La desidia en la comunicación de las universidades públicas

Atenas, Grecia AGHM

Muchas universidades españolas públicas nunca convocan expresamente a la prensa para contarle alguna novedad. Esa desidia, muy extendida, contrasta con el interés que hay en otros países porque sus universidades se conozcan fuera de sus fronteras

ELISA SILIÓ DELIBES


Las universidades públicas españolas no mejorarán mientras no aumente su financiación (han perdido un 20% de la partida en una década) y no se modernice su gobernanza; pero hay un tercer aspecto que pasa absolutamente desapercibido y que, sin embargo, tiene enorme relevancia: la imagen fuera del campus que puede atraer a nuevos alumnos, acercar a las empresas o ser una herramienta para lograr una mayor proyección internacional.

La mayoría de los gabinetes de prensa de las universidades públicas trabajan para contentar a los de dentro, cuidan con esmero la comunicación interna, pero se olvidan de que hay un mundo fuera que es el que mantiene la universidad con sus impuestos y merece y debe saber qué se hace en ella. Reina la desidia. 

En las universidades públicas se publica mucho y bien, pero muy rara es la ocasión en que un gabinete actúa con sentido periodístico y propone a un medio hacer un reportaje con unos resultados interesantes sobre un tema más allá de la nota de prensa para entendidos (chino para los periodistas). Si acaso, es el propio científico el que toma la iniciativa. Falla, como siempre, la transmisión de conocimiento. Quizás el nuevo sexenio que lo premia anime a los investigadores a compartir su saber.

La mayoría de los gabinetes de prensa de las universidades públicas trabajan para contentar a los de dentro, cuidan con esmero la comunicación interna, pero se olvidan de que hay un mundo fuera que es el que mantiene la universidad con sus impuestos y merece y debe saber qué se hace en ella. Reina la desidia

En cambio, el buzón del correo electrónico de cualquier periodista de temas educativos está lleno de “estudios” y “encuestas” de escuelas de medio pelo sin ninguna fiabilidad basados en datos ajenos, pero que las agencias de comunicación venden con pasión. Ni una cosa, ni la otra.

Basta poner el telediario para ver cómo los profesores de las universidades privadas aparecen por doquier pese a ser minoría. ¿El motivo? Muchas privadas (no todas), conscientes de que su futuro pende de su proyección pública para seducir a las familias, se adaptan a los horarios de las noticias y no dudan en poner en contacto a los periodistas con sus expertos a cualquier hora (en unos límites razonables); mientras que en la gran mayoría de las públicas los empleados no trabajan por la tarde, la gestión la retrasan al día siguiente o la resuelven como un favor personal que hay que agradecer como algo excepcional. 

Resultado: en una jornada enloquecida de trabajo se recurre a la universidad privada de turno que nunca te ha dejado tirado y que muestra la mejor de las predisposiciones.

Los investigadores de las universidades públicas se quejan a veces -lo he vivido- de que las privadas venden como un logro ensayos que ellos llevan practicando muchos meses, sin pararse a pensar que el problema es interno. Si tienen una primicia, ellos tienen que notificarla a su gabinete de prensa y este darlo a conocer.

Las privadas, en especial en posgrado, no paran de comerle terreno a las públicas, su alumnado no para de crecer, y si estas últimas no espabilan la pérdida irá a más, incluso aunque su calidad mejore. Porque si la opinión pública no se entera, no hay nada que hacer

Muchas universidades españolas públicas nunca convocan expresamente a la prensa para contarle alguna novedad. Esa desidia, muy extendida, contrasta con el interés que hay en otros países porque sus universidades se conozcan fuera de sus fronteras. Por ejemplo, la Universidad París-Saclay invitó a un grupo de corresponsales extranjeros en la capital francesa a visitar las obras de su nuevo y deslumbrante complejo.

La prueba más palmaria de que algo falla son los rankings de calidad universitaria. Más allá de su veracidad o no, ese es un tema aparte, lo cierto es que las privadas emplean infinidad de recursos en contestar con precisión a todos lo que los autores de los listados: una gran cantidad de datos, opinión de los docentes… En algunas privadas bonifican incluso a la plantilla si consiguen que sus grados suban peldaños en los rankings.

Las públicas, mientras tanto, sin falta de razón, se quejan de que en muchas ocasiones no ocupan el puesto que merecen, pero deberían plantearse una estrategia sólida para posicionarse bien. Las privadas, en especial en posgrado, no paran de comerle terreno a las públicas, su alumnado no para de crecer, y si estas últimas no espabilan la pérdida irá a más, incluso aunque su calidad mejore. Porque si la opinión pública no se entera, no hay nada que hacer. 


ELISA SILIÓ DELIBES Es periodista en El País

Twitter @ElisaSilio

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