La Universidad de los cuidados

Glasgow Reino Unido AGHM

La Universidad podrá ser un escenario en el que plasmar una dinámica y ética del cuidado consistente en reconocer en el otro su dignidad y su diferencia. Estamos hablando de la materialidad de la vida cotidiana, la que busca una vida sana y segura, de actividades imprescindibles para regenerar día a día el bienestar material e inmaterial de las personas. 

JAVIER BARBERO


“Facultad de los Cuidados”

Ya sé que el título suena “light”. Asociamos los cuidados a algo muy alejado del mundo universitario, a una actividad beneficente -y eso sí, honrosa-, que se desarrolla básicamente en el ámbito privado del hogar o, como mucho, en instituciones asistenciales.  

La Universidad nos forma para especializarnos en algo. Para lo que no tienen acceso el común de los mortales. Es decir, sus objetivos implican ampliar el conocimiento en una rama del saber. Y hasta si afinamos, también podría haber una “facultad de los Cuidados”, donde se investigaría sobre las herramientas de cuidados en los profesionales, pero los cuidados serían “materia” docente y no un elemento estructural del funcionamiento y de la idiosincrasia de la institución. Aquí hemos venido a aprender, no a ser cuidados, podríamos escuchar.

Y siendo benevolentes, en todo caso, podríamos admitir una “educación en los cuidados” para escenarios docentes, como máximo, del bachiller, pero no posteriormente. La Universidad no está para eso.

Por otra parte, las instituciones reflejan el modelo de sociedad que tenemos y, en parte, decidimos. Si el universitario tiene que saltar hacia el “wild west” cuando termine su periplo como alumno, tendrá que tener herramientas para la competitividad y para el sálvese quien pueda, sabiendo que solo brillará -básicamente- como “emprendedor solitario”. El reflejo hobbesiano más claro del “homo homini lupus” enfoque clave para medrar en esta jungla.

¿qué entendemos por “cuidados”? Dolors Comas, los define como el conjunto de «actividades vinculadas a la gestión y mantenimiento cotidiano de la vida, de la salud y del bienestar de las personas«

Una Ciudad de los Cuidados.

Ciertamente, una Universidad de los Cuidados, como enfoque de fondo, tendría que ser una estructura vinculada a una Ciudad de los Cuidados. En el período 2015-2019 de mandato en el Ayuntamiento de Madrid, iniciamos el “Plan Madrid Ciudad de los Cuidados”, una experiencia piloto que intentaba iniciar un nuevo modelo de ciudad. De allí surgieron algunos programas interesantes que tenían que ver con soledad no deseada, entornos escolares, economía social, etc., etc.

Con el cambio de gobierno municipal no hubo continuidad, pero al menos ya estaba planteada la cuestión de que los cuidados tendría que ser, en una sociedad que quiere vivir a escala humana, un eje transversal que impregnara todas las instituciones y políticas públicas (y, por ende, las docentes) en función del modelo de sociedad que quisiéramos implantar. Los valores centrales de esa sociedad deberían atravesar las estructuras, procedimientos y objetivos de sus instituciones. Y a la inversa, si no hay una “Universidad de los Cuidados” como esquema de fondo, difícilmente podrá contribuir a una “Ciudad de los Cuidados”.

Pero ¿qué entendemos por “cuidados”? Dolors Comas, los define como el conjunto de «actividades vinculadas a la gestión y mantenimiento cotidiano de la vida, de la salud y del bienestar de las personas«, es decir, lo que está más cerca de nuestras vidas, que permite que la vida se sostenga y que permite la reproducción social. Estamos hablando de la materialidad de la vida cotidiana, la que busca una vida sana y segura, de actividades imprescindibles para regenerar día a día el bienestar material e inmaterial de las personas. 

todas nuestras instituciones deberían configurarse como comunidades de cuidados, también la Universidad

La sostenibilidad de la vida.

El bienestar «material», siguiendo a Amaia Pérez Orozco es la dimensión corporal, la de realizar tareas concretas con resultados tangibles, la de atender al cuerpo y sus necesidades fisiológicas, siendo especialmente visibles en determinados momentos del ciclo vital o ante algún tipo de discapacidad. Esto no suele tan necesario en el ciclo universitario, pero sí lo es el bienestar «inmaterial», afectivo-relacional, que se refiere a esa parte emocional, componente subjetiva, imprevisible, irreductible a momentos o tareas concretas. De hecho, los índices elevados de problemas de salud mental en la población universitaria hablan de la necesidad de promover ese bienestar.

Hay un concepto clave. La sostenibilidad de la vida. Y esto no hace referencia únicamente a criterios medioambientales, sino también a cómo las instituciones son una herramienta que ayudan a “sostenerse” a las personas, pero a todas, aunque preferentemente sea a las que están en condiciones de mayor vulnerabilidad, para que puedan conseguir sus objetivos vitales, en este caso, los del aprendizaje universitario.

