero es cierto que la dictadura impactó muy negativamente en este aspecto. Desde la apertura democrática a la fecha hemos recorrido un sinuoso y largo camino que nos permitió construir espacios de investigación en todas las áreas del conocimiento, fomentar la dedicación conjunta a la enseñanza y la investigación y construir redes internacionales y nacionales de calidad donde nuestros cuerpos docentes se insertan.

No concebimos ni pensamos la vida universitaria sin investigación. 

¿Tiene sentido promover las publicaciones científicas en español?  

La respuesta no es inmediata ni lineal. Por un lado, es correcto mantener espacios de publicación en español, con los estándares de calidad imprescindibles. En algunas áreas, es además un requisito importante para sostener una producción académica que contemple temáticas subestimadas por la producción global. Pero hay un riesgo considerable. Es claro que, guste o no, el inglés es la lengua en que se comunican las comunidades académicas en el mundo y negar esa realidad sería una tontería.

Lo que no puede pasar es que nuestras comunidades se desconecten de las redes internacionales al priorizar la publicación en español. Como en otras áreas de política, se debe ser muy cuidadoso en esta materia. 

Una de las mejores maneras de medir el compromiso de los gobiernos con la Universidad es su financiación. ¿Cuál es su valoración de la situación en Uruguay?  

Uruguay incrementó el financiamiento público a la educación desde comienzos del siglo XXI y la educación superior no fue una excepción. Sin embargo, venimos atravesando etapas de restricciones en el último lustro, que han limitado nuestra capacidad de accionar.

Y, por sobre todas las cosas, la inversión en educación en el país sigue ubicándose en niveles muy inferiores a los registrados en otros países, lo que señala un atraso relativo con consecuencias importantes en el mediano y largo plazo. 

En los países de la región, deberíamos estar más preocupados por mejorar nuestras capacidades para compartir recursos y construir programas conjuntos que por asegurar estar por encima de otras universidades.

¿Una universidad es mejor cuanto más se parece a las primeras clasificadas en los rankings internacionales?  

No. Por varias razones. La primera y más obvia: los rankings miran ciertas dimensiones (y con ciertas métricas) del funcionamiento universitario y no otros. Por ejemplo, uno de los esfuerzos que ha hecho la universidad en los últimos años es llevar al interior del país, más allá de Montevideo, capacidades institucionales: ofertas de grado y posgrado, radicación de equipos de investigación. Estas actividades no son medidas por los rankings.

Ahora bien, ¿eso quiere decir que desde el punto de vista social y del desarrollo del conocimiento avanzado en el país, la universidad debería haber invertido más en actividades medibles por los rankings?

En particular, los rankings no miden capacidad de democratizar el conocimiento avanzando en un contexto particular, ya sea nacional o local.

En segundo lugar, los rankings tienen formas de agregación de las dimensiones bastante arbitrarias – hay abundante literatura académica al respecto – por qué su ordenamiento no necesariamente es robusto.

En tercer lugar, fomentan esquemas de competencia y no de colaboración entre instituciones. En los países de la región, deberíamos estar más preocupados por mejorar nuestras capacidades para compartir recursos y construir programas conjuntos que por asegurar estar por encima de otras universidades.

No obstante, los rankings son también una realidad global y un mecanismo privilegiado de validación entre actores no universitarios, en particular dentro del sistema político. Por lo tanto, con cierto desconsuelo también debo decir que las universidades no podemos estar ajenos a ellos, cosa que queda en evidencia cuando la mayor parte de las universidades crean hasta unidades especializadas vinculadas a los rankings.


Entrevista Alfonso González Hermoso de Mendoza y Olivia Borges

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.