Si algo simboliza el avance de las mujeres en las sociedades desarrolladas es su acceso masivo a la universidad, no sólo es que lleguen en mayor medida a la universidad, sino que el rendimiento de las mujeres en los estudios universitarios es mayor que el de los hombres.
OLGA SALIDO CORTÉS
Si algo simboliza el avance de las mujeres en las sociedades desarrolladas es su acceso masivo a la universidad. Ha pasado mucho tiempo desde que las mujeres no podían moverse con libertad por las facultades o incluso tenían que ir disfrazadas para poder tener acceso a los estudios universitarios. También de que, aún con título, no pudieran ejercer la profesión por ley. Aun así, las desigualdades persisten y, con frecuencia, ocultas a nuestra mirada.
Desde mediados de los 80, las mujeres comenzaron a alcanzar la paridad entre los estudiantes y egresados universitarios, situándose rápidamente por encima en términos numéricos (Figura 1). En conjunto, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Universidades las mujeres representaban el 56% de los estudiantes matriculados y el 59,8% de los egresados en el curso 2020-21, lo cual es indicativo de que no sólo es que lleguen en mayor medida a la universidad, sino que el rendimiento de las mujeres en los estudios universitarios es mayor que el de los hombres.
Existen no obstante diferencias importantes entre las distintas áreas de conocimiento. Campos como Ciencias Sociales, Humanidades o Ciencias de la Salud han estado tradicionalmente feminizados, mientras que la presencia de las mujeres en las llamadas áreas STEM (por su acrónimo en inglés, correspondiente a Science, Technology, Engineering and Mathematics), especialmente en Ingeniería y arquitectura, continúa siendo minoritaria (Figura 2).
Los avances han sido importantes, pero no suficientes. A mediados de la década de 2000, las mujeres representaban aproximadamente el 30% de los estudiantes matriculados en Ingeniería y arquitectura, el doble que dos décadas atrás. Sin embargo, en la última década se está observando un cambio de tendencia, de forma que las estudiantes universitarias en estudios de Ingeniería y arquitectura ha caído en la actualidad hasta el 25,7%.
Una tendencia que se observa también en el área de Ciencias, donde las mujeres han pasado de representar el 60% del estudiantado al 50% a lo largo de la última década. Cifras que vienen acompañadas de una bajada en la proporción de mujeres egresadas, de nuevo especialmente preocupante en las áreas de Ciencias y de Ingeniería y arquitectura (Cuadro 1).
La baja presencia en las carreras STEM se ha convertido en un objeto de preocupación pública y política, y ha dado lugar a iniciativas como la de #NoMoreMatildas, que pone el foco sobre las dificultades que niñas y jóvenes tienen para encontrar modelos de referencia en los ámbitos científicos y la persistencia de estereotipos de género a través del proceso de socialización que arranca en la infancia.
La segmentación por sexo de los estudiantes y egresados en los distintos campos de conocimiento condiciona también en gran medida la igualdad en el acceso al mundo laboral. El ámbito universitario constituye sin duda un ejemplo muy ilustrativo de los obstáculos y limitaciones que encuentran las mujeres en el desarrollo pleno de sus capacidades y aptitudes.
A pesar de que como hemos visto las mujeres son mayoría tanto entre los estudiantes como entre los egresados universitarios, su presencia en los cuerpos docentes es aún minoritaria, especialmente entre las categorías más estables y de mayor prestigio. En conjunto, las mujeres constituyen el 42,6% del profesorado de las universidades públicas, una proporción que desciende entre los profesores funcionarios, donde apenas representan algo más de 1 de cada 3 (37,1%).
Las áreas STEM son sin duda las que ofrecen mayores dificultades tanto al acceso de las mujeres a la profesión docente como a la consolidación de sus carreras académicas, pero las cifras resultan aún más significativas en las áreas de Ciencias Sociales y Jurídicas, donde a pesar de la abrumadora presencia de mujeres entre el estudiantado (64,5%), las docentes apenas alcanzan la paridad numérica con respecto a los varones (47,7%); o en Ciencias, donde las mujeres representan tan solo un 38,1% del profesorado a pesar ser mayoría (aunque en descenso como hemos visto) entre el estudiantado.
El reducido número de mujeres que alcanza los escalones más altos de la carrera académica, representados en la figura de Catedrático/a de Universidad, constituye un ejemplo ilustrativo de estas desigualdades. Las mujeres catedráticas representan tan solo un 19,7% del conjunto del profesorado femenino y un 7% del funcionarial, mientras que en el caso de los varones estas cifras son del 33,8% y 15%, esto es, respectivamente, un 71% y 115%. mayores (Figuras 4a y 4b). Las mujeres llegan en menor medida a ser funcionarias y, cuando lo son, no alcanzan las posiciones más altas en igualdad con respecto a los hombres.
Las dificultades que encuentran las mujeres en la progresión de sus carreras académicas tienen un lógico correlato en términos salariales, pero también en términos del acceso a las posiciones de poder y toma de decisiones dentro de la universidad. El hecho de que las mujeres rectoras constituyan una exigua minoría y, aún más, tan solo una haya accedido a la presidencia de la Conferencia de Rectores de las Universidades de España (CRUE), que engloba al conjunto de las universidades españolas (50 públicas y 26 privadas), resulta bastante ilustrativo.
Estas desigualdades se reflejan en el reconocimiento social que obtienen las mujeres. En 1901 tuvo lugar la primera ceremonia de entrega de los Premios Nobel, galardones destinados a premiar las contribuciones realizadas en cinco ámbitos: Física, Química, Medicina, Literatura y la Paz. A ellos se unió a partir de 1969, la Economía. En total, hasta el momento presente 945 personas (sin contar, en el caso del Nobel de la Paz, 28 galardones entregados a instituciones), han sido laureadas. De ellas, tan solo 59 eran mujeres, el 6,1% del total. Si esta parece una cifra exigua, probemos a dejarla aproximadamente en la mitad, que eran las mujeres que habían sido premiadas hasta el año 2000. Aunque no todo es cuestión de números, a veces las cifras hablan por sí solas.
Olga Salido Cortés es Profesora Titular de Sociología, Universidad Complutense de Madrid.