Los eslabones de las cadenas de cuidados empiezan por el propio cuerpo, siguen por la familia, deberían de continuar por la comunidad para terminar, solo si fuera necesario, en el ámbito de las instituciones públicas específicamente asistenciales de cuidados o en el mundo mercantil. Desafortunadamente, la escala comunitaria queda enormemente vacía, más allá de algunas experiencias de comunidades de cuidados, expresión del cuidado colectivo que se ha articulado desde los barrios y que ha servido para minimizar en lo posible el impacto de la crisis en los más vulnerables. Pero todas nuestras instituciones deberían configurarse como comunidades de cuidados, también la Universidad.

¿Y cuáles serían las características de una “Universidad de los Cuidados, de una comunidad que quiere “sostener la vida” de sus integrantes?

Una “Universidad de los Cuidados»

¿Y cuáles serían las características de una “Universidad de los Cuidados, de una comunidad que quiere “sostener la vida” de sus integrantes? Inicialmente tendríamos que preguntárselo a todos los stakeholders de la comunidad universitaria, a todos sus implicados, por tanto, más o menos directamente, en derechos y deberes. Porque todos tendrían la hipotética responsabilidad de cuidar y el derecho a ser cuidados por y dentro de la institución. En cualquier caso, podemos aventurar algunas hipótesis.

1. Replantear la antropología de base y, desde ahí, volver a desvelar algo tan real como escondido: «todos somos vulnerables, todos somos dependientes». No es el modelo liberal del sujeto-individuo, centrado en su fortaleza y su autosuficiencia. Es el reconocimiento de una identidad vulnerable, consustancial al ser humano y, a la par, de un ser en relación (zoon politikon), capaz de gestionar la interdependencia al saber y sentir que puede cuidar y que necesita ser cuidado en todos los estadios de su proceso vital. También en el de la juventud que se forma en la Universidad. 

2. Los cuidados no pueden estar exclusivamente feminizados. Aquí la perspectiva de género es clave. Nos corresponde a todas y a todos. Desde un enfoque claramente feminista, pero desde unos sujetos, hombres y mujeres, que se sienten corresponsables en su desarrollo.

3. La dinámica de cuidados ha de ser pública, transparente y muy visibilizada. Tradicionalmente, los cuidados han sido invisibilizados en la dinámica familiar, lo que les ha restado la relevancia que tienen para la reproducción de la vida. No puede ser una “asignatura maría” de la Universidad, sino un eje troncal, planificado, financiado, del que sentirse orgullosa la comunidad universitaria.

4. La Universidad ha de estar atenta a la gestión de los malestares de la vida cotidiana de las y los alumnos y del resto de la comunidad educativa, asociados o no a las distintas transiciones evolutivas o a momentos críticos vitales. Nos referimos a vivencias, emociones o circunstancias que no alcanzan la categoría de “problema” de salud, social, educativo o de seguridad y por lo tanto no son teóricamente objeto y sujeto de trabajo del sistema sanitario, ni de los servicios sociales, educativos per se o de la policía. Son malestares que pueden tener que ver con la soledad no deseada, el desarraigo por traslado de domicilio, embarazos no previstos que trastocan tus planes académicos, la percepción de incapacidad para incorporar contenidos académicos y no contar con medios suficientes para hacerlo, etc., etc. y un sinfín de situaciones que acaban generando sufrimiento.

5. Personalización. No vale el “café para todos”. Los procesos de burocratización de las instituciones, de por sí necesarios para garantizar una cierta uniformidad en el acceso a los derechos, en su extremo, no tienen en cuenta la realidad idiosincrática de cada sujeto. Dicho de otro modo, de algún modo plantear el mundo de las excepciones de una manera abierta y consensuada, con un método participativo que exija la justificación pública de las mismas y que, a la par, las permita, sin restringir derechos.

6. Promover el desarrollo comunitario, desde una visión de corresponsabilidad, es decir, trabajar por la generación de una “comunidad que sostenga” como facilitadora indispensable del crecimiento de las personas, es decir, una comunidad que favorezca la cooperación y el apoyo mutuo (no la competitividad que zancadillea), y que permita en su quehacer que las personas nos sintamos incluidas, importantes y seguras. Es decir, profundamente cuidadas.  

7. Una Universidad de los Cuidados no puede ser solo una intención. Exige planificación y medios. Voluntad política e institucional. Y de ahí, programas, tiempos, espacios, creatividad, participación y un largo etcétera. Con todo ello, la Universidad podrá ser un escenario en el que plasmar una dinámica y ética del cuidado consistente en reconocer en el otro su dignidad y su diferencia.


Javier Barbero

JAVIER BARBERO Psicólogo

@javierbarberog

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.