RETOS Y AGENDA 2030 EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR IBEROAMERICANA

¿Cómo podemos los sistemas de educación superior iberoamericanos trabajar juntos para hacer avanzar la Agenda 2030? ¿Qué hay que hacer para intentar cumplir, en palabras del informe de IESALC, con “los requerimientos y necesidades que la sociedad demanda a los sistemas terciarios de educación en la región”? Es preciso que nuestros sistemas de educación terciaria se homologuen, que haya un consenso político de gran altura para que exista verdaderamente un espacio común de educación superior, de ciencia, tecnología e innovación en los que las lenguas española y portuguesa sean los canales de comunicación científica y de formación superior.

FERNANDO GALVÁN


La educación en los Objetivos de Desarrollo Sostenible(ODS)

Como es sabido, Naciones Unidas lanzó en 2015 su Agenda 2030, centrada en alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) quince años después. Esos 17 ODS y sus 169 metas, que concretan y definen con mayor precisión sus ámbitos de actuación, pueden parecer (y, de hecho, son) muy ambiciosos. Casi ya en el ecuador de esa cita de 2030, las cosas no marchan bien. Ha influido evidentemente la pandemia, que nos ha dejado unas secuelas, sobre todo en las regiones del mundo más desfavorecidas, difíciles de superar.

Un primer vistazo al listado de los 17 ODS puede inducir a pensar que eso no va con la educación superior, que es cosa de otras instancias (los estados, los gobiernos, las grandes empresas y multinacionales…), pues ¿cómo pueden las instituciones de educación superior (IES) combatir eficazmente la pobreza, el hambre en el mundo, la degradación del planeta y del clima, etc.?

Sin embargo, esa percepción no es del todo acertada. Es cierto que hay ODS que parecen más afines a las competencias y capacidades de la educación superior, como el ODS 4 (Educación de Calidad), o el 5 (Igualdad de Género); e incluso, para determinadas instituciones con orientación tecnológica, el 9 (Industria, Innovación e Infraestructura), o el 11 (Ciudades y Comunidades Sostenibles); o, en los casos de IES con vocación hacia las ciencias, la biología y la ecología, los ODS 6 (Agua limpia y Saneamiento), 7 (Energía asequible y no contaminante), 14 (Vida submarina), 15 (Vida de ecosistemas terrestres), etc. 

¿cómo pueden las instituciones de educación superior (IES) combatir eficazmente la pobreza, el hambre en el mundo, la degradación del planeta y del clima, etc.?

Mejorar el mundo

Es decir, en función de las especificidades de cada universidad hay unos ODS más apropiados a sus fines y misiones que otros; pero, como decía Darren McDermott (EU Support to Higher Education in the ASEAN Region), todos los ODS pueden ser de aplicación a la Universidad, pues la educación en general, y la educación superior en concreto, son “cuestiones transversales que pueden impactar en objetivos múltiples. Las alianzas de la educación superior con la industria y la sociedad civil pueden abordar más ampliamente temas sociales, regionales e internacionales mejor que iniciativas de un solo sector”.

Es también evidente que, en el mundo globalizado en que vivimos, la educación superior (y sus socios naturales, como son la ciencia, la tecnología y la innovación) posee(n) una responsabilidad y unas capacidades indiscutibles para mejorar el mundo.

Pero no queramos abarcar ahora la totalidad del planeta. Centrémonos solo en el ámbito iberoamericano.

que exista verdaderamente un espacio común de educación superior, de ciencia, tecnología e innovación en los que las lenguas española y portuguesa sean los canales de comunicación científica y de formación superior

Diez ejes para pensar la educación superior en América Latina y el Caribe

Durante la Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO (Barcelona, mayo de 2022), el organismo de la UNESCO en la región, el IESALC (Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe) presentó un informe titulado “Diez ejes para pensar la educación superior del mañana en América Latina y el Caribe”.

Tras repasar la evolución y las conclusiones de las Conferencias Regionales sobre Educación Superior en la región (CRES) de los años 1996, 2008 y 2018, venía a concluir con la declaración de que la educación superior es “un bien público social, un derecho humano y universal, y un deber del Estado en la región”.

