«La Universidad en Chile», entrevista con Álvaro Rojas Zamorano, director del Centro de Enseñanza y Aprendizaje de la UTEM

«¿Es la universidad el vehículo de movilidad social prometido en los 90´? ¿Por qué los estudiantes deciden renunciar a la universidad? ¿Por qué están demorándose más en terminar la carrera? ¿Por qué están trabajando en empleos para los que no estudiaron? ¿El mercado laboral y sus respectivas industrias tienen la necesidad de contratar a los titulados que anualmente salen a buscar trabajo?«


Álvaro Rojas es Director del Centro de Enseñanza y Aprendizaje de la Universidad estatal Tecnológica Metropolitana. Esta universidad estatal chilena ha mostrado una especial sensibilidad en sus políticas de vinculación con el medio ambiente. En la primera parte de esta entrevista nos interesamos por los valores de la educación superior en las universidades chilenas.

Libertad académica y democracia son realidades indisociables. ¿Cuál es la situación de la autonomía universitaria en Chile?

En Chile, la autonomía universitaria está garantizada por ley. La Ley General de Educación Superior consagra que las casas de estudio tienen potestad para definir proyectos educativos y conducirlos académica, económica y administrativamente, debiendo cumplir con los principios de libertad académica y cátedra, sin embargo, podemos hallar algunos contrastes con la realidad. 

Por ejemplo, hace tres décadas que Chile vive un proceso de masificación de la educación superior1, lo que no solo ha permitido contar con una población con mayores competencias en relación a generaciones anteriores, sino que también ha aumentado el número de universidades, proliferando instituciones administradas por grupos económicos.

Es innegable que jugaron un rol en favorecer el acceso de la población a la educación terciaria, pero en la actualidad, el Estado ha debido impulsar reformas estructurales a su orgánica para asegurar la calidad en docencia, gestión, investigación y vinculación con el medio.  

hace tres décadas que Chile vive un proceso de masificación de la educación superior, lo que ha obligado al Estado a intervenir para garantía de la calidad

El surgimiento de nuevos organismos en la administración pública –Subsecretaría de educación superior, Superintendencia de educación superior– ha rigidizado los mecanismos de financiamiento por desempeño, trazando líneas de desarrollo de proyectos educativos e instaurado una cultura de rendición de cuentas y nuevos criterios de transparencia y eficiencia, lo que ha priori resulta positivo, porque sienta las bases de un sistema de aseguramiento de la calidad transversal.

No obstante, la búsqueda de la mejora continua muchas veces invisibiliza las particulares de instituciones condicionadas por la segmentación e inequidad social del país, debiendo entrar en una lógica de competencia con instituciones con realidades diferentes y, en la práctica, ceder su autonomía para obtener más recursos económicos que le permitan sobrevivir en el sistema y ser una institución atractiva para nuevos postulantes y empleadores. 

Respecto a la cultura democrática en las instituciones, la realidad es diversa. Existen instituciones en que las autoridades son electas por votación de sus comunidades educativas, pero en otras-privadas-son designadas por las juntas directivas controladoras de la institución.

No obstante, tanto en universidades públicas como privadas, las decisiones son tomadas por la máxima autoridad, sin considerar la participación y representación de los demás estamentos, entre ellos, profesionales, académicos y estudiantes, lo que sin duda es pendiente para profundizar la convivencia democrática al interior de las comunidades. 

Finalmente, post dictadura militar, volvieron a tomar fuerza las federaciones de estudiantes, las que han tenido un rol preponderante en la política pública del país, incidiendo en reformas de ley o sirviendo de trampolín para cargos políticos, el ejemplo más reciente, es Gabriel Boric, quien, tras liderar la federación de estudiantes de la Universidad de Chile, fue electo diputado por la Región de Magallanes y, actualmente, es el presidente de la República con 36 años.  

se han implantado líneas de desarrollo de proyectos educativos, una cultura de rendición de cuentas y nuevos criterios de transparencia y eficiencia

Acudir a la Universidad sigue siendo una oportunidad para progreso social y desarrollo de las personas ¿Qué queda por hacer en Chile para que nadie se sienta excluido del acceso a la Universidad?

