En sintonía con la gran reforma de la educación impulsada por la joven democracia española, la transformación de las universidades trató de democratizar las facultades, promovió diversas innovaciones educativas, e introdujo la investigación científica como elemento fundamental de la vida universitaria, para poner en sintonía las universidades españolas con los retos científicos y sociales de su tiempo (1)
ÁLVARO RIBAGORDA
Nuevos tiempos y nuevas universidades
La reforma universitaria de la Segunda República fue en buena medida un eco tardío de las grandes reformas europeas y americanas. Las universidades occidentales habían vivido un proceso de grandes transformaciones en el siglo XIX, a raíz de la instauración de los regímenes liberales y la progresiva implantación del paradigma científico. Los efectos de la Segunda Revolución Industrial hicieron que algunas universidades se fuesen transformando respondiendo a los retos que el desarrollo del conocimiento científico y la incipiente sociedad de masas requerían.
Los alemanes lideraron la creación de un modelo de universidad investigadora, y Estados Unidos importó parte de ese modelo, lo que influyó decisivamente en el liderazgo de ambas potencias. La III República Francesa, Gran Bretaña, pero también países como la Argentina radical de Yrigoyen o el México postrevolucionario, siguieron caminos parecidos.La universidad española del siglo XIX fue una institución relativamente anacrónica y dependiente de los vicios del sistema liberal en España. El intento reformista del Sexenio Democrático fue aparcado por la Restauración, y no fue hasta la derrota de 1898 cuando se apreció la necesidad de crear un sistema científico moderno. Los reformistas españoles optaron entonces por crear una infraestructura científica fuera del cauce universitario, para esquivar el clientelismo académico y evitar que las fuerzas políticas más conservadoras liquidasen con facilidad el proyecto.
Una Edad de Plata científica
El esfuerzo de modernización científica creado desde 1907 por la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) se basó en una gran simbiosis con el medio universitario, pues si la financiación, becas, institutos y laboratorios eran ajenos e independientes a la universidad, los investigadores de la JAE eran sin embargo la parte más volcada al cultivo de la ciencia de aquellas facultades.
Esta simbiosis permitió que se fuese desarrollando un importante avance en diversas disciplinas, que fue revirtiendo en el nivel de la enseñanza universitaria. El gran reto era institucionalizar esas actividades dentro del sistema universitario. Ese fue el desafío que afrontó la Segunda República desde 1931. Existía ya una Edad de Plata de la ciencia en España, gracias a investigadores como Cajal, Ortega, Menéndez Pidal, Blas Cabrera, Bolívar, Américo Castro, Sánchez-Albornoz, Altamira, Río Hortega, etc. pero España carecía aún de universidades modernas. (2)
La renovación universitaria
Los gobiernos republicanos apostaron por una reforma gradual del sistema universitario, para democratizar la universidad, enfocarla a la creación de conocimiento y la formación de cuadros técnicos, y extender al conjunto de la sociedad los valores de la ciencia y la búsqueda del conocimiento.
La autonomía era una reivindicación histórica que aspiraba a independizar el funcionamiento de los claustros respecto a la vida política, haciendo primar los criterios académicos sobre los ideológicos y administrativos. Su concesión a las facultades de Filosofía y Letras de Madrid y Barcelona en septiembre de 1931 fue la primera gran acción en ese sentido.
La República se propuso comenzar a descentralizar el sistema universitario, empezando por conceder los estudios de doctorado a la Universidad de Barcelona, e introduciendo reformas en otras universidades.
Las principales reformas
Las reformas implementas en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid por Manuel García Morente se convirtieron en el proyecto piloto de la reforma universitaria. Morente puso en marcha un modelo basado en la libertad y autonomía de los estudiantes, la incorporación de nuevos profesores y figuras docentes, la sustitución de la multitud de exámenes por asignaturas de carácter escolar por la implementación de un sistema de libre configuración del currículum con grandes pruebas globales, el desarrollo de los seminarios de investigación, diversas innovaciones en la docencia, y varias medidas para favorecer el estímulo de la inquietud intelectual y la especialización.