A la vista de los diez ejes sobre los que pivota ese futuro, entre los que están, en primera y segunda posición respectivamente, “el impacto del COVID-19 en la Educación Superior en América Latina” y “la Educación Superior y los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, se desprende que los retos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas son también los retos fundamentales de la educación superior en la región. 

Aunque América Latina y el Caribe constituyen sin duda un territorio más amplio y plural que lo que llamamos comúnmente Iberoamérica, ya que en la región (especialmente en el Caribe) hay algunos países que no son iberoamericanos, lo cierto es que la inmensa mayoría de la región sí forma parte del concepto de Iberoamérica, ese grupos de países en América que, junto a los dos países de la Península Ibérica, en Europa, constituyen una comunidad de naciones de habla española y portuguesa, con lazos culturales e históricos que permiten considerarlo un grupo –si no del todo homogéneo— al menos cohesionado y potente, más allá de las divergencias y separaciones que inevitablemente han impuesto la geografía, la historia y la política.

AGHM

¿Cómo conseguirlo?

¿Cómo podemos los sistemas de educación superior iberoamericanos trabajar juntos para hacer avanzar la Agenda 2030? ¿Qué hay que hacer para intentar cumplir, en palabras del informe citado de IESALC, con “los requerimientos y necesidades que la sociedad demanda a los sistemas terciarios de educación en la región”? Creo que la respuesta está, en buena medida, en el listado de los 17 ODS y en sus 169 metas.

Pero para lograrlo es preciso que nuestros sistemas de educación terciaria se homologuen, que haya un consenso político de gran altura para que exista verdaderamente un espacio común de educación superior, de ciencia, tecnología e innovación en los que las lenguas española y portuguesa sean los canales de comunicación científica y de formación superior. Hay instrumentos para ello, y otras regiones del mundo los han puesto en marcha, y los están usando de forma eficaz desde hace años, muchas décadas incluso en algún caso. Me refiero, entre otros, a los convenios impulsados por UNESCO a nivel internacional.

Recordemos que, desde 1997, existe el Convenio de Lisboa para el reconocimiento de estudios y títulos de educación superior, suscrito y adoptado a todos los efectos por la mayoría de los países europeos, así como otros de distintas regiones del mundo. En el año 2011 se suscribió el Convenio de Tokio para los países asiáticos y del Pacífico, al que se han adherido ya un número de países significativo, entre los que se encuentran potencias (económicas y educativas) como Australia, China, Japón, Nueva Zelanda, la República de Corea, Turquía o la Federación Rusa. En el 2015 se suscribió también el Convenio de Addis Abeba para África, que cuenta con un buen número de países incorporados.

Sin instrumentos como este, mucho de lo que hacemos las universidades iberoamericanas no es más que voluntarismo cargado de buenas intenciones

Convenio Regional de Reconocimiento de Estudios, Títulos y Diplomas de Educación Superior en América Latina y el Caribe

Sin embargo, el panorama en América Latina y el Caribe es menos halagüeño: hasta julio de 2019, fecha en la que se acordó en Buenos Aires, no hubo un convenio similar a los citados. No obstante, han tenido que pasar algo más de tres años para que entrara en vigor, en octubre de 2022, pues para ello se requiere que sea ratificado por un mínimo de cuatro países. En esa fecha se consiguió, con la incorporación de Uruguay, el número necesario de Estados ratificantes, que son, además de Uruguay, Cuba, Grenada y Perú. En fechas muy recientes (marzo de 2023) ha ratificado también la Santa Sede. Si lo comparamos con la situación del convenio asiático, por ejemplo, las diferencias son más que notorias. 

He ahí una debilidad fundamental para el avance del espacio común de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, responsabilidad de los gobiernos de la región, que deberían dar los pasos y comprometer las políticas necesarias para cumplir con las obligaciones que tienen contraídas con sus pueblos, con Naciones Unidas y con la UNESCO. Sin instrumentos como este, mucho de lo que hacemos las universidades iberoamericanas no es más que voluntarismo cargado de buenas intenciones. Poco más podemos hacer sin la implementación de esos imprescindibles instrumentos legales.


FERNANDO GALVÁN, es Catedrático de Filología inglesa de la UAH, de la que ha sido rector.


Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.