En el último tiempo, tanto OCDE como UNESCO han declarado que las tasas de cobertura en educación superior han aumentado drásticamente en los últimos 20 años, siendo Chile y Argentina los países que lideran el crecimiento en la región.  

Las primeras generaciones de estudiantes que ingresan al sistema tienen altas expectativas de movilidad social a través de un título universitario, una oportunidad que sus padres no tuvieron. Sin embargo, estas expectativas constituyen aún un sueño remoto para muchos de ellos.

Cuando se masifica un sistema educativo, éste se estratifica en forma de pirámide de manera tal que las instituciones de elite (generalmente universidades de investigación) quedan en la parte superior y las instituciones masivas (dedicadas a la docencia) ocupan la parte inferior. Este tipo de estratificación, si bien está presente en todo el mundo, es particularmente marcado en América Latina.

Sólo aumentar la oferta educativa no basta para reducir la brecha entre ricos y pobres; se requieren políticas adicionales

De esta manera, sólo aumentar la cobertura al sistema como política pública no reduce la brecha social y económica entre los pobres y ricos. Se requieren políticas adicionales que pongan el acento en la calidad del sistema.

Como un dato para aportar a la reflexión2, hace unas semanas el Ministerio de Educación de Chile presentó un estudio sobre empleabilidad que concluía temas importantes: el 65% de las y los profesionales trabaja en empleos distintos a lo que estudió, el 20% de los y las estudiantes decide emprender por no encontrar trabajo que cumpla sus expectativas y el 65% de los titulados sale al mundo laboral con deuda por estudios universitarios. 

Indirectamente, también podemos observar con preocupación que en los últimos 10 años las tasas de abandono y titulación inoportuna han aumentado y que año a año son más las universidades que no completan sus vacantes, es decir, hay más cupos que interesados en estudiar.

¿Es la universidad el vehículo de movilidad social prometido en los 90´? ¿Por qué los estudiantes deciden renunciar a la universidad? ¿Por qué están demorándose más en terminar la carrera? ¿Por qué están trabajando en empleos para los que no estudiaron? ¿El mercado laboral y sus respectivas industrias tienen la necesidad de contratar a los titulados que anualmente salen a buscar trabajo? ¿Las universidades están formando a los profesionales que el país necesita? Son preguntas que deben encontrar pronta respuesta y que perfectamente podrían integrar la agenda de colaboración de un sistema iberoamericano. 

en los últimos 10 años las tasas de abandono y titulación inoportuna han aumentado y año a año son más las universidades que no completan sus vacantes, es decir, hay más cupos que interesados en estudiar

La salida de las élites nacionales para estudiar en el extranjero, fundamentalmente al sistema anglosajón, es una industria global creciente. ¿Qué efectos puede tener para el futuro del país?

En Chile, las personas que deciden estudiar en el extranjero principalmente optan por cursar estudios de postgrado en universidades estadounidenses, australianas y europeas. En su mayoría, lo hacen con becas del Estado y, en algunos casos, con aportes de fundaciones o empresas privadas. 

Las motivaciones para tomar esta decisión se resumen en (i) oferta de postgrado limitada y de mala calidad en las universidades chilenas -especialmente doctorados-, (ii) bajo nivel de productividad científico de las universidades; (iii) insuficientes aportes económicos para el desarrollo de la investigación; (iv) tener una experiencia de vida fuera del país.

Si comparamos a Chile con los demás países de la OCDE, podemos observar que somos uno de los que menos invierte en formación de capital humano avanzado, inclusive hace unos años atrás, en el contexto de la crisis económica y pandemia COVID-19, el Estado tomó la decisión de suprimir las becas de postgrado en el extranjero, lo que fue revertido recién en 2022.

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El fenómeno es preocupante, ya que la fuga de cerebros atenta directamente al desarrollo económico del país. Sin profesionales capacitados ni científicos generadores y divulgadores de conocimiento, es muy difícil diversificar la matriz de producción económica de Chile, cuya principal industria continúan siendo los commodities sin mayor valor agregado que la extracción. 