La creación de una red de colegios universitarios encabezada por la Fundación del Amo, (4) siguiendo el modelo británico introducido por la Residencia de Estudiantes, daba cuerpo a la incorporación del sistema tutorial anglosajón, esencial para un modelo menos escolar basado en el ideal de cultivar la vocación intelectual. Las actividades deportivas y la vida corporativa de profesores y estudiantes en el campus, completaban aquella transformación, que pronto tuvo su eco en los nuevos planes de estudio de otras facultades, la creación de laboratorios, nuevas titulaciones, etc.
Hubo grandes aciertos e innovaciones extraordinarias, como el acceso masivo de las mujeres a las aulas y los claustros, o iniciativas singulares como el excursionismo y los cruceros universitarios. Se celebraron importantes congresos científicos y se creó incluso una gran Universidad Internacional de Verano en Santander que desde 1932 se convirtió en un vivero para los universitarios. Pero también hubo errores, como la derogación inicial de algunos planes de estudio procedentes de la dictadura de Primo de Rivera para volver a otros anteriores ya obsoletos.
La construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid, iniciada en los últimos años de la monarquía, fue aprovechada por la Segunda República para implementar un nuevo modelo universitario que sirviese de referencia a todo el país. El fisiólogo Juan Negrín quedó al frente de la Junta Constructora, y donde se había proyectado un gran campus norteamericano alrededor de la Facultad de Medicina, sin grandes transformaciones en el mundo académico, la República decidió establecer una universidad moderna.
Una época de polarización y violencia
Con todo, las circunstancias no podían ser más complicadas. España afrontaba entonces los ecos de la gran depresión y el auge de los totalitarismos, que convirtieron las universidades en escenarios de la creciente polarización y violencia política que marcó los años treinta, con graves incidentes y atentados en la universidad. (4)
La inestabilidad política fue muy acusada, y los sectores más conservadores reaccionaron contra el proceso de modernización que la República y la reforma universitaria significaban, desde la política, la sociedad y el mismo medio académico. La Ley de Bases de Reforma Universitaria del ministro Fernando de los Ríos en 1933 no llegó a entrar en vigor por los cambios de gobierno. La concesión de la autonomía a la Universidad de Barcelona en septiembre de 1933 y todo el nuevo proyecto que encerraba, desató una respuesta españolista en universidades como Santiago o Valladolid, y acabó suspendida a raíz de los acontecimientos de octubre de 1934. Los gobiernos conservadores cercenaron la política expansiva de becas, retomaron algunos viejos planes de estudio, y frenaron drásticamente iniciativas de extensión universitaria como las universidades populares, La Barraca, etc. No obstante, gran parte de los cambios siguieron su curso.
Pero el golpe de Estado del 18 de julio y la dictadura de Franco acabaron con aquella reforma reimplantando la vieja universidad nacionalcatólica, realizando un “atroz desmoche” que provocó una diáspora científica sin precedentes, y sumiendo a España en una nueva era de atraso.
- Este artículo forma parte del Proyecto de Investigación “Desafíos educativos y científicos de la Segunda República española: internacionalización, popularización, innovación en universidades e institutos”, PGC2018-097391-B-I00.
- OTERO CARVAJAL, L.E. y LÓPEZ SÁNCHEZ, J.M. (2012): La lucha por la modernidad. Las ciencias naturales y la Junta para Ampliación de Estudios. Residencia de Estudiantes.
- RIBAGORDA, A. (2013): “La Fundación del Amo y las residencias de la Ciudad Universitaria”, en GONZÁLEZ CALLEJA, E. y RIBAGORDA, A. La Universidad Central durante la Segunda República. Dykinson, 107-138.
- GONZÁLEZ CALLEJA, E. (2013): “La politización de la vida universitaria madrileña durante los años veinte y treinta”, en GONZÁLEZ CALLEJA, E. y RIBAGORDA, A. La Universidad Central durante la Segunda República. Dykinson, 271-300.
ÁLVARO RIBAGORDA Universidad Carlos III de Madrid
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