¿Cuál es el papel de la política educativa en esta nueva etapa de tecnología digital basada en plataformas? ¿Dónde está la evidencia de que los alumnos aprenderán (o están aprendiendo) mejor, más rápido o de manera más eficiente utilizando estas plataformas? ¿Quién y cómo debe adoptar y administrar estas plataformas? ¿Cómo transformarán los códigos éticos, pedagógicos y sociológicos del aprendizaje?
CRISTOBAL COBO Y AXEL RIVAS
Diferentes voces postulan que vivimos en la era de las plataformas. Una era en la que estas plataformas parecen tomar el control, adquiriendo cada vez mayor protagonismo en diferentes sectores de la vida económica y social. El sector educativo, como muchos lo habrán notado, no es la excepción. El aprendizaje se está convirtiendo en datos que alimentan algoritmos que predicen resultados y permiten acelerar o personalizar la enseñanza. La lógica de las plataformas ha adquirido en pandemia un crecimiento exponencial. Pero como en todo cambio tecnológico siempre hay costos sociales y políticos asociados. Este proceso se acelera y se transforma a través de un conjunto de “caja negras” (metáfora de cómo se recopilan, procesan, manipulan o comercializan los datos de las personas).
La naturaleza de las plataformas es a gran escala (e.g. la plataforma Duolingo alcanza 500 millones de usuarios; Zoom 300 millones; Moodle 200 millones; mientras Khan Academy cuenta con usuarios provenientes de 190 países). El éxito de estas grandes plataformas “al servicio de la educación” crece a la misma velocidad que su influencia.
Surgen voces de alerta que advierten que el avance de estas plataformas está cambiando la forma, el significado y el control de la educación. Este proceso solo puede entenderse dentro de la lógica que imponen las plataformas. Una plataforma en línea es una arquitectura digital programable diseñada para organizar interacciones entre usuarios, no solo usuarios finales sino también entidades corporativas y organismos públicos. Está orientada a la recopilación sistemática, el procesamiento algorítmico, la circulación, y monetización de los datos de los usuarios (Rivas, 2021).
Las plataformas median cada vez más en todas las formas de producción y distribución de bienes económicos y culturales. La educación es -de manera consciente o no- parte de este cambio de paradigma. Las plataformas crecen orgánicamente e interconectadas. Sin embargo, esa interconexión no siempre está al servicio del usuario final. Por ejemplo, las plataformas se rigen por algoritmos que establecen predicciones y perfiles de estos usuarios y, aunque docentes y administradores del sector educativo tienen acceso a los datos, esto no necesariamente se traduce en una mejora en la calidad de la educación ni tampoco en la experiencia de aprendizaje. Muchas instituciones educativas carecen de las capacidades técnicas y/o humanas para sacarle el máximo provecho a esos datos almacenados en dichas plataformas.
El proceso expansivo de estas plataformas educativas está en marcha y difícilmente tendrá vuelta atrás. Las plataformas son cada vez más ubicuas. Esta ubicuidad se ha acelerado enormemente desde el estallido de la pandemia de Covid-19 y las ‘pedagogías de emergencia’ han hecho más evidente que nunca que ni el trabajo ni el aprendizaje (ni el intercambio de datos) se limitan a un espacio ni a un horario determinado. Pero la ubicuidad tiene el costo asociado de una transformación profunda del espacio-tiempo del aprendizaje.
Estos procesos de cambio están impulsados por un nuevo despertar del mercado EdTech. La educación digital es un negocio global en expansión. Algunas estimaciones sugieren que esta expansión creció 2x en el periodo 2018-2020. No sería de sorprenderse que este ritmo se mantenga o haya crecido aún más durante la etapa más reciente de COVID-19.
A pesar de la expansión acelerada del mercado Edtech, la preparación de los gobiernos para navegar estos nuevos escenarios sigue siendo una pregunta que no todos están listos para responder. Los desafíos que enfrentan las administraciones en general (y educativas en particular) abren numerosos retos. Por ejemplo, en términos de regulaciones, equipos técnicos, seguridad, I+D y sin mencionar las capacidades de los docentes y directivos para usar estas plataformas y los datos extraídos de ellas. Resulta evidente que asistimos al nacimiento de una nueva generación de políticas educativas digitales. El Estado cambia su forma de organizar, distribuir y controlar la enseñanza y el aprendizaje. Lo que no es fácilmente contable en números pasa a ser invisible.
Si la hipótesis de que hemos entrado en una era en la que las plataformas pueden sustituir o modificar profundamente los sistemas educativos, entonces es tiempo de tomar las precauciones del caso. Si bien las preguntas no son nuevas, los escenarios en los que se exploran son muy distintos a los del año 2010 y mucho más si pensamos en la educación casi pre-digital del año 2000:
¿Quién controla estas transformaciones tecno-educativas?¿Habrá una diversificación de plataformas o su lógica creará monopolios educativos del tamaño de Google, Amazon o Facebook?
¿Cuál es el papel de la política educativa en esta nueva etapa de tecnología digital basada en plataformas? ¿Debería haber una plataforma pública en cada sistema educativo que ofrezca un contrapeso y diversifique las opciones de aprendizaje digital?
¿Dónde está la evidencia de que los alumnos aprenderán (o están aprendiendo) mejor, más rápido o de manera más eficiente utilizando estas plataformas?
¿Quién y cómo debe adoptar y administrar estas plataformas? ¿Cómo transformarán los códigos éticos, pedagógicos y sociológicos del aprendizaje?
La llamada plataformización de la educación puede ser una oportunidad para garantizar el derecho a la educación con nuevas herramientas a escala masiva. Sin embargo, las preocupaciones sobre las implicaciones del uso no regulado de las plataformas no dejan de crecer, y van desde cuestiones de privacidad hasta cambios drásticos en las condiciones laborales de los docentes.
Si la pandemia se puede considerar como un momento de aceleración cuasi-exponencial de la presencia de las plataformas en la educación, la postpandemia habrá de ser el momento para una reflexión profunda que abarque preguntas difíciles pero esenciales sobre la creación y gestión de plataformas educativas, su gobernanza, el tipo de educación que promueven, los enfoques pedagógicos que incitan, los tipos de participación, los retos en cuanto al acceso (o falta de) tecnología e infraestructura. ¿Está la educación bajo control?
AXEL RIVAS
Twitter @arivas7
CRISTOBAL COBO Senior Fellow del Inter-American Dialogue
Twitter @cristobalcobo https://cristobalcobo.net/
3 Comentarios
Los comentarios están cerrados.