Finalmente, si bien en los últimos años las universidades han incrementado sus niveles de producción científica, los centros de investigación siguen siendo insuficientes para las necesidades del país en materia de generación de conocimiento, por ende, las y los becarios/as retornados tienen serias dificultades para encontrar un empleo que les permita aportar sus competencias o bien, que los remunere proporcionalmente a su preparación académica. 

la fuga de cerebros atenta directamente al desarrollo económico del país

Las demandas de formación en la sociedad del aprendizaje alcanzan toda la vida de las personas. ¿Qué papel corresponde a las universidades ante este nuevo desafío?

Las universidades, por definición, deben ocuparse de la generación, aplicación, difusión, valoración y transmisión del conocimiento en diversas manifestaciones, debiendo contribuir al progreso del país y la comunidad internacional, en este sentido, deben asumir un rol protagónico en promover el principio del aprendizaje a lo largo de la vida (ALV). 

Según la definición de la UNESCO, el ALV articula todas las formas de educación, es decir, formal, informal y no formal. Por tanto, es necesario diseñar estrategias que integren e interrelacionen las diferentes trayectorias vitales de las personas, siendo capaces de generar espacios de movilidad (verticales y horizontales), homologación de créditos, reconocimiento de aprendizajes previos y mecanismos de acceso permanentes.

Por ende, a las universidades les corresponde generar canales efectivos de vinculación con el territorio para el diagnóstico de demandas, estrechar vínculos con la industria para observar necesidades de capacitación, integrar mesas de trabajo con gobiernos locales, regionales y nacional para incidir en las agendas de desarrollo. Es fundamental anticiparse a las demandas y tener un rol proactivo en las acciones diagnósticas. 

Las universidades están obligadas a asumir un rol protagónico en promover el principio del aprendizaje a lo largo de la vida

La pandemia del COVID fue un improvisado ensayo general del posible impacto de internet en la educación superior ¿Puede haber una experiencia universitaria sin el uso intensivo de Internet? y viceversa ¿Sin presencialidad, puede hablarse de universidad? 

Previo a la pandemia, la educación en línea no gozaba de buena reputación. Era percibida como insuficiente en términos de calidad. Post pandemia esto cambió. La mayoría de las instituciones de educación superior ofertó programas de pre y post grado a distancia, demostrando que es posible organizar planes de estudio 100% en línea, ya sea sincrónica o asincrónicamente. 

En la actualidad, hay buenas experiencias en ambas modalidades, personalmente, opino que la mejor alternativa es un modelo de enseñanza y aprendizaje que integre y se fortalezca de las ventajas de ambos métodos. Es anacrónico no utilizar las herramientas tecnológicas disponibles en la actualidad, estas permiten ejecutar tareas de forma rápida, sencilla y eficiente. Asimismo, las plataformas permiten comunicarnos instantánea y sincrónicamente desde cualquier parte del mundo, facilitando enfoques pedagógicos como el Collaborative Online International Learning (COIL). 

La pandemia ha servido para mejorar la reputación de la educación en línea

A su vez, la presencialidad aporta espacios de socialización e interacción entre estudiante-profesor y estudiante-estudiante únicos y altamente valorados por ambos actores. Por ejemplo, actividades en talleres de ingeniería, simulaciones clínicas, laboratorios de ciencias, presentaciones orales ante audiencias masivas son experiencias de aprendizaje donde la presencialidad se percibe como más efectiva. 

En resumen, la modalidad educativa debe ser una decisión que se tome considerando el resultado de aprendizaje de la asignatura, las competencias tecnológicas y pedagógicas del docente y, el acceso a conectividad a internet y tecnología de las y los estudiantes. Y si en el corto plazo me tocara elegir un programa de estudios, optaría por un programa de modalidad mixta, ya que aporta flexibilidad y autonomía.


Continuar parte segunda de la entrevista

Notas

1 Según el Sistema de Información de Educación Superior del Ministerio de Educación, en Chile, en el año 1980 había 8 instituciones de educación superior y la matrícula alcanzaba 118.978 estudiantes. En cambio, el 2022, hay 148 instituciones de educación superior y la matrícula alcanza 1.301.925 estudiantes.

2 Ver https://nmedsup.cl/ visto por última el 7 de enero de 2023.



Entrevista Alfonso González Hermoso de Mendoza

Espacios de Educación Superior está dirigido a poner en contacto a las personas e instituciones interesadas en la sociedad del aprendizaje en Iberoamérica y España.