Equidad y calidad van siempre de la mano, no cabe pensar una sin otra, de forma que los sistemas que más trabajan por compensar las diferencias obtienen mejores resultados en las pruebas reguladas. No cabe hacer llamamientos huecos al esfuerzo y al mérito cuando el punto de partida de cada cual es tan divergente y cuando el eventual puerto de llegada tan distinto
JOAQUÍN RODRÍGUEZ
Retórica del esfuerzo
Es moneda corriente escuchar que el esfuerzo es una energía transformadora capaz de propulsarnos allí donde nuestras aspiraciones alcancen. Lo que los predicadores de este lugar común olvidan es que interiorizamos desde muy pequeños cuáles son esas aspiraciones en función de los distintos tipos de capitales que hayamos heredado, del capital cultural, el educativo y el socioeconómico de las familias de las que cada uno proceda.
De hecho, como llevan demostrando de manera sistemática desde los años 60 del siglo pasado todos los estudios al respecto, los niños de 3 y 4 años ya han asumido de tal manera los límites razonables de aquello a lo que puedan aspirar que los índices de abandono y fracaso escolar temprano se corresponden matemáticamente con la amplitud de esas aspiraciones.
Quien no ha escuchado otra cosa a lo largo de toda su infancia y su juventud que admoniciones para ajustarse al lugar que le corresponde a cada cual y reconvenciones por cualquier tipo de aspiración que sobrepase lo que se considera sensato y ajustado, asumirá con naturalidad sus propios límites, acabará creyendo que la responsabilidad del fracaso es solamente suya y que el lugar que le corresponde es el que merece.
La magia social
La magia social siempre funciona así: una limitación de naturaleza social, la del origen y el capital heredados, se acaba asumiendo como si se tratara de una limitación de naturaleza natural, la sospecha de que es la responsabilidad de cada cual la que establece esas limitaciones. Ese lastre se arrastra de por vida y las sucesivas generaciones de una misma familia se convierten en dinastías herederas o en parias desposeídos.
No es que el esfuerzo y la perseverancia no sean importantes para alcanzar cierto éxito en cualquier asunto de la vida sino que la valoración que cada cual hace de la conveniencia o inconveniencia de empeñarse en algo, dependerá de las posibilidades objetivas asociadas a la posición social que se ocupe y al capital que se haya heredado. No cabe hacer llamamientos huecos al esfuerzo y al mérito cuando el punto de partida de cada cual es tan divergente y cuando el eventual puerto de llegada tan distinto.
Lo perverso de esta alquimia social es que, cuando se traslada a la educación, se premia o se condena de por vida a un alumno: bien a subir la escalera de la promoción social mediante la acumulación de títulos escolares superiores, bien al descalabro y la renuncia o, en el mejor de los casos, a los certificados de empleabilidad.
Elaboración propia a partir de “Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU). Secretaría General de Universidades”
Elaboración propia a partir de estadisticas MECD
Columna gris total, naranja uno de los padres con estudios superioires, azul ambos padres con estudios superiores
Segregación
Las cifras de la segregación son alarmantes: en los años 2016-2017 los estudiantes universitarios cuyas madres y padres tenían estudios superiores era del 54,5% mientras que entre los años 2019-2020 esa cifra creció hasta el 61,4%.
Si nos fijamos en la correlación entre títulos académicos de los padres y matriculación en universidades privadas, veremos que el incremento va del 71,69% hasta el 76,19% y que, en comparación con la matriculación en las universidades públicas (52,46% y 59,4% en los mismos periodos de tiempo), las diferencias porcentuales alcanzan el 19,23% y el 16,79% respectivamente.
La confianza de los padres con títulos superiores en la eficacia reproductora de las universidades privadas es muy superior a la que tienen por las públicas. No se trata, solamente, de que el peso de la herencia baste para inscribir en la mente y en el cuerpo de cada joven disposiciones y predisposiciones indelebles, sino que la estrategia de la reproducción social exige tener en cuenta el valor menguante de los títulos en un mercado saturado y progresivamente devaluado.
Competitividad y ansiedad
No es casualidad, dicho sea de paso, que la presión que sienten los herederos por reproducir y mejorar la condición de sus padres conduce, en gran medida, a la ansiedad y la alienación, porque la herencia secuestra al legatario tanto como el legatario disfruta de ella.
Los estudios más conspicuos sobre la realidad de los estudiantes que se embarcan en la educación superior en países despiadadamente competitivos, como los Estados Unidos, muestran que en lugar de una educación empoderadora y liberadora, la universidad puede convertirse en una dolencia que menoscaba la salud y el ánimo de los alumnos.
Las pruebas de acceso a muchas de esas universidades privadas de élite rastrean sobre todo la trayectoria social de los candidatos, expulsando a aquellos que no se ajustan al canon requerido. En realidad se trata de un mecanismo de éxito muy simple: aceptar solamente a aquellos que ya han recibido el don que concede un origen privilegiado.
No hace falta insistir demasiado, en cualquier caso, en que la farsa de la meritocracia es rigurosa y empíricamente falsa además de inequitativa y reduplicadora de la segregación. No hay quien se la trague ya, por mucho que la sigan propalando los que se quieren así mismos como hijos exclusivos de sus propios méritos, ignorantes de lo que deben a su herencia social o, por lo menos, ajenos a las taras y los lastres que han hecho a los demás inviable esforzarse más.
Hace ya tiempo que sabemos que los resultados educativos son más altos en los países ricos más igualitarios.
Fuente: https://equalitytrust.org.uk/education
Equidad y calidad
La variabilidad intercentros es infinitamente inferior en los países más equitativos mientras que la diferencia se acrecenta cuando los sistemas educativos trabajan a favor de las diferencias socioculturales de origen. Es decir, los sistemas educativos que procuran que nadie quede atrás mediante métodos que compensen las diferencias de origen, que vuelven a hacer imaginable esforzarse porque se percibe que valdrá la pena hacerlo, exceden en calidad de resultados a aquellos otros sistemas que se limitan a reproducir las diferencias sociales de origen mediante la promoción de la meritocracia más rala, a aquellos sistemas que practican la magia social del ocultamiento de las razones reales de las diferencias.
Equidad y calidad, en suma, van siempre de la mano, no cabe pensar una sin otra, de forma que los sistemas que más trabajan por compensar las diferencias obtienen mejores resultados en las pruebas reguladas.
Los Datos y cifras del sistema universitario español (2021-2022) nos hablan de que resulta tan necesario desterrar el mito de la meritocracia como diseñar un sistema educativo, desde su misma base, que elimine la contraproducente repetición de cursos; que evite la evaluación precoz y aplace la selección de alumnos hasta el segundo ciclo de secundaria; que gestione la selección de los colegios y los institutos por parte de las familias para evitar la segregación y el aumento de las desigualdades; que haga que las estrategias de financiación respondan a las necesidades de los estudiantes y de las escuelas, sin conceder créditos extraordinarios a las familias que no lo necesitan; que diseñe itinerarios formativos equivalentes en la secundaria superior para asegurar la finalización; que garantice la mínima variabilidad de calidad intercentros, en suma.
Si trabajáramos así en la enseñanza obligatoria, generando un clima y un entorno escolar propicios para el aprendizaje, capaz de sortear hasta cierto punto los frenos del origen sociocultural, quizás llegáramos a asistir a la incorporación igualitaria de nuevos alumnos a nuestras universidades.
Mientras eso no ocurra habrá que seguir hablando de la falacia de la meritocracia y de la traición de la educación superior.
JOAQUÍN RODRÍGUEZ Miembro de la Asociación Espacios de Educación Superior
Twitter @futuroslibro
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